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13 de marzo del 2002
Hallará Cheney oposición árabe a planes
de guerra de EU contra Irak
Robert Fisk
The Independent
El vicepresidente estadunidense Dick Cheney se dirigía la noche
del martes hacia un Medio Oriente que tiene más interés por el
conflicto entre palestinos e israelíes que por los planes guerreros de
Washington contra Irak.
Puede que el presidente Bush crea que Irak forma parte del "eje del mal", pero
a juzgar por las reacciones mostradas el lunes por los dirigentes árabes,
no hay probabilidades de que se integre una coalición contra Saddam Hussein
como la que Bush padre impulsó hace 12 años.
La mayoría de los árabes preferirían que Cheney abordara
el conflicto árabe-israelí y que el ineficaz enviado del presidente
estadunidense, el general Anthony Zinni, consumiera sus energías promoviendo
una guerra que nadie desea.
Turquía fue de las primeras naciones en advertir sobre los efectos de
un ataque a Irak. Bulent Ecevit, primer ministro turco, habló de los
"equilibrios muy delicados" de la economía del país, la cual resultaría
muy afectada por una guerra con Irak. "Si bien el tema iraquí gravita
sobre nosotros como una pesadilla, no podemos esperar que fluya mucha inversión
hacia Turquía".
Jordania fue mucho más clara en sus comentarios. El rey Abdullah, cuyo
padre el rey Hussein fue forzado por la opinión pública a mantenerse
fuera de la coalición antiraquí, expresó que una guerra
contra Saddam Hussein tendría un "efecto catastrófico" sobre Medio
Oriente y aseguró que "golpear a Irak representaría una catástrofe
para ese país, y amenaza la seguridad y estabilidad de la región".
Los sauditas no se muestran más entusiasmados, e incluso Kuwait, que
fue rescatado por el ejército de Bush padre en 1991, tiene serias reservas.
La mayoría de las naciones del Medio Oriente se opusieron al bombardeo
de Afganistán pero insistieron en que, aun si los estadunidenses derribaban
al régimen talibán, un asalto sobre Irak enfrentaría hostilidad
árabe.
En privado, por supuesto, los dirigentes pro occidentales del mundo árabe
abrigan seria preocupación por la teoría de Bush del "cambio de
régimen", porque si se ayudara a los iraquíes a deponer a su gobierno
dictatorial, ¿qué ocurriría si los egipcios o saudiárabes
también decidieran tener su propio "cambio de régimen? Se sabe
que el presidente Hosni Mubarak, por ejemplo, teme las consecuencias de un ataque
a Irak.
Los egipcios, que no se irritan con facilidad y que permanecieron prácticamente
en silencio durante el bombardeo de Afganistán, posiblemente no puedan
digerir al mismo tiempo una guerra estadunidense contra Irak y el sanguinario
intento del úni-co aliado verdadero de Washington en la región
por suprimir la intifada palestina.
Los sauditas, que lanzaron un extraño "plan de paz" este mes, cortesía
del príncipe Abdullah y Tom Friedman, del New York Times -los periodistas
libaneses sospechan que el que lo soñó fue el consejero personal
del príncipe, Adel al Jubair-, no querrán que aviones estadunidenses
despeguen de bases situadas en el país que alberga los templos más
sagrados del Islam para bombardear Irak.
Sin embargo, así ocurrió en 1991 y es posible, pero muy poco probable,
que cierren los ojos si esa operación no se prolonga mucho tiempo.
Por lo tanto, la misión de Cheney en Medio Oriente parece más
un síntoma de la miopía de Washington que una estrategia a largo
plazo. "Los estadunidenses ya se traen una guerra entre manos por aquí",
señaló un comentarista libanés. "¿Para qué quieren
otra?"
No es que los árabes sientan simpatía por Saddam Hussein. Saben
que es un cruel dictador. Pero al escuchar al primer ministro británico,
Tony Blair, recordar al mundo por enésima vez que Saddam Hussein em-pleó
armas químicas "contra su propio pueblo", sólo viene a su memoria
que Saddam también utilizó armas químicas -en cantidades
mucho mayores- contra Irán cuando Occidente respaldaba con entusiasmo
la agresión iraquí a la república islámica.
En términos simples, los árabes no quieren que los estadunidenses
preparen una nueva guerra contra ellos; quieren que Washington revise toda su
política hacia Medio Oriente. Quieren que Cheney alce la vista sobre
su hombro para darse cuenta del baño de sangre en Israel y "Palestina".
Y eso es lo que le dirán en forma cortés en Ammán, en Riad
y en Kuwait. Sólo en Israel, cuyo primer ministro cree que emprende una
"guerra contra el terror", escuchará lo que quiere oír. ¿Será
suficiente?
Traducción para La Jornada: Jorge Anaya