¿Kerry? ¿Bush?
Angel Guerra Cabrera
Ante la inminente y muy reñida elección presidencial en Estados Unidos es necesario insistir en que la victoria de George W. Bush sería, por mucho, la peor de las opciones. Esto es válido para el mundo, para América Latina y para el propio Estados Unidos. En ciertos sectores de izquierda y progresistas, dentro y fuera de la superpotencia, no es visto así porque parten erróneamente del criterio que lo mismo da uno que otro candidato del sistema. No toman en consideración una diferencia importantísima y es que Bush representa el resurgimiento del nazifascismo con todas sus consecuencias, como en su momento Hitler en Alemania, sólo que ahora con colmillos nucleares y sin una alianza a la vista de Estados que se le enfrenten.
Cierto, no es la revolución social ni nada parecido lo que está en juego en el país del norte en estos comicios, pero no debe subestimárseles por eso. Y es que de ganar Bush, seguramente se producirá una mucho mayor restricción de las libertades políticas, que intentará ahogar al desarticulado pero raigal movimiento democrático y progresista existente de costa a costa, desacreditarlo con la acusación de antipatriota y paralizarlo usando el miedo al estilo de los peores tiempos del macartismo. En el exterior –con los fanáticos neoconservadores envalentonados- sobrevendría una política aún mas agresiva, belicista e injerencista, signada por el más absoluto desdén del derecho internacional. En América Latina aumentarían los intentos de rendir a Cuba por asfixia económica, algo que ya está en marcha a todo vapor y sería iluso descartar un intento de agresión armada de algún tipo. Se intensificarían la subversión contra la revolución bolivariana, las presiones y chantajes a todo gobierno que intente apartarse del guión de Washington y la represión contra los cada vez más numerosos movimientos antineoliberales y antimperialistas. Si hoy nos horroriza la carnicería en Irak, debemos esperar un recrudecimiento de esta, así como agresiones económicas y militares contra países como Siria e Irán. La resistencia del pueblo palestino a la ocupación podría ser castigada como nunca antes con el pretexto de que no acepta el plan de "paz" de Sharon.
Esto no significa que una victoria de Kerry elimine de entrada todos estos peligros, pero sí puede esperarse del bostoniano una conducta mucho más previsible, acorde con los usos tradicionales del imperialismo estadunidense. Existen señales claras de que por lo menos un sector muy importante del Establishment ha llegado a la conclusión de que la política de Bush y su pandilla conduce a la destrucción de la sociedad americana tal como la conocemos hoy y del mismo sistema imperialista. Este sector parece darse cuenta de que sería suicida continuar un curso troglodítico como el bushista y es proclive a reconsiderar lo que llaman una sobrextensión del imperio. Dicho en otras palabras, a reducir el ritmo de expansión militar y la incomparable fabricación de enemigos o adversarios de Estados Unidos que practica la administración de Bush.
Pero si se produjera la derrota del texano las fuerzas populares y antiimperialistas no deben tampoco bajar la guardia. Podrá venir un gobierno menos agresivo en Washington, pero seguirá intentando esquilmar a los pueblos, única forma de tapar sus agujeros negros del déficit fiscal y de cuenta corriente y el amenazante debilitamiento del dólar. De modo que continuará los esfuerzos por aplicar las políticas neoliberales en el tercer mundo y por controlar las áreas más ricas en recursos naturales del planeta. En América Latina con instrumentos como el ALCA y aún con otros de apariencia menos inofensiva. No sabemos qué políticas emprendería en otras áreas del mundo. Por ejemplo, si se empeñaría en mantener las tropas en Irak y en continuar el apoyo incondicional a los demenciales planes de Sharon contra el pueblo palestino.
Por eso en caso que gane John Kerry habría que evitar el peligro de una desmovilización del movimiento popular y antiimperialista, que en cualquier alternativa necesitará elevar su combatividadad y acrecentar su solidaridad mutua, en primer término con los que luchan en el seno de Estados Unidos. La solidaridad internacionalista de los muchos es el oxígeno indispensable para conseguir victorias duraderas ante al imperio, garantía del éxito de los pueblos en resistencia por encima de diferencias nacionales, raciales, idiomáticas o culturales.
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