Ha'aretz Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Israel ha decidido que va a abordar de frente su "problema demográfico". La semana pasada, después de una pausa de cinco años, Shlomo Benizri, el ministro de trabajo y asuntos sociales, convocó el Consejo de Demografía de Israel. Había dos puntos en la agenda, dijeron los informes –la necesidad de conducir a las familias a tener más hijos, y el problema de los trabajadores extranjeros en Israel.
A primera vista, se trata solamente de un comité más. Pero el que se vuelva a convocar a este organismo en particular, y la total indiferencia con la que fue recibido el evento, es causa de seria preocupación. En la actual atmósfera pública en la que se consideran los estallidos de racismo como políticamente correctos, la acción de Benizri –como representante del partido ultra-ortodoxo Shas que es cada vez más nacionalista- no puede sorprender. Sin embargo, se puede expresar asombro ante las personas que han aceptado asistir a un comité que evoca terribles connotaciones históricas.
En primer lugar, tenemos la composición del comité –sus 37 miembros incluyen a personalidades públicas, abogados, científicos y médicos. Hay por lo menos tres importantes ginecólogos en el panel. – el profesor Shlomo Mashiach, presidente de la asociación de obstetras y ginecólogos, el profesor Yosef Shenkar, la doctora Hanna Katan, y un inmunólogo, un microbiólogo y un médico especializado en ética médica.
También hay representantes de la organización femenina Na'amat, y del Lobby de las Mujeres. ¿Para qué se reunieron los ginecólogos y las representantes de las mujeres? ¿Para impulsar un aumento de la tasa de natalidad en Israel? De ninguna manera. Se reunieron para alentar a las mujeres judías de Israel –y sólo a ellas- a tener más hijos, un proyecto que, si lo juzgamos basándonos en la actividad del anterior consejo, también tratará de impedir los abortos. ¿Trae algún recuerdo?
¿Y cómo contribuirán los ginecólogos al esfuerzo? Bastará con que propongan métodos para aumentar la tasa de fertilidad judía e impedir los abortos, o sugerirán también técnicas para aumentar el número de abortos y reducir la tasa de natalidad entre las mujeres árabes? ¿Y qué sucederá con las mujeres no-judías de la antigua Unión Soviética?
Por burdas que parezcan estas preguntas, en realidad se encontrarán en el centro de las discusiones del comité, incluso si van envueltas en varios extraños disfraces. Después de todo, meterse en los dormitorios de los ciudadanos del país, y utilizar a científicos, médicos y organizaciones femeninas para movilizar los úteros de las mujeres para propósitos nacionales, son elementos de control reservados a los regímenes totalitarios. Es verdad, David Ben-Gurion también hizo campaña por un índice de natalidad más alto, pero no lo hizo mediante ginecólogos y con una guerra contra los abortos.
Sin embargo, aun si el comité decidiera no tratar los aspectos del índice de natalidad, tenemos que reconocer que el "problema demográfico" si fuera realmente un problema, no será resuelto por un comité ni con ningún otro método dictado por el gobierno. No hay razones para suponer que Benizri desee que se acabe la ocupación –lo que hubiera sido la única solución democrática efectiva para preservar el carácter judío de Israel- ya que él y su partido han expresado recientemente su vigoroso apoyo a los asentamientos.
Por lo tanto, la única solución que queda para cualquiera que esté tan molesto por el problema demográfico es la transferencia de población. Primero expulsamos a los trabajadores extranjeros, después movemos a los árabes.
A principios de los años 70, fue establecida la Comisión Gafni, un organismo interministerial con la tarea de "examinar la tasa de desarrollo en Jerusalén". Sus recomendaciones, que fueron presentadas en agosto de 1973, decían: "La proporción entre judíos y árabes en Jerusalén debe ser mantenida" –la proporción en esa época era de un 73,5 por ciento de judíos frente a un 26,5 por ciento de árabes. Desde entonces, los gobiernos israelíes han hecho muchos esfuerzos para implementar esa recomendación –se han construido innumerables vecindarios nuevos sólo para judíos, mientras que las vidas de los residentes palestinos de la ciudad se han convertido en un infierno. Se les quitan sus derechos de residencia, sus casas son demolidas, se les niegan permisos de construcción, reciben precarios servicios y no se aprueban los planes de desarrollo para su parte de la ciudad. El objetivo de todo es hacerlos abandonar la ciudad y mantener el sagrado equilibrio. ¿El resultado? Veintinueve años después que la Comisión Gafni presentó su informe, la minoría palestina en Jerusalén ha aumentado a un 32,5 por ciento. ¿La conclusión? Una transferencia de población o el fin de la ocupación en Jerusalén. No se necesita una comisión para llegar a esa conclusión.
Israel es un estado binacional, multicultural, y ya es hora de que reconozcamos esa realidad. La única manera de hacer frente a ese hecho es convertirse en una sociedad más justa. El único camino legítimo para preservar la mayoría judía, para aquellos que consideran que ese objetivo es de importancia capital, es terminar con la ocupación y tal vez también aumentar la inmigración. El que se defina a los ciudadanos árabes de Israel como un "problema demográfico" despierta crueles recuerdos y les envía un mensaje altamente ofensivo.
¿Qué quieren que sientan si el gobierno, que también es su gobierno, convoca a un comité que tiene el objetivo de reducir su proporción en la población, como si fueran un cáncer cuyo crecimiento hay que detener?
Ya que la tasa de aumento natural de los árabes del país es mayor que la de los judíos, lo que se necesita no es una comisión de ginecólogos sino una política diferente, que convierta a los árabes en ciudadanos que puedan identificarse con su país.
Los árabes en Israel no constituirán ni un "problema" ni un "demonio demográfico" si la actitud hacia ellos es justa y equitativa. Éste es un país en el que las calles están repletas de pancartas exhortando a una transferencia de la población y nadie se preocupa de eliminarlos o de procesar a los que los han colocado. (No es, por otro lado, demasiado difícil adivinar lo que sucedería si se pusieran pancartas llamando a la expulsión de los judíos). Una comisión sobre la demografía no es más que otro mal augurio. 9 de septiembre de 2002
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