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12 de julio del 2002
Una mejor manera de dar de comer al hambriento
Frances Moore Lappé y Anna Lappé
ZNet en español
Bill Gates cree haber tenido una idea brillante, la de enriquecer los
alimentos para luchar contra la desnutrición en el mundo.
El plan, subvencionado con cincuenta millones de dólares de la Fundación
Gates, abre en parte el camino para que Procter & Gamble, Kraft (filial
de Phillip Morris) y otras compañías fabriquen alimentos procesados,
enriquecidos con hierro y vitaminas, y facilita su introducción posterior
en los mercados del Tercer Mundo.
Gates parece considerar que no hay tiempo para ocuparse de las complejas raíces
sociales y económicas de la desnutrición, pero al optar por una
intervención técnica como ésta, que actúa de arriba
abajo con un único objetivo, podría terminar perjudicando a la
gente que pretende ayudar.
Su estrategia hace caso omiso de una cruda realidad: muchos, si no todos los
hambrientos de la tierra, son campesinos que sobreviven alimentándose
de lo que cosechan y vendiendo el resto. La ayuda a proveedores extranjeros
para que se introduzcan en tales mercados únicamente logrará destruir
su medio de vida. Por ejemplo, las cooperativas lecheras de la India -muchas
de ellas administradas por mujeres pobres- tendrán enormes dificultades
para contrarrestar el poder mercantil de Kraft.
El plan de Gates también perjudicará a los pobres si logra imponer
el gusto por los alimentos procesados, que suelen contener grasas, azúcar
y sal y que al mismo tiempo eliminan las fibras y los micronutrientes. Esta
preferencia dietética contribuye ya a la diseminación de enfermedades
que aquejan en la actualidad al mundo industrializado. La obesidad y las enfermedades
relacionadas con la dieta, tales como la diabetes, la enfermedad cardiaca coronaria
y el cáncer se están convirtiendo en un problema global. En el
Tercer Mundo, los insuficientes presupuestos de cuidados sanitarios están
siendo desviados para contrarrestar dichas dolencias, lo cual relega a segundo
plano el tratamiento de las enfermedades mortales infecciosas.
El hecho de favorecer la introducción en estos mercados de las compañías
multinacionales procesadoras de alimentos terminará asimismo por crear
una relación de dependencia de los consumidores hacia los proveedores
extranjeros para el suministro de productos esenciales. No olvidemos que los
intereses de las corporaciones como Kraft o Procter & Gamble, por mucho
que participen en el plan benéfico de Gates, son muy diferentes de los
de las poblaciones aquejadas por la hambruna. Por principio, consisten en obtener
los mayores beneficios destinados a sus accionistas -que son extranjeros-, no
en buscar el bienestar de las poblaciones locales y, desde luego, menos aún
el de los sectores que pasan hambre, demasiado pobres para que sus necesidades
tengan peso alguno en el mercado.
Incluso el aspecto del plan de Gates que pretende enriquecer el grano (en principio
cultivado localmente) elude las lecciones fundamentales ya aprendidas desde
que la primera Conferencia sobre la Alimentación en el Mundo, celebrada
en Roma, declaró hace casi tres décadas la guerra al hambre global.
En aquel entonces, muchos estaban aún convencidos de que el hambre se
podía resolver con simples métodos de producción masiva.
Tras varias décadas de soluciones tecnológicas fallidas, surge
ahora una nueva manera de ver las cosas.
Hace poco hemos viajado por cinco continentes, en donde fuimos testigos de un
alentador repertorio de iniciativas locales que buscan resolver las complejas
e imbricadas raíces de la desnutrición. No se trata de soluciones
descabelladas y, además, funcionan.
La ciudad de Belo Horizonte -la cuarta más importante de Brasil- decretó
en 1993 que la alimentación es un derecho de sus ciudadanos. Este sencillo
cambio de orientación - que va más allá de las donaciones
caritativas y de la tiranía del mercado- dio lugar a docenas de innovaciones:
la municipalidad puso parcelas de terreno a la disposición de los campesinos
que practican la agricultura biológica, a condición de que mantengan
sus precios al alcance de los más necesitados; estableció puntos
de venta, con los precios más bajos, de más de cuarenta clases
de alimentos; mejoró el valor nutritivo de las comidas escolares al reemplazar
los alimentos procesados por alimentos biológicos locales. Las autoridades
municipales tratan también de inmunizar a los ciudadanos que se establecen
en la ciudad contra la publicidad alimentaria de las corporaciones multinacionales
(entre las cuales probablemente se encuentran las compañías que
se han unido a Gates), educándolos en la conveniencia de conservar sus
sanas dietas de alimentos completos, cultivados en el campo.
Al otro lado del globo, en Kenia, las mujeres del Green Belt Movement, un grupo
que lucha contra la desertificación y que ya ha plantado más de
veinte millones de árboles, han empezado a exigir que se practique una
agricultura diversificada y tradicional y están creando granjas biológicas
donde plantan precisamente las frutas y las verduras ricas en los nutrientes
que el plan de Gates pretende añadir.
Un prometedor movimiento internacional a favor del 'comercio justo' está
tratando de oponerse a los obstáculos que dan lugar a la desnutrición
de las poblaciones. Transfair USA, con sede en Oakland, se ocupa ahora de certificar
los productos del Tercer Mundo, entre ellos el café, para que puedan
introducirse en el mercado con facilidad, lo cual está ayudando a que
algunas de las personas más pobres del mundo puedan ganarse la vida.
En cada continente están surgiendo miles de esfuerzos innovadores similares,
muchos de ellos organizados por los propios ciudadanos. Tienen éxito
porque combaten la auténtica causa de la desnutrición -la concentración
del poder económico y político, que impide que la gente se ocupe
de sus propios intereses- y favorecen la emergencia de economías vibrantes
y sostenibles, basadas en las necesidades locales.
Sólo nos queda imaginar lo que podría suceder si Bill Gates, en
vez de enriquecer los alimentos producidos por las compañías multinacionales,
utilizase sus cincuenta millones de dólares para subvencionar esfuerzos
como éstos, haciendo que prosperen y se multipliquen. Dado que las insuficiencias
nutritivas están arruinando las vidas de dos mil millones de personas,
no podemos permitirnos este tipo de estrategias, que además de no ayudar,
hacen daño.
7 de junio de 2002
Frances Moore Lappé y Anna Lappé son los autores de Hope's Edge:
The Next Diet for a Small Planet (http://www.dietforasmallplanet.com/).
Título original: A Better Way to Feed the Hungry
Origen: ZNet
Traducido por Manuel Talens; revisado por Germán Leyens
Link: http://www.zmag.org/content/Economy/lappefeed.cfm