Argentina: La lucha continúa
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Inseguridades
x Sebastian Hacher - La Haine -
Después del secuestro y asesinato de un joven, se discute el problema de la seguridad en la Argentina.
Diez días atrás, Axel Blumberg, hijo de la clase media alta argentina, fue ejecutado a sangre fría por delincuentes que gozan de complicidad policial.
El jueves pasado, miles de personas -entre 80.000 y 200.000- salieron a la calle para exigir castigo a sus asesinos y mayor seguridad.
Según los medios, se trató de una movilización espontánea de la "ciudadanía decente". Ese fue el calificativo que utilizó el padre de Axel, y que el diario La Nación eligió para relatar los hechos en forma lo más épica posible.
Lo de "decente" no es casual, y tiene un alto contenido de clase; los grandes protagonistas de la jornada fueron familias de clase media alta, venidas desde San Isidro, Martinez, La Horqueta o Barrio Norte.
Participaron señoras de celular, hombres de traje o camisa Lacoste, junto a jóvenes y estudiantes de escuelas bilingües. Los del Instituto Goethe, por ejemplo, vinieron desde Martinez con remeras con la cara de Axel, organizados por los preceptores que portaban banderas para "que nadie se pierda en la multitud".
También estuvieron varios familiares de víctimas del gatillo fácil policial, algunos de los cuales se retiraron, junto a los representantes de las diferentes religiones, al ver el carácter que tomaba la concentración.
"Hay que meterlos a todos presos, acá no diferenciamos; si hay policías que son delincuentes también tienen que estar en la cárcel", me decía una señora sobre el final de concentración, intentando explicar que significaba pedir "derechos humanos para la sociedad, no para los delincuentes".
Otros entendieron el concepto de diferentes formas. ¡Pena de muerte!, gritaba un grupo que intentaba contagiar a la multitud. ¡Inútiles! decía una señora muy bronceada, tratando de hacer un altavoz con las manos. ¡Que se vaya Sola! contestaba otra voz solitaria. "¡Kirchner da la cara!", arengaba otro mientras la multitud silbaba mirando al balcón de la Casa Rosada o repetía entre aplausos la palabra "seguridad".
También estaba, en todas partes, el dolor. Se graficaba en las velas que, abrazadas en un llanto de cera, eran plantadas una cerca de la otra en el borde de las vallas, o se sostenían en manos finas que buscaban la forma de no quemarse. O en las fotos, nombres y remeras pintadas con las miradas de seres perdidos en la vorágine de violencia urbana.
"Que bajen la edad de imputabilidad significa eso; que los que cometan delitos vayan a la cárcel, sin importar cuantos años que tengan", me intentaba explicar la señora rabiosamente rubia, armada con una radio portátil para no perderse detalle de la movilización.
-Miedo, policías y televisión ¿Fue la del jueves una marcha de derecha?. Eso opinan muchos, y no pocos festejan esa caracterización.
Pero quizás haga falta pensarla con categorías mas rudimentarias que los términos derecha e izquierda, porque la del jueves fue una movilización protagonizada, básicamente, por el miedo.
Un miedo encarnado en la clase media, en los exponentes de la "gente decente" que sienten no tener control sobre sus vidas y sus cuerpos. Que perciben su invidualidad amenazada, presa en jardines con rejas, rodeada de seguridad privada, sistemas de alarmas, barrios cerrados y celular siempre a mano.
Miedo de no saber en quién confiar; porque la policía -"nosotros les pagamos el sueldo" repetía la señora- es el ente regulador del delito la mayoría de las veces, y entonces -me explicaba mi interlocutora histéricametne rubia- hay que "educarla mejor y pagarles mejores sueldos". Miedo porque detrás de todo parece estar la interna del Partido Justicialista, vomitando sangre desde su laberinto de corrupción, punteros y mafias organizadas.
Miedo, también, que siente el almacenero enrejado, el quiosquero que cierra temprano, el taxista que huye de las calles oscuras, el oficinista que mira hacia ambos lados antes de abrir la puerta del cajero para sacar su sueldo.
Y doble miedo de ese señor morocho que fue a la marcha, y que sintió la necesidad de aclarar frente a las cámaras que "yo vivo en una villa, pero..:", sabiéndose sospechoso natural por su condición de villero.
Para decirlo claramente: un miedo que en otras épocas fue instrumentalizado por el "no te metás", que sirvió de combustible para que en este país se asesinaran a 30.000 personas. Y que hoy quiere ser capitalizado por los Hadad y compañía, cuyo proyecto político es la continuidad mas descarnada de aquellos años.
