Internacional
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Tigre de Papel en Washington. Dragón Rojo en el Pacífico
Andre Gunder Frank
Con el final de la Guerra Fría en 1989 y la consiguiente decadencia de Rusia como serio e inmediato contendiente, junto al eclipse de la imagen de Japón como primera potencia durante los años noventa [[i]], otras dos regiones, estados y poderes han entrado en conflicto. Uno es EEUU, cuyas expectativas disminuyeron bastante tras 1970 y, aunque se recuperó en la década de los noventa, es sólo un Tigre de Papel. El otro es Asia Oriental, a pesar de los efectos de la crisis de 1997, y especialmente China – el Dragón Rojo. En términos globales, podemos contemplar esta situación como un proceso de desplazamiento continuo del centro mundial de gravedad, situado anteriormente en Occidente, por todo el mundo, desde Asia Oriental/China a Europa Occidental, cruzando el Atlántico hasta EEUU, pasando entonces desde el litoral oriental al occidental y, más recientemente, de nuevo hacia adelante desde el Pacífico hacia Asia Oriental, como se observaba en "La vuelta al mundo en ochenta años" [[ii]]. Analicemos las claves del último período de este proceso histórico.
Tigre de Papel. Estados Unidos en el Mundo
EEUU tiene todavía la economía más importante del mundo, economía que vivió tiempos de bonanza durante gran parte de los años noventa, con un poder militar sin parangón y que además supera a los doce poderes militares siguientes de la lista planetaria si se consideraran en su conjunto. Además, la actual administración Bush hace uso de una y otro a través de políticas unilaterales que imponen su voluntad al resto del orbe, ya sea amigo o enemigo, al que Bush arrojó el guante con la frase de "o estais con nosotros o contra nosotros". Haz lo que te decimos por las buenas, ya que por las malas te vas a situar justo bajo la amenaza y posibilidad de ser destruido económica y políticamente, así como también militarmente si se nos antoja. En caso de duda sobre nuestras intenciones y capacidades, Rusia y Argentina son buenos ejemplos del frente económico, así como el Iraq sancionado, Serbia y Afganistán lo son asimismo del frente militar. El último ejemplo –que abarca ambos aspectos- es lo que el Presidente Bush padre llamó "El Nuevo Orden Mundial" cuando bombardeó Iraq en 1991. Yo lo denominé "La Tercera Guerra Mundial" en dos sentidos; en primer lugar, porque acontece en el Tercer Mundo y, en segundo lugar, porque esta guerra contra el Tercer Mundo constituye una Tercera Guerra Mundial [[iii]].
La prosperidad y riqueza del pueblo estadounidense se apoya fundamentalmente en la posición que ocupa hoy en el mundo, al igual que Gran Bretaña lo hizo en el siglo diecinueve. Esa observación es fundamentalmente diferente si se considera a partir de los orígenes de la excepcionalidad estadounidense que, supuestamente, viene de su ingenio, moralidad, productividad y otras características que, según se dice, diferencian a EEUU del resto del mundo. En mi opinión y por el contrario, EEUU se apoya en dos –o quizá tres-pilares:
1. El dólar considerado como moneda mundial, cuyo monopolio de emisión, según le dicte su santa voluntad, tiene EEUU, y
2. El Pentágono con sus capacidades militares sin parangón.
3. Un tercer pilar quizá pueda venir constituido por el gobierno y los medios de comunicación que alimentan una ideología que oculta estos elementos a la percepción pública. Además, cada uno de ellos hace de soporte del otro. Cuesta muchos dólares mantener el Pentágono, financiar las bases establecidas por ochenta países del mundo y el despliegue de sus fuerzas militares alrededor del planeta. Los gastos militares son la causa principal de dos déficits idénticos, en el presupuesto federal y en el balance comercial. De modo inverso, el Pentágono refuerza la confianza global en el dólar.
Pero esta misma dependencia crea también los dos talones de Aquiles estadounidenses que están mutuamente conectados. El dólar es literalmente un Tigre de Papel impreso y cuyo valor se basa sólo en la aceptación y credibilidad en el mismo por parte de todo el mundo. Esa confianza puede disminuir, o incluso desaparecer del todo casi de un día para otro, y provocar que el dólar pierda hasta la mitad, o más, de ese valor. Además de que frenaría el consumo estadounidense y la inversión y debilitaría la denominada fortaleza del dólar, cualquier disminución en su valor también comprometería la capacidad de EEUU para mantener y desplegar su aparato militar. Por el contrario, cualquier desastre militar debilitaría la confianza en, y por esa razón, el valor del dólar. En el Foro Económico de Davos del 2003, el mundo político reunido en asamblea y las élites mercantiles expresaron con claridad muy serios temores de que el mero despliegue del potencial militar de EEUU, por ej. contra Iraq, pudiera provocar una depresión mundial. Time Magazine publicaba recientemente un amplio estudio sobre la industria aérea estadounidense, llegando a la conclusión de que una guerra contra Iraq podría llevar hasta a la mitad de esa industria a una bancarrota inmediata. Y si ellos expresaban ese temor, ¿qué podrían decir las aún más débiles líneas aéreas que no son estadounidenses?. La inseguridad provocada por el patrioterismo militar amenaza con socavar la confianza en el dólar y frenar las inversiones. Y no hay ideología suficiente que pueda ocultar en su totalidad esa situación económica.
