Internacional
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Una ciénaga a la medida del Imperio
Jorge Beinstein
Rebelión
Se acumulan las malas noticias para Bush y sus halcones. La economía
norteamericana está acosada por el aumeto de los desequilibrios fiscal y
comercial, el dólar sigue con su tendencia a la baja. En cuanto a la guerra la
situación es aún peor, Irak se ha convertido en un infierno para las tropas de
ocupación, la resistencia se generaliza y los países aliados al Imperio empiezan
a desertar.
Durante el 2003 dos oleadas sucesivas de manipulación mediática global
terminaron por estrellarse contra la realidad. La primera llegó su punto más
alto en mayo de ese año cuando Bush anunciaba la victoria completa en Irak y el
fin de las grandes operaciones militares. Los medios de comunicación
pronosticaban que ese triunfo armado sería pronto seguido por otros (Siria,
Irán...) lo que otorgaría a Estados Unidos un poder político mundial aplastante.
Que le permitiría obtener signifcativas ventajas en el plano económico,
reactivando su aparato productivo e imponiendo condiciones irresistibles a la
periferia y las otras potencias centrales. Cuando está ilusión se esfumó pocos
meses después al ritmo del avance de la resistencia iraquí, fue rápidamente
remplazada por otra. Aunque la guerra no anda demasiado bien, decía la
desinformación masiva, la economía ha empezado a recuperarse lo que ayudará a
Estados Unidos para obtener por medios comerciales lo que tarda en conseguir por
la vía militar, reforzando de paso a esta última. Pero durante los primeros
meses de 2004 la segunda mentira tuvo la misma suerte que la primera.
La guerra en auxilio de la economía
La ilusión militarista se apoyaba en un mito, el de la hegemonía militar
absoluta de Estados Unidos, y en una enseñanza económica obsoleta, la del
keynesianismo blindado.
En el primer caso se trataba de un reduccionismo tecnológico ignorante de otras
componentes esenciales de dicha hegemonía, como el estado psicológico de la
población colonizada, la existencia o no de grupos sociales colaboracionistas
importantes, de rivalidades internas (étnicas, religiosas, regionales) que
podrían ser eventualmente exacerbadas por el ocupante para así dominar sobre una
sociedad dividida (como ocurrió en el caso yugoslavo). También cuenta la
capacidad imperial para remodelar de manera colonial a la economía conquistada y
para desactivar o aislar los focos de resistencia. Tener armamento superior no
alcanza, más aún cuando las tropas ocupantes carecen del espíritu de combate
necesario para enfrentar a una resistencia extendida y heroica, muy enraizada en
la población. Tampoco esa demostración de poderío militar fue capaz de arrastrar
al resto de Occidente, el quiebre de la OTAN señalaba que el Imperio estaba
perdiendo el liderazgo indiscutible del centro del mundo.
Las tropas de ocupación se enfrentaron a lo que suele denominarse "crisis de
percepción": lo que prometía ser una población atrasada, temerosa y fácil de
corromper (como lo enseñan las historietas del viejo colonialismo europeo)
emergió en poco tiempo como un complejo laberinto social urbano, indescifrable,
moderno, expresando odio creciente al ocupante, técnicamente apto para enfrentar
una guerra prolongada. El empantanamiento militar fue la primera consecuencia de
ese hecho. Los escenarios futuros son muy negros para los conquistadores, la
guerra no puede ser ganada y la perspectiva de una retirada humillante es cada
día más probable.
El segundo error de evaluación fue con respecto a las consecuencias económicas
de la aventura bélica. Sesudos periodistas nos indicaban que la expansión de los
gastos militares produciría en Estados Unidos un gran efecto multiplicador
positivo sobre el empleo y los negocios en general. Se trataba de una visión
anacrónica, la revolución tecnológica de las últimas dos décadas ha anulado casi
por completo a ese posible efecto, el keynesianismo militar es historia vieja.
Peor aún la concentración de gastos en la industria bélica con cada vez más
elevada productividad laboral, automatización y robotización.suele tener un
efecto multiplicador opuesto al esperado, liquidando empleos y empresas
obsoletas. Además esos gastos incrementan el déficit fiscal que ya llega a los
500 mil millones de dólares, haciendo subir la deuda pública y más adelante
seguramente las tasas de interés perjudicando al consumo y la inversión.
