Argentina: La lucha continúa
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Las presas y presos en Caleta
Voces sin libertad
Después de la feroz represión del fin de semana, lavaca viajó a Caleta como
parte de una delegación de la organización de derechos humanos Alerta Argentina
y entrevistó a las tres mujeres y los tres hombres que contínuan presos. Están
encerrados desde hace más de un mes en los pequeños calabozos de las comisarías
del pueblo. Todos tienen menos de 35 años, varios hijos y varios años de
desocupados. En esta nota, cada uno narra cómo fueron a reclamar sus derechos,
cómo los detuvieron y qué esperan de una justicia que los pretende encerrar
durante 16 años por haber pedido trabajo. Estos son sus rostros y sus voces.
Agencia La Vaca
31 días, 744 horas, 44640 minutos, 2.678.400 segundos. Cuando, el lunes 4 de
octubre, fueron realizadas las entrevistas con Elsa Orozco, Selva Sánchez,
Marcela Constancio, Mauricio Perancho, Hugo Iglesias y Federico Mansilla los
seis cumplían un mes privados de su libertad en tres de las cuatro comisarías de
Caleta Olivia, una localidad que no tiene cárceles ni lugares de detención
especiales para mujeres o para menores.
En voz alta, frente al grabador, cada uno trata de armar el rompecabezas de
estos tiempos que se les hacen interminables: la manifestación, la detención, el
encarcelamiento, la familia y los hijos...
Entre el 19 y el 26 de agosto más 200 manifestantes ocuparon la Municipalidad y
la playa de tanques del consorcio petrolero Terminales Marítimas Patagónicas (TERMAP)
con un único reclamo: trabajo genuino. Las dos protestas se levantaron luego de
un acuerdo con las autoridades, que se comprometieron a crear 250 puestos
laborales, (de 840 pesos más salarios familiares y otros derechos garantizados
por ley) y a implementar un plan de obra pública que incluye la creación de mil
puestos de trabajos por tres años y una inversión de la Provincia de 10 millones
de pesos.
El acta, que nunca se cumplió, lleva seis firmas: las de Constancio, Perancho,
Orozco y Sánchez -los cuatro ahora están presos-; otra corresponde a María Elena
Osses -actualmente procesada-; la última es del intendente Fernando Cotillo, en
libertad.
El juez de Caleta Olivia, Marcelo Bailaque, procesó a 44 personas luego de las
ocupaciones y -una semana después de terminadas las protestas- ordenó la
detención de 21, en una causa que desestimó los testimonios de los implicados
-incluso de los que como Iglesias o Mansilla, que ni siquiera estuvieron en las
ocupaciones- y tomó como pruebas valederas artículos de los diarios Crónica y La
prensa e informes de inteligencia con fotos que no son in situ, sino escaneadas
de otros lados.
Así, dictó la prisión preventiva a los tres hombres y las tres mujeres por su
"rol determinante y de conducción" en los sucesos. Se los acusa, en el dictamen,
de "usurpación, impedimento de funciones publicas, privación ilegítima de la
libertad y entorpecimiento de actividad económica". El 14 de octubre el juez
Bailaque deberá confirmar o revocar la prisión. Si les niega la libertad y se
suman todas las figuras -en lo que los especialistas y los organismos de
derechos humanos consideran un forzamiento inaceptable del Código Penal- los
detenidos pueden llegar a pasar 16 años en prisión.
A los 6 hombres y mujeres presos les cuesta entender esa insensatez que se
empeña en enmarañarles la vida. Se les nota en la cara, en la incredulidad de
ciertos gestos, en los rasgos -mínimos- con que intentan salvar la profunda
ruptura de su cotidianidad. Y también en la convicción, mamada en una Argentina
lejana, de que el trabajo dignifica.
Todos, en algún momento de los quince minutos que duró cada entrevista,
sintieron que se les acababan las palabras. Entonces, callaron y lloraron.
Mujeres y hombres que lloran, como dice Iglesias, "no por debilidad, sino por
impotencia".
Estas son sus voces y sus silencios.