En efecto, el mundo está metido ya en una depresión de la cual hasta ahora sólo se han librado fundamentalmente EEUU y, de forma parcial, Canadá y Europa Occidental. Esto es así debido a la posición privilegiada de la economía estadounidense dentro de la situación mundial, de cuyo derrumbe EEUU ha ido obteniendo precisamente sus beneficios, que se derivan en gran parte del privilegio de que gozan por emitir la moneda de curso mundial a través de la que pueden, en primer lugar, acaparar la producción del resto del mundo a bajos precios deflacionistas y, en segundo lugar, encontrarse luego con que les llega del exterior la misma cantidad de dólares para ser invertidos en Wall Street y en valores del Tesoro estadounidense, considerados como lugar seguro para intentar conseguir beneficios más altos de los que podrían obtenerse en cualquier otro lugar.
A mediados de los ochenta, James Tobin –el inventor de la tasa Tobin para transacciones financieras- y yo fuimos, hasta donde puedo tener constancia, los únicos en publicar predicciones de deflación como un peligro económico mundial inminente. Sin embargo, los hacedores de políticas económicas ignoraron esas advertencias y ese riesgo -no ya riesgo sino consecuencia necesaria- mientras proseguían con sus políticas proyectadas para luchar contra la inflación. Sin embargo, desde entonces, los precios de las mercancías han caído de forma brusca y consistente y, más recientemente, han caído también los precios industriales. Por otra parte, en términos económicos mundiales, una inflación alta referida a sus monedas nacionales –pesos, rublos, etc…- y su brusca devaluación con la moneda mundial dólar han supuesto de facto una mayor deflación para el resto del mundo. Eso ha reducido los precios y ha abaratado las exportaciones de quienes compran con dólares, fundamentalmente en primer lugar consumidores, productores e inversores en –y desde- EEUU. EEUU, además, y esto apenas se menciona nunca, puede comprar toda la producción del resto del mundo con dólares que le "cuestan" sólo emitirlos y distribuirlos, es decir, sin costes para el país (el billete de 100 dólares es la moneda en efectivo sobre la que se organiza toda la economía rusa y, en la actualidad, hay circulando dos y hasta tres veces la misma cantidad de dólares fuera que dentro de EEUU). La prosperidad y riqueza estadounidense y el equilibrado presupuesto federal de la administración Clinton de 1992-2000, contrariamente a sus afirmaciones populistas, sólo pudo tener lugar al coincidir con esa prosperidad. También ese mismo período de ocho años de larga prosperidad de EEUU fue enteramente levantado sobre las espaldas de la terrible depresión, deflación y notable incremento de la pobreza del resto del mundo. Durante esa década, la producción descendió a la mitad en Rusia y en Europa Oriental y la esperanza de vida en Rusia bajó diez años, la mortalidad infantil, el alcoholismo, el crimen y los suicidios aumentaron como nunca antes en tiempo de paz. Desde 1997, la renta en Indonesia descendió a la mitad y generó su creciente crisis política. Ese derroche de entropía se generó en EEUU y se exportó al extranjero, a todos aquellos que están obligados a absorber su cada vez mayor desorden. Sería difícil encontrar ejemplos mejores –excepto la destrucción de toda la sociedad en Argentina, Rwanda, Congo, Sierra Leona, y la anteriormente próspera y estable Costa de Marfil- por no mencionar los países que han sido visitados por la destrucción gracias al poder militar estadounidense.
Todo esto produce, entre otras, las siguientes consecuencias: en EEUU se puede exportar la inflación que de otra manera se generaría y padecería allí debido a la alta circulación interna de moneda, cuya baja tasa de inflación en los noventa no fue precisamente el resultado milagroso de una política monetaria federal doméstica adecuada. EEUU pudo tapar su déficit en el balance presupuestario y comercial gracias al dinero barato y a las mercancías del extranjero. El déficit comercial estadounidense está ahora alcanzando los 500.000 millones de dólares al año y todavía sigue creciendo. De esa cantidad, 100.000 millones se esconden a través de las inversiones japonesas de sus propios ahorros en EEUU, que no ahorran nada, y que pronto tendrán que repatriar para poder controlar sus crisis bancarias y económicas –especialmente si la guerra de EEUU contra Iraq provoca, aunque sea de forma temporal, un alza en el precio del petróleo de cuya importación depende tanto Japón. Otros 100.000 millones de dólares vienen de Europa a través de diversos tipos de inversiones, incluidas las inversiones directas reales, las cuales podrían enjugarse mientras continúe la recesión europea, lo que motivará que los europeos se exasperen con la política estadounidense, o que tengan una buena serie de razones para reducir sus reservas de dólares y las coloquen en su lugar en sus propios euros. Unos terceros 100.000 millones son suministrados por China, quien primero vende a EEUU sus manufacturas baratas a cambio de dólares y luego acumula estos dólares como reserva de divisas extranjeras –de esta forma, malvendiendo las mercancías de sus productores pobres a los norteamericanos ricos… China hace esto para mantener el flujo de sus exportaciones y sus industrias en marcha, pero si decidiera dedicar estas mercaderías a expandir su propio mercado interno, su pueblo ganaría en ingresos y riqueza, y EEUU se las vería negras. Los últimos 200.000 millones de déficit se cubren con otros flujos de capital, incluida la deuda de los países pobres latinoamericanos y africanos, que ya han amortizado el capital principal de sus deudas varias veces y todavía se encuentran con que sigue aumentando la suma final debido a otra vuelta de tuerca más con tasas cada vez más altas de interés. La idea de declararse insolventes según el capítulo 11 ó 9 está siendo sin embargo, finalmente, contagiosa.
