Argentina: La lucha continúa
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Sebastian Hacher
9/01/04
Indymedia Argentina - La Haine
Imágenes de otro lado
Caminan por la selva con bolsas que los triplican en tamaño y peso, con
los pies apenas protegidos por las alpargatas de caucho. Bajan -linterna, dinamita
y coraje- a las profundidades de la tierra para arrancar el mineral casi con
las manos. O arquean la espalda en el campo, arando con un palo, sembrando en
un pedacito de terreno pequeño como esperanza. Y van encorvados, casi partidos,
cargando esas cajas imposibles de imaginar sobre un cuerpo. O le pegan con la
masa a la tierra, y van pasando de mano en mano las rocas que nunca me atreveré
a levantar. Siempre con la boca hinchada, con la madre coca corriendo por las
venas, el consuelo y sustento de los humillados de la tierra.
Pero un día el silencio se rompe. Entonces zumban las balas en las barricadas,
y ellos salen a ponerle el pecho al destino porque entienden que "ahora es cuando".
No sé como lo saben, pero descubren el momento exacto en que la historia -su
historia- les exige la vida y corren dispuestos a entregarla. En Febrero, un
hombre se abalanza contra un pelotón de fusilamiento y le arranca un fusil a
su asesino. En Octubre, una mujer llora sus muertos con un mauser en la mano,
un minero arroja el último cachorro de dinamita y en el último suspiro define
la partida, un campesino sale desde el monte para tirar una piedra contra un
tanque. Y así, de a poquito, van diciendo su verdad, la verdad de los pueblos.
Coincidencia notable
"Somos un pueblo duro, cuando nos decidimos a salir lo hacemos de verdad. Los
Aymara no tenemos miedo o, mejor dicho, no lo entendemos como lo entienden ustedes".
Así nos dijo un dirigente campesino en Warisata en Octubre del 2003, cuando
todavía en las calles se festejaba la renuncia del presidente Gonzalo Sánchez
de Losada.
"Cuando salen, salen. No tienen miedo a nada. Son decididos". Así nos dijo dos
meses después, en Buenos Aires, Yuri Fernández, obrero de Brukman, orgulloso
hijo de Bolivia emigrado a la Argentina.
Historias que vienen
Yuri nació en Soraya, cerca de la frontera entre Bolivia y Chile, pero se
crió en la ciudad de Oruro, donde todavía vive la mayoría de su familia. De
joven soñaba con terminar la universidad y ser maestro como su padre, pero el
destino lo llevó a otra parte.
"Allá estaba mal la situación. -cuenta ahora, a sus 41 años- Yo estaba en la
universidad y no había presupuesto y la cerraron por un año. Eso fue en el 83,
84. Yo empecé a laburar, y ya no pude volver mas. Decía que iba a trabajar un
año y volver, pero me quedé trabajando, tuve mi mujer y después a mis hijos."
Ni siquiera en la industria textil, rubro en el que se hizo oficial, servía
para alimentar a la familia. Así que hizo lo que muchos de sus compatriotas;
se vino, allá por 1992, al paraíso ficticio del 1 a 1 de Menem, que posibilitaba
que trabajando duro y pasando privaciones, su familia pudiera sobrevivir. Traía
un bolso, la soledad de alejarse de la familia y los oficios que había aprendido
de toda la vida.
Al cabo de un año en Argentina, cuando volvió de visita a su país, entendió
que no podía seguir así. "Hay peligro cuando uno está sólo, así que yo mismo
asumía esa responsabilidad. Decía no, tengo a mi familia, a mis hijos, no es
conveniente que siga estando sólo porque me voy a echar a perder: Dije 'me los
llevo'. Y me los traje".
Rebeldes y explotados
Hace casi nueve años que trabaja en Brukman; siete con los patrones y dos
bajo control obrero. Mientras estaban los empresarios, lo hacía en el sector
de pantalones como oficial. Cuando asumió la gestión obrera, bajó al tercer
piso, donde se concentró la producción, y comenzó a practicar, como todos, otros
oficios.