Elsa
Elsa
Orozco tiene 32 años, dos hijos, estudios secundarios completos y una
tecnicatura en Seguridad e Higiene a medio cursar. Es el único sostén de su
hogar y está desocupada desde que la despidieron de la empresa pesquera
Barillari por reclamar condiciones laborales de mínima humanidad. Es la primera
entrevistada de las tres presas mujeres, detenidas en la comisaría cuarta de
Caleta, la misma seccional donde Gabriela Chelme -detenida el sábado 2 de
octubre, luego del desalojo de una segunda toma de Termap- identificó detrás del
mostrador al suboficial ayudante Pablo Méndez como quien "la encapuchó, la
golpeó, la esposó y la amenazó con violarla". Elsa tiene un cigarrillo entre los
dedos, y las manos -que le tiemblan por los nervios- contrastan con su discurso
claro y firme.
La manifestación. " Yo soy una de las personas que está detenida por
manifestar delante del Municipio; peticionábamos trabajo, una fuente laboral
genuina. Estuvimos ocho días frente al Municipio, sin ninguna clase de respuesta
ni de parte del Municipio ni de la Provincia. El mismo intendente nos dijo que
la única forma de conseguir trabajo, hoy por hoy, era que lo dieran las
empresas, que era a quienes nosotros teníamos que peticionar. Y fue lo que
hicimos. Los 250 compañeros que éramos fuimos a Termap y nos instalamos ahí,
pacíficamente, porque en ningún momento hubo ninguna clase de violencia, ninguno
de nosotros rompió nada ni agredió a nadie. Nosotros no nos levantamos contra la
Gendarmería: fuimos acordonados por los gendarmes que impedían pasar alimentos y
abrigos. La gente de Seguridad de Termap nos mojaba con las bombas de agua, y
los 250 manifestantes quedamos empapados, de los pies a la cabeza. Y estuvimos
así hasta el otro día, cuando se les permitió a nuestros familiares y amigos que
nos dieran alguna ropa y bolsas de alimentos. Y fueron ellos los que sufrieron
la mayor represión de la Gendarmería; no fuimos los 250 manifestantes sino un
grupo de personas que se acercó a solidarizarse: las golpearon, las patearon en
el piso, les hicieron de todo, de todo. De ahí en más la represión fue muchísimo
más dura, parecía un batalla campal".
La detención. "A mí me detienen en la calle, el viernes a la noche. Yo
andaba con mis compañeras, con Selva, que también está detenida. Después de las
manifestaciones y la firma del acta de acuerdo, todas nosotras estuvimos una
semana libres, lo cual también es llamativo, porque de última si uno comete un
delito que es de público conocimiento la detención tendría que hacerse en el
momento, en la Municipalidad o en la planta. Pero no. Yo ya había vuelto a mi
casa y estaba a la espera del trabajo, porque según la palabra del intendente
íbamos a empezar a cobrar desde el 1º de septiembre y se nos iba a insertar en
la fuente laboral lo más rápido que se pudiera".
La indagatoria. "El sábado me llevan a declarar y el lunes me citan de nuevo y
me anuncian una nueva causa, también por el reclamo de trabajo genuino, iniciada
por Pedro Ortiz, gerente de la empresa Barillari, por una protesta ocurrida un
año antes. Antes de quedar desocupada yo trabajaba en esa pesquera, que hoy por
hoy tiene 600 personas trabajando en negro y en condiciones infrahumanas. Me
despidieron por peticionar, en esa empresa donde la mayoría éramos mujeres. Yo
he visto cómo hacían trabajar a mujeres con embarazos de ocho o nueve meses, en
cámaras frigoríficas, a seis grados bajo cero, sin que le dieran ni siquiera la
ropa adecuada".
La comisaría. "Es increíble como un gobierno que dice ser democrático ha
llegado a tratarnos como le pasó a tanta gente en aquel tiempo de la última
dictadura militar. Si ustedes hubieran escuchado los gritos que nosotras
escuchamos en la madrugada del domingo cuando trajeron detenidas a nuevas
mujeres, luego de la segunda toma de tanques: compañeras que son madres, que no
tienen para darle un pedazo de pan a sus hijos en sus casas y que eran
insultadas, agredidas, y nosotras que no podíamos hacer nada. Parecería que la
sociedad no termina de darse cuenta de lo que nos está pasando. Nosotras no nos
robamos este país, nosotras pedimos una fuente laboral para criar a nuestros
hijos, para que nuestros hijos a los 11 años no tengan que salir del colegio
porque sus padres no les pueden pagar un estudio, ni siquiera la primaria,
porque no pueden costear los libros, porque no pueden comprar un guardapolvo.
