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14 de marzo del 2002
Resolución amañada de la ONU
Robert Fisk
The Independent
Vuelve a ser la famosa "visión". Cuando el presidente Bush deseaba
apoyo árabe para su bombardeo de Afganistán, anunció de
pronto que tenía la "visión" de un Estado palestino. Luego desapareció
de su pantalla de radar. Ahora regresa bajo la forma de una deslavada resolución
de Naciones Unidas, fraguada por Estados Unidos, que sostiene "una visión
en la que dos estados, Israel y Palestina, viven uno al lado de otro..."
¿Será que Bush tiene en mente otra guerra en la región, y que
quizá el vicepresidente Dick Cheney, actualmente de gira por el mundo
árabe e Israel, desea apoyo árabe para atacar a Irak?
Por supuesto, las resoluciones de Naciones Unidas no desaparecen tan aprisa
como las "visiones" presidenciales, y ahora el mundo tiene la idea -apenas la
idea- enclavada en un documento serio de la organización mundial.
De hecho, es quizá la primera vez que Naciones Unidas tiene una "visión"
acerca de algo. Sin embargo, no alude al tema, de mucho mayor importancia, de
la resolución 242 del Consejo de Seguridad, emitida en 1967, la cual
supuestamente dio fundamento a los acuerdos de Oslo: demandar la retirada israelí
de los territorios ocupados en la Guerra de los Seis Días.
La resolución de este miércoles no hace referencia a la ocupación
de la franja occidental y Gaza (ni de las alturas del Golán, que pertenecen
a Siria) y, por lo tanto, presenta al mundo una imagen -o "visión"- de
dos lados en contienda nivelada.
Cuando exige "cese inmediato de todo acto de violencia, incluso todo acto de
terror, provocación, incitación y destrucción", no queda
claro si el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas cree que Israel ocupa territorio
palestino o que la Autoridad Nacional Palestina ocupa territorio israelí.
Por eso se retiró la propuesta original siria, que se refería
expresamente a Israel como "potencia ocupadora" y llamaba a Tel Aviv a respetar
la Convención de Ginebra, que protege a los civiles sujetos a ocupación.
Siria se abstuvo de votar. En cambio, el embajador de Israel consideró
que la resolución es "equilibrada".
La única conexión verbal entre la nueva resolución y la
fundamental 242, que data de hace 35 años y hace referencia específica
a la ocupación, es el vago exhorto a los estados a vivir "dentro de fronteras
seguras y reconocibles".
No se mencionan los asentamientos exclusivos para judíos en tierra árabe,
ni a Jerusalén oriental como capital palestina ni al derecho de los refugiados
de retornar a su patria. Al igual que el acuerdo de Oslo, esta última
resolución deja los temas críticos fuera de la "visión",
como algo que, presumiblemente, se resolvería más tarde.
Se dejó al secretario general, Kofi Annan, la tarea de expresar repulsión
por el nivel actual de violencia, hacer referencia específica a la "ocupación
ilegal" israelí y a los "moralmente repugnantes" bombardeos suicidas
palestinos. Es mejor que nada, pero las palabras de Annan no están escritas
en ninguna resolución.
El Consejo de Seguridad, ahora que Estados Unidos debilitó su reciente
documento, no formula juicio moral alguno, pese a que la ilegalidad de la ocupación
israelí se fundamenta en parte en la resolución 242 del propio
mecanismo, que demanda el retiro de Tel Aviv.
Como siempre, los árabes, ansiosos de no aislarse de los estadunidenses,
tuvieron que aplaudir la "visión", como si en verdad contuviera el germen
de la tan ansiada soberanía palestina.
Yasser Abed Raboo, el llamado "ministro de información" palestino, sostuvo
que representaba una "derrota" para el primer ministro Ariel Sharon -lo que
es una tontería porque Estados Unidos no hubiera propuesto el texto sin
la aprobación de Israel- y llamó a la "intervención internacional
directa para aplicar esta resolución poniendo fin a la ocupación
de Tel Aviv y evacuando todos los asentamientos de ese país" en tierra
palestina.
Pero en el texto de la Organización de Naciones Unidas no hay mención
alguna sobre intervención internacional ni de los asentamientos.
Se trata, en suma, de una bonita visión, para empatarla con la propia
versión deslavada de la resolución 242 del príncipe Abdullah
de Arabia Saudita. Veremos qué tanto ayuda al vicepresidente Cheney a
lograr aprobación para una nueva guerra en Medio Oriente.
Traducción para La Jornada: Jorge Anaya
© The Independent