Alguna de sus compañeras nos contó alguna vez que era uno de los mas explotados,
por su condición de boliviano y de rebelde. Como muchos de su pueblo, Yuri vino
a la Argentina trayendo parte de esa tradición que salió de los socavones y
se extendió por todo el altiplano. Esa tradición que de vez en cuando rompe
el silencio y se enfrenta piedra contra tanque, bala contra sueños.
Y si bien no tenía experiencia sindical, al inicio del conflicto tenía algunas
cosas claras. "Yo me conceptúo desde un principio como clasista, que es lo básico.
Yo sabía que diferencia había entre el capitalismo burgués y la clase obrera
proletaria. Allá estuve militando en el MIR de Jaime Paz Zamora, en las marchas,
en la universidad."
Quizás por eso, en Julio del 2001, seis meses antes de la huida de la patronal,
se ocupó el cargo vacante para representar como delegado a sus compañeras.
Un balance
Después vino lo que conocemos todos; la angustia de los primeros meses, la puesta
en producción, los dos primeros intentos de desalojo, la represión de Abril,
la resistencia en la carpa, las discusiones internas, la quiebra, la expropiación
y el reencuentro con una fábrica que vuelve a ser de los trabajadores.
Yuri estuvo en todas. En el último de los desalojos, el 19 de Abril por la noche,
se acercó a la valla custodiada por 700 policías frente a la fábrica para decirle
al comisario que "apaguen las luces de la fábrica. Porque eso lo pagamos nosotros".
Era un momento dramático; llovía, era viernes santo y el desalojo había sido
mas duro que todo intento anterior. Ahora, cuando se acuerda, se ríe. "Menos
mal que me hicieron caso y la apagaron".
Pero a la hora de hacer un balance, se pone serio y explica, con palabras pausadas,
su visión:
"Es mucho lo que pasó. Hay cosas positivas y negativas, pero lo positivo es
la mayor parte. Cuando tomamos la fábrica y la pusimos en la producción, nos
garantizamos los sueldos y tomamos compañeros que habían sido despedidos. Otra
cosa es ese apoyo y solidaridad que tuvimos hasta un momento dado, que fue gracias
al trabajo que hicimos desde la comisión interna. Eso fue un paso importante;
nunca nos encerramos en un círculo, siempre fuimos abiertos. Eso nos dio paso
a seguir sosteniendo el conflicto, a aguantar dos desalojos, a volver a recuperar
la fábrica. Estuvimos en todas las marchas que se hicieron, en la ANT, en el
congreso de los desocupados, apoyamos los conflictos de la fábricas recuperadas,
viajamos a La Plata, a Jujuy, a Córdoba, a Neuquén con los compañeros de Zanon
desde un principio. Eso es lo bueno que se hizo."
Sabe también que el conflicto cambió mucho en los últimos meses, y con sencillez
lo resume en dos frases; "En esta última etapa cambió un montón. Lo que está
pasando es que el conflicto se derechizó con la llegada del Dr. Caro. A través
de eso tuvimos muchas peleas y discusiones. Es un divisionismo notable".
Otro balance
¿Hubo errores? ¿Habría que haber aceptado la cooperativa antes?. Parte de las
discusiones de las que Yuri da cuenta, parten de como se responsa a esa pregunta.
Para muchos -sobre todos los que se alinean tras Luis Caro- el gran error fue
no haber formado la cooperativa desde un principio para lograr la expropiación
antes del desalojo.
Yuri no es de los que opinan así:
"La misma diputada de la comisión de hacienda nos dijo que el año pasado no
se hubiera podido expropiar porque no estaba la quiebra. La expropiación no
salía en el 2002. Ahora dicen que el año pasado nos ofrecieron la cooperativa
y nosotros no aceptamos. Y eso es mentira, es una cosa de ellos. Lo que hacen
en realidad es castigarnos porque peleamos, fueron cosas que en su momento les
molestaron muchísimo al gobierno y al sistema."
La venganza, dice, incluye al artículo 8 de la ley de expropiación, que los
compromete a dejar ser parte de la cooperativa a los que no participaron del
conflicto; los carneros, que incluso presentaron notas a la misma legislatura
para que les paguen la indemnización, o para pedir el desalojo de la planta.