Por eso peleamos nosotras, ¿entienden?"
Los hijos " Mis chicos están con una amiga mía, Laura, que los está
cuidando. Tengo al más chiquito en un estado depresivo. Estaba mal cuando yo
caí, vino a verme, había mejorado, pero de pronto al ver que pasan los días y
que no hay respuesta tiene una actitud mucho más cerrada, llora todo el tiempo.
Por suerte vi ayer a mi otro hijo, el más grande, que tiene 14, y es obvio que
también está mal... Toda la vida hemos estado juntos, y esta es la primera vez
que nos separamos, así que no es fácil ni para ellos, ni para mí …Pero confío en
que todo se termine, pero no sólo por mí, sino por todos los obreros".
Marcela
Marcela Sandra Constancio -32 años, 6 hijos- recibe planes sociales desde hace
siete temporadas y ya no los quiere más: "yo quiero que den trabajo genuino, que
no existan los planes", dice y sabe que, de todas formas, ya no los tiene.
Renunció a ellos cuando firmó el acta de acuerdo que prometía puestos laborales.
Antes de la entrevista, el abogado que defiende a los seis presos, Ramón Amaya,
le avisó que ya pidió que les pusieran un televisor. Ella no ve la tele desde
que la encerraron, pero lleva puesta una remera de Canal 2, la emisora local que
-voluntariamente- puso a disposición de las autoridades las filmaciones, en las
que ahora se basa la justicia para incriminar a los presos.
La manifestación. "Yo tengo un nene que tiene 9 años, con una
discapacidad motriz, y está haciendo integración en una escuela común hace
cuatro años. Todo esto implica unos costos que nosotros no podemos cubrir. Las
cosas están cada vez más caras y tuvimos que dejar de hacerle algunos
tratamientos, porque -además- vivimos lejos del centro. Todos los tratamientos (fonoaudiología,
gimnasia, terapia ocupacional) se los hacíamos en Comodoro Rivadavia porque me
ayudaba mi familia, pero después mis hermanos se fueron quedando sin trabajo.
Además, claro, ellos lo hacían por el sobrino y está todo bien, pero la verdad
es que soy yo la que tengo que poder darle esas cosas al chico. Esto fue lo que
me hizo movilizarme y el hecho de que con los planes nunca voy a poder tener una
jubilación".
La detención. "Me fueron a buscar a mi casa, donde yo estaba sola, con
los chicos. Llegan, no me muestran ninguna orden de detención, quieren a toda
costa que me suba al patrullero. Yo agarré el teléfono y traté de comunicarme
con alguien que me dijera qué tenía que hacer. Llegó entonces mi hermano y
vinieron también mis vecinos, porque la casa se había llenado de policías.
Cuando yo decido venirme a la comisaría, mis vecinos dicen que me van a venir a
acompañar. `Vaya con los chicos, señora, allá le dicen lo que tienen que hacer y
después se vuelven todos a su casa´. Empezamos entonces a subir a una trafic y
ahí se desató el caos: empezaron a pegarle a todo el mundo. Acá en la comisaría
recién me notificaron que tenía que quedar detenida".
La comisaría. "Nosotras estamos en una habitación chica, con mucha
humedad, encima están las calderas, pero se ve que no andan bien, porque
nosotras a veces pedimos que las prendan, y los muchachos que están al lado
dicen que las apaguen, porque ellos se mueren de calor y nosotras estamos
muertas de frío. Los primeros días fueron los peores porque ellos venían de muy
mala manera. Pero después de una denuncia que hicimos, ya el trato cambió,
vienen y, por lo menos, cierran las puertas con más suavidad. Recién hace unos
días que nos dejan salir una hora al patio. Pero ayer no salimos, como había
tanta gente afuera, dijeron que por una cuestión de seguridad no nos dejaban
salir".
Selva
Selva
Sánchez cobra un plan Jefes de Jefas de hogar de 150 pesos y su marido tiene
meses de trabajo temporario, algunos en lo que hace changas y otros en los que
no consigue nada de nada. Ella habla de hambre, pero también de salud y de
educación. Porque tiene 28 años, tres hijos y algo que no le quitaron ni las
miserias económicas ni el encarcelamiento: la dignidad.
