23 de agosto del 2002
Los contenedores de la muerte
Mil talibanes murieron asfixiados mientras eran trasladados a una prisión
de la Alianza del Norte, según el semanario 'Newsweek'
ROSA TOWNSEND | Miami
Murieron asfixiados en contenedores herméticamente cerrados, arañando
hasta último momento las paredes y chupándose mutuamente el sudor
para tratar, en vano, de calmar la sed. Los más de 1.000 combatientes
talibanes se habían rendido a la Alianza del Norte el 25 de noviembre,
confiados en la promesa de sus captores de que les dejarían volver a
sus pueblos.
Era mentira. Deliberadamente, los trasladaron desde Konduz (en el norte del
país) a la prisión de Sheberghan, también en el norte,
en un convoy de camiones sin aire ni agua. El tenebroso fin de sus vidas había
sido hasta ahora el secreto sucio mejor guardado de la guerra en Afganistán,
pero ayer lo destapó la revista Newsweek.
Las calaveras, otros restos óseos y de ropa los descubrieron en realidad
animales que escarbaban a principios de año en la zona de los campos
de la muerte. Sus captores, comandados por el general Addul Rashid Dostum,
los habían enterrado en masa en Dasht-i-Leili, cerca de la prisión
de Sheberghan. Según el semanario estadounidense, los soldados norteamericanos
y los enviados de Naciones Unidas no lo supieron hasta semanas después.
La pregunta es por qué no se ha llevado a cabo una investigación
para aclarar las circunstancias y la autoría de las atrocidades.
La ONU admite en un informe confidencial que 'hay suficientes pruebas para abrir
una amplia investigación criminal'. Quedan pocas dudas, señalan
en privado tanto funcionarios de la ONU como del Pentágono, de que se
trata de crímenes de guerra. 'Es un tema potencialmente explosivo' decía
una fuente a Newsweek.
Es explosivo porque aunque las fuerzas de Estados Unidos no hayan participado
ni aprobado los asesinatos por asfixia, el general que los ordenó, Dostum,
ha sido un cercano aliado de los militares estadounidenses en la ofensiva contra
los talibanes.
Además, un pequeño grupo del batallón 595 de las Fuerzas
Especiales destacadas por el Pentágono estaban en una área cercana.
Iban en contenedores cerrados, arañando las paredes y chupándose
mutuamente el sudor
Newsweek advierte a la Casa Blanca de que hay peligro y responsabilidades
indirectas al subcontratar la guerra a socios como Dostum, con un historial
más que dudoso en materia de derechos humanos.
'De lo que nadie quiere hablar es de si las fuerzas americanas han estado involucradas',
dice Jennifer Leaning, profesora de medicina de la Universidad de Harvard, que
fue la primera en llegar a Sheberghan junto a otro doctor. 'Está claro
que había soldados norteamericanos en el área. ¿Qué supieron,
cuándo y qué hicieron al respecto?'.
Said Vasiqullah Sadat, intérprete en las negociaciones para la rendición
de los talibanes, dice que por aquellos días de finales del mes de noviembre
y comienzos de diciembre el Ejército estadounidense estaba 'distraído'
con la muerte del agente de la CIA en la revuelta de la prisión de Mazar-i-Sharif
y no se enteró hasta semanas después.
El Pentágono, según Newsweek, recibió un informe
preliminar en febrero en el que el comandante en la zona, John Mulholland, decía
creer que los 1.000 combatientes talibanes habían muerto a causa de las
heridas que ya tenían, no de las condiciones del traslado. Y el portavoz
de Dostum, Faizullah Zaki, dice que 'han muerto, no los hemos matado'.
Es muy distinto el relato que han hecho algunos supervivientes y conductores
de la caravana de la muerte. Los metieron de 150 en 150 en al menos 27 contenedores
de unos 12 metros de largo por unos dos metros y medio de ancho. Los conductores
iban acompañados por soldados de la Alianza del Norte que les impedían
perforar los contenedores cuando desde dentro se oían gritos pidiendo
auxilio.
Un conductor identificado sólo como Mahamed (para proteger su verdadera
identidad) cuenta cómo el violó las órdenes y les pasó
agua y comida por los agujeros. Todos sus prisioneros sobrevivieron. Otros lo
lograron abriendo huecos en el suelo del contenedor o chupándose mutuamente
el sudor. Pero la mayoría perecieron de asfixia y desesperación
en el viaje de 24 horas hacia la prisión de Sheberghan.