Medio Oriente
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1 de septiembre del 2002
Contra la guerra en Irak
Howard Zinn
Boston Globe
Traducido para Rebelión por Tatiana de la O
El plan de la administración Bush para emprender una guerra preventiva contra Irak viola tan flagrantemente la ley internacional y la moral pública, que necesitamos un debate nacional.
La discusión debería comenzar reconociendo que un ataque a Irak sería un ataque a los estatutos de las Naciones Unidas, ya que EE.UU. violaría varias cláusulas, comenzando con el Artículo 2, Sección 4, que afirma: "Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado... ''
Pero supongamos que el derecho internacional no se pondrá en el camino cuando circunstancias extraordinarias demanden una acción violenta inmediata. Estas circunstancias existirían si hubiera, en palabras de nuestra propia Corte Suprema, un "claro e inminente peligro" representado por el régimen iraquí de Saddam Hussein.
Acerca de Irak hay hechos y conjeturas. Los hechos: Es un régimen tiránico; invadió un país vecino hace 12 años, utilizó armas químicas contra los rebeldes kurdos hace 15. Las conjeturas: Irak puede tener armas químicas y biológicas hoy en día, puede estar desarrollando un arma nuclear.
Pero ninguno de estos hechos o conjeturas, incluso si fueran ciertas, hace que Irak sea un peligro claro e inminente. El hecho de que Irak sea una dictadura no constituye, en sí mismo, una justificación para la guerra preventiva. Hay muchos dictadores en el mundo y algunos se mantienen en el poder gracias a EE.UU. Arabia Saudita es sólo un ejemplo. Que Irak haya atacado a su minoría kurda difícilmente puede ser una justificación para la guerra: después de todo, EE.UU. permaneció en silencio, e incluso apoyó al régimen iraquí, cuando se cometió la acción. Turquía mató a miles de sus kurdos utilizando armas estadounidenses.
Además, otras naciones que mataron a cientos de miles de personas entre su pueblo (Indonesia, Guatemala) no sólo no han sido amenazados con la guerra sino que además recibieron armas de EE.UU.
La historia de Irak invadiendo Kuwait se corresponde con otros países, entre los cuales está EE.UU., que ha invadido Vietnam, Camboya, Granada y Panamá. Es cierto que Irak puede poseer o estar desarrollando "armas de destrucción masiva". Pero seguramente la posesión de tales armas, si no se utilizan, no constituye un claro e inminente peligro que justifique la guerra.
Otras naciones tienen estas armas. Israel tiene armas nucleares. Pakistán e India tienen armas nucleares y han estado a punto de utilizarlas. Y ¿cuál es por lejos el mayor acaparador de armas de destrucción masiva del mundo y las ha utilizado con consecuencias graves para millones de personas en Hiroshima, Nagasaki, o el Sudeste de Asia?
Está también el asunto de la inspección de las armas. Irak insiste en ciertas condiciones antes de permitir que continúen las inspecciones. El secretario de Estado Colin Powell dijo al Comité de Relaciones Exteriores del Senado a principios de año que "los inspectores deberán volver bajo nuestras condiciones, no bajo las de los demás". Uno se pregunta si EE.UU. permitiría que sus armas biológicas, químicas y nucleares sean inspeccionadas bajo cualquier condición. ¿Hay acaso un código moral para Irak y otro para EE.UU.?
Antes del 11 de septiembre no se veía el discurso frenético actual sobre un ataque a Irak. ¿Por qué ese hecho cambiaría la situación? No hay evidencia de ningún lazo entre Irak y el acto terrorista. ¿Es posible que la administración Bush esté utilizando el miedo creado por el 11 de septiembre para obtener el apoyo a una guerra que de otra manera no tendría una justificación legítima?
Hablando de la guerra se ha vuelto a hablar de las bajas estadounidenses, y con razón. ¿Perderemos las vidas de nuestros jóvenes por la dudosa esperanza de que la caída de Saddam traerá la democracia a Irak? ¿Y qué hay de la muerte inevitable de miles de iraquíes, dobles víctimas, primero de Saddam y ahora de Bush? ¿Debemos añadir un nuevo número de víctimas a los cientos de miles de iraquíes (las cifras son de la ONU) que han muerto desde la aplicación del embargo?
Una guerra contra Irak no tiene conexión con los trágicos eventos del 11 de septiembre. En lugar de reducir el terrorismo, un ataque de estas características acrecentará más aún la rabia contra EE.UU., y puede llevar posiblemente a más ataques terroristas. Tenemos derecho a pensar que el motivo de la guerra no es detener el terrorismo, sino expandir el poder de EE.UU. y controlar el petróleo de Oriente Medio.
Una guerra preventiva contra Irak, legalmente inadmisible, moralmente imperdonable, puede ser una deshonra para las generaciones futuras. Dejemos que comience el debate, no sólo en el Congreso sino a lo largo de toda la nación.
Howard Zinn es el autor de "Historia Popular de los Estados Unidos".
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Monday, August 19, 2002 in the Boston Globe