31 de julio del 2002
En los procesos electorales en Turquía y Pakistán los deseos estratégicos de EEUU pesan mas que la propia ciudadania
Democracias, militares y otros intereses
Txente Rekondo
Gara
Los próximos procesos electorales que se celebraran en Turquía
y Pakistán, en opinion del autor, son un buen ejemplo para observar como,
en ocasiones, se anteponen a los intereses de los ciudadanos otro tipo de intereses.
En el caso de los dos estados citados, los deseos estratégicos de EEUU
pesan mas que la propia ciudadania.
En muchas ocasiones se anteponen a los intereses de los ciudadanos
otro tipo de intereses. Un ejemplo claro lo encontramos en Turquía y
Pakistán, donde la intervención solapada de Estados Unidos hace
que sean los deseos estratégicos de éstos los que imperen, incluso
en la formación de gobiernos y en el propio desarrollo del sistema político
de ambos países. Esto es, la prelación de un círculo de
intereses mutuos, entre EEUU y los militares locales, que se traduce en una
política de quid pro quo.
Las supuestas democracias en ambos casos están tuteladas o dirigidas
por los militares. En Pakistán con un general golpista en la cumbre del
sistema, y en Turquía con el ejército en la sombra como el verdadero
poder del país, que hace y deshace en función de sus propias conveniencias.
Los primeros buscan con sus maniobras acabar con el actual primer ministro,
Bulent Ecevit, y formar un nuevo gobierno que con un apoyo fuerte logre sacar
adelante las reformas y negociar su deuda económica. Para ello no han
dudado en maniobrar contra Ecevit.
Primero han buscado la exclusión del Partido de Acción Nacional
(MHP) del gobierno y la dimisión del primer ministro, para formar un
nuevo gobierno entre los dos socios restantes, el Partido de la Izquierda Democrática
(DSP) y el Partido de la Madre Patria (ANAP). Tendiendo puentes de colaboración
al opositor Partido de la Virtud (DYP). Tras fracasar este intento, han iniciado
la segunda fase de su plan:
el abandono del DSP y la formación de un nuevo partido, al frente del
cual está el dimisionario ministro de Exteriores, Ismail Ceim.
Así, si el DSP, o más bien su actual líder, pierde la mayoría
parlamentaria, tal vez haya que forzar la formación de un nuevo gobierno,
en el que se agruparían los tránsfugas con Ceim al frente, el
True Path, el ANAP, con un apoyo externo del Partido por la Justicia y Desarrollo
(AK Party) y del islamista Partido Saadet (SP). Este nuevo gobierno aprobaría
las condiciones de la UE, antes de diciembre y, posteriormente, celebraría
las elecciones.
Los opuestos a las reformas, con la derecha más conservadora al frente,
y con el Partido de Acción Nacional (MHP) como su referente, buscan el
adelanto de las elecciones para evitar el debate sobre las reformas, a las que
se opone firmemente. Además intentarían jugar esa baza para sumar
votos y lograr superar el 10% exigido para obtener representación parlamentaria.
Una tercera variable es la del posible ascenso del islamismo. En principio el
SP no apuesta por unas elecciones a corto plazo. Son conscientes de que una
de sus principales figuras, Necmettin Erbakan, cumple la prohibición
de cinco años que le impedía participar en política, en
febrero de 2.003. Y es evidente que esta figura es un importante gancho electoral.
Turquía, consciente de esa importancia, la enmarca en una doble dimensión,
económica y militar. La primera buscaría la cancelación
de su deuda de cuatro billones de dólares y el apoyo de EEUU a su ingreso
en la UE, superando así la grave crisis económica actual. La segunda
se enmarca en la defensa de la «territorialidad de su estado», imponiendo la
imposibilidad de un estado kurdo, o incluso de un Irak Federal. Además
seguiría obteniendo un cheque en blanco para continuar la represión
contra el pueblo kurdo y tal vez un apoyo implícito a sus deseos de ampliar
su influencia en la rica zona de Asia Central.
EEUU es consciente de que no puede atacar Irak sin que en Turquía se
estabilice la situación política. Para ello está dispuesto
a utilizar todas sus influencias, dejando de manifiesto que lo importante no
es el desarrollo de un sistema democrático y justo para los ciudadanos
turcos, sino el logro de un gobierno estable para facilitar sus planes militares.
EEUU está maniobrando para buscar una situación estable en las
complicadas relaciones entre India y Pakistán, sin importarle lo más
mínimo la opinión, por ejemplo de la población de Jammu
& Kashmir, que se utiliza por ambos estados como excusa para sus enfrentamientos.
Y que en caso de Pakistán ha llegado a afirmar que el ampliamente denunciado
referéndum del general Musharraf el pasado mayo, por el que se autoconcede
poderes casi ilimitados, es «un asunto interno paquistaní».
En este escenario, lo que el gobierno de Washington busca es la complicidad
y el apoyo paquistaní en su guerra contra «el terrorismo internacional»
y en su lucha contra Al Qaeda y otras organizaciones islamistas que podrían
operar desde esa zona. De ahí que todas las maniobras de la cúpula
militar se anteponen al normal desarrollo de un proceso democrático como
son las elecciones generales.
El próximo mes de octubre los paquistaníes están llamados
a participar en unas extrañas elecciones. Se debe elegir un nuevo gobierno,
sin embargo, el Presidente, el general Musharraf, estará por encima del
mismo y no deberá someterse en ningún momento al mismo. Pero el
plan de los militares va más allá. Buscan una reforma constitucional
que de luz verde a la actual situación, lo que en sus propias palabras
viene a significar «la formalización del papel militar en el sistema
político».
La formación de un Consejo de Seguridad nacional, compuesto por los jefes
militares y presidido por Musharraf, va a convertirlo de facto en el gobierno
del país, dejando al parlamento y al conjunto del sistema político
como meros floreros decorativos, que puedan dar el label de democracia al país.
Todo ello sin entrar a las prohibiciones de participar en las elecciones a varios
dirigentes políticos y la represión y prohibición que pesan
sobre muchas organizaciones.
Y aquí también EEUU es consciente que su apoyo a Musharraf, e
indirectamente a los militares, y la alianza militar con éste hace que
este se sienta seguro para llevar a cabo su estrategia. Y ésta no hace
sino repetir el destino de los paquistaníes, que han visto sucederse
los golpes apoyados por los norteamericanos, imponiendo unos regímenes
políticos que no se pueden llamar «democráticos» precisamente.
Un sino que parece condenar a la población a vivir siempre bajo la ley
y la bota de los militares.
(*) Txente Rekondo: Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)