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21 de mayo del 2002
Reunión con Arafat
Uri Avnery
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
"¿Quieren que promulguemos una constitución? ¡No hay problema alguno!
Pediré a Israel que me den una copia de la suya y la copiaré palabra
por palabra!" Arafat me dirigió una mirada divertida. Israel, desde luego,
no tiene constitución. Fue un miércoles por la tarde, después
que cinco activistas de Gush Shalom –Haim Hanegbi, Adam Keller, Oren Medicks,
Rachel Avnery y yo –habíamos logrado entrar al complejo bombardeado,
fortificado, del dirigente palestino.
Existía el peligro de que Ariel Sharon, que volvía
a la misma hora de Washington, aprovechara el criminal bombazo suicida de la
noche antes en Rishon-Letzion para lograr su antiguo objetivo: el asesinato
de Yasir Arafat. Hubiera sido un desastre para Israel e impedido la paz por
generaciones a venir. Pensamos que la presencia de israelíes en el complejo
podría ayudar a prevenir un tal ataque.
Inmediatamente después que Arafat terminara su reunión con el
emisario europeo, Mortiños, en la que concluyeron el acuerdo final para
terminar el sitio de la Iglesia de la Natividad en Belén, nos recibió
para una prolongada reunión.
"Daré becas a los 13 que tienen que ir al extranjero," observó,
como si continuara la conversación anterior, y nos extendió el
documento que acababa de firmar.
Desde que me reuní con él en 1982 en el Beirut sitiado, en circunstancias
bastante similares, me he reunido con él numerosas veces. Lo encontré
tranquilo, sonriente, pleno de confianza, un poco cansado.
Se rió cuando le describí las "reformas" que George W. Bush exige
que se realicen en la Autoridad Palestina: Palestina debiera convertirse en
igual de democrática que Arabia Saudita, debiera tener una separación
del poder como en Siria, debiera ser dirigida por un presidente sin poder como
Jordania, debiera haber una servicio de seguridad unificado como en Egipto y
un aparato judicial independiente como en Irak.
La nueva idea de Bush y Sharon de "reformar" la estructura de la Autoridad (significado:
el nombramiento de agentes estadounidenses), como una condición previa
para la paz, no parece haberle impresionado mucho. En realidad, es difícil
decidir si se trata de un cínico pretexto para postergar una solución
o simplemente de una manifestación de monumental estupidez.
"No habrá un Hamid Karzai palestino," dijo, aludiendo al presidente títere
que EE.UU. llevó a Afganistán desde el exterior.
Nunca antes ha estado Arafat tan profundamente afianzado en lo más íntimo
del corazón del pueblo palestino como ahora.
Su prestigio ha llegado al cenit en todo el mundo árabe, donde las masas
comparan a sus propios reyes y presidentes con el hombre que ha soportado seis
semanas de sitio, en parte casi sin alimento, sin agua y electricidad, a una
distancia de dos metros de los soldados israelíes (la distancia la medimos
nosotros mismos), sin ceder. La idea de que alguien en el exterior lo pueda
convertir en una figura decorativa es absurda.
"La OLP está por sobre la Autoridad Palestina, y yo soy el jefe de la
OLP," nos recordó. La OLP representa a todas las partes del pueblo palestino,
mientras que la AP fue elegida sólo por los habitantes de Cisjordania
(incluyendo Jerusalén Este) y la Franja de Gaza.
Durante la reunión, oficiales superiores entraron varias veces a informaron
sobre concentraciones de tropas israelíes alrededor de la Franja de Gaza
y Ramala. Parecía que un ataque de Sharon podría ocurrir en todo
momento.
Prestó atención y dio breves órdenes. Yasir Abed Rabbo
estuvo presente durante toda la reunión y otras personalidades importantes
entraban de vez en cuando y escuchaban.
Le preguntamos sobre su reacción ante el ataque suicida de Rishon-Letzion
que había sucedido 24 horas antes. "He publicado una enérgica
condena (Arafat utilizó, por primera vez, la palabra árabe 'irhab',
terrorismo) y ordené el arresto de activistas de Hamás," respondió.
