Europa
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Ucrania: El precio del Poder Popular
Mark Almond
Las protestas callejeras en Ucrania siguen un modelo de instrumentación
occidental establecido en los años 80. Lo sé. Yo fui un agente viajante de la
guerra fría.
El Poder Popular está a punto de lograr otro triunfo para los valores
occidentales en Ucrania. Durante los últimos 15 años, el antiguo bloque
soviético ha vivido periódicas conmociones políticas que tienen mucho de cuentos
de hadas. Estos cuentos morales modernos comienzan siempre con un final feliz.
¿Pero qué le pasa a la gente una vez que se ha impuesto el Poder Popular?
La agitación en Ucrania es presentada como una batalla entre el pueblo y
estructuras del poder de la era soviética. El papel de las agencias occidentales
de la era de la guerra fría es tabú. Mete la nariz en el financiamiento del
espléndido carnaval en Kiev, y los gritos de rabia te demuestran que has tocado
un punto neurálgico en el Nuevo Orden Mundial.
Toda política cuesta dinero y las escenas multitudinarias transmitidas a diario
desde Kiev cuestan mucho. Podrá haber vencido la economía de mercado, pero si
Milton Friedman fuera a recordar a los que reciben comida y bebidas gratuitas en
la Plaza de la Independencia que "nada en la vida es gratis", sin duda lo
estigmatizarían como estalinista. Pocos parecen preguntar lo que esperan los que
pagan por Poder Popular a cambio de su patrocinio de todos esos conciertos de
rock. Y como un antiguo alcahuete de la guerra fría, que llevaba decenas de
miles de dólares a disidentes del bloque soviético junto con académicos mucho
más respetados, tal vez puedo ayudar a comprender lo que un amigo rumano
calificaba de "nuestro período clandestino". Hay muchos que se encuentran más
arriba en el sistema de Poder Popular que parecen reticentes cuando se les pide
que revelen todo lo que ocurre.
Actualmente, podemos encontrar los nombres de fundaciones como la Fundación
Nacional por la Democracia de EE.UU. (NED) y una miríada de suplentes que
financian el movimiento Pora de Ucrania o los medios "independientes". Pero a
menos que sepas que James Woolsey de NED fue también jefe de la CIA hace 10
años, ¿ves más allá?
Durante todos los años 80, antes de las revoluciones de terciopelo de 1989, un
pequeño ejército de voluntarios – y, seamos sinceros, espías – cooperaron para
impulsar lo que se convirtió en Poder Popular. Una red de fundaciones y obras
benéficas entrecruzadas aparecieron como callampas para organizar la logística
de la transferencia de millones de dólares a los disidentes. El dinero provino
sobre todo de los estados de la OTAN y de aliados encubiertos como la "neutral"
Suecia.
Es verdad que cada centavo recibido por los disidentes no provino de los
contribuyentes. El multimillonario estadounidense, George Soros, estableció la
Fundación de la Sociedad Abierta. Es difícil de verificar cuánto dio, porque Mr.
Soros promueve la franqueza para todos, menos para sí mismo. Engels señaló que
no veía contradicción alguna entre ganar un millón en el mercado de valores por
la mañana y gastarlo en la revolución por la tarde. Nuestros modernos
revolucionarios del mercado están invirtiendo ahora ese proceso. Gente que les
está obligada por gratitud llega al poder para privatizar.
La resaca de Poder Popular es una terapia de choque. A cada muchedumbre sucesiva
le venden una visión multimedia de prosperidad euro-atlántica, a través de
medios "independientes" financiados por Occidente, para sacarla a la calle.
Nadie menciona el masivo desempleo, los negocios generalizados en la bolsa
abusando de información confidencial, el aumento del crimen organizado, la
prostitución y las tasas de mortalidad ascendientes en exitosos estados de Poder
Popular.