La manifestación. "Yo salí a protestar por no poder llegar a pagarles los
estudios a mis hijos, por no poder anotarlos en club porque les faltan las
zapatillas o el buzo o plata para la cuota, por no poder llegar a fin de mes con
el pan en la mesa... La mayoría de las veces terminamos dándole una taza de té
sin leche por comida.
Los chicos míos tienen una enfermedad de la piel y a veces tenemos que decidir
si compramos los medicamentos o les damos de comer".
La detención. "Estaba con Elsa y con otra compañera cuando nos arrestan
en la calle, casi llegando a la comisaría. Nos dicen que estábamos demoradas
pero no nos explican nada. Lo único que hacían era gritarnos y decirnos
barbaridades. Yo les preguntaba:´¿por qué motivo me venís a decir que tengo que
ir a la comisaría?, ¿a dónde decís que estoy demorada? Pero no sabían explicarme
nada. Me respondieron: ' bueno, ahora te van a elevar un acta¨, y yo en ese
momento pensé que en un rato íbamos a volver a casa. Pero cuando la sacan a Elsa
dicen: "no, esta chica va a la cuarta". Es decir, que nos trasladaban a esta
comisaría. Desde el momento en que llegamos acá nos tuvieron horas sin saber por
qué motivo estábamos demoradas. Después de tres horas nos dijeron que estábamos
detenidas e incomunicadas. Yo exigí un abogado y un llamado telefónico, que no
me permitían. Les tuve que decir: ´yo no te hago la ficha si vos no me permitís
llamar a mi marido y decirle que estoy detenida, porque a mis hijos ya van ocho
horas que no los veo, tengo una beba de un año, y no sé cómo están, ni con
quién´. Mi marido se vino a enterar a las diez de la noche que yo estaba
detenida. Vino acá con un tío, les dijeron que yo estaba detenida e
incomunicada, así que lo único que pudieron hacer fue pasarme una manta para
taparme. Y a partir de ahí fue una primera semana horrible, con maltratos,
golpes a la puerta, insultos todo el tiempo, carcajadas... Los policías se reían
y nos gritaban barbaridades, desde el pasillo".
La comisaría. "En las visitas hacen las requisas, sin pudor, no les
importa nada. Incluso a los chicos, los desnudan. Les saca la ropa gente extraña
que no son ni su papá ni su mamá. Yo le dije a mi marido que si para verme le
quieren quitar la ropa a los chicos, prefiero que no vengan. Durante todos estos
años hemos tratado de hacer lo mejor para ellos, de cuidarlos física y
psicológicamente, para que hoy por hoy nos tiren todo por la borda".
Los hijos. "Estoy dándole el pecho a la bebé, me la traen todas las
tardes... Es muy doloroso verla porque por ahí se va llorando, por ahí se va
dormida. Tengo un nene de de 10 años que no quiere venir y cuando lo hace se va
llorando angustiado, quiere que yo me vaya a casa con él o se quiere quedar
conmigo. Y el de 11 está con tratamiento psicológico, muy mal. Dice que vio en
la tele la gente arriba de los tanques y las nuevas detenciones, que él escuchó
que había gente a que la habían golpeado mucho y que la policía le quitaba
cosas... Están al tanto de todo".
Hugo
Mauricio y Hugo
Cuando
Hugo Iglesias supo que se había firmado el acta de acuerdo entre los
manifestantes y las autoridades, creyó que en Caleta Olivia venía un tiempo de
tranquilidad. Y que, como él, otros compañeros empezarían los cursos de
capacitación -pagas por las empresas petroleras -que deben hacer en la
Universidad antes de ingresar a las firmas a trabajar. Con lo que le dieron por
el primer mes de capacitación iba a comprar unos muebles, justo cuando lo
detuvieron. El segundo pago se lo alcanzaron a la comisaría donde está detenido.
Hugo hace esfuerzos y se mentaliza para pensar que por lo menos van a estar
presos un año más, porque cree que fueron tomados como un caso aleccionador.
Pero sigue con ansiedad y esperanza cada movilización que se organiza por los
presos de Caleta. Es que tiene que salir cuanto antes: su nueva hija nace en un
mes.
La manifestación. "Yo no fui parte de los piquetes; sí estaba para
apoyar, llevar cosas, hablar con amigos... Pero no fui parte de la organización.
