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Latinoamérica

18 de enero del 2004

Conflicto diplomático Chile-Bolivia
El derecho de los vencedores

Pedro Cayuqueo
Rebelión

El reciente conflicto chileno con la hermana República de Bolivia ha desatado un fuerte debate en torno a los derechos históricos de uno u otro Estado sobre el Océano Pacífico. Desde Bolivia, se reivindica con inusitada fuerza una condición marítima truncada a fines del siglo XIX, por medio de una guerra de anexión colonialista financiada por capitales salitreros ingleses y llevada a cabo por un ejército chileno de campesinos y convictos enrolados bajo presión. Sin embargo, Bolivia reclama hoy no aquel corredor atacameño perdido en la Guerra del Pacífico, sino más bien un acceso territorial y maritimo en mejores condiciones y que permita, en parte, impulsar el desarrollo en un país rico en recursos naturales, pero cuyos índices de crecimiento limitan con la extrema indigencia de algunos estados centroafricanos.

El gobierno chileno, sin embargo y en lo que pareciera ser una constante en su linea diplomática, se ha negado a tratar el tema en su real dimensión histórica y política. En una especie de defensa del mismo "derecho de los vencedores" impulsado hace décadas por Adolfo Hitler, se plantea desde el Ministerio de Relaciones Exteriores - y de manera grotesca para un gobierno en teoría democrático- que los actuales límites fronterizos no pueden ser sujetos de revisión y sólo cabe apegarse a lo estipulado en el Tratado de 1904, que fijó las relaciones entre ambas naciones dos décadas después de la derrota boliviana en la Guerra del Pacífico (1879). La condición de Atacama como territorio chileno obedece al derecho de los vencedores, se argumenta. La mediterraneidad de Bolivia, al triste drama de los vencidos. Puestas así las cosas, para la cancillería chilena no habría nada que discutir. A lo sumo, temas de inmigración, franquicias tributarias y acuerdos de libre comercio. De soberanía marítima o la posibilidad de reestablecer un recinto portuario exclusivo para Bolivia en la primera o segunda regiones, nada. Ese es un tema prohibido. Propio de estrategas militares, tal como aquellos incipientes reclamos mapuches por autonomía territorial en la zona sur del país.

Si estuviéramos en el siglo XIX, la postura chilena sería comprensible. Pero en pleno siglo XXI, cuando las fronteras nacionales en distintas partes del mundo son derribadas en nombre de la integración económica, política y cultural de los pueblos (Unión Europea, por ejemplo), resulta a todas luces anacrónica y desvergonzada. En momentos en que diversas repúblicas latinoamericanas parecieran apostar por la integración en un bloque regional de poder, como manera de hacer frente a la amenazante hegemonía de los EE.UU en el hemisferio, dicha postura resulta a todas luces impresentable. Más aun por su innegable carga de soberbia y triunfalismo frente al drama de un pueblo hermano sumido en la pobreza y que -más allá del oportunismo de su actual clase dirigente- reclama desde hace más de un siglo ante la comunidad internacional su histórico derecho de disfrutar de una salida al Pacífico Sur.

El derecho de los vencedores existió en el pasado colonial, en la insana mente de los jerarcas del Tercer Reich, pero a menudo se manifiesta también con fuerza en aquellos países que olvidan lo trágico de su historia patria. Chile, por cierto, pareciera ser hoy en día uno de estos casos. El errado manejo diplomático del actual conflicto con Bolivia y que ha puesto en evidencia una vez más la soledad de Chile en el concierto latinoamericano, es sólo un ejemplo. El caso mapuche, un conflicto político-territorial interno y que tiene sus raíces en las mismas políticas expansionistas implementadas por el Estado chileno y sus fuerzas armadas a fines del siglo XIX, es otro. Los escenarios y los contextos sabemos que son distintos. La respuesta, sin embargo, pareciera ser lamentablemente la misma.

* Periodista, director del periódico mapuche Azkintuwe