Argentina: La lucha continúa
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Coto, yo te conozco
Por Laura Vales
"Empecé a trabajar en Coto a los 18 años. Mi vieja había quedado desocupada
porque la fábrica donde estaba cerró, así que salí a buscar laburo para
ayudarla. Me tomaron como cadete. Trabajaba como un burro: tenía que correr,
limpiar, atender al ciente, obedecer al resto de la humanidad. No me quejaba: le
podía dar a mi vieja los 320 pesos del sueldo y me guardaba las propinas. Pero
la presión era mucha. A la noche tenía siempre el mismo sueño: soñaba que me
quedaba dormido en la caja, los clientes venían con los carritos y paf!,
golpeaban contra el borde del mostrador. 'Ahora me echan' pensaba yo, y me
despertaba sudando".
Julián es uno de los trabajadores que accedieron a hablar sobre las condiciones
laborales en Coto, uno de los tres principales empleadores de la Argentina. En
sus 105 sucursales trabajan nada menos que 18 mil personas ¿Quién no lo conoce?
Todo el mundo ha pasado alguna vez por sus patios de comida o sus góndolas. Se
conoce su leyenda: el carnicero que construyó un imperio de la nada. Menos
prensa ha tenido en cambio la situación de los trabajadores de la cadena de
supermercados, muchos de ellos jóvenes que, confundidos con la oferta de la
semana, cumplen jornadas de 12 o 14 horas en condiciones cuyo aguante sólo se
explica por el miedo al despido. Por esa razón, en esta nota, que fue escrita
con testimonios tomados en sucursales de la Capital Federal, el conurbano y la
ciudad de Rosario, se cambiaron los nombres de todos los entrevistados.
Contratos basura Para tener una primera idea de cómo se trabaja en Coto hay que
hablar de sus contratos. Los hay de tres tipos. En el escalón inferior están los
de 24 horas semanales. Son los sueldos baratos, para los empleados de los
viernes, sábados y domingos, un recurso con el que la empresa se evita pagar el
plus por feriado.
Un segundo tipo de contrato es el de 36 horas semanales, por seis horas de
trabajo por día, seis días a la semana incluído el domingo, que tampoco paga
como tal. Finalmente, los trabajadores de más antigüedad tienen condiciones
relativamente mejores, con un régimen de 48 horas semanales, es decir de ocho
horas de trabajo seis días a la semana y el reconocimiento de un plus de 25
pesos cada vez que son convocados en domingo. Aunque, como se verá más adelante,
esa suma ya no se paga en efectivo y las extras pagas están en vías de
extinción.
Los turnos son rotatorios. "Si un lunes te toca entrar a la tarde, el miércoles
te pueden mandar a la noche. En general, nadie sabe cuál es el horario que va a
tener pasado mañana. Los diagramas se distribuyen de un día para el otro o, con
suerte, con dos días de anticipación ", señala Rubén en un supermercado de
Rosario.
En los días de mayor venta, el personal es invitado a "colaborar con la empresa"
quedándose dos horas más después de terminado su turno. Es un gesto que los
jefes piden, especialmente a los nuevos y a los contratados por 24hs, para
mantenerlos "bien conceptuados".
Junto a las horas donadas como "colaboración" la empresa ha creado otro
mecanismo para bajar sus costos, que consiste en pedir horas extras que devuelve
con compensatorias, aunque la ley de contrato de trabajo estipule que se deben
pagar en efectivo.
8 mil horas de deuda "En las épocas fuertes nunca trabajo 8 horas sino 12. Las
horas de descanso se van acumulando como deuda, porque no damos abasto para
tomarnos franco", dice Luciano en un hipermercado de la zona sur. Como delegado,
él hizo el cálculo de las horas de descanso que deben en su sucursal y el
resultado le dio por encima de las ocho mil, es decir más de dos años y medio de
trabajo no pago. Tal magnitud se explica porque en los últimos años de 1200
trabajadores la planta pasó a tener 600. Los menos que quedaron se tuvieron que
hacer cargo de las funciones de los más que ya no están.
Estas estrategias -las horas extras a cambio de compensatorias, los feriados no
reconocidos, los pedidos de "colaboración" con la empresa- abaratan los sueldos
y también los despidos. Porque ¿cuánto puede valer la indemnización de un
contratado de 24 horas? Y alimentan la espiral de presiones, ya que en un lugar
donde los despidos no cuestan nada, la sobrecarga horaria y el deterioro de las
condiciones laborales se instalan con menor resistencia.
La ley del gallinero ¿Hasta qué extremos pueden llegar esas presiones? En la
casa central, Julián cuenta algo que ocurrió hace un tiempo. "Mi compañero de
trabajo tiene a su novia en una sucursal del Gran Buenos Aires, como auxiliar de
cómputos. Ella estaba embarazada y comenzó a tener pérdidas, así que le pidió a
los auditores irse a su casa. Ese día estaban de balance y le dijeron que se
quedara hasta terminar, porque no había nadie que pudiera reemplazarla.