Por esos días estaba con otros amigos haciendo el curso de capacitación porque,
con un piquete anterior, habíamos conseguido entrar a trabajar en una empresa
petrolera. Me acusan de ser instigador al delito y, según lo que figura en la
causa, me han visto reunirme con los voceros individualmente y después con los
voceros en su conjunto. Dicen que durante el día estaba como un ciudadano común
y a la noche me ponía una capucha y estaba siempre con ellos. En el expediente
hay una foto en la que yo estoy apoyado contra el Concejo Deliberante, que ni
siquiera es la Municipalidad, hablando con una vocera: esa es la prueba que me
incrimina de ser uno de los ideólogos de la protesta".
La detención. "Me agarraron en la calle, yo iba con mi hijo de dos años
al hombro y mi señora embarazada. Pasó un auto, tocó bocina y yo me dí vuelta
porque acá nos conocemos todos. ´Te señalaron', me dijo mi señora. E
inmediatamente me rodeó la policía. Repetían: ´¿cómo te llamás, cómo te llamás?,
no sabían ni quién era. Me dijeron "sacate el pibe de encima", yo les dije que
no me lo sacaba nada y que me dijeran que querían. ' No sabemos, pero te tenemos
que llevar´. Finalmente, vino un oficial, le dí el chico a mi señora, la plata
que había cobrado, mis cosas y le dije "avisá a los compañeros que estoy preso".
Y como todos los voceros estaban reunidos, se fueron juntos hasta la comisaría y
también quedaron presos. Lo mismo Mansilla, que se acercó a ver qué pasaba. Fue
una cacería, y así agarraron a muchos. El que zafaba ese día, zafaba porque al
otro día no hubo más detenciones. A lo mejor si ese día yo no salía a la calle
no me enganchaban, ni estaba preso. Aunque mi señora dice "vos caíste ahora,
pero si no hubieras caído igual", porque sabe que de no haber estado preso yo
hubiera ido a apoyar la segunda toma".
"Nosotros siempre sospechábamos que nos seguían, pero la detención me
sorprendió, bah, no sé si me sorprendió dada mi trayectoria: soy dirigente del
Fos, participé en un conflicto pesquero por trabajo en blanco y en la
recuperación de una fábrica de harina de pescado que después perdimos y yo era
uno de los voceros de esa fábrica. Y es justamente por mis antecedentes que me
llevan".
La comisaría. "A mí me trasladaron en condiciones infrahumanas, yo estuve
12 días en la comisaría primera en un cuarto de 2 x 2, con dos compañeros más, y
dos colchonetas y media. Ahí no nos dejaban salir ni a tomar aire ni a nada, y
la única respiración que había era una mirilla. Al sexto día recién nos dieron
un balde de agua para que nos bañarámos. Eran condiciones como para quebrar a
cualquiera, y encima veíamos que a los presos comunes estaban mucho mejor que
nosotros. No nos dejaban una lapicera para escribir, ni una radio para escuchar
lo que pasaba".
"El día que me trasladaron estaban liberando a otros compañeros. A Carrizo lo
largaron y a mí me dijeron ´agarrá tus cosas que nos vamos' . Pero me trajeron
para acá. En esta comisaría estamos mejor, por lo menos nos dieron hora de
visita, nos dejan la puerta abierta, tenemos ducha, televisión, recibimos
llamadas por teléfono directas. Eso ayuda a que se te haga un poco más
llevadero. Si muchos de los policías nos dijeron que estaban de acuerdo con
nuestra lucha y hasta los hijos de algunos de ellos fueron detenidos luego de la
última represión".
Mauricio
Mauricio Perancho es un artesano de 32 años, que hace trabajos en madera. Tiene
siete hijos, que no lo van a visitar porque creen que él ya salió y anda de
viaje. Comparte la prisión con Iglesias, que trata de darle apoyo, pero a
Perancho el encierro se le está haciendo muy difícil de sostener.