Así, la deflación/devaluación en cualquier parte del mundo es como una especie de imán que atrae al capital financiero especulativo del resto del mundo –tanto de propiedad estadounidense como extranjera- hacia los valores del Tesoro de EEUU y hacia Wall Street – tapando el déficit presupuestario estadounidense. Esto fue lo que alimentó y mantuvo su mercado alcista en los noventa, que a la vez aumentó, mantuvo y amplió un incremento especulativo e ilusorio de riqueza para los norteamericanos y otros accionistas, y a través de ese ilusorio "efecto riqueza" se alentaron consumos e inversiones más altos. Sin embargo, el consiguiente mercado bajista actual en los precios de las acciones todavía produce beneficios a las empresas que emitieron y vendieron sus existencias en un mercado alcista de precios. Ahora están volviendo a comprar sus propias acciones a precios de ganga, lo que representa un enorme beneficio para ellos a costa de los pequeños accionistas, que están vendiendo ahora estas acciones a precios cada vez más bajos. La prosperidad de EEUU descansa también actualmente sobre el filo de la navaja de un enorme e inestable colectivo doméstico de consumidores de deuda –tarjetas de crédito, hipotecas y otros…-.
Por otra parte, EEUU está también muy endeudado con los propietarios extranjeros de valores del Tesoro de EEUU, acciones de Wall Street y otros activos que pueden retirarse de la circulación por los bancos centrales extranjeros que han estado acumulando reservas en dólares USA y otros propietarios extranjeros de deuda USA. Precisamente, es la política estadounidense la que tanto ha contribuido a la desestabilización en otras zonas del mundo –por ejemplo, la desestabilización del Sureste Asiático, que socavó la economía y el sistema financiero japonés mucho más de lo que hubiera podido motivarlo cualquier otro factor-, la que amenaza en la actualidad especialmente a los poseedores japoneses y europeos de deuda estadounidense, que deberán aprovechar para reforzar sus cada vez más inestables sistemas económicos y financieros. La deuda de EEUU con el exterior iguala ahora a las dos terceras partes del presupuesto de EEUU – y por tanto puede que nunca sea saldada. Sin embargo, cualquier palurdo puede intentar mover esa deuda, pudiendo dar lugar a intentos desde el exterior de escapar con tanto dinero como puedan – provocando la quiebra del dólar.
Otra consecuencia importante que la economía estadounidense -¡y la mundial!- encuentra en estos momentos supone una encerrona de la que probablemente no pueda salir por sí misma recurriendo al cebo keynesiano, y mucho menos a través de una política de apoyo a escala macroeconómica de las economías de EEUU, Japón y Occidente, como hicieron las administraciones de Carter y Reagan. El keynesianismo militarista, disfrazado de monetarismo Friedman/Volker y Laffer Curve Supply/Sideism, fue comenzado por Carter en 1977 y puesto a toda velocidad en 1979, cuando el propio Carter pasó a ser gobernado por el nombramiento que hizo de Paul Volker, quien en octubre de 1979 cambió la política monetaria federal de una amplia emisión de dinero/con precios a bajo a interés a la emisión de una escasa cantidad de dinero a un alto interés –¡a un tipo monetario de un 20%!- a fin de rescatar al dólar de su caída de 1970 y atraer capital extranjero a los pobres EEUU. Al mismo tiempo, Carter comenzó con el keynesianismo militarista en junio de 1979, fecha en la que este proceso fue intensificado por el Presidente Reagan. En esos manejos, entonces, tuvieron éxito.
Sin embargo, es bastante improbable que políticas similares puedan tener éxito de nuevo en la actualidad. EEUU necesitaría ahora recurrir de nuevo a la misma política reflacionista para ellos y para sus aliados. ¡Pero no pueden hacerlo! El banco federal ha rebajado ya tanto las tasas de interés que no puede bajarlas más y no es probable que haciendo eso estimulara la inversión. Por otro lado, aumentar la tasa de interés para continuar atrayendo capital del extranjero podría ahogar toda la inversión doméstica y el capital de trabajo. Brasil lo intentó, es verdad que con tasas extravagantes de interés monetario de hasta un 60%, para atraer capital extranjero y lo que consiguió fue arruinar su economía doméstica.
Los EEUU, ¿deberían? ¿deben? Intentar ahora repetir la actuación de los ochenta, agotándose a sí mismos y a sus aliados -¿sin Japón pero con Rusia?- fuera de la actual y mucho más profunda recesión mundial y amenazar la depresión global. Los EEUU tendrían entonces que recurrir de nuevo al déficit masivo keynesiano –utilizando el 11 de septiembre como pretexto de gastos militares reflacionistas para poner en marcha una locomotora que saque al resto del mundo de su abatimiento económico. Sin embargo, EEUU es ya el consumidor mundial por excelencia, pero eso puede ser así gracias a los ahorros, inversiones y las importaciones baratas del extranjero, y todo esto está conformando a su vez parte del problema económico global.
Además, para colocar su enorme y siempre creciente deuda exterior, los EEUU deben utilizar también la reducción inflacionista de la carga de esa deuda y de su también siempre creciente servicio de deuda exterior. Pero incluso esto último no podría –en contraste con el período anterior resumido anteriormente- evitar generar otro superbalance comercial, de forma particular si la demanda del mercado cae de nuevo y aumenta la presión exterior para exportar a los demandantes estadounidenses de última instancia. Pero en esta ocasión no va a haber afluencia de capitales desde el exterior que rescaten la economía de EEUU. Bien al contrario, la presión actual a la baja para devaluar el dólar USA frente a otras monedas provocaría la huida del capital de EEUU, tanto de los bonos gubernamentales como de Wall Street, donde importantes bajadas de los precios de las acciones generan nuevas bajadas de precios y deflación en términos mundiales y EEUU promueve una inflación doméstica.
