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Internacional



El terrorismo islámico, ¡qué gran invento!

¿Insisten? Insisto...

Jaime Richart - 04.05.2004
http://www.kaosenlared.net


Se acabó ETA, el otro semiinvento, un producto fabricado a medias entre dos bandos aparente­mente enfentados, sepultado por la "nueva tecnología" de la nueva bestia, el terrorismo islámico...

No es el oráculo de los datos, de los informes de los dos­siers secretos aún no desclasificados. Tampoco es una re­velación de renegados que han traicionado secretos de confesión. Ni fruto de conversaciones o cambio de impre­siones con servicios de inteligencia o policiales nacionales o internacionales. La convicción proviene de la ciencia infusa que trae consigo al mundo todo ser humano. Esa Ciencia que no se aprende con la cultura precisamente porque la "cultura", la presión de lo transmitido a su través y la propa­ganda de toda clase se encargan de sofocarla...

La convicción nace en lo que los antiguos llamaban rerum natura, naturaleza de las cosas, que en este caso se refiere a la condición humana y la de la sociedad, y más cuando los protagonistas de la Historia de cada día han ido procla­mando sin pudor a lo largo de tres años que no han existido hasta ahora otros personajes que les igualen en mendaci­dad, en cinismo y al tiempo en un dubitativo deseo de pasar por dignos...

Desde el 11-S hasta el 11-S, todo es un montaje descomu­nal. Hay atentados focalizados allá donde el imperialismo yanqui, israelí o ruso abusa. Como siempre fue, frente a toda prepotencia. Fuera de eso todo es un artificio a escala planetaria.
El "terrorismo islámico" es efectivamente un invento.
Lo es en el origen, en las proporciones y en los fines que los gobiernos, los medios y la sociedad le atribuyen.

Es un monstruo que se ha echado a rodar por el planeta y que, como una bola de nieve convertida en alud, terminará por aplastar al propio doctor Frankenstein que lo ha creado.

De aquí tantas dificultades para esclarecer atentados y amenazas, pues los actores son piezas del mecanismo ge­neral puestas a distancia por los mismos que luego los per­siguen. Es tal el embrollo para encajar la lógica exigida a posteriori con la gestación y praxis de los atentados que su­ceden y los que no pasan del amago, que sólo pueden asomar balbuceos, incoherencias y signos de montaje por doquier a poco que se preste atención a las secuencias por separado o relacionadas unas con otras.

Que es un invento nunca podrá demostrarse con pruebas materiales, como nunca podrá probarse la existencia del demonio o si hay o no vida después de la muerte. Que es un invento se irá demostrando a medida que el signo de los gobiernos del mundo recobren la racionalidad perdida por los otros a lo largo de este último lustro. Lo curioso del asunto es que, como consecuencia de la impostura, "todo el mundo" habla el mismo lenguaje neurasténico. El fenómeno de esa histeria colectiva está alcanzando proporciones ridí­culas, y hasta la misma Francia hace ciertos esfuerzos por no querer despegarse de los arrastrados por el vendaval. Por eso adopta medidas normales y propias de una política interior estricta, pero casi los presente como gestos de buena voluntad relacionados con esta falsa cordura quijo­tesca que se vive en el planeta.

Pero además, aparte de ese olfato que nos dice que todo es un artificio mitológico, no se debe olvidar que empezó con la proclamación oficial de la ampulosa doctrina antici­patoria y con el anuncio rumsfeldiano de la creación de una Oficina Estratégica de Información dirigida descaradamente a presentar las cosas que suceden de manera que satisfa­gan los intereses norteamericanos y la american way of life. Entonces ¿a qué viene tanta histérico alarmismo? ¿A qué políticos, medios, jueces, fiscales, policías... van y vienen, vociferan y dramatizan a toda hora situando en las sombras islamistas radicales la causa de todos nuestros males? Como rezaba el epígrafe de una obra interesante y curiosa, "El retorno de los brujos", de Paul Berger relacionada con los extraterrestres, que decía: "Los buscamos fuera pero están aquí"(entre nosotros)...

No tengo miedo a equivocarme. No hay ninguna posibilidad de estar errado. El terrorismo islámico es un mito manufacturado en los laboratorios de sociobiología, antropológicos norteamericanos, sobre mentalismo y conductismo. Esos laboratorios que se han dedicado años y años a de­mostrar, por ejemplo, que es doble el consumo de botellas Coca Cola en una máquina expendedora de doble ranura, que en otra de una sola ranura de monedas.

Del mismo modo que el mayor enemigo del capitalismo no son los colectivistas, sino la voracidad insaciable de los capitalistas, el mayor enemigo del sistema occidental son sus defensores acérrimos que no aciertan en los cálculos y pre­fieren hundirse en la ciénaga por el peso del oro que trans­portan, antes que desprenderse de él.

Quienes ejercen el Poder, como siempre fue, rara vez no se hacen odiosos. Pero ¡Dios!, hoy, además ¡en qué socie­dad tan necia, tan débil y tan neurasténica nos ha tocado vi­vir! ¡Ni siquiera sabe lo que son las barricadas!