16 de agosto del 2002
Un padre
Yitzhak Frankenthal
Se requiere una cabeza lúcida, convicciones y un corazón claro
para no dejarse arrastrar por el odio y el error. Yitzhak Frankenthal es presidente
del Círculo de Padres, una asociación que agrupa a familiares
de víctimas del conflicto árabe-israelí, y posee esas tres
calidades en alto grado. Su hijo, Arik, fue asesinado el 7 de julio de 1994.
"Si para castigar a sus asesinos -afirmó- hubiera que matar a niños
y civiles palestinos inocentes, yo pediría a las fuerzas de seguridad
que esperaran otra oportunidad. Si las fuerzas de seguridad tuvieran que matar
a palestinos inocentes, les diría que no son mejores que los asesinos
de mi hijo". La ética israelí -sostiene- "se perdió de
vista mucho antes de los atentados suicidas. El punto de ruptura se produjo
cuando empezamos a controlar a otra nación".
Por Juan Gelman
"Mi amado hijo Arik, carne de mi carne y sangre de mi sangre, fue asesinado
por palestinos." Así comenzó Yitzhak Frankenthal su discurso frente
a la residencia del primer ministro israelí en Jerusalén. "Mi
hijo, alto, de ojos azules y cabellera dorada, que siempre sonreía con
la inocencia de un niño y la comprensión de un adulto. Mi hijo",
continuó. Corría el sábado 27 de julio último, cinco
días después de que una bomba israelí de una tonelada fuera
arrojada en un barrio populoso de Gaza, matando a Salah Shehade, jefe del brazo
armado de Hamas, y a otros 14 palestinos, 11 niños entre ellos, e hiriendo
a 140 civiles. Vinieron las respuestas: el miércoles 31 estalló
una bomba en el comedor de la Universidad Hebrea de Jerusalén causando
7 muertos y 84 heridos, casi todos estudiantes. El domingo 4 y el lunes 5 de
agosto, terroristas palestinos ocasionaron la muerte de 14 israelíes,
dos niños entre ellos, y más de 50 heridos. Cuatro mil civiles
palestinos celebraron en Gaza la voladura de un autobús lleno de soldados
israelíes. Se amplía la espiral de odio entre una sociedad que
pierde vidas en bodas, cenas y discos, no en combate, y otra sometida a una
larga ocupación, a humillaciones incontables, al hambre y a represalias
militares absolutamente desproporcionadas. La primera es un Estado, la última
no. El líder de la primera quiere, al parecer, expulsar a los palestinos
de Palestina. El líder de la última supone, al parecer, que los
atentados terroristas obligarán a Tel Aviv a retirar sus tropas de los
territorios autónomos palestinos, como sucedió en el Líbano.
Ambos se equivocan y los errores de cada uno se alimentan y sostienen mutuamente.
Esta lógica de terror y contraterror ha dado también muerte a
toda perspectiva de paz en Medio Oriente.
Se requiere una cabeza lúcida, convicciones y un corazón claro
para no dejarse arrastrar por el odio y el error. Frankenthal es presidente
del Círculo de Padres, una asociación que agrupa a familiares
de víctimas del conflicto árabe-israelí, y posee esas tres
calidades en alto grado. Su hijo fue asesinado el 7 de julio de 1994: "Si para
castigar a sus asesinos -afirmó- hubiera que matar a niños y civiles
palestinos inocentes, yo pediría a las fuerzas de seguridad que esperaran
otra oportunidad. Si las fuerzas de seguridad tuvieran que matar a palestinos
inocentes, les diría que no son mejores que los asesinos de mi hijo".
Estas opiniones suelen acarrear en Israel epítetos tales como "traidor"
o "judío que se odia a sí mismo", y hace falta valentía
para formularlas, y además, frente a la casa de Sharon. "Diría
a las fuerzas de seguridad -agregó el padre de Arik- que no asesinaran
al asesino (de su hijo). Que mejor lo lleven ante un tribunal israelí.
Ustedes no son el Poder Judicial. Su única motivación no debe
ser la venganza sino la prevención de cualquier daño a los civiles
inocentes."
Se ignora si Sharon escuchaba detrás de las ventanas cerradas de su casa.
Si lo hizo, padeció una densa lección de moral. "La ética
no puede dejarse a discreción de un frívolo o de un gatillo fácil
-insistió Frankenthal-. Nuestra ética pende de un hilo, a merced
de cualquier soldado o cualquier político. No estoy para nada seguro
de que deseo delegar mi ética en ellos... porque la ética está
siendo distorsionada y la conducción política y militar (de Israel)
ni siquiera tiene la integridad más elemental de decir 'lo sentimos'."
Para el padre del joven alto y de ojos azules asesinado por un palestino, la
ética israelí "se perdió de vista mucho antes de los atentados
suicidas. El punto de ruptura se produjo cuando empezamos a controlar a otra
nación. Mi hijo Arik nació en una democracia con la posibilidad
de lograr una vida decorosa y estable. El asesino de Arik nació bajo
una ocupación aplastante y en un caos ético. Si mi hijo hubiera
nacido en su lugar, podría haber hecho lo mismo. Si yo mismo hubiera
nacido en el caos político y ético que es la realidad cotidiana
de los palestinos, hubiera seguramente tratado de combatir al ocupante: de no
hacerlo, habría traicionado mi esencia de hombre libre. Que todos los
bien pensantes que hablan de los despiadados asesinos palestinos se miren bien
al espejo y se pregunten qué habrían hecho ellos si vivieran bajo
una ocupación. Puedo decir por mí que yo, Yitzhak Frankenthal,
me hubiera convertido sin dudarlo en un luchador por la libertad".
Arik no fue asesinado porque era judío sino por ser "parte de la nación
que ocupa el territorio de otro -subrayó-. Sé que estos conceptos
son insoportables, pero debo exponerlos claramente y en voz alta porque vienen
de mi corazón, el corazón de un padre cuyo hijo no alcanzó
a vivir porque el poder cegó a su pueblo... Lamento decirlo, pero la
culpa es enteramente nuestra. No pretendo absolver a los palestinos ni justificar
en modo alguno los ataques contra civiles israelíes. Ningún ataque
contra civiles se puede perdonar. Pero, como fuerza de ocupación, somos
nosotros los que pisoteamos la dignidad humana, los que aplastamos la libertad
de los palestinos y los que empujamos a toda una nación a cometer actos
de loca desesperación". Así habló Yitzhak Frankenthal,
a pesar de su dolor y de su pérdida. Y no importa que el odio mutuo generalizado
haya dejado solos a los israelíes que piensan como él. Son la
conciencia de un país y bastan para que la moral que lo fundó
no sea un artefacto oxidado.
Israeli Yitzhak Frankenthal, left, and Palestinian Najah Tarayra talk Tuesday
in New York City among 1,050 flag-draped coffins representing Israeli and Palestinian
casualties in the Middle East. Both parents had sons killed in the violence.
La fuente: Juan Gelman es, tal vez, el más grande poeta argentino vivo.
Su artículo fue publicado previamente por el diario Página 12
(www.pagina12.com.ar).