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Europa

Dimensión internacional del movimiento anticapitalista

Un bloque (histórico) anticapitalista no puede ser configurado ya en un sólo país. O bien el movimiento anticapitalista por su naturaleza precisa adopta formas de articulación necesariamente supranacionales o supraestatales. No porque el Estado nación haya perdido relevancia política; en su ámbito geopolítico se dan aún conflictos esenciales en la fase actual del desarrollo capitalista. Pero son también, en buena medida, manifestaciones o efectos de relaciones de fuerza de ámbito más global.

Casapueblos


En la actualidad el eje principal de conflicto de nuestra época tiene que ver con la perpetuación del orden imperialista mundial en su actual fase de "imperialismo colectivo" bajo la hegemonía USA. Esta fase que tuvo momentos de crisis, en los años setenta del pasado siglo se ha intensificado después de la caída de la URSS y alcanza momentos de paroxismo hoy con la política de guerra preventiva de la actual Administración Bush en la que, explícitamente, se afirma la prioridad de los intereses nacionales USA sobre cualquier forma de Derecho Internacional. Tan brutal afirmación de voluntad de poder no deja de provocar rechazos incluso en el seno del imperialismo colectivo si bien de manera harto tímida. Con carácter general el capital trasnacional apuesta por USA como el garante de la continuidad del sistema en su conjunto.

Pero el sistema está lejos de alcanzar algún tipo de equilibrio interno. Y el gobierno de Estados Unidos desempeña en función de gobierno del capital trasnacional sólo de una forma relativa. La "unidad del capital trasnacional", su orden interno está articulado en una forma jerarquizada bajo el predominio USA cuya economía es en buena medida parasitaria del resto de las economías capitalistas y, por ende, del conjunto de la economía mundial. Una fórmula desde luego no exenta de conflictos internos como los que periódicamente enfrentan a la UE con USA en sordas pero muy duras batallas comerciales o en lo que soterradamente mantiene USA con las economías del Pacífico cuando alguna de estas intenta superar siquiera parcialmente, su condición sucursalizada.

No obstante lo cuál ninguna de las potencias capitalistas ha planteado objeciones de fondo y mucho menos alternativas al rumbo que Estados Unidos ha impreso a la política internacional tras el 11S del 2001. Ni siquiera en los momentos en los que su arrogancia y desprecio hacia la ONU habrían facilitado el posicionamiento de la opinión pública mundial con estos Estados "díscolos" (Francia, Alemania y Rusia).
Sólo después de las grandes movilizaciones de la primavera del 2003 y de que la resistencia del pueblo iraquí acentúe las dificultades de la política imperial, se han percibido tímidos bosquejos de una política que pretende recuperar el papel de la ONU (sin cuestionar por supuesto, el hecho de la invasión y la ocupación militar de IRAK). Cuando el electorado español ha expulsado a un gobierno puesto en evidencia por su espíritu miserable y bajeza moral, han reverdecido también tímidamente los discursos sobre la necesidad de atemperar el atlantismo y por la autonomía de Europa con tonalidades diferentes que van desde Chirac (el Churchill de nuestra época?) hasta los que postulen un nuevo compromiso histórico entre el capital que el trabajo como único soporte fundente de Europa ("Europa será de izquierdas o no será")

Se perfila un proyecto histórico de orden internacional basado en el multilateralismo y la primacía del Derecho Internacional frente al hegemonismo USA. Incluso en sus posiciones más de izquierdas está ausente el cuestionamiento del sistema capitalista. Se recupera el concepto de capitalismo renano o del bienestar para oponerlo al capitalismo anglosajón o neoliberal.
En Europa ese proyecto se concreta en la Constitución Europea que la socialdemocracia y la CES se apuestan para presentar como el referente o la piedra de toque del progresismo. En América Latina es el intento de resucitar MERCOSUR no frente al ALCA sino como un complemento de este que permita establecer relaciones privilegiadas con la UE, de un lado y mejorar la posición relativa de sus miembros con respecto a USA, de otro.

Más allá de la viabilidad de estos proyectos en sus respectivos ámbitos territoriales el punto débil de los mismos se sitúa en la zona del Medio Oriente, el Golfo Pérsico y Asia Central. Coincidentes en la condición estratégica de la región por su carácter de servicio reservorio energético de la economía capitalista mundial, carecen de socios locales con los que articular un proyecto de gobernabilidad alternativo al que gestiona Estados. La práctica desaparición de los regímenes y fuerza nacional populistas en la zona ha dejado reducido la escena a los regímenes islamistas reaccionarios, los regímenes occidentalizados pro USA (Israel, y Turquía) y de otro lado, los países árabes islamizados o en proceso de islamización política ante la debacle de la izquierda política.