En síntesis, la guerras de Irak y Afganistán no trajeron rápidas victorias sino
empantanamientos, no trajeron reactivación económica durable sino más desajustes
fiscales y comerciales.
La economía en auxilio de la guerra
Así se pasó de una intoxicación a otra. En los últimos meses de 2003, aplacadas
las fantasías políticas y económicas en torno de la guerra, irrumpieron de nuevo
sesudos periodistas más algunos gurús neoliberales sobrevivientes de los años 90
para explicar al planeta que aunque la "guerra contra el terrorismo" no andaba
del todo bien milagrosamente la economía norteamericana se estaba recuperando
velozmente luego del desinfle de la burbuja financiera y la entrada en recesión.
El tercer trimestre de 2003 aparecía con un incremento del PBI nominal superior
al 8 % y más del 4 % en el cuarto trimestre. Pero en los primeros meses de 2004
aparecieron serias dudas sobre la consistencia de dichos datos. Hacia marzo de
este año Jan Hatzlus, el economista jefe de Goldman Sachs, uno de los
principales bancos de inversión del mundo, señaló que las cifras oficiales de
creciemiento del PBI norteamericano estaban infladas.
Tomando como ejemplo el cuatro trimestre de 2003, la administración Bush informó
un aumento del 4,1 % incompatibles según él con un crecimiento de la producción
industrial de solo 1,4 % difundido por la Reserva Federal. Para Hatzlus el
aumento real del PBI no pdría haber sido superior al 2,2 %. Tambien puso en duda
los datos oficiales sobre crecimiento del consumo (2).
De todos modos la manipulación estadística oficial no puede ocultar la expansión
vertiginosa de la deuda pública y de los déficits fical y del comercio exterior,
la declinación del dólar, la persistencia de altos niveles de desocupación y
ocupación precaria y finalmente la emergencia de una gigantesca burbuja
especulativa, bursátil e inmobiliaria, que explica la imagen de reactivación
económica.
Ahora sabemos que la guerra imperial fracasó, pero también fracasó la política
económica basada en la baja de las tasas de interes, en reducciones tributarios
a los grandes grupos empresarios y en gastos militares. Esa combinación no
provocó la expansión productiva sólida prometida por Bush sino endeudamiento,
déficits y especulación financiera.
En síntesis: ni prosperidad durable ni victorias imperiales. El futuro más
probable oscila entre dos escenarios negros: uno basado en la interacción
explosiva de una retirada humillante de Irak y graves reveses económicos (caída
libre del dólar y/o suba recesiva de las tasas de interés y/o derrumbe de la
Bolsa y de los valores inmobiliarios...) y un segundo escenario menos traumático
que suele ser calificado como de "decadencia honorable", con retirada negociada
de Irak y Afganistan, cesión de áreas de influencia a la Unión Europea,
crecimiento económico bajo (a la japonesa), alta desocupación, etc. Más allá de
quién ocupe la Casa Blanca aunque las apariencias asocian a Bush con el primer
escenario y a Kerry con el segundo.
Clinton, Bush, Kerry
Esa asociación se apoya en viejos esquemas perimidos. En realidad los procesos
de financierización y militarización que se impusieron en las dos últimas
décadas han remodelado a la sociedad norteamericana, incluída su dirigencia
política. Son procesos interrelacionados engendrados por una crisis de
sobreproducción crónica que afecta desde los años 70 al capitalismo global y
cuyo centro es lógicamente su primera potencia, los Estados Unidos, ahora
completamente dominados por redes parasitarias y mafiosas. La concentración de
ingresos que acompañó al fenómeno se aceleró bajo el gobierno de Clinton. Por
ejemplo en 1991 la relación entre la remuneración media de los asalariados y la
de los cuadros superiores de las empresas era de 1 a 113, la misma pasó a ser de
1 a 149 en 1999, además al final de la era Clinton los salarios medios eran un
10 % inferiores a los de fines de los años 60 pese a que la productividad había
aumentado un 50 % (3). El proceso dió un nuevo salto con Bush que realizó
enormes transferencias de ingresos a la élite económica a través de excenciones
fiscales y gastos militares.
