Argentina: La lucha continúa
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A VEINTE AÑOS DEL ROBO DE LOS TRIBUNALES ROSARINOS
Los socios de los desaparecedores
Carlos del Frade
Argenpress.info
El 8 de octubre se cumplen veinte años del robo de los Tribunales
Provinciales de la ciudad de Rosario. De allí se llevaron las identidades
verdaderas de los integrantes del Servicio de Inteligencia del Comando del
Segundo Cuerpo de Ejército que habían participado del terrorismo de estado y más
de cien balances de otras tantas empresas que contribuyeron económicamente al
genocidio en la zona del litoral argentino. El robo se hizo en plena democracia
y a los pocos días de haberse presentado el informe de la Comisión Nacional de
Desaparición de Personas. Hasta el día de la fecha no hubo mayores rastros,
salvo la identidad de los que terminaron siendo socios de los desaparecedores,
los principales responsables de los gobiernos nacional, provincial y municipal
de entonces. Veinte años después cuesta identificar detrás de los macabros
títeres de uniforme a los verdaderos ganadores del genocidio: el poder económico
regional y nacional. Esta es parte de una historia que todavía no se escribió en
su totalidad.
Feced de vacaciones y zona liberada
En 1999, quince años después del robo de 150 expedientes de los tribunales
provinciales que contenían información sobre balances de las empresas vinculadas
con el terrorismo de estado en la región y el registro de las dobles identidades
de los que participaron de la represión, dos testimonios revelan la construcción
de una 'zona liberada' para que se produzca el asalto con total tranquilidad.
La compañera durante 17 años de Agustín Feced, indicó que esa noche estaba
volviendo junto al ex comandante de Gendarmería de una semana de convivencia en
Corrientes. El ex jefe de la policía rosarina durante la dictadura tenía prisión
preventiva rigurosa y no podía circular por ningún lugar del país. Para la mujer
el día 'que se limpiaron los tribunales pudo haber estado gente del Viejo'.
Alfredo Di Pato, único testigo civil del robo, informó que 'días después de la
denuncia' que hizo ante el juez Ernesto Navarro dos hombres le dijeron que 'lo
pensara' por su bien, porque 'en definitiva, todo esto está armado'.
Ambos relatos apuntan la responsabilidad política sobre el entonces ministro de
gobierno, Eduardo Cevallo. La policía no estaba protegiendo la zona de
Tribunales y Feced que, supuestamente debía estar preso, paseaba por la región
como en sus mejores tiempos.
Las vacaciones de Feced
Agustín Feced, ex comandante mayor de Gendarmería Nacional, fue jefe de la
policía rosarina entre el 8 de abril de 1976 y marzo de 1978.
Fue imputado de centenares de desapariciones, no solamente en Rosario, si no en
toda la geografía santafesina.
El 28 de enero de 1984 se presentó ante los tribunales federales para prestar
declaración sobre los cargos recogidos por las denuncias trabajadas por la
Conadep.
Primero fue encerrado en el Hospital Español, después en el Granadero Baigorria
y por último en el edificio de Gendarmería en la Capital Federal. Su estado era
prisión preventiva rigurosa.
'Ese día nosotros estábamos volviendo de una semana que habíamos pasado en
Corrientes. El Viejo estaba muy bien de salud, aunque tenía el espíritu
quebrado', explicó la mujer que compartió 17 años de su vida con el principal
responsable del terrorismo de estado en la zona del Gran Rosario.
Según su testimonio, 'cuando se limpiaron los tribunales seguro que había gente
que trabajó con el Viejo'.
Tenía razón: el responsable de la investigación fue Alberto Gianola, por aquel
entonces subjefe de la policía rosarina, un ex colaborador e integrante de la
patota de Feced ascendido por la administración Vernet - Cevallo.
El ministro de Gobierno provincial ya le había permitido verlo al comandante
cuando estaba prohibido hacerlo en los hospitales Español y Granadero Baigorria.
Hasta el presente, Cevallo nunca aclaró qué tipo de protección le dio al
material secuestrado el viernes 5 de octubre por el juez Fermoselle, por qué no
hubo patrulleros en torno a la zona de tribunales ni qué criterio utilizó para
que Feced recibiera visitas prohibidas y pudiera cruzar las provincias del
Litoral con total impunidad.
'Estaba todo armado'
Faltaban quince minutos para las tres de la mañana del lunes 8 de octubre de
1984. Alfredo Di Pato avanza a bordo de su Fiat por Balcarce entre Montevideo y
Pellegrini. Le llaman la atención tres automóviles estacionados frente a los
tribunales. Un Falcon verde, una camioneta Dodge cremita con cúpula alargada y
un Peugeot negro con dos hombres sentados en la parte posterior y una mujer de
pelo negro lacio adelante. Llega al semáforo de la avenida y decide observar con
el retrovisor.
Un hombre vestido de policía le alcanza un paquete de color anaranjado a otro de
civil, robusto, alto que bajó del Peugeot junto a la mujer. Vuelve la luz roja.
Di Pato no puede esperar más. Ve que el bulto es despositado en la camioneta.
Cuando llega a la esquina de la pizzería 'Splendid', en Pellegrini y 1º de Mayo,
busca al patrullero que estaba allí todas las noches. No encontró a nadie.
Llamó a la policía y colgó. 'Me di cuenta que era una zona liberada. Por eso
hicieron todo con tanta tranquilidad', contó Di Pato quince años después.
