Cuanto horror y sufrimiento se pude esconder detrás de los ojos de las mujeres iraquíes, seguramente nunca lo podremos cuantificar.
Pero no he visto a nadie que se haya preocupado de este dolor, ni siquiera por parte de aquellos que van de salvadores del mundo (EE.UU. y Gran Bretaña) y que entraron en Afganistán al grito de ¡salvad a las mujeres!
Son estos mismos países, salvadores de la "integridad de las mujeres", los que están causando el sufrimiento de las mujeres iraquíes con su embargo genocida desde hace once años. Las han condenado a la más absoluta desesperación, viendo morir a sus hijos porque los medicamentos para curar los tumores están prohibidos por el embargo y, cuando autorizan su importación los protocolos vienen incompletos y no se pueden aplicar los tratamientos. Y mientras, los cánceres aumentan y los niños mueren por centenares cada día, los salvadores del mundo planifican guerras.
Tal vez EE.UU. y Gran Bretaña lo único que buscan, inundando Iraq con sus bombas inteligentes y masacrando al pueblo, es acabar de una vez por todas con estas enfermedades y con el sufrimiento, para que el gobierno iraquí se ahorre las cifras milmillonarias que se tendría que gastar en medicinas, naturalmente si el "Eje del Bien" diera su consentimiento para que las adquieran. El "Eje del Bien" es misericordioso con sus enemigos y no quiere que sufran más allá de lo convenido en sus cónclaves de terror.
Detrás de los ojos de las mujeres iraquíes se asienta la impotencia de cualquier madre que ve como muere irremediablemente su hijo o su hija sin que nada se pueda hacer. Nadie como yo sabe de la angustia que se siente cuando se ha sido espectadora de estas agonías y cuando una madre te pide, desde su desesperación, delante de un hijo que permanece en una cama comido por las metástasis "¡por favor!, llévense a mi hijo a su país para que se pueda curar". Y mientras lo escuchas se te encoge el corazón y se te desborda un río de lágrimas que te nubla los ojos. La esperanza había abandonado aquella habitación del Hospital Infantil de Basora. La esperanza ha dado la espalda a los niños y a las niñas iraquíes.
Detrás de los ojos de las mujeres iraquíes el miedo se está haciendo un hueco y ser madre ya no es una buena noticia. Ahora cuando una mujer se queda embarazada empieza otra pesadilla, porque desde la Guerra del Golfo y con la contaminación por el bombardeo con uranio empobrecido, las malformaciones congénitas están aumentando de forma desmesurada y no se pueden detectar hasta el séptimo mes de la gestación; lo cual hace imposible que se les pueda practicar un aborto. Los aparatos de ecografía están prohibidos por el "Eje del Bien" porque sirven para la guerra, pero para su guerra psicológica. Los niños nacen sin cabeza, sin ojos, con las tripas fuera, sin brazos... las mujeres han de llevar en su seno estas abominaciones durante nueve meses.
De la desesperación de las mujeres y de las madres, nacen las plegarias. En Bagdad se le reza a Dios antes de que salga el sol, para suplicar que el día que nace sea mejor que el anterior. Los huecos que deja el hambre se terminan llenado de religión y de fanatismos (de esto sabe mucho el "Eje del Bien") y crecen en la misma proporción que el hambre y las injusticias. De esto encontramos semejanzas después de nuestra Guerra Civil, cuando en la postguerra, la religión católica intentó tapar el hambre a base de misas, rosarios y disciplinas celestiales.
En las calles de Bagdad hay pocos niños y también pocas mujeres, a muy pocas se las ve en los trabajos (en los hoteles, en las escuelas, etc.). Los hospitales están llenos de mujeres sosteniendo las agonías de sus hijos entre los brazos, envolviéndolos con ternura para que la muerte no les robe el último aliento.
En 1986 la participación de las mujeres iraquíes en la vida política era de las más altas del mundo árabe, pero el embargo las ha encerrado en sus casas y en la religión. Cada día se ven más mujeres con la abbaia negra, que les envuelve hasta los pies, en las mezquitas, porque donde sobra el hambre nunca falta la religión.
Detrás de los ojos de las mujeres iraquíes se esconde el dolor gratuito que ejerce el terror que está imponiendo el "Eje del Bien", que seguramente entrará en Iraq al grito de ¡salvemos a las mujeres!, bien claro está que a los niños no los quieren salvar y por eso los están dejando morir.
Detrás de los ojos de las mujeres iraquíes se ven los surcos que va cavando la muerte, sobre los surcos descansan los rostros de los niños y las niñas que ya no tienen reflejo.
Nosotros no nos dejamos reflejar en los ojos de las mujeres iraquíes porque preferimos mirar hacia otro lado, hacia el lado oscuro de la indiferencia.
¿Acaso nos hemos llegado a creer "Dioses" para juzgar y castigar a los demás por los intereses de unos pocos países que han decido aumentar sus porcentajes económicos a costa de otros en los que globalizan la miseria, la muerte y la pobreza?
En esta encrucijada, ¿quién nos va salvar de nosotros mismos? *Responsable de Comunicación de IU de Castilla La Mancha. (Viajó a Iraq en los días del 2 al 12 de enero con la IV Delegación Española contra el Embargo de Iraq en el año 2002)