Elque se expresó esta vez fue un miedo potenciado, distribuido y auspiciado por Radio 10 y Canal 9. No fue una marcha espontánea, o no por lo menos no lo fue en su resultado; desde la convocatoria de la familia Blumberg, todo el arco derechista de la prensa reforzó su campaña del terror, llamando a movilizarse para pedir mano dura.
Tampoco sería real decir que fue una marcha exclusivamente de Radio 10, Clarín o La Nación. Y sin embargo, ignorar el papel de la prensa, ni frente a este caso concreto, ni en general, es mirar la mitad de la realidad. Como diría Pierre Bourdieu: en la televisión, "a merced de las construcciones salvajes de la demagogia (espontánea o calculada), son capaces de suscitar un interés inmenso halagando los impulsos y las pasiones más elementales...e incluso conseguir formas de movilización...apasionadamente agresivas y cercanas al linchamiento simbólico...
Garrapatas de un dolor que todos compartimos, amarillistas congénitos, los Hadad y compañía vieron la oportunidad para barnizar la desgracia ajena con su tinte fascista, ofreciendo una salida fácil, efectista y funcional a sus intereses: la mano dura.
Podemos darle vueltas a la situación, pensar las perspectivas y las contradicciones. Es verdad que la crisis de la seguridad es, ante todo, una crisis de la policía y del estado; cualquier visión honesta señala que en el 90% de los casos la policía está directamente ligada al crimen, especialmente en los que requieren cierto grado de organización.
Pero así como están planteadas las cosas, de lo que se está hablando es de intentar darle una solución penal a un problema social. Y eso significa fortalecer a la policía (con un lavado de cara o sin él), restringir las libertades individuales y llevar hasta el paroxismo el control social.
-Los que quieren control No es casualidad que los que están detrás de la cruzada por la mano dura, sean los mismos medios que fogonean la criminalización de la protesta.
Son los que quieren invisibilizar la pobreza y la protesta social, apiñarla en cárceles y reformatorios -cuando no fusilarla en la calle- y disfrutar tranquilos de su propia impunidad en medio de una sociedad virtualmente militarizada.
Y, paradojicamente, son también los principales interesados en que no se solucione el problema de la seguridad.
Porque es una hipocresía pensar que encarcelando niños, o aumentando la presencia policial, se puede desarmar la trama del crimen.
Para solucionar ese drama, para vivir en una sociedad donde no tengamos que sufrir asesinatos como el de Axel o el de cualquiera, habría que comenzar atacando el problema desde arriba, desde los jefes.
Es público y notorio que desde principios de la década del 90, el país esta infectado por el lavado del dinero que proviene del narcotráfico, las maniobras financiera, el tráfico de armas y de otros negocios para nada limpios. Negocios que se sumaron tradicionales manejados por la policía -la droga, el juego, la prostitución- y que constituyen la "caja negra" de la política.
¿Por donde habría que empezar entonces?. Pongamos tan sólo un ejemplo para demostrar que a los más peligrosos delincuentes los vemos todos los días.
El narco banquero Raúl Moneta, se volvió recientemente dueño de la mitad de Canal 9 y se sospecha que también de Radio 10 e Infobae. Famoso por sus maniobras financieras durante la década del 90 y por su "misteriosa" fortuna, dueño de una ristra de medios de comunicación, hoy tiene además del 50% del grupo Hadad-según la revista fortuna- el "32% de Amich (el ex CEI), integrado por Cablevisión, Editorial Atlántida, Fibertel y TyC".
Pero quienes lo conocen bien saben que negoció y negocia con dios y el diablo, y que está ligado económicamente incluso a sus propios enemigos, entre los que se cuentan al grupo Clarín y el Manzano-Vila. Alcanza con echar una mirada al complejo mapa de los medios en la Argentina para darse una idea de hasta donde llega esta maraña (1).
Eduardo Anguita, uno de los pocos periodistas que se atrevió a desenredar este complejo entrevero, explica en su libro "Grandes Hermanos", como sólo en el segundo semestre de 1998 los cuatro grupos mas importantes de medios movieron a través de varias maniobras financieras 600 millones de dólares de orígenes no debidamente probados.
