Europa
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Carod-Rovira, delito de catalanidad
Por Víctor Alexandre. Periodista y escritor
EN unas declaraciones al periódico El Mundo, Albert Boadella comparaba Josep-Lluís Carod-Rovira con Adolf Hitler. Son palabras ignominiosas, ciertamente. Aun así, no han tenido en Cataluña la respuesta que buscaban.
De hecho, no han tenido ninguna respuesta. Y no tan sólo porque no ofende quien quiere, sino porque este tipo de calumnias no acostumbran a encontrar un buen campo de cultivo en Cataluña. La calumnia es el refugio de los cobardes y en toda cobardía hay un substrato de mediocridad. El mediocre necesita de la injuria, de la ignominia, para llamar la atención que el mundo le niega, por eso entre la palabra y el mordisco siempre opta por el segundo. Si lo menciono es para que tomemos conciencia de que la situación en los países catalanes es de alarma nacional. La escandalosa política de substitución de la lengua catalana que el Partido Popular está llevando a cabo en el País Valenciano y en Baleares es una prueba de ello. Pero también lo es el intento de linchamiento de Carod-Rovira.
Confieso que me he sentido humillado al ver el lamentable papel que ha hecho mi país estos días. Si teníamos alguna duda sobre la profunda españolización que padece Cataluña, sobre su sumisión a España, a estas horas ya se habrá disipado. Como la mayoría de víctimas de malos tratos, Cataluña no se ha declarado independiente sino impotente para romper la subordinación emocional que la encadena a su agresor. Por eso ha sido suficiente con un titular del ABC para que mostrara su falta de autoestima. ¿Cómo es posible que el Gobierno catalán admita la injerencia del franquismo periodístico en los asuntos de Cataluña? ¿Y quién es Rodríguez Zapatero, un político de otro país, para ordenar al presidente de Cataluña el cese de su primer ministro? ¿Es que los catalanes hemos perdido la dignidad? ¿Es que no tenemos amor propio? ¿Tan empapados de periferia estamos y tan logrado es el lavado de cerebro que padecemos, que no somos capaces de hacer oídos sordos a tanta histeria? ¿Se hubiese tambaleado el Gobierno español por un titular de El Punt o de DIARIO DE NOTICIAS? ¿Presentaría su dimisión Mariano Rajoy porque así lo pidiesen Cataluña o el País Vasco? Ya sé que la dimisión de su cargo evidencia la gran dignidad de Carod-Rovira. No tengo ninguna duda sobre ello y estaré a su lado en todo y para todo; pero como catalán me siento herido al constatar la debilidad de mi país ante España y la actitud del resto de partidos catalanes que han optado por la rentabilidad política en lugar de hacerlo por los derechos nacionales de Cataluña. De ahí los reproches sedientos de votos que han llovido sobre Esquerra Republicana, tanto de Convergència i Unió como del PSC. La primera tildando a Carod de "incompetente" y el segundo conminándolo a arrodillarse y a pedir perdón. ¡Y se hacen llamar catalanistas! Capítulo aparte merece el supuesto delito de Carod. Sólo las dictaduras encarcelan la palabra, sólo los fascistas criminalizan el diálogo. ¿Se atreverán a ponernos a prueba procesando a Carod por colaboración con banda armada? ¿Y si ETA reconociera a Carod como único interlocutor para dejar las armas? Sería lo mínimo que podrían hacer por él y por Cataluña para recompensarnos por el mal indirecto que nos han causado.
No hay mal que por bien no venga, sin embargo. El bien ha sido que la españolidad del PSC ha quedado definitivamente desenmascarada, que Esquerra Republicana está cada día más cerca de la presidencia y que todo el mundo ha podido ver que sin plena soberanía Cataluña y el País Vasco no verán jamás respetados sus derechos nacionales. El único delito de Josep-Lluís Carod-Rovira es su catalanidad. Eso es lo que juzgan y eso es lo que linchan.