16 de diciembre del 2002
Prestige, economía, medioambiente y guerra
Mikel Noval
Gara
La tragedia del Prestige no es una catástrofe producida por una fuerza de la naturaleza. Al contrario, es consecuencia de la acción humana y empresarial basada en el actual sistema neoliberal. La globalización que vivimos se basa en la maximización de los beneficios de las empresas. Ello se traduce en este caso en que:
El transporte del fuel se haga de la forma más barata posible. Para ello la vida de los petroleros se alarga durante muchos años, o las medidas de seguridad que inciden en un mayor coste, como el doble casco, no son de obligado cumplimiento.
La filosofía de la reducción del sector público al mínimo deja sin posibilidad de respuesta. Las políticas económicas restrictivas aplicadas en los últimos años se han basado en una disminución del peso del sector público en la economía. A la vez que se ha optado por el superávit presupuestario, los gobiernos carecen de medios suficientes y adecuados para afrontar situaciones como la provocada por el Prestige. Es una de las consecuencias de estas políticas neoliberales.
La utilización permisiva de los paraísos fiscales. Las empresas propietarias de los barcos o de la carga tienen, en muchas ocasiones, su domicilio fiscal en paraísos fiscales, lo que hace que esta actividad, que mueve tanto dinero en el mundo, esté exenta de impuestos. La de los paraísos fiscales es una situación conocida y permitida por los gobiernos de los países más ricos, contra la que no hay voluntad política de actuar.
La regulación internacional es mínima y está totalmente desfasada. Se produce la paradoja de que no existen reglas de obligado cumplimiento que sean mínimamente eficaces. Cuando se trata de regular los derechos de las empresas o del capital, esta regulación se aprueba, pero cuando, como es el caso, se deberían exigir medidas internacionales de seguridad, de reglamentación de transporte, etc., éstas brillan por su ausencia. Esto da lugar a la utilización de las banderas de conveniencia, conveniencia que es para las empresas, y que se convierte en un problema para los trabajadores y para el medioambiente. La globalización de los derechos humanos, sociales y medioambientales está por hacer, y ello es una opción que también han tomado los gobiernos.
La Unión Europea. Pero los intereses que están tras las empresas petroleras condicionan también la geopolítica y el medioambiente.
Respecto a la geopolítica, basta citar algunos ejemplos. Tomemos el caso de Afganistán. Tras el 11-S, el Gobierno de EE.UU decide la guerra en ese país. Asimismo, designó a Hamid Karzai presidente interino de Afganistán. ¿Quién era Karzai? Karzai y Zalmay Khalilzad (éste representante personal de Bush en Kabul) son dos ex consultores del gigante petrolero estadounidense Unocal. Ambos se significaron en su día por proponer como socio de Unocal al régimen talibán a la hora de desarrollar el proyecto del gasoducto transafgano. No dudamos que ahora Karzai pretenderá hacer lo mismo, aunque con más eficacia. Es un ejemplo de cómo se ponen los gobiernos al servicio de determinados intereses, no dudando de utilizar la guerra para ello.
Otro ejemplo que está en todos los medios de comunicación es el caso de Irak. La causa de la guerra en esa parte del mundo no parece radicar en que Sadam Hussein sea malo y su gobierno disponga de armas muy peligrosas. Si así fuese, habría que bombardear muchos países, algunos de los cuales son los que más empeño están poniendo en hacer la guerra en Irak. Para mucha gente la causa radica en que Irak es el segundo país del mundo en volumen de reservas de petróleo, y eso es lo que quiere controlar el Gobierno de Bush. Como se ve, la denominada guerra contra el terrorismo internacional esconde también unos intereses económicos muy claros.
Los vertidos del Prestige van a tener una repercusión nefasta en el medioambiente. A nuestro juicio, ésta es una vertiente muy poco tratada (se da mucha importancia, y la tiene, a las repercusiones económicas, pero las consecuencias medioambientales no se tratan al mismo nivel).
Llama la atención que las consecuencias tan enormes producidas por la actuación de empresas privadas deban ser asumidas por el conjunto de la sociedad. Es un buen negocio empresarial. Si alguien se carga el Cantábrico, serán los gobiernos quienes deban asumir la limpieza, y la sociedad en su conjunto quien sufrirá el deterioro de las aguas y de las costas. Esto es también parte del neoliberalismo.
Por último, una reflexión sobre el tipo de energías que utilizamos. El caso del Prestige es un buen ejemplo de cómo la utilización de energías no renovables tiene consecuencias añadidas (económicas, medioambientales, guerras, etc.). La potenciación de las energías renovables es la opción por un modelo de vida más humano. Un sistema de energías renovables que sea autosuficiente para cada entorno, refuerza además la soberanía de los pueblos (soberanía para elegir sus propias políticas en todos los campos). Justo lo contrario a la imposición de políticas en la que se basan las instituciones internacionales actuales (FMI, BM, OMC...). -
Mikel Noval - Miembro de la Comisión Ejecutiva de ELA