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Argentina: La lucha continúa

A rio revuelto

Virginia Giussani

Faltaban poco días para semana santa y tuvimos a nuestro Jesucristo crucificado. Paradójicamente, mientras asesinaban a Axel se abrían otras puertas donde se escondió el horror de miles de seres humanos, también brutalmente asesinados. ¿Serían otras puertas? Es probable que existan muchas, pero también es probable que todas tengan la misma llave.

El secuestro y asesinato de Axel Blumberg pareciera estar generando un nuevo 19/20 de diciembre. Sin embargo, este estallido suena a eco de viejos rugidos: ¡Orden!.
Es comprensible el dolor del papá de Axel, como el dolor de cada padre que pierde un hijo en manos de la locura. Pero no nos confundamos con esa 'mano dura' que tantos estragos causó en nuestra historia. La mano dura no evitará los secuestros, robos o asesinatos, pero si nos pondrá a todos bajo sospecha, fundamentalmente, claro está, a aquellos más desprotegidos y de menos recursos. Todos pasaremos a ser sospechosos, por nuestro celular, nuestro pelo negro, por nuestros gestos.
El Sr. Blumberg reiteradamente se refiere a 'la gente decente'. ¿Cuál es la categoría que entra en este término? ¿Un cartonero, para el Sr. Blumberg, será gente decente? ¿Un piquetero, un chico de la calle, un expulsado social, será gente decente para el Sr. Blumberg? ¿La prestigiosa familia Puccio, que utilizaba el sótano de su espléndida casa en San Isidro para secuestrar y matar, era gente decente? ¿Qué es ser gente decente?
Esta cruzada por Axel - ya sólo el nombre 'cruzada' genera estremecimiento - no hace más que sacar a la luz resabios putrefactos que siguen condicionando nuestro andar. La basura se desintegra o se recicla, y algo huele a podrido en esta historia.
Delinquir se ha transformado, en estos veinte años de democracia, en la actividad más rentable e impune. Una actividad amparada por jueces, legisladores y gobiernos. No seamos tan necios en suponer que sólo la pobreza genera el delito, porque en tal caso tendríamos millones de asesinos dando vueltas por la calle. Los asesinos y los delincuentes están, caminan a nuestro lado, se sientan frente a nuestra mesa de restorán, consumen con su tarjeta de crédito en nuestro mismo supermercado y parecen gente decente. Estos delincuentes siguen enquistados en la policía, en los juzgados, en los diversos organismos de poder, porque aún existe una estructura de privilegio, coimas y amparo que la democracia no ha tenido el coraje de desactivar en su camino.
Jesucristo, con el rostro de Axel, de Darío, de Maximiliano, de María Soledad, de Miguel Bru y sigue la lista, han sido crucificados. Depende de nuestra memoria, nuestra templanza y nuestra sabiduría de pueblo que no se deja arrastrar ni por el dolor, ni por las circunstancias, como será su resurrección.