Y en esta zona está, sin ningún género de dudas., el epicentro de los principales conflictos globales. De modo que todo proyecto de gobernanza global está obligado a disponer de alguna propuesta política para la zona, incluyendo los agentes políticos para desarrollarla. Y la UE carece de interlocutores sólidos para hacer creíble cualquier propuesta. Los que durante años creyeron en su consejos (entre ellos el propio Arafat) han caído en el descrédito más absoluto por efecto de la falta de consecuencia en la posición europea. El movimiento de la INTIFADA por su naturaleza está lejos de aproximación alguna con Europa, y no parece que esa circunstancia vaya a cambia en el próximo futuro.

De modo que este conflicto, repetimos conflicto central, está condenado a producirse sin mediaciones favoreciendo así, en el choque civilizatorio que predican los intelectuales de extrema derecha norteamericanos. La radicalización en el proceso de la islamización de la rebelión social de las masas árabes es la peor noticia que puede recibir el movimiento anticapitalista. Porque el proceso se convierte en una insalvable muralla para los propósitos de tejer una alianza estratégica con esta rebelión hoy antinorteamericana y potencialmente anticapitalista.

La construcción de esta alianza estratégica es una factor indispensable, una condición de posibilidad para el desarrollo del movimiento anticapitalista a nivel global. Se trata de una empresa histórica, destinada a superar el atropello y la barbarie llevado a cabo desde 1492 por el Occidente cristiano contra los pueblos árabes, y la única que podría abrir perspectivas de entendimiento que nos permitieran pensar en "una Tierra para todos".

Si lo citamos en primer lugar es porque pensamos que es una tarea indispensable del movimiento. A riesgo de exagerar diríamos que la primera. Es igualmente importante la alianza entre el movimiento en Europa y el de otros continentes. En América Latina los movimientos y fuerzas anticapitalistas son múltiples y diversos con un vigor admirable y una capacidad de idear instituciones alternativas al mercado y al Estado (Argentina, Bolivia) o para sostener duras luchas contra persistentes estructuras oligárquicas o latifundistas (Venezuela, Brasil).
Pero todos ellos se ven fuertemente limitados si la potencia hegemónica del capitalismo transnacional mantiene su dominio en Oriente Medio y el Golfo Pérsico monopolizando la distribución de los recursos energéticos y el control de los grandes oleoductos.

El sistema capitalista es frágil, extremadamente frágil, y absolutamente incompatible con cualquier modalidad por tímida que sea de control y autodeterminación de los pueblo s sobre sus recursos y patrimonio colectivo.
El movimiento anticapitalista (movimiento de movimientos, lo recordamos) debe prestar una atención prioritaria a esta cuestión, tanto como a la conservación de la biodiversidad y el patrimonio genético contra la esquilmación y el expolio sistemático de las ETN y los Estados.
La totalidad de estos conflictos tiene en mayor o en menor medida, efectos en el ámbito local. Afrontarlos desde la perspectiva anticapitalista exige poner de manifiesto las conexiones e interdependencias entre las luchas, el efecto acumulativo que tienen la suerte de las luchas locales sobre el resto de las luchas del mismo tipo.

La construcción del bloque anticapitalista tiene que tomar en consideración estos hechos. Los integrantes potenciales de este bloque serán sometidos a procesos distintos de cooptación en los diversos ámbitos de intervención del poder político (local, regional, estatal, supraestatal, etc.) para ser ganados para la causa de la "humanización del capitalismo". En esta época los Estados y los partidos de la izquierda institucional toman sobre sí la tarea de desorganizar a los sujetos antagonistas, y en su caso, impedir la conformación de bloques sociales alternativos al dominante.

El debate sobre la constitución europea es un ejemplo de lo anterior. CCOO y UGT incluyen en sus consignas para el 1º de mayo el apoyo a la constitución sin que su afiliación haya tenido ocasión de pronunciarse al respecto. Por otra parte aunque existen sindicatos alternativos, -como la CGT, Solidaridad Obrera..- que se han posicionado claramente contra el proyecto de la Convención, sin embargo sólo movilizan a una fracción minoritaria del conjunto de los trabajadores. En cuanto a las fuerzas políticas, el PSOE ha participado en la elaboración el proyecto y parece que pueda arrastrar a IU a su lado en la perspectiva del proyecto de izquierda plural que se va perfilando
La posición de la izquierda institucional (política y sindical) no dejara de tener efectos sobre la posición de aquellos grupos y colectivos que defendemos un proceso auténticamente constituyente para el conjunto de los pueblos y los ciudadanos de Europa.

Hará aún más difícil nuestro trabajo que es un trabajo de información y esclarecimiento los que niegan los Estados a los ciudadanos.
Pero que es también un trabajo de construcción de este "nosotros" que venimos llamando bloque anticapitalista.
No hay otra forma de alumbrar esta subjetividad colectiva que enfrentando cada momento de constitución del dominio. Las condiciones no son favorables y es prácticamente seguro que la Constitución sea promulgada en los términos en los que la redactó la convención. Pero estamos obligados a contestarla como la condición misma de nuestro propio proceso de autoconstitución.

Casapueblos, mayo, 2004