Internacional
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10 de marzo del 2004
Pinche Sánchez
Un mexicano agringado
Antonio Maira
Cádiz Rebelde
Desde luego el general en Jefe de la fuerzas de ocupación de Estados Unidos y del Reino Unido en Iraq, Ricardo Sánchez, de ascendencia mexicana, no tiene la sangre de Zapata ni de Villa, en todo caso la de Malinche. Él, descendiente de inmigrantes pobres, es ahora un mexicano agringado.
Hace muchos años, con ocasión de la guerra del Golfo o de la invasión de Panamá, no recuerdo bien, un amigo me decía hablando de un militar emergente con mucho mando, negro excepcionalmente, hijo también de inmigrantes, esta vez jamaicanos, llamado Colin Powell: >"Para que un negro esté ahí, donde está ese Powell, debe ser un perro". Tenía razón mi amigo. Ya por aquellas fechas pudimos observar bombardeos salvajes nocturnos con helicópteros -todavía impunes- sobre el populoso y popular barrio del Chorrillo(1) durante la invasión norteamericana a Panamá, en 1989; o la matanza de iraquíes ya rendidos y en retirada, barbaridad realizada como la anterior bajo el mando de Colin Powell, en el caso de Iraq por jefe de la 24 División de Infantería mecanizada y futuro zar de la droga, general Barry McCaffrey.
De la misma factura que Powell -tal vez como él futuro secretario de Estado, de Defensa, o del nuevo superministerio de Seguridad Nacional que ha creado Bush-, Ricardo "Rick" Sánchez ha empezado por asimilar perfectamente la doctrina política y militar del Imperio. Hijo de pueblo pobre, pobre el mismo en la infancia tejana que vivió muy cerca de la frontera con México, el general agringado asume con naturalidad la superioridad de los amos del mundo mientras sirve de referencia y de ejemplo a una enorme masa de soldados. Son los representantes en Iraq de los casi 60.000 inmigrantes latinos que ocupan un lugar dentro del ejército de los Estados Unidos. Muchos miles de ellos combaten esta guerra contra la resistencia iraquí como ciudadanos de segunda, o residentes que pretenden ganar la "naturalización inmediata" si logran sobrevivir enteros o partidos, cuerdos o locos, a la guerra.
Dice Sánchez(2), como releyendo un viejo monólogo colonialista, que "la presencia militar de EE UU en Iraq va para largo y aún es pronto para ceder a los iraquíes la responsabilidad de mantener a ley y el orden en su propio país". Tal cual el axioma sobre las incapacidades de pueblos milenarios que permitió las sucesivas invasiones de México por esos mismos Estados Unidos.
También separa Sánchez, minuciosamente, a los "iraquíes" de esos combatientes que le hacen la guerra y que pertenecen a la galaxia de los terroristas. Los ataques de la resistencia "forman parte de una estrategia con la que 'el enemigo' intenta separar a la coalición de los iraquíes".
Iraquíes incapaces, iraquíes sumisos y fraternales con el ejército de ocupación. Tal es la concepción pública de Sánchez sobre la humanidad en la antigua Babilonia.
Sánchez, "general en jefe de ocupación" que no de guerra -fue nombrado en el último mes de junio-, experto en "fuerzas de mantenimiento de la paz", es promotor de la "Hispanic Heritage Month" para fomentar la integración de los hispanos en las fuerzas armadas de los Estados Unidos. Probablemente estimula también esa tendencia a "ser superpatriotas" que se ha observado en los soldados inmigrantes, Sánchez les dirá a todos ellos que en Iraq combaten y matan no solamente a favor de los EEUU sino del "pueblo latino en los Estados Unidos". Pinche Sánchez