Fueron muy estrictos, ella no se animó a irse. Y perdió el embarazo".
Una organización interna llena de jerarquías sostiene este sistema. En la cadena
de mandos de Coto, los cadetes reciben órdenes de los encargados, por encima de
quienes están los supervisores o auxiliares, que son mandados por los jefes de
línea, sobre quienes tienen poder los gerentes, que son controlados por los
auditores, arriba de los cuales están los jefes de equipos de auditoría y
finalmente el directorio.
Alfredo Coto En la punta de esa pirámide, dueño de una compañía con 18 mil
empleados, se sienta Alfredo Coto, fundador de la empresa en 1970. Y Gloria, su
mujer. La historia oficial dice que en los primeros años ella mandaba a las
vecinas a comprar a las carnicerías de la familia para luego pesar la compra en
una balanza propia y controlar que ninguno de los vendedores estafara a los
clientes con cien gramos de menos. Así, dicen, se ganaron la confianza de la
gente.
Una visión menos romántica muestra que Coto construyó su poder en la década
menemista, cuando multiplicó su facturación de 93 millones en 1991 a 1300
millones en 1999. Detrás de ese vertiginoso crecimiento económico muchos vieron
la figura de Menem. El empresario lo desmiente en todos los reportajes.
Rodeado de extremas medidas de seguridad en la sede central de su firma, una
antigua fábrica convertida en fortaleza, fue uno de los primeros en pedir en
diciembre del 2001 el estado de sitio. Mientras miles de desocupados rodeaban
las sucursales del conurbano por comida, grupos de empleados se armaron con
palos para defender la mercadería. Él dijo que había sido un gesto de
"colaboración" surgido espontáneamente del personal.
Los bonos Coto Alejandro muestra a Nuestra Lucha su recibo de sueldo. Como
recepcionista (se ocupa de descargar y acomodar la mercadería que llega al
local) tiene un básico de 352 pesos, que con presentismo, premios, feriados
trabajados y otras yerbas, lleva al doble. Pero no cobra todo el sueldo en
efectivo: 162 pesos le vienen en bonos que sólo puede gastar dentro de la
empresa, comprando sus productos al mismo precio que los clientes.
Coto no hubiera podido hacerlo sin el aval de Armando Cavalieri. El titular de
la Federación de Empleados de Comercio arregló con la cadena el pago del aumento
de 50 pesos por decreto en bonos. El acuerdo, supuestamente de carácter
transitorio, ya se prorrogó tres veces.
En bonos (mediante la tarjeta magnética Coto Beneficios) hoy se paga no sólo los
50 pesos de aumento, sino también los domingos trabajados y los feriados.
Accidentes laborales En la zona sur, Luis relata un episodio reciente. "Estaba
trabajando en la cámara de frío cuando una caja de congelados se resbaló del
estante y me aplastó el pie, que por el golpe se me hinchó como una empanada. En
la enfermería me dieron un calmante y me mandaron a casa. El accidente debía
denunciarse a la Aseguradora de Riesgos del Trabajo, pero me dijeron que
esperara, que sólo en el caso de que la situación se agravase haríamos la
denuncia". Se trata de una conducta habitual, para evitarse gastos con la ART,
que también conocen en el interior del país. "Es una pelea constante porque los
compañeros aceptan ser llevado a la Obra Social par evitar la responsabilidad
empresaria".
Controles "Llega un momento en que hay tanta bronca que uno se raya y dice
'bueno, le robo o le rompo algo'. Robar es muy difícil. Pero a veces, cuando
podés, le hacés mierda la mercadería. Y hay otro tipo de sabotajes, como cuando
saltaron las computadoras: alguien las puso en 110 y al encenderlas se hicieron
bolsa", dice Julián.
La empresa tiene sistemas de control muy desarrollados, con cámaras de circuitos
cerrados de televisión entre las góndolas y en oficinas y salas de reuniones.
"Otro mecanismo para garantizarse la obediencia es la inmensa cantidad de
'postulantes a encargados'... les dan una corbata y una camisa blanca, el poder
de dar órdenes y la promesa de un aumento de sueldo después de seis meses de
prueba", dicen los de Rosario.
De todas formas, se están eligiendo delegados y se ven otras historias.
Entre quienes aportaron información para esta nota hay un grupo que se organizó
y comenzó a denunciar lo que sucedía. Para no ser identificados por la patronal,
recurrieron a amigos y hermanos que volantearon en la puerta.
"Los trabajadores de Coto no somos esclavos Art. 15 de la Constitución
Nacional", decía una de sus mariposas. La empresa se puso nerviosa, los
interrogó pero no les pudo sacar palabra. Presentaron una lista para la interna.
El día de la elección, se encontraron con que Coto le había dado franco a un
tercio de planta. Habrá supuesto que de esta manera tenía controlado el
panorama, pero resultó que incluso entre quienes la empresa suponía leales, las
cosas habían cambiado. Así ganó una nueva comisión interna. No son el único
ejemplo, aunque en todo caso, eso será motivo de otras notas