Internacional
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19 de abril del 2004
Tommy Franks, un general de "Las Américas"
Antonio Maira
Últimamente se están prodigando las declaraciones muy significativas de los generales de los Estados Unidos.
El jefe supremo de las fuerzas militares en Afganistán y después en Iraq, general, ahora en retiro, Tommy Franks, declaró este mes de febrero ante los participantes en el banquete anual de la Cámara de Comercio en Salina, Kansas, lo siguiente: "Si [conquistar Irak] cuesta 500 [vidas estadounidenses], está OK, si son 5.000, OK, si son 50.000 pienso que está OK" (1). El general, que reproducía sin duda las valoraciones sobre la guerra realizadas en el Pentágono durante la fase de preparación, se sentía autorizado no sólo para evaluar los costes humanos propios que son aceptables para los dirigentes norteamericanos, sino también la escalada militar a la que están dispuestos. En cincuenta mil soldados muertos se quedó el okey público para la batalla de Iraq de la primera gloria militar contemporánea de los Estados Unidos. El planeamiento guerrero del Pentágono, alentado por el "pensar lo impensable" de Donald Rumsfeld, ha llegado sin duda mucho más allá de que lo que sospechamos.
El general James T. Hill, Jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, ha dado una lección magistral de teoría política y de estrategia del Imperio para el continente americano, a todos los dirigentes y a los pueblos de América Latina.
El primer hecho revelador es que sea precisamente un general -el jefe del Comando Sur, léase el encargado de las eventuales intervenciones militares en América Latina- y precisamente ante el Congreso de los EEUU, el que desarrolle una teoría especulativa de los peligros que acechan al continente americano y que pueden requerir -se sobreentiende- respuesta militar. El general Hill no se refirió a la presencia de factores militares preocupantes para la seguridad nacional de los EEUU -difícilmente podría haberlos dada la enorme superioridad militar de su país ante cualquier antagonista individual o colectivo- sino a la presencia de elementos políticos que tienen que ver con la soberanía de otros estados.
Son los comportamientos políticos de los pueblos y de sus dirigentes, las consecuencias y los peligros derivados de determinados liderazgos sociales, los que preocupan al jefe del big stick que Washington orienta hacia el sur del Río Grande.
Hill recuerda las amenazas tradicionales que como tales han "justificado" la permanencia de un enorme aparato militar desplegado en dirección a los aliados continentales, y se extiende en consideraciones alarmistas sobre la amenaza emergente: el "populismo radical".
El "populismo radical" tal como lo percibe el centurión pentagonal deriva de una profunda frustración. Es la que resulta del fracaso de las "reformas democráticas" de los últimos años para satisfacer las necesidades primarias de la población -"proporcionar bienes y servicios" dice el general con cierto eufemismo- y de la observación de las desigualdades sociales y económicas - crecientes, por cierto, aunque esta irritante tendencia no es señalada por el uniformado-. Claro que el "populismo radical" no deriva sólo de una frustración sino de una poderosa demanda contagiosa. Hill identifica claramente esta exigencia y su potencialidad de contagio cuando lamenta que en las "naciones socias" "los líderes electos se ven obligados a prestar atención a los reclamos de sus bases". Lamentable obligación sin duda -incompatible con el funcionamiento de la democracia globalizada- la de atender las demandas vitales de la gente.
Así pues el "populismo radical" deriva de una frustración real -la provocada por carencias vitales en la satisfacción de necesidades primarias- y consiste en el fortalecimiento de unas demandas -de trabajo, de alimento, de amparo, de integración social- no satisfechas y planteadas con fuerza.
El "populismo radical" es el actual enemigo continental de los EEUU que se suma a las amenazas tradicionales: "Estas amenazas tradicionales -se refiere al narcotráfico, narcoterrorismo, la corrupción y el crimen organizado- se complementan ahora por una amenaza emergente mejor caracterizada como populismo radical, en el cual se socava el proceso democrático al reducir, en lugar de incrementar, los derechos individuales". El general Hill, que ante el auditorio cómplice de los miembros del Congreso de los Estados Unidos no considera necesario explicar como el cumplimiento de los derechos sociales básicos de las mayorías reduce los "derechos individuales", expresa la desconfianza radical de los líderes de Estados Unidos ante la movilización social y la participación política de las clases populares históricamente marginadas en América Latina. El general resume y sintetiza las líneas generales del feroz discurso reaccionario que impregnan la cultura política de la administración civil y militar en los Estados Unidos. Según ellas, las demandas sociales "socavan el proceso democrático" y "reducen los derechos individuales". Hill no explica lo que a él y a su audiencia de senadores les parece evidente: los problemas son siempre individuales y se plantean como demandas valorables en el mercado. Planteadas colectivamente ante el estado, las demandas derivadas del hambre, la marginación, el paro, la enfermedad o la indigencia, alteran la "libertad económica". Y es la libertad económica -"principio moral" proclamado por Bush- el único derecho reconocido en el código elemental de los derechos humanos de la democracia modelo que postula el Imperio.
