Internacional
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5 de febrero de 2004
Tambores y gastos de guerra
Orlando Oramas León
La administración del presidente George W. Bush da pasos acelerados para sustentar su política guerrerista y de expansión, evidenciada ahora por la ocupación de naciones como Afganistán e Iraq, donde sus bajas mortales suman ya más de 600.
El Departamento de Defensa anunció que solicitará del Congreso 74.900 millones de dólares para la compra de armas y equipos de guerra durante el año fiscal que se inicia el 1 de octubre.
Esa desorbitante cifra representa un 3% de incremento respecto a lo recibido el año anterior, pero no incluye los 87.000 millones de dólares aprobados por el Congreso para continuar las operaciones en Iraq y Afganistán.
Pero esos fondos sí están incluidos en la propuesta de presupuesto de Bush al Capitolio de emplear 401.700 millones de dólares en gastos militares, y se parece mucho al medio billón de déficit fiscal también contemplado en el plan de 2005.
Estados Unidos hará crecer sus emolumentos de "defensa" en el 7%, lo cual está acompañado con el incremento en 30.000 efectivos de las tropas del Ejército, que debe mantenerse en por lo menos los próximos cuatro años.
La Administración se propone comprar otros 24 aviones de combate F/A-22 Raptor, fabricados por Lockheed Martin Corp por 3.600 millones de dólares, que se sumarán a otros 22 encargados hace un año.
No será esta la única compra al complejo militar industrial, acorde con sus planes hegemónicos, por los cuales el Pentágono debe estar preparado para asumir varios frentes de batalla al mismo tiempo.
Y si esto no resultara creíble, basta citar al propio mandatario en su recién discurso sobre el estado de la nación, cuando adelantó que Estados Unidos no pedirá permiso a nadie para hacer la guerra. Sobre todo ahora que resulta claro que no precisa de argumentos creíbles, tal y como lo han demostrado incluso sus mentiras sobre la existencia de programas y armas de destrucción masiva en Iraq.
Hasta el propio Congreso, donde hay mayoría republicana, debió reconocer la manipulación e inexactitud de los informes ofrecidos por las agencias de seguridad, en particular la CIA, para justificar los aprestos bélicos de la Casa Blanca.
La marcha de la campaña electoral puede incluso resultar todavía más peligrosa para la paz y seguridad internacionales, dado el unilateralismo con que Washington está llevando a efectos su política exterior.
Estados Unidos se ha propuesto doblegar a la Revolución Cubana y no por gusto en la mayor de las Antillas todo un pueblo se prepara una eventualidad antes probada.
Cuba no es el único país en la mira de Bush y su camarilla. El Plan Colombia, la expansión de su presencia militar en América Latina, en Asia y en las antiguas repúblicas de la ex Unión Soviética avalan esta apreciación.
Washington se prepara para nuevas guerras, y para ello no tiene mientes en gastar lo que recorta en Seguridad Social e incluso en la colaboración al desarrollo del Tercer Mundo, aunque para ello lleve a la economía norteamericana por caminos de riesgo.
Ello puede conducir incluso a situaciones de crisis que la mentalidad bushiana podría ser propensa a encarar por la fuerza, lo cual agrega peligros adicionales a la humanidad.