El precio del petróleo es todavía otra mosca en el ungüento político-económico, cuya dimensión e importancia es inversamente proporcional a la salud o enfermedad del mismo ungüento. Y en la actualidad está muy enfermo y sigue deteriorándose. El precio mundial del petróleo ha sido siempre una espada de dos filos cuyo doble borde cortante puede volverse romo con la ayuda de políticas alternativas económicas y monetarias. Por una parte, las economías y estados productores de petróleo y sus intereses necesitan un suelo mínimo de precios para producir y vender su petróleo en lugar de dejarlo sin explotar en el subsuelo, y también, en espera de tiempos mejores, retrasar nuevas inversiones en la producción de petróleo. EEUU produce petróleo caro. Un precio alto del petróleo es económica y políticamente fundamental también para estados importantes como Rusia, Irán y especialmente Arabia Saudí, así como para los intereses petrolíferos de EEUU. Por otra parte, un precio bajo del petróleo es bueno para los países importadores de petróleo y sus consumidores, incluidos los productores de otros productos que necesitan petróleo, y apoyan una política estatal macroeconómica, por ej. en EEUU, donde unos precios bajos del petróleo son buenos tanto para la política como para la economía. Estos días, la línea de precios arriba y abajo entre los precios ha fluctuado hasta alrededor de 20 dólares USA el barril -¡al actual valor del dólar!-. Pero nadie parece poder manipular a ese nivel el precio del petróleo. El conflicto actual, que dura bastante, aunque no tanto dentro de la OPEC, es fundamentalmente entre la OPEC, que vende ahora sólo entre el 30 y 3l 40 % del suministro mundial, y otros productores, que suministran un 60%, especialmente Rusia en la actualidad, pero también se puede incluir al mismo EEUU tanto como productor significativo que como mercado importante, aunque esa situación se está trasladando a Asia Oriental. Recesión en ambos ámbitos y la bajada resultante en la demanda de petróleo arrastrarán los precios hacia abajo. La estrategia de EEUU y las guerras contra Afganistán e Iraq se deben a que tratan de ganar todo el control que puedan sobre el petróleo y, de momento, compartir un pequeño pedazo del pastel con Rusia en Asia Central y las regiones del Mar Caspio y el Golfo Pérsico. Y ese control, incluso aunque no puedan controlar el precio del petróleo, se usa como importante palanca económica a nivel geopolítico para manipular contra la importación de petróleo de EEUU de sus aliados dependientes en Europa y Japón y últimamente de su enemigo estratégico en China.
Para el keynesianismo estadounidense el gasto reflacionista, así como la inflación, no pueden durante mucho tiempo poner un suelo bajo el precio de petróleo que se va a necesitar ahora y en el futuro. Ninguna política, sino sólo la recuperación de la demanda del mercado mundial –y/o las limitaciones en el suministro de petróleo- puede ahora proporcionar ese suelo y prevenir nuevas caídas en el precio del petróleo- y su efecto deflacionario sobre otros precios. Y, a la vez, una nueva deflación aumentará la carga de los ya extremadamente endeudados EEUU, Rusia y Asia Oriental, por no mencionar algunas de las economías europeas y del Tercer Mundo.
De esta forma, la economía política del petróleo probablemente añadirá nueva presión deflacionaria. Esto debilitaría -de hecho ya lo está haciendo- de nuevo de forma significativa la dependencia exportadora de Rusia del petróleo. Pero esta vez también debilitaría los intereses petrolíferos de EEUU y sus socios en el exterior, especialmente en Arabia Saudí y en el Golfo Pérsico. Y además, el bajo precio del petróleo durante los años noventa ha llevado ya a la economía saudí de una anterior prosperidad a la quiebra. Eso ha generado una clase media desempleada y una disminución importante en los ingresos que ha motivado un amplio malestar y que ahora amenaza con profundizarse precisamente en el momento en el que la monarquía saudí está teniendo que hacer frente a sus propios problemas desestabilizadores debido al cambio generacional. Además, un bajo precio del petróleo no atraería nuevas inversiones y pospondría tanto nuevas producciones de petróleo como eliminaría los beneficios potenciales que se pondrían obtener si se tendieran nuevos oleoductos en Asia Central.
Por tanto, hay una necesidad muy inmediata y urgente para EEUU de controlar las reservas de petróleo iraquíes, las segundas más grandes en la región y las menos explotadas, con una gran capacidad para aumentar la producción de petróleo y bajar los precios. Pero eso no es todo ni lo más esencial del asunto. A mucha gente le sorprendió cuando el Presidente Bush añadió Irán y Corea del Norte a su "eje del mal". Aunque quizá no se extrañaron tanto ante los esfuerzos estadounidenses para promover un golpe de estado y un cambio de régimen en Venezuela, que proporciona alrededor del 15% de las importaciones de petróleo de EEUU. Por eso mucha gente se pregunta qué tienen estos países en común. Bien, los tres tienen petróleo, pero no así Corea del Norte. Por eso, cuál es la amenaza para que figure en el eje de Bush. Seguramente no es por causas geográficas o de alianzas –Iraq e Irán eran enemigos mortales, y Corea del Norte no juega al futbol en su liga. La respuesta es simple y resuelve no sólo el rompecabezas sino lo que podría aparecer como una política exterior bastante confusa y creadora de confusión de EEUU: (1) Iraq cambió el precio de su petróleo de dólares a euros en el 2000. (2) Iran amenaza con hacer lo mismo. (3) Corea del Norte sólo comercia en euros. (4) Venezuela ha retirado una parte de su petróleo de la valoración en dólares y en su lugar está intercambiándolo por productos con otros países del tercer mundo. Además, un antiguo amigo mío de Venezuela, Fernando Mires, propuso en la sede de la OPEC en Viena ¡que toda la OPEC debería cambiar la valoración de su petróleo en dólares a la valoración en euros! La OPEC ha vuelto a considerar recientemente esta posibilidad y Rusia también lo está haciendo. Nada más, ningún terrorismo podría amenazar más a EEUU; que todos los importadores de petróleo compren euros en lugar de dólares para pagarlo. Además, tendrían que trasladar sus reservas del dólar al euro. Iraq ganó ya alrededor de un 15% con el cambio del dólar al euro. Y por otra parte, sería poco probable que los estados petroleros árabes que ahora venden su petróleo por dólares continuaran con la espiral y los gastaran de nuevo en equipamiento militar proveniente de EEUU. Es este el escenario horroroso en el que EEUU diseña la ocupación de Iraq para evitar esa situación, siendo Irán el próximo en la lista. Curiosamente, nunca se menciona ese detalle-relación petróleo-dólar-euro ni por el gobierno ni por los medios de comunicación estadounidenses. No es extraño que los estados europeos más importantes se opongan a la política de Bush en Iraq, que es apoyada sólo por el Reino Unido, que a su vez es productor de petróleo en el Mar del Norte. Es curioso ver cómo una pequeña pieza de información fortuita puede hacer que el resto de piezas del rompecabezas se venga abajo.
