VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Europa

16 de abril del 2004

¿Transición en el Estado español?

Regresa el PSOE

Lisandro Otero
Rebelión

Hoy viernes 16 de abril tomará posesión Rodríguez Zapatero como nuevo presidente del gobierno español. Una transición motivada por el inmenso rechazo del pelele Aznar, incondicional de Bush que se ganó la repulsa de su pueblo y el rechazo de la opinión pública internacional por enviar a los soldados españoles, como cipayos, a morir por el petróleo de la Halliburton.

En esta segunda entrada en el poder el PSOE debe cuidar caer en los errores cometidos por el felipismo. La corrupción de los funcionarios, los grupos de matarifes concebidos para aniquilar extrajudicialmente a la ETA, el derroche presupuestario, las divisiones internas. Zapatero debe tomar especial cuidado en analizar esos puntos vulnerables de sus huestes para evitar desastrosas repeticiones.

El gobierno de Franco fue de carácter absolutista, unipersonal y altamente centralizado. Ni siquiera el partido de Estado, la Falange, conocido sencillamente como el "Movimiento", tuvo un papel determinante. A inicios de su dictadura Franco garantizó que ni la Iglesia católica, ni Falange, pudieran constituir una concurrencia de su poder total y les otorgó funciones ornamentales más que control efectivo. De manera que cuando Franco murió no había instituciones que pudieran asumir la autoridad del tránsito y hubo que inventarlas.

Franco gustaba de asignar rumbos de gobierno a diferentes personalidades. Así Martín Artajo, Fraga Iribarne y Carrero Blanco fueron, cada uno, un partido, es decir una programa de gobierno y de enmiendas de carácter individual. A uno que se atrevió a preguntarle el camino a seguir el Caudillo le respondió: "haga lo que yo, no se meta en política".

Felipe González al hablar de la transición española confiesa que la primera tarea fue sacar a su país del aislamiento internacional. Después hubo que modernizar la economía fabricando un mercado que no existía. Después fue necesario abrir oportunidades a todos los ciudadanos y eso se logró con una liberalización pluralista. También hubo que atender el problema de las autonomías regionales y finalmente hubo que sacarle los colmillos al ejército, profesionalizándolo para que dejase de ser una fuerza amenazante de la democracia.

El triunfo de Felipe González en 1982 fue aplastante. Con diez millones de votos y una mayoría absoluta de 202 diputados, cuando España pareció renacer, en medio de una alegría explosiva, del letargo del franquismo y la pesadilla de la Guerra Civil. Entonces el pueblo español había visto cuan endeble era su incipiente democracia. El intento de golpe de Estado del 23-F alertó a todos sobre un regreso prematuro del franquismo y la débil economía daba paso a un desempleo generalizado. Felipe González condujo a España hacia una positiva revitalización, en todos los órdenes que incrementaron su popularidad y le hicieron ganar varias elecciones sucesivas. Pero la catástrofe de la izquierda se veía venir.

En 1992 se efectuó una fastuosa celebración del quinto centenario del encuentro con las culturas americanas, con enormes despilfarros y malversaciones. Ese mismo año se efectuaron las Olimpiadas en Barcelona y se inauguró el AVE, el ferrocarril de alta velocidad. Eran empresas faraónicas, de un costo desmesurado, que pronto pusieron en dificultades al erario español. Al año siguiente el PIB descendió un 1% y se perdió medio millón de puestos de trabajo: la economía española entró en una fuerte recesión. Para colmo los escándalos del equipo parapoliciaco GAL, destinado a erradicar el terrorismo por métodos expeditivos, y de los financiamientos irregulares del grupo Filesa, significaron una crisis política para el PSOE. Las elecciones dieron un precario triunfo al Partido Popular de Aznar, quien tuvo que unirse a los votos catalanes, en las Cortes, para alcanzar una exigua mayoría.

Es un viejo axioma el que afirma que los pueblos votan con el estómago, no con la cabeza. Felipe González perdió cuando el desempleo había vuelto a incrementarse hasta un 23%. Aznar entregó el país a las grandes corporaciones, al capital extranjero y a los halcones de Washington. La misión de Zapatero no es sencilla: rescatar la soberanía económica y política y devolver a los españoles su confianza en la izquierda.