Argentina: La lucha continúa
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Juan Gelman responde al gobierno uruguayo y relata la búsqueda de
su nuera y su nieta
“Batlle tiene claro
quién asesinó a mi nuera”
Desde México, en un largo diálogo con Página/12, el poeta refuta punto por punto las excusas del gobierno uruguayo. Identifica a quienes opusieron obstáculos a su búsqueda. Detalla todas las responsabilidades del presidente oriental. Y cuenta qué sentiría si encontrara el cuerpo de su nuera desaparecida.
Victoria Ginzberg
Página 12
Los gobiernos de Argentina y Uruguay se intercambian desde hace días declaraciones
cruzadas sobre sus políticas de derechos humanos. El incidente se inició porque
el presidente Néstor Kirchner hizo suyo un pedido del poeta Juan Gelman: recuperar
los restos de su nuera ejecutada en Montevideo en el marco de la Operación Cóndor.
Un reclamo que, como dijo Gelman desde México, obedece al “derecho tal vez más
elemental de cada ser humano, que viene del fondo de los siglos”, el derecho
a una tumba. El poeta explicó a Página/12 cómo el presidente uruguayo Jorge
Batlle utilizó políticamente la búsqueda de su nieta y lo acusó de “omisión”
por no denunciar al asesino de su nuera María Claudia García Irureta Goyena.
También le respondió al ministro de Defensa oriental, quien señaló que no había
indicios suficientes para asegurar que la mujer estuviera sepultada en el Batallón
de Infantería 13. “La prueba está enterrada en el batallón”, afirmó.
–¿Qué opinión le merece el comunicado del gobierno uruguayo? (ver página 2)
–No voy a incurrir en calificaciones, aunque a algunos amigos uruguayos en México
y en el exterior les parece una tomadura de pelo y hasta una guarangada. En
lo que respecta a las presuntas gestiones realizadas por el Uruguay para encontrar
los restos de los uruguayos desaparecidos en Argentina hay un lenguaje indirecto
conducente donde no se registran varios hechos. Por ejemplo, uno que puntualizó
la Cámara Federal de Buenos Aires: que desde el año 1995 se ha encarado sistemática
y pacientemente junto con el Equipo Argentino de Antropología Forense la llamada
Búsqueda de la Verdad, que consiste en la indagación sobre el destino final
de las personas desaparecidas. Aún antes, en 1984 se publicó el Nunca Más con
testimonios de sobrevivientes que denunciaron la presencia de represores uruguayos
en los centros clandestinos Orletti, Pozo de Banfield y Pozo de Quilmes. De
manera que cuando el presidente uruguayo dice que no tiene información alguna
sobre ninguna de las personas que desaparecieron en Argentina ni cómo, ni cuándo
ni de qué manera, está diciendo algo que no se condice con los hechos. Parece
que el doctor Batlle o quien hizo este comunicado tampoco tiene en cuenta lo
que dice el informe final de la (uruguaya) Comisión para la Paz. Batlle por
decreto decidió que ese informe se convierta en la posición oficial del gobierno
uruguayo respecto de los desaparecidos. Ese informe dice que “una vez recopilada
la información de carácter nacional, la comisión se dedicó a recabar información
homóloga de la República Argentina en cuya jurisdicción territorial se registra
el mayor número de desapariciones forzadas de ciudadanos uruguayos. A tales
efectos se ha contado con cooperación de la Secretaría de Derechos Humanos de
la Nación argentina en cuyo ámbito obran los archivos de la Conadep, con el
invalorable auxilio del Equipo Argentino de Antropología Forense, que le permitió
concretar diversos hallazgos en el vecino país, y el respaldo de la Cámara de
Apelaciones que dictó las rectificaciones de partidas y autorizó la exhumación
y repatriación de restos en aquellos casos en que eso resultó posible”.
–Pareciera que Batlle no leyó ese informe.
–Parece que no. Pero eso sigue, “la Comisión ha contado también con la valiosa
contribución de Abuelas de Plaza de Mayo y de la Fundación Comisión Católica
Argentina de Migraciones”. El señor (Carlos) Ramela, que se ha ocupado tanto
de insultar al presidente argentino, olvida que en el año 2001 él estaba agradecidísimo
por las contribuciones argentinas.