Todos estos problemas y desarrollos amenazan ahora con segar la hierba bajo los pies de la economía política y financiera internacional y doméstica de EEUU. La única protección posible para EEUU proviene aún, y desde hace mucho tiempo, sólo de los dos pilares del "Nuevo Orden Mundial" establecido por el Presidente Bush padre después de la ‘Guerra del Golfo de Bush’ contra Iraq y la disolución de la Unión Soviética en 1991. El Presidente Bush hijo está tratando ahora de consolidar el nuevo orden mundial de su padre –sin duda alguna con éste aún en el poder a la sombra del trono- empezando con la guerra contra Afganistán y amenazando una vez más a Iraq, junto con los esfuerzos también ahora de Bush-Putin para construir una entente Rusia-EEUU en ese eje.
El pilar del dólar amenaza ahora con derrumbarse, como ya lo hizo tras la Guerra de Vietnam, cuyas consecuencias se han mantenido a través de tres décadas en las que se ha intentado ir poniendo parches. Pero como hemos visto, EEUU no encuentra ahora nuevos remedios económicos para mantener erguido el pilar del dólar. Utilizando sólo mecanismos proteccionistas generaría una inflación grave a corto plazo si se emiten todavía más dólares para remediar la deuda, lo que podría socavar la fortaleza de ese pilar y ese es un lujo que no se pueden permitir.
Esta serie de hechos hace que quede tan sólo el pilar militar estadounidense para mantener la economía política y la sociedad estadounidenses. Pero este factor y la confianza en él también entrañan peligros en sí mismos. Visiblemente, ese es el caso de Iraq, Yugoslavia y Afganistán y, desde luego, de otros muchos lugares que son noticia por jugar con las reglas de la liga de fútbol estadounidense en su nuevo orden mundial, so pena de conseguir el mismo destino para ellos. Pero el chantaje político de participar en el nuevo orden mundial con las condiciones de EEUU también se extiende a los aliados de EEUU –especialmente la OTAN- y Japón. Eso se ha hecho ampliamente en la Guerra del Golfo –otros estados pagaron los gastos estadounidenses para que ese país obtuviera un beneficio neto de la guerra-, la guerra de EEUU contra Yugoslavia, en la que la OTAN y sus estados miembros fueron engatusados para participar, y después en la Guerra contra Afganistán, como parte de la declaración de la nueva política del Presidente Bush. Utilizó la terminología de la Guerra Fría de John Foster Dulles de "estás con nosotros o contra nosotros". Pero la confianza de EEUU en ese factor, la única que conserva, la estrategia del chantaje político-militar, puede también llevarles a la bancarrota tan pronto como la debilidad de este último soporte del dólar haga que también se venga abajo; y esto puede llevar a tensar demasiado la cuerda, en términos de Paul Kennedy, y a ser tirado por tierra, en términos de la CIA y Chalmers Jonson.
Hablando claramente, EEUU tiene sólo dos activos con los que puede contar, ambos reconocidos como de importancia mundial, pero que aún así pueden ser insuficientes. Son los activos del dólar y de su política militar. En el primer caso, las gallinas económicas en el esquema estadounidense de Ponzi de la pirámide de cartas están ahora volviendo al gallinero de casa incluso en los mismos EE.UU.
El segundo pilar se usa ahora apuntalar el nuevo orden por todo el mundo. Quizá sea más importante la propuesta actual de entente Rusia-EEUU contra China en lugar de -¿para conseguir?- una defensa de EEUU contra una entente Rusia/China -¿y la India?-. La Guerra de la OTAN contra Yugoslavia generó movimientos hacia la última, y la Guerra de EEUU contra Afganistán impulsaba la primera. Dios/Alá prohíbe cualquiera de ellas, ni siquiera que la Guerra Santa contra el Islam nos lleve a todos o provoque que otros lo hagan.
Sin embargo, quizá, el chantaje político militar imperialista de EEUU les pueda aún derribar también a ellos mismos, no a causa de la fuerza sino a causa de la debilidad de un auténtico Tigre de Papel. Por eso, ¿quién es capaz de mostrar ahora fuerza alguna? ¡El Dragón Chino! Y esa es ahora la principal preocupación y preparación del Pentágono y de los estrategas estadounidenses con gran visión como Zigniec Brzenski, que han continuado con la tesis de Huntington –¡no el choque de civilizaciones sino una tesis anterior!- sobre la necesidad política y geo-económica de controlar el núcleo interno euroasiático. Pasos en esa dirección no son sólo la guerra contra Afganistán para controlar este país y la línea de bases militares acá y allá en media docena de las antiguas repúblicas soviéticas del Cáucaso y de Asia Central, que ahora se han convertido en estados clientes de EEUU bajo la rúbrica orwelliana de "Alianza para la Paz". No se trata sólo de controlar el petróleo de Asia Central y los oleoductos que exportan hacia el este, hacia Europa y por el sur hacia el océano Indico y Asia, sino también de impedir que se establezcan, en competición creciente con China y su creciente sed de petróleo, También incluye el mantenimiento de la presencia militar en la Península Coreana y en Japón, incluyendo especialmente Okinawa y regresando a las Filipinas. Todo bajo la excusa de luchar contra el "terrorismo" y en contra de los Estados "rojos", toda la estrategia de EEUU es envolver a China militarmente y ponerle económicamente hasta donde puedan una camisa de fuerza. Pero ¿hasta dónde les va llevar todo eso?.
