Una mirada objetiva al deplorable estado del mundo actual, muestra a dos protagonistas inequívocos como integrantes del llamado "eje del mal" que el presidente de Estados Unidos atribuye a determinados Estados que no son de su agrado, y el mayor peligro para la paz mundial y armonía en las relaciones internacionales: George W Bush y Ariel Sharon.
Ambos, además, compañeros inseparables en las mayores atrocidades contra otros pueblos y la defensa de las peores causas. Su comportamiento podría hacer pensar que hace falta un equipo de psiquiatras designados por las Naciones Unidas y tal vez un Tribunal Internacional para juzgar crímenes de guerra para sentar a ambos en el banquillo luego de un tratamiento adecuado.
Lo del Cercano Oriente, que tiene como es sabido una larga y complicada historia detrás, ha tenido en los sucesivos gobiernos de Israel y Estados Unidos, los mayores obstáculos para una solución. Y la muchas veces invocada "comunidad internacional", con escasas excepciones, ha mantenido la hipocresía habitual, sin reaccionar como lo ha hecho en otras oportunidades cuando ha servido de mandadera del imperio, para impedir la prosecución del genocidio contra el pueblo palestino. Cuando este ha pasado de enfrentarse con piedras a uno de los ejército más poderosos del mundo, a las acciones terroristas para luchar contra el enemigo que ocupa sus territorios, y lo humilla diariamente, un método que han utilizado todos los pueblos del mundo para librarse de un ejército de ocupación, equiparan ambas violencias.
Olvidan que desde el momento mismo de la Declaración de Independencia del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948, los trece miembros que componían la llamada Administración Nacional del nuevo Estado, decidió por una mayoría encabezada por Ben Gurión desconocer las fronteras del nuevo Estado estipuladas por Naciones Uni-das, con el argumento, entre otros, de que tampoco Estados Unidos, su "progenitor" las había fijado en 1776 cuando declaró la suya. Al día siguiente se desató la primera de una serie de guerras árabe-israelíes, en las que los intereses de las grandes potencias, principalmente Estados Unidos, además de Gran Bretaña y la ex-Unión Soviética en tiempos de la guerra fría, jugaron su papel.
La mayor usurpación de territorios por parte de Israel, en la llamada guerra de "los seis días" en 1967, creó inevitablemente las condiciones para un conflicto permanente en la región. Cada vez que usando la sensatez, gobernantes isarelíes han intentado seriamente discutir acuerdos de paz, y no para hacerse la foto, como ha ocurrido frecuentemente, la derecha israelí ha llegado hasta el asesinato como ocurrió con Isaac Rabin, para impedirlo.
Cada vez que verdadera "comunidad internacional", las Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad exigieron el retiro de Israel de los territorios ocupados, ahí estuvo la administración de Estados Unidos para impedirlo, ya fuera esta republicana o demócrata , que son una misma cosa. Los mismos que han sido implacables, a la hora de juzgar a otros presuntos "criminales de guerra", que no eran "nuestros" criminales, como diría Kissinger no han intentado sentar a Ariel Sharon frente a ningún tribunal por sus crímenes y llaman terroristas a los palestinos cuando estos acuden al terror porque no les han dejado otra salida.
En otro escenario, Afganistán resulta que "los grandes y rápidos éxitos" en la "cruzada contra el terror", cose-chados por Bush y celebrados por sus vasallos, no fueron tales y los talibán gozan de buena salud. Los cadáveres "americanos" ya no se pueden ocultar, ni en ese campo de batalla ni en Filipinas y pronto también probablemente en Colombia.
La sombra de Vietnam vuelve a planear sobre el imperio