En 1989, nuestros servicios de seguridad perfeccionaron un modelo ideal como
mecanismo para cambiar regímenes, utilizando a menudo auténticos voluntarios. El
disgusto por la forma como los estados comunistas restringían las vidas de la
gente me llevó al trabajo clandestino, pero mi desilusión vino cuando vi el
masivo empobrecimiento y el cínico oportunismo de los años 90. Desde luego,
podría haber reconocido antes los síntomas de la corrupción. En los años 80,
nuestros medios presentaron a los disidentes de Praga como académicos altruistas
que habían sido reducidos a la pobreza por sus principios, cuando en realidad
recibían becas de 600 dólares por mes. Ahora están en la primera fila de la
nueva clase gobernante euro-atlántica. La benefactora desaliñada que parecía tan
dedicada a asegurar que cada centavo de su dinero "caritativo" llegara a un
beneficiario necesitado es ahora una intermediaria para inversionistas en
nuestros viejos campos de actividad. El final de la historia fue el nacimiento
de una consultoría.
Convertidos en cínicos, los personajes disidentes que malversaron el dinero para
financiar, digamos, un hotel en los montes de Buda hicieron menos daño que los
que lanzaron carreras político-mediáticas. En Polonia, Agora, el imperio
mediático del ex-disidente Adam Michnik – que ahora vale ?400 millones – partió
del mundo clandestino de publicación de Solidarnost, financiado por la CIA en
los años 80. Ahora sus periódicos apoyan la guerra en Irak, a pesar de su
inmensa impopularidad entre los polacos.
Mientras tanto, tanto los trabajadores de los astilleros que fundaron
Solidarnost en 1980 como los mineros de Kolubara en Serbia, que proclamaron que
su ciudad era "la Gdansk de Serbia" en octubre de 2000, son millones que tienen
ahora tiempo de sobra para leer sobre su papel en la historia. El Poder Popular
tiene más que ver, resulta, con cierres que con la creación de una nueva
sociedad. Cierra fábricas pero, peor todavía, las mentes. Sus propugnadores
exigen un libre mercado en todo – con la excepción de la opinión. La ideología
actual de los ideólogos del Nuevo Orden Mundial, muchos de los cuales son
comunistas renegados, es el mercado-leninismo – la combinación de un modelo
económico dogmático con métodos maquiavélicos para agarrar las palancas del
poder. La única superpotencia actual utiliza sus antiguas armas de la guerra
fría, no contra regímenes totalitarios, sino contra gobiernos de los que
Washington se ha cansado. Aliados fastidiosos como Shevardnadze en Georgia
hacían todo lo que Washington quería, pero olvidaron la sabiduría del satírico
soviético Ilf: "No importa cuánto quieras al Partido. Lo que importa es si el
Partido te quiere a ti". Georgia es, evidentemente, una conexión en la cadena de
oleoductos que llevan petróleo y gas centroasiático a territorio de la OTAN a
través de Ucrania, evidentemente. Más vale que los gobernantes de esos países
tengan cuidado. Hace cincuenta años, Zbigniew Brzezinski argumentó que "la
política de la purga permanente" era típica del comunismo soviético. Pero ahora
está siempre disponible cuando se trata de exigir que Poder Popular derroque al
favorito de ayer a favor de un nuevo "reformador".
La expresión "Poder Popular" fue acuñada en 1986, cuando Washington decidió que
Ferdinand Marcos tenía que irse. Pero fueron los eventos en Irán en 1953 los que
establecieron el modelo. En aquel entonces, dinero anglo-estadounidense agitó a
multitudes contrarias a Mossadeq para que exigieran la restauración del Shah. El
corresponsal del New York Times anunció con bombos y platillos la victoria del
pueblo sobre el comunismo, aunque había dado él mismo 50.000 dólares y el texto
redactado por la CIA de la declaración contra Mossadeq a los jefes del golpe.
¿Será que la versión oficial de Poder Popular maneja la verdad del mismo modo?
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· Mark Almond es catedrático de historia moderna en Oriel College, Oxford