Dragón Rojo: China en Asia Oriental
En 1997 estalló en Asia Oriental una crisis económica y financiera que produjo un evidente gozo en muchos observadores occidentales. A consecuencia de todo esto fueron apareciendo día tras días una serie de informes en los medios de comunicación conteniendo políticas y análisis gubernamentales equivocados, incluso la ‘informada’ opinión pública en Occidente cambió de opinión una vez más. Se decía ahora que el anterior "Milagro de Asia Oriental" no era más que un espejismo, un sueño para algunos y una pesadilla para otros. Las anteriores supuestas explicaciones y estrategias de éxito seguro se abandonaban con tanta velocidad como se habían puesto de moda. Se oía hablar menos de los valores o garantías asiáticos desde la magia del mercado y ya no había más seguridad en el capitalismo estatal. Yo diría que es mucho mejor así, desde el momento en que aquellas supuestas explicaciones y políticas correctas no eran más que, en todo caso, fraudes ideológicos.
La evidencia histórica presentada en este libro muestra que ninguna forma institucional o política económica ofrece o justifica el éxito -¡ni el fracaso!- en el competitivo y siempre cambiante mercado mundial. La evidencia contemporánea muestra lo mismo. A este respecto, el famoso aforismo de Deng Xiao-ping es correcto. La cuestión no es si los gatos son institucionalmente, no digamos ya ideológicamente, blancos o negros; el tema real a nivel mundial es si atrapan ratones económicos en competición con otros ratones del mercado mundial. Y eso depende mucho menos del color institucional del gato que de su oportuna posición en la economía mundial en cada momento y lugar particular. Y ya que los obstáculos y oportunidades en el competitivo mercado mundial cambian en cada época y lugar, para que triunfe el gato económico, no importa cuál es su color, sino que debe adaptarse a esos cambios o fracasar en el intento de atrapar ratones. Entre estas formas institucionales diferentes, se incluyen las relaciones entre organizaciones productivas estatales financieras y de ventas; quizá la evaluación más cuidadosa y positiva se ha dedicado en el extranjero a las de Corea y Japón pero también a las de la Gran China, incluida su amplia red de chinos de ultramar. Pero la realidad es que son diferentes, y en Taiwan, Singapur, Malasia, Indonesia y algún otro lugar más, deberían ya prevenirse contra el peligro de privilegiar una forma institucional sobre las demás.
En el mejor de los casos eso es ya mucho, la evidencia es que ninguna de esas formas institucionales es necesariamente un impedimento u obstáculo insuperable para conseguir el éxito en el mercado mundial, regional o doméstico. Lo más notable quizá, en vista de la amplia propaganda occidental sobre sus propias y pretendidas virtudes es el hecho demostrado de que los asiáticos en Asia, o en cualquier otro lugar, no necesitan seguir ninguno de los modelos occidentales.
El significado de una posición y respuesta flexibles en el mundo económico es particularmente importante durante períodos de crisis económica en fase B, que en China se sitúa en los conceptos de peligro –negativo- y de oportunidad –positiva-. Hasta aquí, en la actual crisis económica, el núcleo no se situaba de forma predominante en las posibles consecuencias negativas. Pero las posibilidades que pueden plantearse no han recibido atención insuficiente, excepto quizá en EEUU y en China, donde están buscando sacar ventajas competitivas de los problemas económico-políticos supuestamente mezclados de Japón, Corea y el Sureste Asiático.
Pero la eliminación de Asia Oriental, y de las posibilidades y resistencia particular de China, pueden ser prematura y ciertamente estar basada en una consideración miope de evidencias históricas, como expliqué en mi libro publicado en 1998 Reorient [[iv]], y de otra serie de relaciones analizadas en mi trabajo actual sobre el siglo 19, así como sobre una seria lectura equivocada de evidencias contemporáneas. Creo que la última y rápida eliminación de Asia es equivocada por las siguientes razones, entre otras:
Desde que Asia, y especialmente China, llegó a ser poderosa económicamente en el mundo hasta relativamente hace poco, y nuevos expertos ponen fecha al comienzo de la decadencia sólo en la segunda mitad del siglo diecinueve, es muy posible que la situación pueda darse de nuevo. Contrariamente a la mitología occidental del siglo pasado, la dominación asiática en el mundo se vio interrumpida únicamente durante un período relativamente corto de sólo un siglo, o, como mucho, siglo y medio. El aludido medio siglo de decadencia es puramente mitológico.
El éxito económico chino y de otros países asiáticos en el pasado no se basó en modelos occidentales; y el más reciente esplendor económico asiático tampoco se basó en parámetros occidentales. Por tanto, no hay ninguna buena razón para que Japón u otro país asiático necesite o deba copiar ningún modelo occidental o de otro lugar. Asia puede encontrar sus vías propias y no existen motivos que le aconsejen sustituirlas por las occidentales para salir de la actual crisis económica. Por el contrario, la posibilidad de utilizar otras vías es más una fuerza que una debilidad.
