Terrorismo y petroleo, vertientes de la misma estrategia
Michael Klare
La Jornada
Cualquier esfuerzo por obstruir el flujo del petróleo en el golfo Pérsico sería considerado un "ataque a los intereses vitales de Estados Unidos" y "repelido por todos los medios necesarios, incluida la fuerza militar": James Carter Desde que asumió el cargo en 2001, George W. Bush y su gobierno han lanzado dos grandes iniciativas de política exterior: una guerra global contra el terrorismo y una campaña por acceder al petróleo mundial. En el origen, estas dos iniciativas eran vistas como tareas aparte: cada una poseía su propia racionalidad y modo de operación. Conforme pasa el tiempo, se van entretejiendo y así, hoy, la guerra contra el terrorismo y la pugna global por el petróleo son una empresa amplia y sin freno.
Las evidencias del maridaje creciente entre estas dos prioridades pueden constatarse siguiendo las actuales actividades militares estadunidenses por todo el mundo: Asia Central y el Cáucaso: Cuando después del 11 de septiembre se desplegaron en la región las tropas de combate estadunidenses, su único objetivo ?o así se dijo entonces? era apoyar las operaciones militares contra los talibanes en Afganistán. Ahora, una vez derrotado el talibán, resulta que permanecerán en la región para llevar a cabo otras funciones. Considerando que Estados Unidos ha expresado su interés por tener acceso a las vastas reservas de energía de la cuenca del Mar Caspio, es muy probable que tales funciones incluyan la protección del flujo de petróleo y gas natural desde el Caspio a Occidente. Este punto de vista adquiere credibilidad con el reciente despliegue de instructores militares estadunidenses en Georgia ?una importante estación de paso de los oleoductos que conectan el Caspio con el Mar Negro y el Mediterráneo? y con el anuncio de que Estados Unidos pretende rehabilitar la base aérea de Kazajistán, a orillas del Mar Caspio. Colombia: Hasta hace poco, se pensaba que el involucramiento militar estadunidense en Colombia tenía la sola intención de combatir el tráfico ilegal de estupefacientes. En los últimos meses, la Casa Blanca ha expresado otros dos objetivos del programa de ayuda militar: combatir la violencia política y el terrorismo de la guerrilla colombiana y proteger los oleoductos que llevan el crudo de los campos petroleros del interior a las terminales y refinerías de la costa. Para financiar estas iniciativas, el gobierno de Bush ha solicitado al Congreso que apruebe otros aumentos en la ayuda militar estadunidense a Colombia. Con el tiempo, será probable que emprendan el despliegue de otros asesores militares en el país. Irak y el Golfo Pérsico: No parece haber duda alguna de que el gobierno de Bush planea una invasión total en Irak, con el objetivo final de eliminar a Saddam Hussein e instaurar un régimen pro estadunidense en Bagdad. En preparación de este movimiento, el Departamento de Defensa expande su ya de por sí inmensa presencia militar en Medio Oriente. Se dice que el único propósito de la esperada invasión estadunidense es destruir lo que queda de las instalaciones iraquíes destinadas a la producción de armas nucleares, químicas y biológicas. Queda claro que Washington se preocupa por la disponibilidad futura del petróleo localizado en el área del Golfo Pérsico, y está decidido a eliminar a quien amenace el flujo ininterrumpido de petróleo.
Esta conjunción entre guerra al terrorismo y pugna por el petróleo ocurre en otras partes del mundo que alojan enormes existencias de crudo, pero donde también operan grupos insurgentes vinculados a Al Qaeda. Varios factores están facilitando esta fusión de acciones.
El primero es la geografía: muchas de las mayores reservas de petróleo se localizan en áreas inestables o propensas a divisiones internas de una u otra clase. Para confirmar este punto, no se necesita sino enfocar lo que ocurre en el Golfo Pérsico ?la fuente de dos terceras partes del petróleo mundial y un enorme caldero de conflictos. En otras zonas de malestar, que incluyen la cuenca del Mar Caspio, Africa y la región andina de América Latina, se localizan también grandes reservas de crudo.
El segundo factor es la creciente dependencia que guarda Estados Unidos con el petróleo importado: conforme se vacíen las reservas internas, Washington se hará más y más dependiente del petróleo derivado de fuentes localizadas en el exterior. Para 2020, las importaciones serán la fuente de dos terceras partes del consumo estadunidense. Aunque el Congreso se echara para atrás y permitiera la perforación en el Refugio Nacional de la Vida Silvestre en el Artico (anwr, por sus siglas en inglés), Estados Unidos mantendría una gran dependencia de las reservas extranjeras. Como muchas de estas reservas se localizan en áreas de inestabilidad, los militares estadunidenses enfatizan más y más la protección de oleoductos y campos petroleros en el extranjero.
Por supuesto, la Casa Blanca lleva ya tiempo contemplando la adquisición del petróleo del Golfo Pérsico como asunto de seguridad nacional. Es un hecho que esta fue una de las funciones explícitas de la seguridad nacional en 1980, al iniciarse la invasión soviética de Afganistán y la revolución islamista en Irán. Entonces, el presidente Carter anunció que cualquier esfuerzo por obstruir el flujo del petróleo en el Golfo Pérsico sería considerado como un "ataque a los intereses vitales de los Estados Unidos de América", y que éste sería "repelido por todos los medios necesarios, incluida la fuerza militar". Esta política, bautizada muy rápido como la Doctrina Carter, se usó tiempo después para justificar la intervención estadunidense en la guerra entre Irán e Irak de 1980-1988 y en la guerra del Golfo Pérsico de 1990-1991.
Aunque de entrada esta política se dirigió contra el área del Golfo Pérsico, los gobiernos ulteriores la han extendido a otras áreas, incluida la cuenca del Mar Caspio. En 1997, el presidente Clinton afirmó que el acceso al petróleo caspio era un asunto de seguridad nacional para Estados Unidos, y anunció acciones para armar vínculos militares con los nuevos Estados independientes del Cáucaso y Asia central. El Departamento de Defensa comenzó a proporcionar asistencia militar a estas naciones y, en varias oportunidades, las tropas estadunidenses volaron al área para probar su capacidad de intervenir en los conflictos regionales.
El gobierno de Bush ha reafirmado esta política y la expande a otras partes del mundo que cuentan con reservas significativas de petróleo.
La razón fundamental tras esta expansión fue expresada en un reporte de política nacional de energía del gobierno (nep, por sus siglas en inglés), el 17 de mayo de 2001, que aconseja que Estados Unidos debe diversificar sus fuentes de importaciones de petróleo de modo que no caiga en dependencia de una única fuente clave, como el Golfo Pérsico. "La diversidad es importante, no sólo en términos de seguridad energética, sino de seguridad nacional". Al momento de la divulgación del reporte, Bush dijo: "Sobredepender de una única fuente de energía, especialmente si es extranjera, nos hace vulnerables a las crisis en los precios, a las interrupciones en el abasto y lo que es peor, al chantaje".
Para evitar este peligro, el gobierno busca aumentar su acceso al petróleo de todas las zonas del mundo posibles, incluida América Latina y la costa occidental de Africa. Dado que estas áreas están plagadas de inestabilidad ?una no menos grave que la del Golfo Pérsico y la cuenca del Caspio? la búsqueda de petróleo se ve aparejada con el involucramiento militar de Washington. Como ya se apuntó, esto implica un aumento en la ayuda a las fuerzas armadas de Colombia. Estados Unidos expande también sus nexos militares con productores de petróleo claves en Africa: en Nigeria, Guinea Ecuatorial y Angola.
Estas iniciativas estaban arrancando cuando los secuestradores musulmanes impactaron el World Trade Center y el Pentágono el 11 de septiembre. Por un tiempo, la Casa Blanca frenó estos asuntos relacionados con la obtención de recursos energéticos para concentrarse en la guerra en Afganistán, pero a finales de 2001 el gobierno estuvo en condiciones de enfocarse de nuevo en aspectos de seguridad que resultan de la dependencia hacia el petróleo de importación. De ahí la decisión de proporcionar ayuda para proteger los oleoductos en Colombia e iniciar operaciones de contrainsurgencia en Georgia.
Como la atención del público estadunidense está fija en la amenaza del terrorismo, es entendible que el gobierno no quiera enfatizar que estas acciones se relacionan con la protección de reservas de petróleo. Es esta la tercera razón para fundir la guerra contra el terrorismo con la pugna por petróleo: darle a la Casa Blanca una razón para expandir su involucramiento militar en la cuenca del Caspio y en otras áreas que son del interés de Washington, principalmente por su papel de abastecedoras de energía para Estados Unidos.
Por todas estas razones, es probable que en un futuro indefinido la guerra contra el terrorismo y la pugna por petróleo se mantengan conectadas. Con toda certeza, esta ambición entraña el involucramiento militar estadunidense en todas las áreas abastecedoras de petróleo ya nombradas. Tal involucramiento puede limitarse a formas indirectas de asistencia, como la transferencia de armas y los programas de entrenamiento, pero podría implicar el despliegue de números significativos de tropas de combate estadunidenses. En particular, esto es probable en el caso de Irak, que posee más petróleo que cualquier otro país, exceptuando Arabia Saudita.
El gobierno de Bush tiene la obvia responsabilidad de tomar las medidas necesarias para proteger a Estados Unidos de actos ulteriores de terrorismo. Tales esfuerzos tienen el respaldo inequívoco del público y del Congreso. Pero dicho apoyo no se extiende a una campaña interminable en busca de más petróleo de los abastecedores extranjeros o a la protección de estos recursos, de fuerzas hostiles. Antes de comprometer más recursos militares a dicho esfuerzo, debemos sopesar si los requerimientos de Washington pueden lograrse mejor mediante sistemas alternativos de energía y un programa de conservación, lo que reduciría el riesgo de que Estados Unidos se involucre en una serie interminable de conflictos en el exterior. * Profesor de estudios de paz y seguridad mundial en el Hampshire College en Amherst, Massachussetts, y autor de Resource Wars: The New Landscape of Global Conflict. Owl Books/Henry Holt & Company, 2001.
Traducción: Ramón Vera Herrera