15 de marzo del 2004
Artículo 6. España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional (Constitución de la IIa República Española, 1931)
Contra la guerra y el terrorismo, la IIIa República
John Brown
Rebelión
Las gigantescas manifestaciones del 15 de febrero de 2003, fueron un acto sin precedentes de desconfianza civil en el gobierno. A parte de los millones de personas que salieron a la calle, constaba por los sondeos que la población española era contraria a la agresión contra Iraq en un 80%.
Naturalmente, ese clamor popular fue desoído. En primer lugar, por el gobierno, lo que es natural, pero en segundo lugar, y ello es mucho más grave, por los grandes partidos de oposición, perfectamente incapaces de extraer las consecuencias que se imponían en términos de deslegitimación del gobierno y del régimen. Esta incapacidad echa sus raíces en una ya larga tradición de subalternidad de la izquierda respecto del régimen post-franquista y en su fidelidad exquisita a sus « compromisos internacionales » con los Estados Unidos. La participación del PSOE en el movimiento popular contra la guerra fue enteramente oportunista. De haberse encontrado en el gobierno, el propio PSOE hubiera apoyado la guerra, del mismo modo que nos metió en el bloque militar de la OTAN o apoyó activamente la agresión contra Yugoslavia. No es, en efecto, el gobierno del PP quien basa su hegemonía en un pacto de hierro con los Estados Unidos, es el propio régimen el que desde los años 50 ha logrado sobrevivir merced a esa alianza.
De ahí que la consolidación de de ese pacto vital para las clases dominantes españolas mediante la adhesión de España a la OTAN fuera confirmada no por la derecha española, sino por el PSOE, a pesar de sus tímidas críticas anteriores a la OTAN. Hay cosas que no se pueden hacer dentro del actual régimen monárquico.
Las movilizaciones populares de 2003 no lograron modificar la posición al gobierno, pero tampoco consiguieron algo que era indispensable para cambiar la posición del Estado español ante la guerra : cambiar el régimen. Sólo un régimen que hubiera roto con la garantía de continuidad política con el franquismo que supone la alianza con los EEUU podría haber frenado la dinámica bélica del gobierno (de cualquier gobierno). Parecía que mucha gente lo hubiera entendido, tal fue la floración de banderas republicanas en las manifestaciones por la paz. Sin embargo, el movimiento por la paz, como todos aquellos que desean romper la actual hegemonía del capital financiero-militar, está preso del régimen actual.
El atentado de Al Qaida en Madrid, reivindicado por una sucursal de este grupo en un comunicado que vomita resentimiento, vino a confirmar lo que ya habíamos repetido sin cesar desde hace más de un año : que la agresión contra Iraq y la alianza con sus responsables podría tener « graves consecuencias » para la población. Lamentablemente, esta profecía se ha confirmado. También se ha confirmado la incapacidad vergonzosa de la izquierda parlamentaria española, que no ha sabido o querido oponerse activamente a la campaña de inverosímiles mentiras del gobierno, quien a pesar de todas las evidencias, ha seguido culpando del atentado a ETA. Todo menos asumir sus responsabilidades políticas. La izquierda tampoco lo hará : el ganador de las elecciones del 14 de marzo, Zapatero, se verá tan preso de los condicionantes de « política exterior » y de la estructura de hegemonía político social interna como la propia derecha. Incluso habiendo ganado las elecciones del 14 de marzo, será imposible que retire las tropas de Iraq sin abrir una crisis con EEUU que ningún gobierno de este régimen se puede permitir.
Lo mismo puede afirmarse respecto del "frente interno", en el que desde hace años los distintos gobiernos y ETA nos imponen otra guerra que tampoco es la nuestra. El espectacular aumento de la representación parlamentaria de ERC es un indicio del cambio de actitud de gran parte de la población ante este conflicto impuesto por un régimen que se empecina en no reconocer el derecho de autodeterminación de las nacionalidades y recoge para "legitimarse" los frutos de la tensión así perpetuada. Es indispensable hoy un cambio de régimen.
El gobierno dirigido por el PSOE, sólo podrá enmarcar su política en la « guerra contra el terrorismo » impuesta por los EEUU y aceptada por la Unión Europea en su Estrategia Europea de Seguridad (elaborada por Javier Solana). Romper con ese marco que nos condena a ser carne de cañón en la Guerra Global Permanente es una urgencia. Es una cuestión de seguridad ciudadana y de orden público. No podemos seguir en un régimen político que acepta el terrorismo como medio de acción internacional. Y terrorismo es lo que ha hecho Al Qaida en Madrid (y lo que hizo la propia Al Qaida en Afganistán, por cuenta de los EEUU), los asesinatos de civiles por parte de ETA, pero también y en cifras espectacularmente más elevadas, el bárbaro bombardeo de civiles con bombas de fragmentación y munición con uranio empobrecido que ha sufrido Iraq, por no hablar de las prácticas asesinas del apartheid israelí o de los bombardeos « humanitarios » contra Yugoslavia.
Terrorismo es el otro nombre de la guerra actual, guerra que mata ante todo civiles, independientemente de que los maten los Estados (el sector público) o el pujante sector privado que hoy se está desarrollando (Al Qaida, ETA etc.). Para salir de este atolladero, la derrota del PP es indispensable, pero claramente insuficiente : al 14 de marzo tiene que suceder un nuevo 14 de abril.
El consenso a favor de la monarquía, la aceptación de la OTAN y de las bases americanas, y en general la unión sagrada del régimen español con los EEUU tienen que ser combatidos y derrotados políticamente. Cambiar esas alianzas es una cuestión básica de seguridad. Para España y para Europa, que debería incluir en su constitución el mismo precepto que figura en nuestra constitución republicana así como en la italiana nacida de la victoria sobre el fascismo. Y respetarlo.