Europa
|
10 de febrero del 2004
La "banda de los ocho"
Alberto Piris
Abierta ya en muchos países la polémica sobre las falseadas razones aducidas para atacar militarmente a Iraq y ocuparlo por la fuerza, viene bien recordar algo que ocurrió hace poco más de un año. El 31 de enero del 2003, el diario británico The Guardian publicaba un artículo titulado "'Gang of eight' provokes EU rift", lo que puede traducirse como "La 'banda de los ocho' crea una ruptura en la Unión Europea".
La expresión tuvo éxito, hasta el punto de que la ministra española de Asuntos Exteriores la adaptó para su uso personal. Lo hizo cuando en abril del mismo año se celebró en Bruselas la llamada "minicumbre" (con Alemania, Bélgica, Francia y Luxemburgo: cuatro países fundadores de Europa y opuestos a la invasión de Iraq) sobre la Defensa europea, que no gustó a los gobernantes más sumisos a los designios de Bush, ya que opinaban que de ella podrían derivarse perjuicios para la OTAN. Así pues, Ana Palacio -que había defendido en la ONU la política belicista de Bush con más agresividad que el propio Colin Powell- se refirió entonces a los países antes citados llamándolos "la banda de los cuatro". Habiendo utilizado tal expresión la cabeza visible de la diplomacia española, no parece incorrecto, por tanto, calificar de miembro de "la banda de los ocho" al Gobierno del que ella forma parte, sin que esto signifique otra cosa que una simple designación objetiva.
Quiénes son los ocho a los que aludía The Guardian? Conviene refrescar la memoria, aunque apenas ha pasado un año desde entonces, porque la actualidad internacional cambia rápidamente y se enmascara tras un copioso diluvio de engaños y mentiras oficiales que cuesta mucho penetrar. Los hechos fueron como sigue. El 30 de enero del 2003, un día después del discurso sobre el Estado de la Unión del presidente Bush, cinco jefes de Gobierno de la Unión Europea (los de Dinamarca, España, Italia, Portugal y Reino Unido) y tres dirigentes de otros países entonces candidatos (Hungría, Polonia y República Checa) publicaron un artículo conjunto que vio la luz en el conservador Wall Street Journal y en la mayoría de los principales diarios europeos. Según Le Monde, la iniciativa partió del presidente español, a la que se sumaron los restantes firmantes. En extraña mezcolanza, a las firmas de los ultraconservadores Aznar y Berlusconi se sumaron las de los ex comunistas Miller (Polonia) y Medgyessy (Hungría). Se dijo entonces que el primer ministro checo se había opuesto a la firma de su presidente, Vaclav Havel; y que, entrevistado el jefe del Gobierno húngaro sobre el texto del documento firmado, reveló un amplio desconocimiento. En fin, una "banda de los ocho" de muy peculiares características.
Pero más peculiar resulta -releído hoy- el texto del artículo que tan amplia difusión recibió. Se reproducen a continuación unos párrafos extraídos de El País:
"El régimen de Iraq y sus armas de destrucción masiva representan una amenaza clara para la seguridad mundial".
"[Los europeos] hemos enviado un mensaje claro, firme, inequívoco de liberar al mundo del peligro que supone la posesión por parte de Sadam Husein de armas de destrucción masiva".
"No podemos tolerar que un dictador viole sistemáticamente [las] Resoluciones (sic) [del Consejo de Seguridad]".
"Nuestro objetivo es salvaguardar la paz y la seguridad mundiales asegurando que este régimen [de Sadam Husein] entrega sus armas de destrucción masiva".
"La combinación de armas de destrucción masiva y terrorismo supone una amenaza de consecuencias incalculables".
Así pues, la "banda de los ocho" había jugado fuerte, pero a una sola carta: la de las armas de destrucción masiva. Hoy sabemos que fue la carta perdedora. Pero pocos son capaces de reconocerlo. A regañadientes, Bush y Blair se ven envueltos en las polémicas resultantes de sus enredos. El tercer miembro del "trío de las Azores" no sigue ahora su ejemplo y desdeña dar explicaciones. Su ministro portavoz se enreda en frases confusas y contradictorias, para no salirse de la línea marcada, que no es otra que el "sostenella y no enmendalla".
Para terminar, reproduzco lo que en estas mismas páginas electrónicas escribí el 4 de febrero del 2003: "żY si por una vez nos dijeran la verdad? Escucharíamos que Iraq no es hoy una amenaza real para el mundo, que la democracia no se instaurará a cañonazos en Oriente Próximo, y que el terrorismo internacional no desaparecerá con Sadam Husein. Lo que sucede es que Blair es el primero que ha intuido correctamente que Bush está estableciendo el nuevo orden mundial, tras los pasos de su padre. Y quiere un puesto de privilegio en él. Otros dirigentes europeos no desean faltar a la cita. Si para ello hay que sentarse en la mesa de los que aplasten a Iraq, son muchos los que olvidarán las buenas maneras y las intenciones justas y rectas, y buscarán a toda prisa un hueco a la sombra del vencedor. Sombra en la que encontrarán petróleo, buenos negocios, influencia política y una retorcida cobertura moral proporcionada por los grandes medios de comunicación y engaño". No era premonición, pero apenas 20 días después de escribirlo, Bush y Aznar, olvidando también las buenas maneras (en otro sentido), compartían pies sobre la mesa del rancho tejano del presidente, acompañados por Blair.
Y en esas estamos, estimados y desesperanzados lectores. La "banda de los ocho" se disolvió en el silencio, concluido su trabajo, aunque de ella sobreviva esa extraña alianza hispano-polaca, presta a deshacerse en cuanto se empiecen a discutir las ayudas europeas a los países menos ricos, y españoles y polacos se enfrenten por la últimas migajas. En España empezamos a comprobar, además, que los negocios ofrecidos a cambio del apoyo a la invasión no son tan enjundiosos como se creyó, pues los contratos tienden a favorecer a las empresas estadounidenses; y, lo que es más doloroso, que ya estamos pagando el obligado tributo de sangre a las aventuras militares del Imperio.
Alberto Piris
General de Artillería en la Reserva
Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM)