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14 de mayo del 2002
Un empleado del Congreso de EE.UU. revela el poder de Israel en Capitol Hill: "¡Ahora somos todos miembros del Likud!"
Nuestro Congreso de Vichy
George Sunderland* - 10 de mayo de 2002 – Informe Especial de Counterpunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Si a John Walker Lindh lo consideraran culpable de tomar las armas contra
Estados Unidos, después de un juicio justo ante un tribunal con una jurisdicción
válida, el autor no objetaría, en principio, a que se le ejecutara,
o se le encerrara por un período prolongado. La ley es la ley; es algo
que se puede decir sin involucrarse en el rencor sediento de sangre del histrionismo
barato, seudo-patriótico, acostumbrado en la radio o en los canales "noticiosos"
de la televisión por cable.
Habiendo dicho esto, el caso del talibán estadounidense presenta temas
fundamentales de lealtad al grupo, y de lo que significa cruzar la línea
entre las actividades protegidas por la Constitución y la conducta que
implica abiertamente el delito de traición. Además, si la juventud
y la presunta ingenuidad de Walter Lindh resultan ser circunstancias mitigantes,
¿cómo vamos a juzgar la deslealtad si es cometida por ciudadanos mayores,
presumiblemente responsables que prestan un juramento de proteger la Constitución
cuando asumen un puesto electivo?
¿Qué sucede, por cierto, cuando la inversión y la trasferencia
de la lealtad, se generalizan hasta que apenas se notan?
Es probable que el ejemplo emblemático de este tipo de deslealtad generalizada
al país en el que se ha nacido sea el gobierno de Vichy en Francia. Las
historias sobre el colapso de Francia, tales como "El Colapso de la III República"
de William Shirer, o "Perder una Batalla" de Alistair Horne, se esfuerzan por
subrayar que el colapso militar de Francia y la lealtad servil a la ocupación
alemana en general, tuvieron su origen no en la debilidad militar en sí,
sino en el profundo cinismo, corrupción, y en la lealtad atenuada de
la clase política profesional francesa de entre las dos guerras.
Uno de los arquetipos que reverberan en nuestra memoria histórica ampliada,
es la visión profundamente desagradable de un Petain amodorrado, senil,
del asilvestrado, ratonil Laval, y de una serie de actores de reparto formada
por sórdidos políticos de pacotilla, apretando sus agrios cigarrillos
Gauloises en sus dedos manchados de tabaco. Cuando Petain hablaba del "deber
de lealtad" de los ciudadanos de Francia hacia un régimen colaboracionista,
al lector moderno no le es difícil comprender que negro es blanco y que
arriba es abajo. La lealtad a Francia no fue la lealtad predicada y practicada
por los políticos de Vichy. Al terminar la II Guerra Mundial, muchos
de esos políticos se encontraron con la soga al cuello.
¿Qué, entonces, debemos pensar de nuestros representantes y senadores
en el Congreso en sesión plenaria?
Para encontrar expresiones de pura prosternación servil ante un poder
extranjero, los pronunciamientos de Laval y Petain palidecen en comparación
con la devoción retórica con la que algunos miembros del Congreso
han envuelto al Israel de Ariel Sharon.
En marzo, el senador James Inhofe de Oklahoma tomó la palabra en el Senado
y dijo que los ataques del 11 de septiembre eran un castigo de Dios por la política
de EE.UU. hacia Israel. Afirmando que Israel tiene "derecho" a Cisjordania,
criticó también a sus conciudadanos que aconsejaban a Israel que
ejerciera compostura, acusándolos prácticamente por los ataques
terroristas del 11 de septiembre: "Uno de los motivos por los que creo que la
puerta espiritual fue abierta para un ataque contra los Estados Unidos de América,
es que la política de nuestro Gobierno ha sido pedir a los israelíes,
y exigirlo con presión, que no tomaran represalias substanciales contra
los ataques terroristas que han sido lanzados en su contra."
Según este San Agustín de la zona de los tornados, Dios realmente
permitió que los aviones fueran lanzados contra el World Trade Center
y el Pentágono porque las acciones de EE.UU. ofendieron al Todopoderoso.
En otras palabras, Estados Unidos fue castigado porque la Administración
Bush había mostrado insuficiente veneración hacia Israel (Evidentemente
no bastan los 3 mil millones de dólares que el Congreso extrae del contribuyente
como tributo al Estado Judío, según la opinión de este
auto-proclamado "conservador hacendístico," –y según el Todopoderoso
en persona, cuya Voluntad inescrutable Inhofe pretende poder interpretar). Como
Jerry Falwell y Pat Robertson, Inhofe cree que EE.UU. sufrió un castigo
ordenado por Dios; pero el Senador le agrega un nuevo sesgo: esos 3.000 inocentes
estadounidenses murieron, cree, porque su gobierno mostró insuficiente
obediencia hacia un país extranjero. Resulta difícil superar la
pureza del quislinguismo traidor de la declaración de Inhofe.
Pues sí que podemos
Una mirada al Jerusalem Post del 6 de mayo de 2002, revela el siguiente
titular: "Miembros del Congreso de visita recomiendan a Israel que resista a
la presión de la Administración de EE.UU." El periódico
israelí describe el peregrinaje de un grupo de paniaguados de la politiquería
local, miembros del Congreso, a la Tierra Prometida, llevando con ellos una
copia de la resolución de apoyo al gobierno israelí que fue aprobada
por el Congreso por 352 contra 21 votos, con 29 abstenciones. El jefe de la
delegación, el representante James Saxton de Nueva Jersey, mostró
a los reporteros una copia de la resolución, la que dijo quería
"entregar personalmente" al pueblo israelí. El entusiasmo de Saxton por
Israel data de largo, e incluye emplear en el Congreso al ciudadano israelí
–y según se rumorea, activo del Mossad– Yosef Bodansky.
Un aspecto irónico de este viajecito pagado del Congreso es que son estos
precisamente los mismos funcionarios públicos que continuamente sugieren
que el disenso contra la conducción de la guerra en Afganistán
por la Administración Bush equivale a una traición.
La tibia crítica de la política de Bush en marzo por el Jefe de
la Minoría del Senado, Tom Daschle, provocó una hipócrita
tormenta de indignación de los republicanos, y Daschle, debidamente castigado,
se apartó a hurtadillas del escenario. Evidentemente no se acepta ninguna
crítica del Presidente Bush, excepto cuando se trata de Israel. En este
caso, parece que está permitido viajar a países extranjeros a
costa del contribuyente para socavar públicamente la política
exterior del propio gobierno. Lo que le da a esta circunstancia un sabor especial
es el recuerdo de cómo las antiguas incursiones de Jesse Jackson a las
negociaciones de rehenes en el Líbano y en los Balcanes provocaban las
quejas de los republicanos, que decían que había que enjuiciar
a Jackson por violar la Ley Logan. De nuevo, parece que se aplica la excepción
para Israel.
Otra ejemplo del servilismo à la Vichy lo da John McCain, la adorada
mascota de los consejos editoriales de los periódicos, en competencia
incansable con Joseph Liebermann, como la Conciencia eterna pro témpore
del Senado. Dirigiéndose el 23 de abril a la sesión plenaria de
clausura del Comité de Asuntos Públicos EE.UU.- Israelí
[AIPAC] en el Jefferson Memorial, McCain declaró su noviazgo con el Israel
de Sharon de una manera que hubiera sido denunciada como propia de un compañero
de ruta o de idiotez útil si hubiese sido Henry Wallace elogiando a la
Unión Soviética.
Invocando al Senador Henry "Scoop" [primicia] Jackson (el fundador, por así
decir, del vichysismo en el Congreso: un odioso chico de los mandados
a la busca de subvenciones especiales para el complejo industrial- militar,
cuya principal contribución al arte de gobernar estadounidense fue el
lanzamiento de las carreras del siniestro y sutil Richard Perle y del desenfrenado
militarista Frank Gaffney), McCain describió el indisoluble lazo moral
entre la República Estadounidense y el Estado del apartheid en el Oriente
Próximo, gobernado por un ex- general procesado actualmente por un tribunal
belga por crímenes de guerra. Por cierto, "Ser orgullosamente pro- EE.UU.