El hecho de que la actual crisis se extienda de forma visible desde el sector financiero al productivo no significa que este último sea fundamentalmente débil. Al contrario, la crisis actual de superproducción y exceso de capacidad es una evidencia de la potencia subyacente del sector productivo, que puede recuperarse. Por tanto, fue el exceso de capacidad y de productividad lo que condujo a una superproducción para el mercado mundial que inició la crisis financiera motivada cuando las ganancias por los intercambios exteriores asiáticos en el activo comercial no pudieron financiar más la deuda especulativa.
En el futuro, no podrá preverse ninguna recesión económica. En el pasado tampoco se pudieron prever nunca bajo ninguna planificación estatal, ya fuera en China o en la Unión Soviética. Más significativo es considerar que ésta es la primera vez en un siglo que una recesión mundial no comienza en occidente y se traslada hacia el este, sino que esta vez empieza en oriente y se mueve desde allí hacia todo el mundo. Y eso se ha debido precisamente a que Asia Oriental y particularmente Japón, Corea y la capacidad productiva y de exportación de China habían crecido muchísimo. Esta recesión puede, por tanto, ser considerada más bien como evidencia de una debilidad temporal de la fuerza básica de crecimiento económico de Asia Oriental, que era donde se situaba el centro de gravedad de la economía mundial antes del ascenso de Occidente.
La recesión en el sector productivo fue corta, especialmente en Corea, y no se dio en China. Pero fue también grave especialmente en Indonesia. Y las ondas sísmicas desde el sector financiero a los sectores políticos, productivos y de consumo fueron visiblemente –para todos excepto para los que intencionadamente querían seguir estando ciegos- exacerbadas por las políticas económicas de choque impuestas a los gobiernos asiáticos por el FMI, como siempre siguiendo los dictados del Tesoro estadounidense, que sistemáticamente representa los intereses financieros de EEUU a costa de los pueblos de todo el mundo. El anterior Vicepresidente del Banco Mundial, miembro del Consejo de asesores económicos del Presidente de EEUU y ahora Premio Nobel en Economía, Joseph Sitglitz, nos dio desde dentro un punto de vista de todas esas actuaciones en su Globalización y sus descontentos [[v]]
Eso también permitió a los intereses occidentales aprovechar la decadencia de la capacidad productiva y financiera de Corea y de otros lugares para comprar todos sus activos a precios de saldo. Incluso así, la potencia subyacente de la economía coreana era tal que los extranjeros no pudieron alterar de forma importante a su favor su estructura financiera, productiva y de propiedad estatal. La máquina productiva y financiera coreana pronto se recuperó de nuevo para seguir avanzando, pero ahora con una costosa lección aprendida. La lección debió haberse aprendido también en más lugares al ver cómo China salió relativamente indemne y Malasia – y Corea, que, como se ha mencionado ya, por diferentes razones logró emerger de la crisis financiera. Mantuvieron controles sobre las exportaciones de capital, comparables a los de aquellos países que habían sucumbido al FMI y a su medicina letal al permitir la pérdida del capital especulativo que había destruido su aparato productivo y había multiplicado el desempleo hasta alcanzar un grado insoportable de problemas a nivel económico, social y político, especialmente en Indonesia.
Ese potencial político y económico subyacente colocó también a Asia Oriental, y especialmente a China, Japón y Corea en una posición mucho más favorable que al resto del Tercer Mundo e incluso que Rusia y Europa Oriental, para poder hacer frente al chantaje occidental que desarrolla ahora el Departamento del Tesoro de EEUU a través del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio, Wall Street y otros instrumentos.
El coste de las concesiones que Asia Oriental hizo a esta presión occidental durante la pasada recesión hizo más posible que a nivel político, ya que era factible a nivel económico, Asia Oriental tomara una serie de medidas que incluían de forma especial un nuevo bloque de instituciones bancarias y financieras para prevenir la repetición de la situación actual en el futuro e intentar escapar del dominio total que ejerce Occidente a la hora de controlar el capital. Stiglitz ha observado ya estos esfuerzos en recientes y privadas discusiones con funcionarios asiáticos, como se narraba en su libro.
En efecto, uno de las batallas actuales, primero de los japoneses y ahora también de los chinos, es remodelar las instituciones comerciales y financieras mundiales que fueron diseñadas por EEUU para que funcionaran en su beneficio. Así, Japón quería establecer un fondo monetario asiático para evitar que pudiera profundizarse la recesión asiática que producida gracias a la subordinación del FMI con Washington. Y China quiere incorporarse a la Organización Mundial de Comercio pero también intenta reformar en su favor esta institución que también está bajo el dominio de Occidente.
Una lucha político-económica ya conocida viene motivada por la competición entre EEUU y China para desplazar en el mercado a Japón, Corea y Asia Suroriental aprovechándose de sus bancarrotas. El capital estadounidense está comprando algunas de las infraestructuras productivas de Asia Oriental a precio de ganga, mientras que China espera excluirlos del mercado competitivo, y si no, abordar operaciones conjuntas. En efecto, fue la devaluación de la moneda china antes de 1997 la que redujo la participación en el mercado mundial de otras economías asiáticas y ayudó a generar la crisis financiera en sí. Sólo el tiempo podrá decir qué estrategia será mejor, pero los chinos, y quizá también algunos de los asiáticos surorientales, parecen apostar por el largo plazo. Sin embargo, no importa la profundidad de la recesión en Japón; por ese motivo no va a ser eliminado como poder económico, especialmente en Asia. Sin embargo, hay evidencia de que China está tratando de reconstruir en Asia Oriental el comercio y el sistema de tributos cuyo centro ocupó durante el siglo dieciocho y que los poderes coloniales desmantelaron en el diecinueve.