–El comunicado señala que Batlle hizo una “investigación propia” que permitió
ubicar a su nieta. ¿Cuál fue el verdadero rol del presidente uruguayo en esa
búsqueda?
–Esa investigación la iniciamos mi mujer, Mara La Madrid, que no es la madre
de mis hijos, y yo en el año 1998, cuando tuvimos la llamada pistauruguaya.
Sin saber dónde estaba mi nieta, ni si era nieta o nieto, inicié una polémica
pública con (el entonces presidente uruguayo Julio María) Sanguinetti. Hubo
una campaña internacional que permitió lo que esperábamos. No que Sanguinetti
investigara y nos dijera, sino que alguien de la sociedad civil uruguaya, leyendo
eso, conectara algo que a lo mejor vio y no tuvo explicación con esta búsqueda
nuestra. Esto ocurrió. A fines de noviembre (de 1999) nos llamó una vecina de
la gente que se quedó con mi nieta y la anotó como propia para darnos elementos
que confirmaban nuestra investigación. A fines de noviembre teníamos la certeza
en 99 por ciento de quién era la hija de María Claudia. En el ínterin, el director
del diario La República puso a nuestra disposición un equipo para hacer una
investigación paralela que llegó a la misma conclusión a principios de enero
del año 2000. Cuando nosotros tuvimos esa casi certeza, porque faltaba el ADN,
pedimos a un intermediario que se comunicara con la señora –porque el señor
había muerto– que había criado a mi nieta para decirle cómo eran las cosas.
Esta señora tuvo un gesto: quince días después le dijo a mi nieta que no era
hija de ellos y que muy probablemente fuera mi nieta. Ella tuvo una actitud
muy valiente, se comunicó con el intermediario, a través de él nos comunicamos
y quedamos en conocernos a fines de marzo en Montevideo, a donde fuimos con
Mara con el pretexto de un homenaje literario que se me hacía.
–Pero en Uruguay lo estaba esperando Batlle.
–Cuando llegamos al aeropuerto estaban mi abogado de entonces, Gonzalo Fernández,
y Eduardo Galeano para decirme que Batlle quería que fuéramos inmediatamente
a la residencia presidencial. Yo me negué porque antes quería hablar con mi
nieta, a quien ni siquiera conocía. Nos reunimos en la casa de Galeano y Ramela
llamaba cada media hora de parte de Batlle diciendo, por ejemplo: “Bueno Gelman,
¿lo va a ver al Presidente o no?”. A la mañana siguiente nos reunimos por primera
vez con mi nieta, nos conocimos, le dije que Batlle quería hacer público ese
hecho y le pregunté si estaba de acuerdo. Me dijo que sí y entonces le contesté
al presidente que ese mismo día nos reuníamos. Fue una reunión interesante,
porque cuando me dijo que estaba dispuesto a ayudarme en todo lo que yo quisiera,
le dije que lo único que quería era encontrar los restos de mi nuera.
–¿Qué dijo él en ese momento?
–Pegó un respingo. Dijo ¿cómo hacerlo? Y Mara le dijo, “pregunte a los militares
uruguayos”. El le dijo “¿pero usted qué quiere, que los cuelgue de los pulgares
para sacarles información?”.
–¿Hubo una utilización política de Batlle de la búsqueda de su nieta?
–El nos dijo que a principios de marzo –esto era el 30, 31– un amigo le contó
que nosotros habíamos encontrado a mi nieta y que entonces ordenó una investigación
al jefe de la Casa Militar que corroboró lo que nosotros habíamos descubierto.