"Han planeado el ataque exactamente durante la reunión en la que Sharon
pidió permiso a Bush para realizar sus planes contra la Autoridad Palestina
y contra mi persona. Los dirigentes de Hamás sabían que estaban
ayudando a Sharon. Quieren destruir la Autoridad y no les importa si utilizan
a Sharon para lograrlo."
"Piénsenlo ustedes mismos," continuó, "¿parezco un imbécil
que colocaría bombas bajo su propio asiento?" Ya era casi medianoche
cuando terminó la reunión.
Los soldados nos invitaron a una cena con pan pita, sardinas, queso y humus.
Durante la larga noche en su compañía, nos convertimos en una
atracción en el complejo, que alberga a más de cien soldados armados
de la Fuerza 17, que continuaron durante toda la noche fortificando el sitio
con sacos de arena.
Muchos se reunieron a nuestro alrededor, bombardeándonos con preguntas
que demostraban que sentían una inmensa curiosidad por la situación
en Israel, igual como nosotros la sentimos por la situación del lado
palestino.
Estábamos sentados en un gran círculo en una sala, en la que todos
los muebles habían sido colocados cerca de las paredes, hablando y fumando.
Haim se hizo amigo de un muchacho de 17, que no había visto a su familia
en Yenín durante cuatro meses debido al bloqueo, y que estaba muy preocupado
por su suerte. Otro no había visto a su familia en Gaza durante dos años.
Todas sus posesiones se habían quemado en los incendios que estallaron
en los edificios adyacentes, dejándolo solo con lo que tenía puesto.
Adam conversó con un soldado de 25 años que hablaba bien hebreo
y que recordaba nostálgicamente al judío iraquí que lo
empleaba en el mercado en Beersheva. Había un hombre de 37 años
que había sido arrestado a los 15 por lanzar piedras, que había
pasado 15 años en prisión y que ahora sirve como oficial. Un soldado
se negó a participar, impávido. Escuchaba, diciendo solamente
que no creía que la paz vendría jamás. Y Rachel tomó
fotos.
Todos querían saber lo que piensan los israelíes, y ante todo
por qué Israel no quiere la paz. Esos terribles "hombres armados" (como
los llaman en los comunicados de prensa israelíes), con sus Kalashnikovs,
algunos de civil ("todos nuestros uniformes fueron quemados por sus misiles")
hablaban ansiosamente de paz. Después de algunas horas de conversación
Oren resumió: "Podríamos firmar un tratado de paz en cinco minutos."
Había algo de surrealista en la situación: todos hablaban del
Ra'is con una admiración sin límites. Como nosotros, esperaban
ser atacados en todo momento por los tanques israelíes pero mantenían
una conversación amistosa con los israelíes que habían
venido a verlos.
Cuando nos recostamos, por fin, sobre nuestros colchones, lado a lado con algunos
"internacionales" de varios países que habían venido a servir
de "escudos humanos", me llamaron para que diera una entrevista en vivo para
la televisión al-Yazira, que llevó la noticia de nuestra presencia
a millones de hogares en todo el mundo árabe. Otro pequeño puente
para la paz.
En la mañana, después de un rápido lavado (había
una larga fila delante del baño) nos paseamos por el complejo, guiados
por la valerosa Netta Golan, que había estado allí durante todo
el prolongado sitio.
Un olor a orina y excrementos llenaba todas las habitaciones que habían
sido ocupadas por nuestro ejército. Alguien había pintado Mezuzot
sobre todas las puertas. En una pieza había una alta pila de ordenadores
destrozados; por todas partes muebles destruidos. En todos los muros graffiti:
el himno nacional israelí (con burdos errores), el nombre de Israel en
árabe (con ortografía equivocada), una consigna en inglés:
"Isreal (sic) rige". En los muros, los enormes agujeros que se han convertido
en un símbolo del IDF [Ejército israelí], a pesar de que
todas las puertas habían estado abiertas.
Afuera, montones de coches aplastados. A un lado, el Chevrolet negro, blindado,
que el Presidente Clinton había obsequiado a Arafat, aplastado, con marcas
de tanque claramente visibles sobre el techo. Por todas partes la suciedad,
la destrucción y el vandalismo salvaje del "ejército más
humano del mundo".
No nos hizo sentir muy orgullosos.
11 de mayo de 2002