En otro libro, títulado "Vale todo", los periodistas Romina Manguel, y Javier Romero reconstruyen a partir de más de 200 testimonios la carrera de Daniel Hadad. Según cuentan los autores, "a partir de la investigación, nos encontramos inmersos en el mundo de la Argentina oscura, lleno de banqueros que lavan plata, personalidades de la Iglesia que lucran con la religión y militares que en lugar de cumplir su tarea reprimen y se enriquecen ilícitamente".
Comencemos entonces por ahí; desarmando a esa verdadera mafia y atacando a la banda policial que arma la caja para los políticos, no sólo se pueden solucionar muchos de los problemas sociales que recorren nuestro país.
También se puede terminar con la distorsión mediatica de la realidad, tan peligrosa en estos días.
-Epílogo: Los desaparecidos de hoy Graciela Peralta vive en una villa, en Ciudad Oculta. Y lo hace sin peros, como la mayoría de los que sobreviven en ese lugar invisible hasta por el nombre.
Marcelo Baez, su hijo de 16 años, fue asesinado por un policía federal que disparó amparado en un uniforme que en ese momento no tendría que haber vestido. Justo Luquet, así se llama el asesino, al momento de fusilar a Marcelo estaba procesado por apremios ilegales y por armar una causa falsa, de esas que en nuestra ciudad se cuentan por cientos.
Graciela no fue a la marcha del jueves; me dijo que no tenía plata para viajar, y que además no sabía con quién dejar a su sobrino.
Para ella, moverse es todo un ritual; habla con otras madres por teléfono, casi en código, y cuando una va a hacer algún trámite o denuncia se reune con todas las demás . "Nos damos fuerzas entre nosotras"; dicen.
Entre ellas juntan monedas, valor y lágrimas para seguir adelante. Las he visto marchar de la mano, abrazarse en la puerta de una comisaría durante un escrache, o planear entre mates dulces la próxima acción, que casi siempre es acompañada por un puñado de iguales. Y de a poquito, todas se van haciendo madre de los hijos de las demás; cuando una tiene que ir a declarar a la justicia, patearle la puerta a algún funcionario sordo o hacer una denuncia, no es extraño que lo haga acompañada de todas sus compañeras.
Hace cuatro días, el asesino de Marcelo fue liberado. Estuvo apenas tres días preso, dos años después de robarse una vida, y sólo fue detenido para declarar.
Todos los testigos y las pruebas señalaban al policía como responsible de asesinar a sangre fría a Marcelo. Incluso el testimonio de su propio compañero de patrulla, que dijo y repitió haber escuchado sólo dos disparos, la misma cantidad de balas que rompieron el cuerpo de ese casi niño que -según el mismo testimonio- "se había caído de la bicicleta y sólo intentaba reincorporarse".
Pero para la justicia fue suficiente que un perito forense justifique la versión del acusado, dos años después, diciendo que la bala disparada desde 50 cm de distancia, y que perforó la sien de Marcelo podría ser la misma que le rozó la espalda.
Ni siquiera las reglas elementales de la gravedad parecen aplicarse en estos casos.
Tampoco las biológicas: Marcelo era un goleador zurdo, que teóricamente empuñaba un arma en la mano derecha, pistola que además -tan bizarra como las balas- se movió sola en la escena del crimen (2) No hubo, ni antes ni ahora, mucho espacio para el caso de Marcelo Baez en los medios. Cuando fue asesinado, un triste recuadro en algunos diarios deía que "Un delincuente de 16 años murió hoy - 4 de Marzo del 2002- al tirotearse con la policía cuando acababa de asaltar un kiosco del barrio porteño de Mataderos, junto a dos cómplices de la misma edad que fueron detenidos, informaron voceros de la fuerza de seguridad".
Un joven invisible, de un barrio invisible, con asesinos que gozan de la protección de sus pares y de la justicia no es funcional a la campaña de los medios. Entonces, simplemente se lo borra.
"Cuando lo mataron a Marcelo sentí que me habían arrancado un pedazo de mi misma", me explicó alguna vez Graciela.
En sus palabras y su andar casi en soledad golpeando puertas cerradas, se nota algo de la historia de las Madres de Plaza de Mayo. Quizás, sobre todo, porque hay algo de la historia de los desaparecidos en las muchas muertes de los muchos Marcelos.
No se inventó todavía otra palabra que pueda definirlo mejor.
Sebastián Hacher (1)Un mapa de medios actualizado se puede consultar en : http://www.diariosobrediarios.com.ar/dsd/asi_construyen/Mapa_medios/
(2)Un informe sobre este caso se puede leer en
http://argentina.indymedia.org/news/2004/03/179742.php