El temía que yo lo hiciera público, cosa que no era nuestro propósito. Fuimos
a Montevideo lo más clandestinamente posible porque imaginábamos el trauma que
a una muchacha de 23 años le puede producir esta historia, este cambio de identidad,
de filiación, de familia. Creo que Batlle tenía miedo del papelón que pasó Sanguinetti
diciendo que en Uruguay nunca había nacido un niño en cautiverio y nunca había
desaparecido un niño. El inauguraba su período. Sí, creo que él hizo una utilización
política de todo esto. De todos modos de esa utilización yo rescato dos cosas
positivas: la primera es el reconocimiento oficial de que había traslados de
Argentina a Uruguay y viceversa; y la otra, la implícita, de que el Plan Cóndor
funcionó y que había militares y policías uruguayos que participaron en la represión
en Argentina, cosa que el gobierno uruguayo siempre había negado. Pero quiero
señalar que el Gobierno recabó la información tres meses después de que nosotros
supiéramos y porque hubo un uso político.
–¿También hubo una investigación paralela sobre el lugar donde estaría enterrada
María Claudia?
–El primer dato lo dio el diario La República. El segundo lo dio el propio Batlle.
El senador Rafael Michelini declaró que en una reunión que mantuvo con Batlle
en junio del año 2000, hace más de tres años y medio, Batlle le dio el nombre
del asesino de mi nuera: el capitán de la policía militarizada de Uruguay Ricardo
Medina. Esto trascendió a la prensa y ni Batlle ni Medina lo desmintieron. Otro
dato lo recibí de mi abogado, quien era una especie de intermediario con Batlle.
En una comunicación de Fernández conmigo del 5 de junio del año 2000 él me reitera
que Batlle dice que Ricardo Medina se encargó de ejecutar a María Claudia, que
“tiene una ubicación muy precisa de los restos” (el Batallón 13 de Infantería
de Montevideo) y que Batlle va a pedir que se rescaten los restos y se los entreguen
en un ataúd para los estudios del caso.
–¿Por qué retrocedió?
–Seguramente no por una situación de golpe de Estado en Uruguay. Eso ha quedado
realmente muy atrás. ¿Se trataría de compromisos políticos o de otro tipo contraídos
anteriormente que le impiden hablar? Porque aquí hay algo grave: si un magistrado
está enterado del asesinato de alguien y sabe quién lo asesinó, tiene que denunciarlo
de oficio ante la Justicia. Mucho más alguien que como Batlle es el primer magistrado
de la Nación. No lo hizo. Incurrió en un delito de omisión. ¿El cambio se habría
producido por presiones de su propio partido, por ejemplo de Sanguinetti, que
es el más perjudicado en esta historia?
–¿Es una pregunta o una afirmación?
–Es una pregunta que me hago. Pero yo afirmo: Sanguinetti es el más perjudicado
con esta historia. Porque el señor que se quedó con mi nieta era de su entorno,
fue nombrado jefe policial por él cuando asumió la presidencia, era un amigo.
Además, la posición oficial del gobierno uruguayo es que no hubo ejecuciones.
La Comisión para la Paz dice que los desaparecidos “fallecieron” en la mesa
de torturas. El caso de mi nuera prueba fehacientemente que sí hubo ejecuciones.
Porque sabemos que se le robó la beba a principios de enero (de 1977), se la
dejó a quienes después fungieron como padres y a ella se la ejecutó en Uruguay.
–El gobierno uruguayo dice en su comunicado que es su “voluntad proseguir las
investigaciones de los casos pendientes”. Eso es contradictorio con la actitud
de Batlle. También dice que no se pueden confirmar plenamente las circunstancias
de la muerte de María Claudia cuando es el presidente quien lo tiene confirmado.
–Yo puedo mencionar una lista de las cosas que no hizo Batlle. ¿Ordenó al teniente
coronel Nino Gavazzo, jefe de las tropas uruguayas en Orletti, que contara lo
que sabía sobre el traslado de María Claudia a Montevideo? No. ¿Ordenó al capitán
(José Ricardo) Arab y al coronel (Manuel) Cordero, a quienes les entregaron
a mi nuera para su traslado a Montevideo, que contaran lo que sabían? No. Batlle
es el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y tiene medios coercitivos para
conseguir esa confesión o relato, medios que no contó la Comisión para la Paz,
a la que mintieron en gran escala los represores entrevistados.
–Además la Justicia argentina pidió la citación de esos militares...
