Europa
|
13 de marzo del 2004
Higinio Polo
Rebelión
La impresionante manifestación en Barcelona, convocada
para protestar por los sanguinarios atentados de Madrid, ha reunido a un millón
y medio de personas. Todas las calles del centro de la ciudad, alrededor del
Paseo de Gràcia, estaban abarrotadas, con los ciudadanos sumidos en un respetuoso
silencio que solo era quebrado por los rotores de los helicópteros, que parecían
traer el rumor de una guerra lejana que, sin embargo, daba su zarpazo allí mismo,
en Madrid, en el corazón del país. Parecía un mal sueño: centenares de miles
de personas en silencio, con el corazón encogido por la barbarie terrorista,
pensando en las víctimas anónimas, sintiendo la impotencia y la rabia ante el
horror desatado en Madrid, sabiendo que en ese instante todos los que abarrotaban
las calles de Barcelona eran, también, madrileños, trabajadores, inmigrantes,
que no se resignaban ante el terror y que querían estar acompañando el dolor
por las víctimas haciendo llegar su a liento a los familiares.
Había pocas pancartas, pocas banderas, al menos donde yo estaba. Vi una en la
que alguien había escrito: "Todos vamos en el mismo tren", para proclamar, sin
ningún género de dudas, que todas las personas de bien se sentían acompañando
a las víctimas que viajaban en esos trenes de la muerte que estallaron en Madrid;
para gritar, aunque fuera en silencio que estaban acompañando a los honestos
ciudadanos que han sucumbido ante la violencia ciega de unos sanguinarios asesinos,
sean quienes sean esos miserables mercaderes de la muerte. Es cierto, todos
vamos en el mismo tren, ante el terrorismo fascista que ha golpeado a tantas
personas inocentes, y tiempo habrá, cuando pase la emoción incontenible que
ha sacado hoy a millones de personas a las calles de España, para seguir recordando
a las víctimas, para contribuir al combate contra el terrorismo.
Hoy no cabía nada más que la solidaridad con las víctimas del horror. Todos
vamos en el mismo tren, en el tren de las víctimas, pero no vamos en el mismo
tren de los asesinos, ni en el de quienes se cubren de hipocresía mientras acompañan
la ciega violencia terrorista que está cubriendo de muerte demasiados países
del planeta. Y tiempo habrá también —sean quienes sean los responsables del
dolor de Madrid del 11 de marzo— para recordar su responsabilidad a quienes
pretenden lucrarse con la emoción y el dolor de los ciudadanos y de las víctimas,
y de recordar a quienes han contribuido a que el horror de la violencia terrorista
y del recurso a la guerra se extienda, como si fuera un escalofriante sudario
que ciegos asesinos artífices del terror contra los débiles y fríos estrategas
de la guerra se empeñan en extender por el mundo.