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9 de junio del 2002
Jerusalén: el orgullo venció al prejuicio
Multitudinaria marcha pacífica de gays y lesbianas desafía
al conservadurismo
Phil Reeves
La Jornada
El orgullo triunfó sobre el prejuicio en el oeste de Jerusalén
este viernes, cuando la ciudad dividida, caracterizada por su conservadurismo
religioso, presenció el primer desfile gay de su larga y torturada historia.
Miles de gays y lesbianas israelíes se reunieron en la plaza Zion, cerca
de donde se han perpetrado algunos de los más sangrientos atentados suicidas
de la intifada, en un desafiante espectáculo que fue precedido por la
oposición de varios funcionarios de la ciudad y de grupos judíos
ultraortodoxos.
Sin inmutarse por declaraciones de un veterano funcionario de Jerusalén,
quien declaró que nunca se permitiría que la ciudad fuera escenario
de semejante "enfermedad y desvío", los manifestantes marcharon pacíficamente
por las calles en un colorido desfile que sólo se vio interrumpido por
uno que otro enfrentamiento verbal.
"Esto es escupir en el rostro de Dios y del judaísmo", afirmó
Yacov Fauci, de 23 años, quien formaba parte de un pequeño grupo
de estudiantes ultraortodoxos que protestaron contra la marcha con el argumento
de que la homosexualidad está prohibida de manera explícita en
la Torah. "No hay necesidad de que tengamos esto aquí. No estamos en
Nueva York ni en Amsterdam", agregó.
No lejos de ahí, un hombre vestido con un costal advertía a los
manifestantes que se irían todos al infierno.
Quedó ampliamente confirmada la creencia de que esta marcha no predicaría
sólo la tolerancia sexual, sino también el hacer la paz con los
palestinos. Las pancartas dejaron esto bien claro: "Lesbianas y gays contra
toda clase de opresión"; "Transexualidad sí, transferencia no".
Esta última pancarta hacía referencia a los llamados surgidos
de los grupos judíos de extrema derecha que piden que los palestinos
sean expulsados de Cisjordania.
Pero no todos estaban de acuerdo con esta postura. "El ser homosexual no significa
que queremos darle un Estado a Yasser Arafat", afirmó Raviv, de 32 años,
trabajador de alta tecnología originario de Haifa. "¿Cómo van
a beneficiarse los gays al obtener un Estado gobernado por un dictador como
Arafat?"
Ciertamente, Israel es incomparablemente más tolerante de gays y lesbianas
que la sociedad palestina, donde la homosexualidad es todavía tabú.
Una marcha así en Jerusalén oriental sería imposible, y
mucho más inconcebible en los centros del conservadurismo palestino y
del Islam, la franja de Gaza o Nablus.
Israel despenalizó la homosexualidad en 1988, para horror de los judíos
ultraortodoxos que insisten en que se trata de un pecado que la Torah califica
de "abominación". En 1992, el Parlamento israelí prohibió
la discriminación de homosexuales en el lugar de trabajo, y un año
más tarde también se puso fin a la discriminación dentro
del ejército. En 1998, para deleite de la comunidad gay, la cantante
israelí transexual Dana International ganó el concurso de canción
de Eurovisión.
Pero Jerusalén oeste siempre guardó su distancia, observando con
desagrado desde las colinas las marchas del orgullo gay que cada año
se celebran en la más liberal ciudad mediterránea de Tel Aviv.
Hace tres años, cuando la comunidad lésbica y gay inauguró
su primer centro comunitario en Jerusalén occidental -bautizado Open
House (Casa Abierta)-, sus instalaciones fueron blanco de vandalismo.
Las autoridades locales rehusaron apoyar financieramente el desfile y sólo
aceptaron, a regañadientes, que se decoraran las calles y postes con
banderas multicolores, después de que la Corte Suprema de la ciudad así
lo ordenó.
El concejal del partido ultraortodoxo Shass, El Smaheyof, presidente del comité
financiero, fue citado por los medios de comunicación afirmando que "ni
un ágora (céntimo) del dinero de la ciudad será gastado
en esos enfermos".
El diario israelí Haaretz reportó que los rabinos ultraortodoxos
instaron a sus comunidades a no acercarse al lugar del desfile para evitar que
éste corrompiera a los jóvenes.
Nada de esto fue suficiente para desalentar a los organizadores. "Hubo un intento
organizado, por parte de políticos ortodoxos, de asustar a la gente",
señaló Hagai El Ad, director de Open House Jerusalén. "Pero
el hecho de que tantas personas hayan participado -10 veces más de lo
que habíamos esperado- comprueba que la gente que quiere hacer algo que
es natural en cualquier capital occidental del mundo, no se va a dejar intimidar
por el prejuicio o por el miedo a ataques."
©The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca