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Esta es la guerra
Por Claudio Uriarte
Lo que ha empezado en los campos de refugiados palestinos de Nablús
y Jenin en Cisjordania no va a terminarse en un día, ni en una semana,
ni en dos. Este es, en efecto, el comienzo en regla de la verdadera guerra de
Israel para la liquidación y desarme de las organizaciones palestinas
radicalizadas: lo que hubo hasta ahora no fueron más que escaramuzas
de retaguardia, y lo que va a haber a partir de ahora son incursiones en profundidad
y de larga duración en un conflicto que el primer ministro israelí
Ariel Sharon no puede darse el lujo de perder.
En más de un sentido, este emergente estuvo preparándose durante
semanas y meses, hasta llegar cerca del punto de explosión. Dos hitos
bastan para demostrarlo. Durante las últimas dos semanas, los palestinos
habían estrenado nuevas armas, con el lanzamiento de misiles Qassam-2
–de seis a ocho kilómetros de alcance, y por lo tanto capaces de alcanzar
cualquier ciudad israelí– y de una bomba repleta del poderoso nuevo explosivo
norteamericano C-4, tan poderoso que destruyó un sofisticado tanque Merkava-3.
"Nuestra pesadilla es un atacante suicida que venga a las ciudades y en
vez de bombas de clavos lleve C-4 en su cinturón –confiaba en estos días
un experto de seguridad israelí–. Los muertos hasta ahora no serían
nada en comparación con lo que ocurriría entonces".
Lo que lleva al segundo de los hitos de inflexión. Durante las últimas
semanas, el número de muertos israelíes ha tendido a subir, y
a emparejarse con el de los palestinos. Ayer, por primera vez en poco más
de un año de gobierno, el primer ministro Ariel Sharon salió descalificado
por una clara mayoría del 53 por ciento de los israelíes, en una
encuesta realizada antes del inicio de las operaciones en Cisjordania –el jueves–
y publicada ayer por el diario Maariv. Desde luego, estas operaciones -cuya
planificación data de largo tiempo– no son el resultado de la encuesta,
ni de la caída de popularidad de la figura de Sharon, pero es útil
advertir que la mayoría de los israelíes protesta por la blandura
y no por la dureza del primer ministro, rechaza liberar a Yasser Arafat o aceptar
el plan de paz saudita, y claramente desplazaría a Sharon en favor de
su rival de derecha Benjamin Netanyahu si hoy hubiera elecciones primarias en
su frente centroderechista Likud.
Con estas operaciones, Sharon vuelve a ensayar la guerra del Líbano que
condujo hace 20 años. Esa guerra logró sus objetivos de seguridad,
por un período. Pero todo es por solamente un período.