El jefe del Comando Sur acusa a determinados líderes de explotar las frustraciones impulsando el populismo, y de reforzar sus "posiciones radicales" al alimentar un sentimiento contra los Estados Unidos. El gendarme máximo de América Latina está expresando una queja que en realidad refleja una realidad de la que son conscientes las élites continentales y cada vez más los pueblos de América Latina. Las demandas sociales -el "populismo radical" del que habla el general Hill- cuestionan el pacto entre las oligarquías latinoamericanas y los sectores capitalistas de los Estados Unidos. Las políticas populares tienen que enfrentarse inmediatamente a los intereses económicos norteamericanos.
Como ejemplos del riesgo representado por esas masas exigentes y esos líderes sensibles a las demandas populares citó a Haití, Bolivia y Venezuela. En esos tres países líderes radicales han promovido un sentimiento estadounidense. En relación con el último país mencionado el general pentagonal fue bastante más explícito: "La sociedad seguirá altamente polarizada mientras el gobierno de Chávez continúe por el sendero del autoritarismo. Es algo que nos preocupa y nos mantendremos vigilantes". También le preocupa a los EEUU el desmorone de su proyecto económico para América Latina ya que "la crisis económica argentina ha provocado que muchos cuestionen la validez de las reformas neoliberales, tal como se manifestó en el Consenso de Buenos Aires firmado en octubre pasado por los presidentes Kirchner y Lula que hizo énfasis en el 'respeto por los países pobres'". Escepticismo ante los dogmas neoliberales y respeto, es decir, reconocimiento de la dignidad de los países pobres, son también criterios políticos y valores sociales que los Estados Unidos tienen que vigilar.
El discurso de James T. Hill enlaza -en lo que se refiere a la desconfianza ante la pobreza- con las ideas expresadas en el documento doctrinal "Nueva Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos".
"La pobreza -afirma textualmente la NESN- no hace que los pobres se conviertan en terroristas y asesinos. Pero la pobreza, las instituciones débiles y la corrupción pueden hacer que los estados débiles sean vulnerables a las redes de terroristas y a los carteles narcotraficantes dentro de sus fronteras".
"Los estados de la región -el que habla ahora es el procónsul Hill- en general están marcados por instituciones débiles y economías en dificultades. Este frágil control estatal puede llevar a espacios y pueblos ingobernables o mal gobernados, corrupción y clientelismo".
Aunque parezca escandaloso desde el punto de vista del respeto por la identidad y la soberanía de los pueblos, los Estados Unidos están expresando, por boca del jefe del comando Sur, un recelo general ante todos los países de América Latina a los que sitúan en el conjunto de las amenazas potenciales, en el área de las preocupaciones internacionales de la gran potencia.
De militar a militar. La relación privilegiada
El general Hill se atreve a definir la situación de las fuerzas armadas de los países del continente entre la autoridad débil de sus gobiernos y las amenazas sobre sus sociedades: "los militares con quienes trabajamos en esta área de responsabilidad están sintiendo la carga tanto de las amenazas como de gobiernos débiles, pero que en gran medida han apoyado a sus constituciones respectivas, han permanecido profesionales, y han respetado los derechos humanos". "Los militares latinoamericanos permanecerán bajo una presión creciente de estos (factores) de estrés en los próximos años".
Tampoco tiene reparo alguno en hacer público su trabajo de conexión privilegiada y no mediatizada con las fuerzas armadas de los países del continente, como si éstas fuesen instrumentos militares de la política de los Estados Unidos:
"tenemos que mantener y ampliar nuestros contactos de militar a militar, a manera de institucionalizar de forma irrevocable el carácter institucional de estas fuerzas militares con las que hemos trabajado tan de cerca en las últimas décadas".
"Continuaremos trabajando para mejorar tanto las capacidades como el profesionalismo de los militares de nuestros aliados, para que puedan mantener su propia seguridad y ayudar a combatir las amenazas transnacionales comunes". Entre esas amenazas transnacionales están, como hemos visto, los "populismos radicales": el nocivo conglomerado de demandas sociales urgentes y de fuerzas políticas dispuestas a satisfacerlas.
La amenaza, nada velada, fue el componente fundamental del discurso del jefe del Southern Command que aplaudieron los senadores de los Estados Unidos.
Su espíritu fue el desprecio.
"Las tendencias en la región pintan un cuadro negativo en muchos sentidos" "Mantendremos la vigilancia".
(1) Kurt Nimmo. żVa a arrasar Faluja? CounterPunch