La manifestación. "Dijeron que iba a haber un plan de vivienda, que iban
a dar una solución, por eso fui. Y me acusan de ser el vocero. Pero el vocero no
es más que el que va a hablar porque no van a entrar a las oficinas las
doscientas personas, no es que son los dirigentes. Cuando estamos en la plaza,
se pregunta ahí ´¿quién quiere ser, quién quiere ser?´y se elige "a vos, a vos,
a vos". Lo que pasa es que acá no manda Sergio Acevedo, el gobernador, acá
mandan las petroleras y las petroleras dijeron: ´bueno, basta´, y por eso nos
agarraron a nosotros. Pero, además, el quilombo que se armó ahora es culpa del
gobierno, porque nosotros firmamos un acta donde ellos se comprometían a dar
puestos de trabajo y no cumplieron. Por eso la gente empezó a protestar. Dicen
que el acta no tiene validez, entonces una chica el otro día le preguntó a un
funcionario por radio. ´Ah, entonces los 400 pesos que nos adelantaron -eran
para descontar en los meses siguientes- no los tenemos que devolver´. Entonces
el funcionario se corrigió y dijo que sí tenía validez. Lo que pasa es que ellos
creen que tenemos que agarrar lo que nos tiran, un bolsón de alimentos y listo.
Creen que con un bolsón te compran el voto, y Kirchner lo sabe, porque cuando
estaba perdiendo las elecciones de gobernador mandó tres camiones con heladeras,
televisores y electrodomésticos y si no es así, que lo desmienta… Ellos creían
que iban a parar la protesta social en Caleta con la represión, pero mientras
haya hambre, no lo van a parar".
La detención. "Yo salía de La Anónima con mi señora y llegábamos a la
plaza y pasó el patrullero delante nuestro y en forma de joda, ella me dice `uy,
te van a buscar´. Después me quedé en mi casa y cuando la policía fue a la casa
de Marcela Constancio fui a ver qué pasaba y me metieron de prepo en la Trafic y
luego me bajaron a las piedras, me empezaron a golpear en el piso".
Los hijos. "La familia más jodida es la mía, porque mi mujer no tiene
trabajo. Ella estaba también en el padrón, así que perdió el plan y se quedó sin
nada. A mí me vino a ver un comisario, un subcomisario para ver si los chicos
necesitaban algo. Lo único que necesitan es a su padre en libertad. Yo estuve
cinco días con huelga de hambre, bajé 6 kilos, mandé un hábeas corpus para ver
si me sacaban y nada. Estoy preso yo y está presa mi familia, así que si tiene
que pasarnos algo a los que estamos adentro para que reaccionen, no me
importa... Tengo a mi nena asmática, si le pasa algo, ¿qué hago? Voy a esperar
los quince días que tiene el juez para dictar nuestra excarcelación y si no la
da, ya no me importa nada".
Federico
Cuando
Hugo Iglesias fue trasladado de la comisaría primera a la tercera, Federico
Mansilla se quedó -y se sintió- solo en la más estricta de las cuatro comisarías
de Caleta: sin espacio, sin agua y rodeado de siete presos comunes, con los que
no se habla. En una construcción sórdida, con pasillos, rejas y candados, donde
hasta a las visitas las acompaña un policía si quieren ir al baño. Se supone que
ya está dada la autorización para mudar a Mansilla con sus otros dos compañeros.
Pero la orden aún no se ha efectivizado.
La manifestación. "Yo no participé de esta toma porque nosotros ya
habíamos salido a manifestarnos una vez anterior y habíamos conseguido trabajo.
De hecho estábamos en los cursos de capacitación, previos al ingreso a las
petroleras -íbamos a la Universidad todos los días de 7 a 10 de la mañana-
cuando nos encontramos con la sorpresa de que salieron a cazarnos. Primero lo
agarraron a Hugo y después a mí. Lo que hicimos fue acercarnos a ver qué
necesitaban porque nosotros sabíamos lo que es pasar días de hambres y de
miseria y porque yo tenía mucha gente conocida y demasiado allegada en el grupo
de los manifestantes. Una noche pasé frente a la Municipalidad y veo movimiento
de policías que se acercaban a los manifestantes, pero no con intenciones de ir
a dialogar. Me acerqué entonces y hablé con el subcomisario, y de manera
prepotente me sacó de su lado, tuvimos un pequeño entredicho, y entonces traté
de hablar con el comisario. Y, en ese momento, se llegó a parar un poco la cosa,
porque iba a ser una locura: 300 personas, la mayoría mujeres, y ellos iban
directamente con intención de pegar. Ese es el momento en que me sacaron una
foto frente a la Municipalidad que ahora se usa como prueba en mi contra en la
causa. En tanto, nosotros seguíamos en la nuestra con los cursos y pasábamos de
vez en cuando para ver si necesitaban algo. Una de las veces nos acercamos a la
Municipalidad y vimos que ya no había nadie: habían tomado de la planta. Al día
siguiente, cuando salimos del curso, tomamos la decisión unánime de llevar
alimentos y como vimos que la Policía no dejaba pasarlos, nos acercamos a hablar
para que eso no se convirtiera en un enfrentamiento de pobres contra pobres. Al
intentar llegar fuimos reprimidos por la Gendarmería, nos empezaron a dar palos,
nos dieron mal, a mí me dieron en las costillas, a un compañero le pegaron con
el garrote en la nariz, a otro compañero le pegaron en las manos, y después la
Policía nos salió a dispersar con disparos, nos corrieron por los barrios, y ahí
se llevaron a tres compañeros, largaron a dos y uno quedó hasta la tarde. Luego
hicimos una nueva reunión y pensamos qué hubiese hecho esa gente para con
nosotros: hubiera tratado de romper ese cordón policial y de Gendarmería.
