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Europa

Hutton: preguntas y respuestas

Jackie Ashley
El Mundo


Este es un mundo que no deja de tener su gracia, como dijo Margaret Thatcher. El país se ha visto arrastrado a una guerra por unas armas de destrucción masiva que ahora prácticamente todo el mundo admite que nunca han existido. Allí ha habido miles de muertos. Aquí, en Inglaterra, un científico se ha suicidado tras expresar sus legítimas dudas sobre el espionaje del Gobierno. Además, la investigación de seis meses de un eminente juez llega a la conclusión de que el único que hizo lo que no debía fue la BBC.

El informe de Lord Hutton no ha podido ser más favorable para el número 10 de Downing Street [residencia del primer ministro].El resultado ni siquiera ha sido la imparcial atribución de responsabilidades que en Westminster casi todos sospechaban. En contra de lo esperado, el informe ha proporcionado al jefe de la oposición conservadora, Michael Howard, escasas oportunidades de demostrar ante el Parlamento sus dotes en temas legales. En cambio, le ha dado un repaso a la BBC a todos los niveles.

El informe Hutton carece del sentido de las proporciones. Por supuesto que se cometieron errores en la BBC, como ésta ha reconocido.Ahora bien, en la batalla con el Gobierno las afirmaciones disparatadas procedieron de ambos lados. Si bien Andrew Gilligan puso en duda la integridad de Tony Blair, Alastair Campbell puso en duda la de muchos periodistas de la BBC, a quienes acusó de dejarse llevar por «sus prejuicios contra la guerra».

Tampoco hay que descartar que el informe Hutton pueda ser puesto en cuarentena. Ha quedado demostrada la integridad de Tony Blair, en el sentido de que él se creía la información confidencial que dio a conocer a los británicos. Sin embargo, como Hutton subrayó al presentarlo, el informe se ha limitado a los hechos que llevaron a la muerte de David Kelly. Por trascendental y trágica que sea esta muerte, en este tema hay más cuestiones.

A la vista de todo ello, esta semana decisiva se nos revela como un fantástico triunfo de Tony Blair. No sólo las conclusiones del informe Hutton son mucho más favorables al Gobierno de lo que Blair habría podido imaginar sino que, la noche anterior, también consiguió sacar adelante la votación sobre las tasas universitarias. Ha salido bien de todos los frentes... excepto en el único sector que nadie ha entrevistado: el electorado. Ha sido un tema de exclusivo interés para Westminster, no un tema de amplia repercusión entre los británicos.

De no haber ido más allá que ser otra de las comidillas de Westminster, la estrategia de Campbell, consistente en reducir los aspectos más crudos de la guerra de Irak a una única cuestión -la de lo que dijo el periodista de la BBC Andrew Gilligan- hubiera sido un éxito. Limitó de tal manera la investigación con la que supuestamente se iba a dar carpetazo a la polémica sobre la guerra de Irak que Hutton se quedó sin nada que decir sobre los temas de interés general. No obstante, es curioso que Hutton no se limitara tanto cuando se refería a la BBC. Quitarle interés general produjo el resultado perseguido, una lluvia de titulares donde la palabra «inocente» apareciera junto a los nombres de Blair y Campbell.¡Bingo! ¿Qué más se puede pedir?

Este es el problema fundamental. Lo que en Westminster parece una jugada maestra no surte el menor efecto sobre la opinión pública. Pese al carácter desigual de las críticas de Hutton o quizá por ello, los electores se van a quedar sumidos en la perplejidad. Quienes se mueven en el mundillo del espionaje tenían dudas acerca de la documentación sobre las armas de destrucción masiva y creían que muchos datos de Gilligan se ajustaban a la realidad. Como por arte de magia, estos hechos han perdido importancia hasta quedarse en nada a medida que la atención, manejada por Campbell, se iba centrando en la débil posición de Gilligan.Así, cuando finalmente llega al público, la investigación de Hutton no toca los temas de fondo, así que ni exculpa ni absuelve de ellos a nadie.

¿En cuanto a la BBC, qué pasa con ella? Sus directivos se horrorizaron cuando se vio claro que las conclusiones del informe Hutton no repartían responsabilidades: el informe era incluso más progubernamental y anti BBC de lo que The Sun había dado a entender. Una cabeza, la del presidente de la BBC, Gavyn Davies, ha rodado ya. Probablemente no sea la única. No obstante, si el Gobierno utiliza el informe Hutton para tratar de neutralizar a la institución no va a encontrar la simpatía de los electores. Con sus imperfecciones, la BBC sigue siendo una institución apreciada y creída por los británicos.

El chulesco tono empleado por algunos partidarios del Gobierno tras conocerse el informe corre el riesgo de volverse contra ellos porque, aunque la BBC deba mejorar sus procedimientos de control de la información y de investigación, nadie se atrevería a afirmar seriamente que una acobardada BBC debería dejar de formular preguntas incómodas a los ministros.

No olvidemos quién es el principal beneficiario de cualquier pérdida de protagonismo de la BBC: el colega de Blair Rupert Murdoch, propietario de Sky Television y de The Sun, el diario que, misteriosamente, consiguió que le filtraran el informe Hutton. Ahí hay algo que huele a gato encerrado.

También en el plano de las comidillas de Westminster, la votación de las tasas educativas ha supuesto una apurada victoria para un primer ministro que prefiere hacer valer su instinto y su empeño a ser arropado por el Partido Laborista. El argumento de Downing Street es que Blair no ha tenido dudas y que, ante su determinación, los demás -incluso los fieles a su principal rival, el ministro de Finanzas Gordon Brown- se han visto obligados a formar una piña. En la última frase de esta apasionante novela nuestro héroe vuelve a escapar, con un desenvuelto gesto de despreocupación y una sonrisa. Preparémonos para el próximo episodio: Tony y la votación de las tasas hospitalarias.

Pero, ¿qué ocurre con los electores? El mejor argumento de los contrarios a las tasas de enseñanza ha sido su empeño de salvar al Gobierno de sí mismo. Estas tasas van a ser muy impopulares, especialmente entre los electores de clase media, que se ven privados de la ayuda especial para las personas situadas en lo más bajo de la escala social.

Esta ha sido la semana en la que quizá Tony Blair ha estado más cerca de irse. Le ha faltado muy poco. Si un puñado de parlamentarios no hubiera cambiado de idea el martes, Blair se habría acabado, políticamente hablando, a pesar del espaldarazo de Lord Hutton.El premier tiene la esperanza de volver a empezar fresco como una rosa. Tras superar esta traumática semana, se meterá a fondo en el discurso de la reforma de la Administración.

Tras los últimos sobresaltos, la política británica vuelve al equilibrio que parece ser su norma. Habrá broncas: no serán pequeñas en el debate de la ley de tasas de la enseñanza en su fase de comisión y cuando el Grupo de Análisis de Irak dé a conocer su informe definitivo. Habrá escaramuzas polémicas sobre el futuro de la BBC. En cualquier caso, será una época de calma chicha, un periodo para curarse las heridas y prepararse para lo que venga.

* Jackie Ashley es analista política del diario The Guardian.