La primera hiper burbuja financiera nació y murió en la segunda parte de la era
Clinton. Bush intentó reanimar la economía a través de una segunda hiper
burbuja, todavía en desarrollo pero sin mucha vida por delante.
La primera guerra de Irak se desató bajo la presidencia de Bush padre, siguió
luego con un largo período de bombardeos en la época de Clinton y culminó con la
invasión bajo Bush hijo. Fue durante la presidencia de Clinton que se desarrolló
la escalada de agresiones contra Yugoslavia hasta llegar a la guerra de Kosovo.
El militarismo imperial se expandió bajo gobiernos repúblicanos y demócratas.
Las mafias que combinan negocios financieros, militares, abiertamente ilegales
(drogas, mega estafas,etc.) son hoy el corazon del sistema de poder en Estados
Unidos. No constituyen una accidente nefasto-y-corregible sino el resultado de
una profunda decadencia, irreversible en el marco del capitalismo global en cuyo
seno no aparece ningun contrapoder regenerador, ninguna potencia de reemplazo
(4).
Respecto a temas centrales de la sociedad norteamericana como el de la
financierización, la concentración de ingresos o la influencia del complejo
industrial-militar, solo existen tenues matices entre Bush y Kerry.
Centro y Periferia
El militarismo imperial y la degeneración financiera tienen una larga historia
común y es muy probable que su caída forme parte de una misma tragedia. La
tentativa de control militar de la periferia aparecía como una sucesión de
operaciones fáciles dada la abrumadora supremacía del armamento norteamericano,
pero tenía en su retaguardia a una economia declinante y a una población
moralmente degradada. Por otra parte la periferia actual no es la de los siglos
XVIII y XIX, ha constituido estados nacionales, clases sociales modernas, sufrió
en las últimas décadas múltiples frustraciones en sus procesos de
descolonización, de revoluciones nacionalistas y socialistas, en sus proyectos
de industrialización, pero presenta identidades culturales contradictorias en
plena expansión que no pueden ser manipuladas tan fácilmente como lo supone la
elite norteamericana. En ese sentido el caso iraquí es ejemplar. La euforia
aparatista de los jefes del Imperio chocó con la dura realidad.
La periferia se encuentra ahora sumergida en los comienzos de lo que muy
probablemente será una era de decadencia de la dominación occidental, es decir
del centro del mundo capitalista. Esta situación tiene ciertas similitudes con
la existente a comienzos del siglo XX cuando alrededor de 1914-1918 estalló la
primera gran crisis del capitalismo financierizado. Entonces se abrió en la
periferia un largo y complejo período histórico de revoluciones y
contrarrevoluciones, de tentativas socialistas y de revoluciones y reformas
burguesas de signo nacionalista. La arremetida neoliberal de las dos últimas
décadas pretendía disciplinar para siempre al mundo subdesarrollado,
privatizando-desnacionalizando sus principales estructuras, sometiéndolo a un
saqueo decomunal. Aunque ese auge (al igual que el auge fascista de los años 20
y 30 del siglo pasado) escondía la podredumbre civilizacional de los
conquistadores. El Imperio empieza a hundirse en la ciénaga construída por su
sistema de poder, la sobreacumulación de capitales, de habilidad especulativa,
de maquinaria militar y de soberbia conforman un salvavidas de plomo al que se
aferran cada vez más. En consecuencia la periferia vuelve a ponerse en
movimiento, desde Irak hasta Bolivia, desde la resistencia armada al ocupante en
Bagdad o en las montañas de Afganistan hasta las movilizaciones de los Sin
Tierra de Brasil o de los piqueteros argentinos.
jorgebeinstein@yahoo.com
Notas
(1) texto publicado en "Enfoques Alternativos", número 23, mayo 2004, Buenos
Aires.
(2) Raul Pozo, "Más sombras sobre el crecimiento de EE.UU", AmericaEconomica 28
de marzo de 2004, http://www.americaeconomica.com.
(3) Alexander Cockburn, "Clintontime: Was It Really a Golden Age?", CounterPunch,
November 14 / 23, 2003, http://www.counterpunch.org. (4)Japón luego de más de
una década de estancamiento sigue sin poder recuperarse de su desinfle
financiero y la Unión Europea acumula desocupados y déficits fiscales, su motor
alemán reduce tendencialmente su tasa de crecimiento