El entonces delegado de la vieja Entel decidió declarar lo que vio ante el juez
Ernesto Navarro.
Al poco tiempo dos hombres jóvenes lo cruzaron por la calle: 'Te lo decimos por
tu bien. No hablés más. Pensalo. Si vos sabés, en definitiva, que esto está todo
armado'.
También un taxista se dio vuelta y le increpó: 'Vos fuiste el que declaraste por
el robo de Tribunales'.
Salvo los íntimos, nadie sabía que Di Pato prestó testimonio en la causa. Sin
embargo su cara, sus dichos, eran conocidos en determinados ambientes de la
ciudad.
Nunca más lo molestaron. Tampoco lo volvieron a citar para ampliar su
declaración.
La versión oficial
Era la 1.30 de la madrugada. El agente de policía Juan Aguirre, por aquel
entonces de 22 años, estaba de guardia en los tribunales juntamente al sargento
Demetrio Flores.
Sonó el timbre. Fueron a ver. Dos uniformados, --'con nuestro azul', como diría
Aguirre-- uno de ellos con un cuaderno que ellos identificaron como los que
habitualmente se usaban para llevar citaciones y documentos a los tribunales.
--Traemos unos oficios de la quinta para el juzgado en turno.
El sargento Flores abrió la puerta. En ese momento, el otro exhibió una
metralleta tipo 'pam' (pistola automática mediana).
--Quédense quietos o son boleta.
Les dicen que si llega a haber otro guardia los 'amasijan'. Los tiran al piso,
les vendan los ojos. Suena el teléfono. Del otro lado de la línea piden
información sobre qué juzgado está en turno. Le hacen responder al sargento
Flores.
Los llevaron a una oficina. Les ataron las piernas a la altura de los tobillos y
de las rodillas. Los policías perdieron la noción del tiempo. Alrededor de las
cinco de la mañana llegó el ordenanza, Vittore, inconfundible por su silbido.
Los desató. Después llegó la empleada del registro de inspecciones, Ramona
Mansilla. Lo llamó al comisario Teruel.
'Me manifestó que habían copado el tribunal y que al personal lo habían
encontrado atado en la guardia no presentando lesiones algunas', dijo el oficial
en sus declaraciones.
Lo robado
El doctor Francisco Martínez Fermoselle, cuando le informan de lo sucedido, sabe
que se trata de los documentos secuestrados en los allanamientos realizados en
lo domicilios de Walter Pérez Blanco, en Santiago al 1400, de Eduardo Rebechi,
en Dorrego al 1800 y de Teresa Cobe. El juez declaró que fueron 150 los
expedientes robados y entre cinco o siete televisores que estaban en lo de
Rebechi, como una cantidad de documentos imposibles de determinar.
Por aquellos días, la Asamblea Permanente por los Derechos del Hombres denunció
que 'no ha sido este el primer robo que se concreta, ya habían desaparecido
cuatro bultos de la calle Santiago al 1400, por lo que quiere decir que hay un
comando que aún tiene vigencia y act£a', sostuvieron los representantes del
organismo de derechos humanos.
Indicaron que entre los elementos robados había una 'agenda de tareas con
fotografías con los nombres atrás, nombres de desaparecidos, y nombres de los
agentes de los servicios, como el coronel Andrés Ribechi, Franciso Scilabra como
Federico Silver, Oscar Villegas como Omar Roberto Vidal, Walter Peirano como
Sergio Paz, Walter Roscoe como Ricardo Ríos, Humberto Pasqualis como Juan José
Vasco, Germán Bueno como Germán Benegas, Carlos Vivas como Carlos Vidal, Ovidio
Ju rez, Aldo Scorteche, Omar Sciacia, Alfredo Barrera, Cacho Garella, Ana
Cristeler y Elsa Deliesche, secretaria de Pérez Blanco'.
El expediente
El expediente que reúne las investigaciones iniciadas por el robo concretado en
los tribunales provinciales rosarinos es el 648/84 y comenzó el mismo día del
hecho.
Hasta julio de 1996, tenía cuatro cuerpos y se encontraba en el juzgado de
Instrucción de la 13ª Nominación, a cargo del doctor Barbero.
La causa está caratulada como 'Robo calificado, privación de la libertad y
sustracción de documentos'. El juez original fue el doctor Ernesto Martín
Navarro.
El doctor Francisco Martínez Fermoselle había iniciado, como juez de Instrucción
de la 10ª Nominación, una investigación sobre los implicados civiles durante la
dictadura y que revestían, en la mayoría de los casos, como informantes de los
servicios de inteligencia, fundamentalmente, del Ejército Argentino. En total se
robaron 150 sumarios, varias màquinas fotográficas y otros elementos.
Pero no solamente se robó el edificio de tribunales, sino la casa de Dorrego
1638, donde se habían encontrado agendas con los nombres de colaboradores,
identidades de los servicios civiles y carpetas donde figuraban el cuadro de
situación y otros datos de diferentes empresas vinculadas con la represión.
El encargado de llevar adelante la investigación fue el Inspector Mayor Alberto
Pablo Gianola, uno de los hombres que había pertenecido a la patota de Feced y
que la administración Vernet ascendió a subjefe de la policía rosarina.
Para Manuel Blando, ex presidente de la CONADEP Santa Fe, al recordar aquel robo
dijo que 'daban ganas de llorar. Nadie quiso recuperar esos documentos que
incriminaban a militares, sacerdotes, empresarios y dirigentes políticos. No
hubo voluntad política para nada'.