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16 de mayo del 2002
"¡Nadie puede darnos sermones sobre Ética, Nadie!"
¿Israel, un rayo de luz para las naciones?
Kathleen Christison
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
En el interminable espectáculo propagandístico destinado
a presentar Israel como una nación moral perseguida por terroristas inmorales
y antisemitas, CNN mostró hace poco una secuencia cinematográfica
del Primer Ministro israelí Menachem Begin proclamando, como sólo
él sabía hacerlo, "¡Nadie puede darnos sermones sobre ética,
nadie!" Y, claro, pocos lo hacen.
La suposición general de la vasta mayoría de los estadounidenses
es que nadie puede predicar ética a Israel, ese rayo de luz entre las
naciones. Ninguna nación es más ética o más inocente
-o eso, por lo menos, es lo que nos cuentan.
Pero hay algo que vi recientemente que no deja de darme vueltas por la cabeza.
De cuando en vez hay cosas en el diluvio de informaciones que se reciben que
salta a la vista como algo especial -terriblemente electrizante, terriblemente
horrible, en cierta manera casi alucinante. Nuestros sentidos se embotan durante
meses, años, después de leer sobre, y ver imágenes en la
televisión de, muertos inocentes de los ataques terroristas palestinos,
de otros muertos inocentes de los tanques o de los francotiradores israelíes,
de ciudades y campos de refugiados devastados, en las últimas semanas
de la destrucción de toda la infraestructura civil de la sociedad palestina.
Pero un artículo escaldante irrumpió el otro día que me
sacó de quicio, y no puedo olvidarlo.
En un artículo de la edición del 6 de mayo del periódico
israelí Ha'retz con el título de "Alguien incluso logró
defecar en la fotocopiadora," Amira Hass -una honrada, valerosa, israelí
que ha pasado años viviendo entre palestinos en Cisjordania y Gaza ocupadas-
describió las escenas de destrucción en el Ministerio de Cultura
de Palestina, después que las fuerzas militares israelíes levantaron
su sitio de las ciudades de Ramala y su suburbio de al-Birah, donde está
ubicado el ministerio.
Al entrar al edificio después de que estuvo ocupado durante un mes por
una unidad militar israelí, los funcionarios del ministerio, los agregados
culturales extranjeros, y los reporteros, encontraron una escena de grotesco
vandalismo. Los equipos de la radio y de la estación de televisión
locales habían sido lanzados por la ventana del edificio de varias plantas,
el equipo electrónico fue destruido o robado, los muebles fueron rotos
y apilados sobre montañas de papeles, libros, discos de ordenador, y
cristales rotos. Las pinturas de hechas por niños habían sido
destruidas.
Y luego, lo siguiente, tal como lo describe Hass: "Hay dos baños en cada
piso, pero los soldados orinaron y defecaron en todo el resto del edificio,
en varias habitaciones en las que vivieron durante casi un mes. Lo hicieron
en los suelos, en macetas vacías, incluso en cajones extraídos
de los escritorios. Defecaron en bolsas de plástico, y las repartieron
por todas partes. Algunas habían reventado. Uno de ellos incluso logró
defecar en una fotocopiadora. Los soldados orinaron en botellas vacías
de agua mineral. Dejaron docenas tiradas en todas las piezas del edificio, en
cajas de cartón, entre los montones de basura y escombros, sobre los
escritorios, bajo los escritorios, al lado de los muebles destrozados por los
soldados, entre los libros para niños que habían arrojado al suelo.
Algunas de las botellas se habían abierto y el líquido amarillo
se derramó y dejó la mancha correspondiente.
"Fue especialmente difícil entrar a dos pisos del edificio por el hedor
pungente de las heces y la orina. También había papel higiénico
tirado por todas partes. En algunas de las piezas, no lejos de los montones
de heces y de papel higiénico, había restos de comida pudriéndose.
En un rincón, en la habitación en la que alguien había
defecado en un cajón, habían dejado cartones de frutas y vegetales.
Dejaron los servicios higiénicos rebalsando de botellas repletas de orina,
heces y papel higiénico. En comparación con otros sitios, los
soldados no dejaron tantos graffiti en las paredes. Por aquí y por allá
había los candelabros simbólicos de Israel, estrellas de David,
alabanzas del equipo de fútbol Jerusalén Betar."
No es probable que sea una historia que vayamos a ver jamás en la prensa
de EE.UU., así que la vasta mayoría de los estadounidenses que
piensan junto con Menachem Begin que nadie puede enseñarle algo a Israel
sobre ética, que el ejército de Israel es el único ejército
moral del mundo, y que siempre emplea la doctrina de la "pureza de las armas,"
seguirá pensando lo mismo.
Pero yo no puedo.
Me veo obligada a formular algunas preguntas que sin duda jamás serán
escuchadas por la mayoría de los estadounidenses: ¿Puede, por ejemplo,
llamarse terrorismo si toda una unidad del ejército israelí renuncia
a la pureza de las armas y pasa un mes cagando por el suelo, sobre montones
de producciones gráficas de niños, en los cajones de escritorios,
en las fotocopiadoras? ¿Es defensa propia, o "desarraigo de la infraestructura
terrorista"?
¿Es antisemita preguntarse qué ha sucedido con el compás moral
de una sociedad que incluye un grupo de jóvenes que mezcla sus propios
símbolos religiosos y nacionales con heces y orina, como si los dibujos
y el excremento constituyeran sendos valiosos autógrafos?
¿Piensan que la mierda israelí es más limpia, más santa,
que la de todos los demás?
¿Por qué usan mis impuestos para financiar un ejército semejante?
¿Cómo podrán jamás los palestinos llegar a la paz ante
una tal inmundicia y falta de respeto?
Kathleen Christison trabajó 16 años como analista política
para la CIA, primero sobre Vietnam y después sobre el Oriente Próximo,
durante los últimos siete años, antes de renunciar en 1979. Después
de dejar la CIA, ha sido escritora por cuenta propia, tratando sobre todo del
conflicto israelí-palestino. Su libro, "Perceptions of Palestine: Their
Influence on U.S. Middle East Policy," fue publicado por University of California
Press y vuelto a publicar en edición de bolsillo en octubre de 2001.
Un segundo libro, "The Wound of Dispossession: Telling the Palestinian Story,"
fue publicado en marzo de 2002. Tanto Kathy como su marido Bill, también
un ex analista de la CIA, escriben regularmente para Counterpunch.