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1 de febrero del 2002
Israel: militares contra la guerra
Adolfo Gilly / La Jornada
La segunda intifada del pueblo pa-lestino contra la ocupación israelí
de sus territorios se inició en septiembre de 2000. La respuesta del
gobierno de Ariel Sharon ha sido la represión y el acorralamiento e
intento de destrucción de la precaria Autoridad Nacional Palestina
encabezada por Yasser Arafat. Desde entonces la escalada de la represión
de las fuerzas armadas is-raelíes y de las represalias de las fuerzas
irregulares palestinas ha sido incesante. Después del pasado 11 de
septiembre, el estado de arrogancia bélica en que ha entrado el gobierno
de George W. Bush no ha hecho más que atizar la agresividad del gobierno
de Ariel Sharon, personaje que desde hace décadas va dejando a sus
espaldas un reguero de provocaciones y masacres y cuya política conduce
a Israel y a la situación en Medio Oriente hacia la tragedia más
previsible.
Este gobierno es militarmente fuerte, pero es frágil por la situación
límite en la cual vive. Puede, eso sí, provocar situaciones
que exacerben a la de por sí exacerbada derecha del establishment estadunidense.
Hace unos días, por ejemplo, Henry Kissinger publicó en Los
Angeles Times un artículo proponiendo como próxima meta el derrocamiento
de Saddam Hussein. Para lograrlo, escribe, sería necesario combinar
un plan militar rápido y decisivo, la preparación inmediata
de la estructura que remplazará a Saddam y la aceptación de
países claves necesarios para llevar a cabo la ac-ción militar,
entre ellos Turquía y Arabia Saudita. Hay que contar con armar a las
fuerzas locales que combaten a Saddam, agrega, pero no se puede confiar en
ellas: deberá resultar claro para todos que "un poder militar estadunidense
de fuerza abrumadora está inmediatamente detrás de las fuerzas
locales".
El gobierno israelí comparte por supuesto esas lunáticas visiones.
Sin embargo, Israel no es sólo Sharon y los colonos invasores que lo
apoyan. Es también un pueblo donde otras ideas y visiones existen.
Ya en 1982 el general Matti Peled, héroe militar de Israel, desde su
kibbutz promovía activamente, en indudable minoría, un acuerdo
pacífico con los palestinos y la convivencia en paz entre ambos pueblos.
Veinte años después Yoav Peled, el hijo de aquel general que
quería la paz, figura entre los firmantes de una declaración
de oficiales de reserva del ejército israelí que se niegan a
seguir participando en la ocupación de los territorios palestinos.
Como afirma Le Monde, que publicó largos ex-tractos de la declaración,
ésta es "un verdadero llamado a negarse a servir militarmente" en esos
territorios.
El texto, por provenir de militares que por eso mismo toman un importante
riesgo sobre sus personas, merece ser conocido por entero. Apareció
el 25 de enero pa- sado como inserción pagada en el periódico
israelí Ha'aretz. Dice así:
"Nosotros, oficiales y soldados de las reservas de combate de la Fuerza de
De- fensa de Israel, educados en el sionismo, el sacrificio de uno mismo y
la contribución al pueblo de Israel y al Estado de Israel, hemos servido
en las líneas del frente y hemos estado siempre entre los primeros
en llevar a cabo cualquier misión, fácil o difícil, para
defender y fortalecer el Estado de Israel.
"Nosotros, oficiales de combate y soldados que servimos al Estado de Israel
du- rante varias semanas por año sin reparar en el elevado costo personal,
hemos prestado nuestro servicio a todo lo largo de los territorios ocupados
y allí hemos recibido ór-denes e instrucciones que nada tienen
que ver con la seguridad del Estado y cuyo único propósito es
perpetuar nuestra dominación sobre el pueblo palestino.
"Nosotros, habiendo visto con nuestros propios ojos el costo en sangre que
la ocupación impone a ambas partes en conflicto, hemos sentido cómo
las órdenes que recibimos contradicen cada uno de nuestros valores
embebidos en este país; hoy comprendemos que el precio de la ocupación
es la pérdida de la imagen humana de la Fuerza de Defensa de Israel
y la corrupción de la sociedad israelí entera; y sabemos que
los territorios no son Israel y que los asentamientos judíos allí
establecidos finalmente tendrán que ser evacuados.
"Nosotros, en consecuencia, declaramos que no combatiremos más en la
guerra pa-ra proteger a los asentamientos en los territorios. No continuaremos
combatiendo más allá de la Línea Verde (la frontera de
Israel antes de la guerra de 1967), ni con el propósito de dominar,
expulsar, hambrear y humillar a todo un pueblo.
Declaramos también que continuaremos sirviendo en la Fuerza de Defensa
de Is- rael en cualquier misión necesaria para la defensa del Estado
de Israel. La tarea de ocupación y represión no sirve para ese
fin y no participaremos en ella".
Al pie de este documento aparecen 52 firmas que especifican el rango de cada
uno de los firmantes en la reserva (desde sargento primero hasta coronel)
y su unidad de combate (paracaidistas, blindados, ingenieros, artillería,
armada, inteligencia militar, aviación, brigadas Golan, Givati y Nahal).
Kissinger y Sharon pueden continuar con sus planes para incendiar Medio Oriente.
El poder al cual responden es duro y, hoy por hoy, militarmente invencible.
Puede por eso estar corriendo el riesgo -y todos nosotros con él- de
no percibir sus propios límites. La fragilidad en casos como éste
no se anuncia por derrumbes o grandes quiebres instantáneos. Se presenta
primero como indicios, síntomas, fisuras sin importancia aparente.
El documento de los oficiales del ejército de Israel es una de esas
fisuras. No hay que esperar que el Pentágono lo entienda. Pe-ro, según
consta en los registros electrónicos de Le Monde, figura en estos días
entre sus noticias más leídas.