Para Yuri, esta esa fue la última afrenta: "En ninguna de las cooperativas existe
este punto. En la nuestra lo metieron como una forma de castigarnos. Igual no
creo que se animen a anotarse. Muzcat, el abogado, no creo que venga."
El, y algunos de sus compañeros, siguen convencidos de que esta no es la solución
definitiva. "Lo último que nos quedaba era esto, pero no es la solución. Nosotros
necesitamos una solución de fondo, no sólo para Brukman sino para la clase obrera.
Pero al estar en esta situación no nos queda otra alternativa; empezar por la
cooperativa, para que nos de la posibilidad de estar adentro de la fábrica,
y desde ahí seguir peleando por nuestro ideal."
La patria aqui y ahora
"Hoy nos movilizamos acá en Oruro, con los estudiantes, con los mineros y mañana
nos vamos a La Paz, con una columna muy grande". Del otro lado del teléfono,
su hermano lo mantenía al tanto de la situación en Bolivia. Y esta vez, ese
"mañana nos movilizamos", significaba pasar por Patacamaya el 16 de Octubre,
donde tendría lugar el enfrentamiento con el ejército que marcó el fin de Sánchez
de Losada.
Ese día Yuri se terminó de conmover. Desde hacía un tiempo, venía trabajando
en una de las pocas organizadores de la comunidad de bolivianos en Argentina;
La Coordinadora Febrero Boliviano. "Cuando hubo muertos en febrero empezamos
a trabajar. Hacíamos marchas, pero eran chiquitas. Costaba mucho, trabajamos,
trabajamos y con lo que pasó ahora todo el pueblo salió a la calle."
En Octubre, con el comienzo de la crisis y la masacre de El Alto, se sintió
envueltro otra vez en una vorágine. "El sábado ya empezamos a trabajar y ese
fin de semana fuimos a la fiesta de Charrua y salimos en las radios bolivianas.
Con eso, con todo lo que estaba pasando, la gente se calentó. El lunes marchamos
como 2000, que fue de improvisado por lo que había pasado el 11 de Octubre,
y el miércoles ya fue impresionante. Venían de distintas partes de Capital y
del Gran Buenos Aires, en coches, en camiones, en lo que sea. Un paisano de
González Catan me contaba que se habían organizado con el flete de otro paisano,
pero en el momento de venir para la Capital aparecieron miles de vecinos, mucho
que no eran bolivianos. No sabían que hacer porque el flete quedó chiquito".
Cuando habla de Bolivia, se emociona; la última vez que vió su tierra fue en
1997. En estos últimos dos años quería ir, pero el conflicto y la falta de dinero
no lo dejaban.
Ahora, durante la crisis de Octubre, el ir a reencontrarse con su país fue algo
que no lo dejó dormir. Pero esta vez no se trataba simplemente de ir a ver a
la familia que quedó de aquel lado de la frontera.
"Estaba juntando -dice, orgulloso- para el pasaje con otros vecinos. Si no renunciaba,
nos íbamos a ir para allá a pelear ".
Y una realidad
Paradójicamente o no, el que mejor definió que significa Brukman en la Argentina
fue alguien que no tuvo ni tiene nada que ver con el conflicto. El diputado
del semi- oficialista ARI, Luis García Conde, fundamentó su voto a favor de
la expropiación de la fábrica diciendo que la gesta de las costureras "se inscribe
en la historia de las mejores luchas de los trabajadores argentinos, como la
de los anarquistas y socialistas de principios de siglo, como el 17 de Octubre,
como el Cordobazo".
No se trata nada mas de sentar una tradición, sino por sobre todas las cosas
de permitir que más de 50 familias tengan un trabajo digno. Ese es el principal
triunfo de Brukman.
Pero hay otro, quizás mas escondido, que no tenemos que perder de vista: son
experiencias que permiten que tipos como Yuri terminen una entrevista con cuatro
palabras que reflejan su vida cambiada:
"Vale la pena luchar".
Dice, antes de hacer una pausa en el duro oficio de romper silencios.