(a propósito de la desvergüenza de Ignacio Ramonet)
Editorial
Cádiz Rebelde
Pronto conoceremos del verdadero temple político de Zapatero. Veremos si es capaz de cumplir una "promesa" electoral o si sus barones, viejos zorros del relativismo democrático y del incumplimiento, las arrojan al inmenso basurero en el que se ha convertido nuestro sistema político.
Enfrentado a su promesa electoral de que las fuerzas armadas españolas abandonarán Iraq a finales de junio si la ONU no se ha hecho cargo de la ocupación, Zapatero difícilmente va a encontrar la justificación para mantenerlas en el país mesopotámico. En estos momentos no parece haber probabilidad alguna, no solamente de que el control de las Naciones Unidas vaya a hacerse efectivo, sino de que tal cosa pueda ser simulada de una manera mínimamente convincente.
En primer lugar, los EEUU no están dispuestos a condicionar ante la voluntad de nadie su permanencia militar en la zona con el mando de las operaciones de control del territorio y de sumisión de la población. Tampoco están dispuestos a negociar la dirección política del "proceso de transición" porque de ella depende el asunto petrolero y la muy peculiar "reconstrucción económica" del país.
Las condiciones de Washington –bajo mando republicano o demócrata- implican el dominio efectivo y definitivo del petróleo lo que a su vez demanda el establecimiento de un gobierno títere y un proceso político tan tutelado como el planeado por el virrey Paul Bremer.
Así que no es probable que la ONU abra ningún espacio de ambigüedad para el "si pero no, no pero sí" de Zapatero, el espacio de ambigüedad en el que se cumple aunque no se cumpla, el que le han estado señalando al nuevo presidente del gobierno la mayoría de los pensadores integrados en el exclusivo club de los "intelectuales progresistas".
En segundo lugar, el otro agente del campo de batalla iraquí –la resistencia- tampoco está dispuesto a condicionar su voluntad de soberanía e independencia. Lo cierto es que de nuevo ha sido el pueblo iraquí sublevado el que ha definido la realidad de enfrentamiento total y eliminado todo el margen para el disimulo.
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El fondo de la promesa electoral de Zapatero reside en la ilegalidad y brutalidad extrema de la guerra dirigida por los Estados Unidos, en su ruptura de las normas más generales del derecho internacional y de la Carta de las Naciones Unidas, y en el rechazo de la ocupación como instrumento para el expolio y la dominación colonial de Iraq. Imagen de fraude daría Zapatero si decidiera compensar la retirada de Iraq con un refuerzo de la presencia en Afganistán, otra guerra conducida dentro de la misma planificación estratégica del Imperio.
La derecha acosa a Zapatero con el argumento de que retirar la fuerza militar de Iraq, después del atentado de Madrid, supondría dar un estímulo a los grupos terroristas responsables de la matanza.
El PP pretende que los ciudadanos olviden su enorme responsabilidad en la extensión del infierno a nuestro país, la enorme responsabilidad de aquél fantoche que se pavoneaba al lado de Bush justo antes de los terribles bombardeos sobre Bagdad, frivolizando con una indiferencia criminal sobre los horrores de la guerra.
Quieren que los ciudadanos olviden que el atentado de Madrid es una espantosa consecuencia de una guerra sin otro motivo que la codicia y, sobre todo, un riesgo asumido por quienes nos llevaron a una guerra impopular que nos hizo cómplices de un crimen.
Justo al revés de lo que dicen a sus electorados, la guerra de Bush, de Blair y de Aznar, ha alimentado a las organizaciones terroristas. Ellos son los responsables directos de las masacres en Bagdad y en Madrid.
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Lo realmente escandaloso es que las argumentaciones del PP hayan sido recogidas y utilizadas por un pope del "otro mundo es posible" como Ignacio Ramonet. En un artículo publicado en El Periódico y titulado "Una nueva diplomacia", el director de Le Monde Diplomatique explica que retirar las tropas de Iraq no será fácil. En primer lugar "porque desestabilizará la zona bajo mando polaco y estimulará el desorden". La guerra fue un desastre y la posguerra otro desastre aún mayor pero ahora "la cuestión está en si la retirada precipitada no constituiría un desastre aún mucho peor".
Aunque la promesa electoral hay que cumplirla "lavarse las manos no es propio de gobernantes responsables". Lavarse las manos es retirar las fuerzas españolas: un gesto de grave irresponsabilidad.
Además –tranquiliza Ramonet a Zapatero sobre sus obligaciones democráticas- entre la promesa y la toma de funciones ocurrió el atentado de Madrid y eso cambia mucho las cosas: "entre la promesa y la toma de funciones, han ocurrido los atentados del 11-M, justificados, según sus autores, por el apoyo de Madrid a la invasión de Irak. Retirarse en esas circunstancias sería dar una penosa señal de ceder ante el terror y, peor aún, dar en suma razón a los criminales de Atocha. Una parte importante de la ciudadanía no lo entendería."
Retirarse de Iraq es darle la razón a los terroristas de Atocha. Dada la posición política de Ramonet difícilmente nadie puede formular un argumento más tendencioso y más inmoral.
Para culminar señala que lo más probable es que "antes del traspaso del poder a un Gobierno interino el próximo 1 de julio, el Consejo de Seguridad de la ONU adopte una resolución favorable a la instalación de una fuerza internacional". "Por otra parte, con toda certeza, el sector polaco en el que se hallan las fuerzas de España va a pasar bajo mando de la OTAN para facilitar el envío de un mayor número de fuerzas de los nuevos países miembros". Sin dedicar ni una palabra al terrible significado de todo eso que anuncia, Ramonet formula su conclusión: "no es momento de marcharse", "es muy probable que en un contexto diferente, no sólo España no saque a sus tropas de Irak sino que, a la postre, las tenga que aumentar."
No lo explicarían mejor Bush, Rumsfeld o Paul Bremer.