Argentina: La lucha continúa
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Alumbramientos
Eduardo Aliverti
Página 12
Era previsible que ocurriera. El instrumento Blumberg y la crisis energética
fueron los detonantes. Pero en cualquier caso se sabía que comenzarían a
precipitarse las discusiones de fondo. Y básicamente la más profunda de todas:
¿Se cambia el modelo económico persistente desde la década de la rata o se lo
ratifica con maquillajes de discurso progre?
En medio de una situación devastadora de la que no se salió ni mucho menos,
excepto si se piensa con mentalidad de números de escritorio, la lógica indicaba
que alguna primera de cambio haría saltar los tapones. Primero fue Blumberg, que
"devolvió" a la realidad el grado de importancia adjudicado socialmente al tema
de la inseguridad. Y que, de yapa o promovido, le surtió a la derecha más
reaccionaria un argumento de alta eficacia para cuestionar a un gobierno cuya
popularidad venía sin dejarle flancos. Apretado por esa circunstancia, Kirchner
apuró un pretencioso Plan Nacional de Seguridad. Lo precedió una movida que se
pretende de fuste en el Far West bonaerense y, claro, aunque Arslanian tenga sus
compromisos ideológicos y personales con el PJ, por lo menos advirtió que se
metería de lleno con la conexión entre las mafias policiales y el aparato
peronista del conurbano. Era eso o someterse de entrada a que se lo considerase
poco serio. Y con eso bastó para que la banda duhaldista mostrara los dientes,
hasta entonces tan filosos como ocultos cuando los kirchneristas hablaban de "transversalidad".
La muestra máxima de esa reacción, tras los cruces verbales, fue la cumbre de la
organización en la propia quinta de Duhalde. Las familias hacen esas cosas y se
sacan esas fotos sólo cuando registran un peligro inminente.
Sobre llovido mojado, el Gobierno debió admitir, por más que sigue haciéndolo a
regañadientes, la severidad de la emergencia energética. Es un asunto que
aprisiona por dos costados. Desde el humor popular, restricciones con la luz y
el gas jamás pueden ser una buena noticia aunque una comunicación sincera y una
retórica convincente podrían ser capaces de amortiguar el efecto. Para que se dé
esto último se impone el señalamiento del desastre privatizador producido por la
rata, lo cual es a esta altura algo secundario. El problema es que más allá del
origen de la crisis hay la presión y extorsión actuales de las corporaciones del
área. Kirchner aludió a ellas en su gira norteamericana, pero a la vez aceptó
subas para los consumos industriales y, como eventual paliativo, un sistema de
"premios y castigos" energéticos sin comprensión popular, que huele a aumento de
tarifas encubierto.
Por donde se lo quiera ver, entonces, el denominado final de la "luna de miel"
kirchnerista pudo haber sido sentenciado por el instrumento Blumberg y por el
factor gas, pero debajo de ambos (apuntarlo parece casi una perogrullada) surgen
con toda intensidad aspectos estructurales frente a los que el Gobierno se
mostró imprevisor o irresoluto. La pregunta es si estos "disparadores" habrán
servido para despertar una visión estratégica. Por lo pronto, el desordenado
anuncio de reajuste salarial dispuesto para empleados públicos y jubilados
aparenta estar compelido por la conveniencia de hacerle un guiño a la tribuna
cuando el partido lo muestra al equipo oficial refugiado en su arco. Es una
disposición justa, por supuesto, que repara en ínfima parte a dos de los
sectores más postergados de la sociedad. Pero ahora llega o se profundiza el
pedido reivindicatorio de otros, como docentes y universidades, y no hay más que
satisfacerlos de igual modo.
Se achican así los márgenes para tomar las decisiones que exhibirán el verdadero
rostro gubernamental. O se va de frente contra la "nomenklatura" pejotista o se
vuelve a transar con ella. O se pone patas para arriba el maridaje institucional
con los grupos de la economía concentrada y extranjerizada o se ponen del mismo
lado del mostrador. O se satisface la deuda interna con un país cuya mitad de
habitantes vive entre la indigencia y la pobreza o se derivan las energías a
dejar conformes a losacreedores bajo el manto de una quita que sigue siendo
epopeya fiscal. O se redistribuye el ingreso afectando a los que más tienen o
cháchara