–A eso voy. ¿Batlle ordenó al coronel (Juan Antonio) Rodríguez Buratti y nuevamente
al capitán Arab que en el mes de diciembre de 1976 sacaron del centro clandestino
de detención en Montevideo a mi nuera con su beba en una canastita que contaran
lo que sabían? No. ¿Ordenó al coronel (Jorge) Silveira y al capitán de policía
Medina, que dejaron la canasta con la beba en el umbral del alto funcionario
de policía, que contaran lo que sabían? No. ¿Batlle ordenó al capitán de policía
Medina, el asesino de mi nuera según él mismo le dijo a Michelini, que contara
lo que sabía? No lo hizo. ¿Denunció de oficio a Medina ante la Justicia? No.
¿Ordenó que se excavara la zona del batallón de Infantería 13? No. ¿Permitió
la extradición de los militares uruguayos que dos veces pidió la Justicia argentina?
No. ¿Permitió que en la denuncia penal que hice en Montevideo declararan los
militares uruguayos mencionados? No. Cerró el caso aduciendo que este aberrante
delito común estaba protegido por la Ley de Caducidad. Se trata de María Claudia,
argentina, que nada tuvo que ver con la política uruguaya. Eso lo dijo sin leer
el expediente pocos días después de prometerle a Kirchner que llevaría las cosas
hasta el final. Finalmente no investigó en el seno de sus propias Fuerzas Armadas
no sólo el caso de María Claudia sino el de los 80 uruguayos desaparecidos que
mencionó –aunque son 152–, dado que esos militares y policías uruguayos tuvieron
una activa participación en el secuestro, tortura y desaparición de esos exiliados
en nuestro país. Yamandú Fau, un ex izquierdista hoy ministro de Defensa de
Batlle empeñado en garantizar la impunidad, dijo que no hay pruebas que determinen
la validez, la seriedad o la procedencia del planteo de que María Claudia pueda
estar enterrada en la dependencia del Batallón 13. Quiero decir que hay suficiente
información calificada que indica que ahí fue sepultada, si después la movieron,
seguramente habrá huellas. Pero la prueba está enterrada en el Batallón 13 de
Montevideo, ahí es donde la tiene que buscar Fau.
–¿Qué significa el caso de María Claudia para Uruguay? ¿Batlle tiene miedo de
que luego se reabran otras investigaciones?
–Creo que en ese sentido respondió el senador Michelini cuando dijo que en el
Batallón 13 no sólo fue sepultada mi nuera sino también otros uruguayos ejecutados
y desaparecidos. Según los organismos de derechos humanos uruguayos hay varios
cementerios clandestinos en distintos cuarteles. De manera que ése puede ser
un temor. Porque además, como me dijo un amigo uruguayo, “tirando de un hilo
se deshace la trama”.
–¿Podría anularse la Ley de Caducidad?
–Aparentemente no hay voluntad política en ningún sector. Pero aunque esta ley
descarta la posibilidad de castigo, no cierra la posibilidad de información.
Según Batlle, no hay posibilidad de castigo, pero el derecho a la información
sigue en pie y yo voy a apelar esa decisión ante la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos.
–Si llegara a recuperar el cuerpo de María Claudia, ¿cómo se imagina el día
después?, ¿que les va a pasar a ustedes?
–Puedo decir lo que me va a pasar a mí. Yo tuve la experiencia con los restos
de mi hijo. La desaparición –esa palabra corta que encubre cuatro conceptos:
secuestro, tortura, asesinato y desaparición del cadáver– es una segunda muerte.
El hecho de haber encontrado los restos de mi hijo y de haberlos podido enterrar
cerca de donde descansan mis padres me trajo un cierto alivio. El dolor no desapareció
pero se mitigó, puedo vivir mejor con él porque sé que hay un lugar donde está
su memoria. Es, además, la reinstalación de alguien no sólo en su propia historia
sino en la historia de la civilización, en la historia de nuestra cultura. Es
imposible que alguien desaparezca. El derecho a una tumba es el derecho tal
vez más elemental de cada ser humano que viene del fondo de los siglos. La crueldad
de mantener a los familiares a oscuras –y que eso alimente a veces ciertas esperanzas–
me parece una continuación terrible de la represión misma.