Igualmente significativo es que a la India y, hasta recientemente y en grado menor, a China, no les ha afectado sustancialmente la recesión actual, gracias, en parte, a la no convertibilidad de su rupia y de su yuán y a la válvula de escape de sus mercados de capital, que permite la afluencia de capitales pero controla su salida. Las devaluaciones de la moneda de los competidores de China por toda Asia Oriental y la reducida afluencia a China de capital japonés y chino de ultramar, que se ha visto afectado negativamente por la recesión en Asia Oriental, pueden obligar a China a devaluar de nuevo su moneda para poder seguir siendo competitiva. Sin embargo, y a pesar de sus serios problemas económicos, las economías chinas y japonesas parecen ser otra vez lo suficientemente fuertes a nivel productivo y competitivo como para resistir y superar esos problemas. En Asia Suroriental, Malasia ha seguido con éxito el modelo chino de abrir su mercado a la afluencia de capitales pero restringe especialmente las salidas de capital especulativo. Corea no necesitaba medidas de emergencia de ese tipo, ya que, para empezar, había recibido relativamente poco capital.
En relación con la economía del continente chino, el Presidente de la Sociedad China de Economía Mundial, Pu Shan, ya señaló a mediados de los noventa lo siguiente: Los resultados de la reforma económica son notables. En 1995, el PNB era cuatro veces el de 1980, con una tasa media anual de crecimiento cercana al 10% durante todo ese período. Los ingresos per capita se han triplicado. Las exportaciones e importaciones comerciales en 1995 fueron siete veces las de 1980 en términos de dólares USA, mientras que la participación de China en el comercio mundial al menos se había triplicado. Y China se convirtió en el mayor receptor de inversiones directas extranjeras entre los países en desarrollo. Es también digno de resaltarse que la transferencia a gran escala del sector agrícola al industrial se ha conseguido en medio de una prosperidad de la economía rural sin precedentes, a diferencia de otros muchos países que lo hicieron a través de un penoso proceso que llevó a la ruina a los agricultores [[vi]] . En la década siguiente, la mayor parte de estas tendencias continuaron aún, aunque los ingresos de la economía rural y agrícola se ralentizaron. Sin embargo, la tasa de crecimiento anual del 10% se mantuvo, lo que significa duplicar los logros en seis años, lo que la llevará a convertirse en la segunda gran potencia tras EEUU. Pero China también es el principal deudor extranjero de EEUU, aunque es muy improbable que se pueda cobrar una parte sustancial de esa deuda. Esto no significa que el crecimiento de China no conlleve problemas inmensos, desde la ampliación de la desigualdad entre la costa y el interior o entre el campo y la ciudad, o su creciente demanda e importación de materias primas y especialmente de petróleo y muy pronto de comestibles, y la amenazante escasez de agua. La importante crisis económica y fiscal de Japón durante los noventa se ha reducido y han mejorado las perspectivas económicas de nuevo a pesar de que su deuda ha aumentado. En cuanto a la India, aunque su crecimiento se ha ralentizado, ha aumentado recientemente y presenta posibilidades o promesas de nuevas aceleraciones: del 1,7 por cien anual durante las tres décadas que siguieron a la independencia, ha pasado al 5,5 del PNB y al 3,5 per capita en los ochenta, y al 6 y 4 por cien, respectivamente, en los noventa. Las proyecciones para la próxima mitad de la década van del 7 al 7,5 por cien anual. Esas cifras son menores que para Asia Oriental, pero suficientes para duplicarse en una década más o menos. Todas estas tasas de crecimiento medio para Asia superan con mucho las conseguidas en cualquier lugar de Occidente.
Debe destacarse que las regiones económicamente más dinámicas de Asia Oriental son aún hoy, o de nuevo, exactamente las mismas que antes de 1800 y que sobrevivieron durante el siglo diecinueve:
- En el Sur, Lingnan, centrado en el corredor Hong Kong-Guangzhou.
- Fujian, todavía centrado sobre Amoy/Xiamen, el Estrecho de Taiwan y toda Asia Suroriental en el Mar del Sur de China; y entre ellos,
- El Valle del Yantsé, centrado en Sanghai y el comercio con Japón que está ya tomando la delantera sobre las regiones del sur y del norte.
- Pero hay ya una cuarta región económica alrededor del Mar del Norte de China, las relaciones de comercio cuadrangulares entre Manchuria y otras regiones del Noreste de China, Liberia/Lejano Oriente Ruso, -¿norte?- de Japón, y Corea, pero incluyendo también a Mongolia. Aunque las tres regiones nombradas anteriormente disfrutan ya, en términos absolutos, de nuevo de un tremendo crecimiento económico, la cuarta, alrededor de Corea también parece tener una relativa gran bonanza, y dentro de ella también el capital coreano. Está ayudando a desarrollar recursos en el Lejano Este Ruso y también al oeste en el Khazhakstan Central Asiático. Se ha estimado que la población china del lado ruso del Río Amur supera los 5 millones de personas y son una reserva de trabajo barato. Los probables cambios políticos en el DRNK pueden también añadir una nueva fuente de trabajo barato para esta reserva de mano de obra en la región del Noreste Asiático y el Lejano Este Ruso, y también cuentan con amplias reservas metalúrgicas, forestales, agrícolas e incluso petrolíferas. El capital japonés y coreano podría lograr un crecimiento regional muy atractivo y constituirse en una región altamente competitiva en el mercado mundial.
Todos estos segmentos fueron, y vuelven a serlo de nuevo, elementos muy importantes de la economía global y del comercio mundial. También en ese sentido, y aunque su historia termina en 1800, se impone como esencial el examen de la economía mundial y del lugar predominante en ella de Asia Oriental, incluyendo desde los núcleos económicos coreanos a las bases más fundamentales de los desarrollos económicos contemporáneos en la región, que pueden constituirse también en presagios importantes de la economía mundial en un futuro predecible.