Entonces 300 personas decidimos por unanimidad que íbamos a volver a darles
nuestra ayuda. Yo personalmente hice de intermediario entre la Policía, la
Gendarmería y los que estaban adentro porque la cosa se ponía muy tensa, la
gente de adentro ya no daba para más, estaba demasiado alterada y la misma
Policía y la Gendarmería también estaban muy alteradas, amenazaban y querían ir
al choque directamente. Así que iba de un lado al otro, diciendo lo que pedían.
Eso fue lo que hice".
La detención. "Podría decirse que lo mío fue medio gracioso. Yo estuve
toda la tarde junto con Hugo. Habíamos cobrado, así que cuando salimos del
curso, yo me fui a comprar una zapatillas y Hugo iba a buscar unos muebles. En
un momento me llamó la señora de mi compañero y me dijo: ´mirá Negro, al Hugo lo
vinieron a buscar recién, lo acaban de llevar a la cárcel´ Me fui a verlo y me
metieron acá adentro, me metieron mal, no tenían mi nombre, una dirección que no
me acuerdo cuál era y un documento que no era el mío, no tenían nada. A cada
rato, me preguntaban el nombre otra vez, me pedían el documento, y después me
metieron adentro, me tuvieron incomunicado hasta el sábado que fuimos a
declarar".
La comisaría "Después nos metieron a cuatro en un calabozo, luego a uno
de los chicos le dieron la excarcelación, se fue, y quedamos tres ahí adentro,
en una situación totalmente deprimente con tres colchones en el piso, sin agua.
Si nos queríamos bañar teníamos que lograr conseguir un balde de agua y bañarnos
con él. Una vez discutí con uno de ellos solicitándole agua y me dijo: ´no te
voy a traer nada´. ´Bueno -le contesté- metete el agua en el …" y entonces se
fue en busca de un oficial, que vino haciéndose el matón, volvimos a discutir y
finalmente me trajeron el agua por orden del comisario. Pero después me negaron
las visitas por una semana, así que no fue muy alentador tampoco".
"Ahora estoy en un cuarto con siete personas que tienen antecedentes por robo,
chicos que están en la droga y todo ese tipo de cosas, que lo único que tienen
en la cabeza es salir, volverse a drogar, volver a robar. Y, la verdad, es que
yo no estoy tranquilo. Ni siquiera puedo compartir una charla, porque para ellos
nosotros somos locos porque salimos a buscar trabajo. A mí me gusta leer, me
gusta escribir y no puedo hacer nada, sinceramente cada vez me siento con menos
ánimo. No tengo ningún antecedente penal, jamás cometí ningún ilícito y si salir
a pedir trabajo es ser delincuente, ese sería mi único delito".
Los hijos. "De ven en cuando recibo visita, lo que pasa es que los
horarios de trabajo de mi mujer no coinciden con los horarios de visita. Tengo
una nena de 9 meses, va a cumplir 10 ahora. No quiero ni acordarme porque me
pone re mal todo eso, sinceramente tengo demasiada bronca. Yo sé que quizás
muchos no compartan nuestros métodos, pero nosotros hemos ocupado la planta para
conseguir un trabajo, y cuando lo conseguimos, listo. No hemos matado a nadie,
no le robamos nada a nadie, no hicimos volar la AMIA".