y pro-israelí no es tener un conflicto de lealtades." Según Scoop
se trata de defender los principios que son caros a ambos países. "Y
estoy hoy ante ustedes, orgulloso de ser pro-EE.UU. y pro-Israel." Es notorio
que McCain presentó esta efusión en un monumento nacional estadounidense,
rodeado por banderas israelíes. Evidentemente, el Senador piensa que
esa escena impresionaría tanto a sus electores en Arizona que colocó
una foto en su sitio en la red. Actuaciones a pedido ante AIPAC se han
convertido en cosa de rutina en la vida de un funcionario elegido, igual que
presentar informes a la Comisión Federal de Elecciones (FEC) y tratar
de ligarse con las pasantes. Los estilizados panegíricos presentados
en la reunión anual de AIPAC tienen todo el valor de testimonio de un
saludo de cumpleaños del Soviet de Dnepropetrovsk a Stalin, porque el
verdadero contenido no tiene importancia; lo que es crucial es que se vea que
el político en cuestión esté haciendo genuflexiones ante
el consejo de AIPAC. En realidad, para facilitar las cosas, los discursos son
a veces escritos por un empleado de AIPAC, con cambios cosméticos introducidos
por un miembro del propio equipo del Senador o del Representante.
Desde luego, hay innumerables grupos de presión en Washington, desde
el medio ambiente a las telecomunicaciones, hasta los quiroprácticos;
¿qué tiene de distinto AIPAC? Para comenzar, es un comité de acción
política, que hace presión expresamente por cuenta de una potencia
extranjera, el hecho de que se le exceptúe de la Ley de Registro de Agentes
Extranjeros es otra misteriosa "excepción para Israel". Otro punto, no
se trata sólo de la cantidad de dinero que distribuye, es también
el castigo político que puede imponer: baste con preguntar a Chuck Percy
o a Pete McClosky. Desde mediados de los años 80, ningún Miembro
del Congreso ha osado jamás un enfrentamiento directo con el lobby. Como
un empleado del Senado le contó al autor, es el "puro miedo" de caer
en desgracia con AIPAC lo que tiene a raya a los políticos.
Este chanchullo ha estado ocurriendo durante décadas. El propósito
principal, fuera de mantener el flujo de armas y dinero a Israel, es asegurar
que el aparato de investigación del Congreso no funcione.
La decisión de Lyndon Johnson de encubrir el deliberado y prolongado
ataque contra el USS Liberty en junio de 1967 (que causó 34 muertos:
casi el doble de los muertos sufridos por la tripulación del USS Cole)
no fue, significativamente, investigada por el Congreso. En su lugar, los supervivientes
fueron vergonzosamente intimidados para que guardaran el silencio por Johnson
y sus funcionarios; los que más tarde rompieron su silencio fueron vilipendiados
por el lobby como delirantes antisemitas.
De la misma manera, la investigación del Congreso del ataque con bombas
a los barracones de Beirut se limitó al tema de la incompetente cadena
de mando militar de EE.UU., y evitó el tema más amplio de la presencia
de los infantes de marina como presas fáciles durante la primera guerra
de conquista de Sharon. Un oficial retirado ha expresado que el Mossad poseía
inteligencia proveniente de informantes de que se estaba reforzando la estructura
de un camión para cargar un gran peso de explosivos, pero que prefirió
mantenerla en secreto. A pesar de la afirmación del lobby de que la relación
de EE.UU. e Israel se basa en que se comparta la inteligencia, la verdadera
relación es más descarnada: según un viejo experto en inteligencia,
Israel lo toma todo y no da nada, incluso si hay vidas estadounidenses en peligro.
El camino para la "apertura hacia Irán" del Consejero de Seguridad Nacional
de aquel entonces, Bud McFarlane, fue allanado porque Israel ya estaba suministrando
a hurtadillas a Irán repuestos para el F-4 Panthom (fabricados en Estados
Unidos y transportados a Israel a expensas del contribuyente de EE.UU.) como
una manera de equilibrar el poder militar de Irak.
La escala en la que la política exterior privatizada del Presidente Reagan
aprovechó esos lazos pre-existentes para impulsar la apertura irania
no es conocida. Lo que es seguro es que el comité conjunto de investigación
de la Cámara y del Senado, presidido por el favorito de toda la vida
de AIPAC, el Senador Daniel Inouye de Hawai, se esforzó por alejar de
Israel la investigación, de manera que esos lazos no se hicieran públicos
en una forma que pudiera causar problemas a nuestro Principal Aliado no-OTAN.
Finalmente, para un país al que le encanta una buena historia de espías
–sea Alger Hiss, o los Rosenberg, o Robert Hansen, cada cual provocando clamores
en Capitol Hill exigiendo una investigación, más polígrafos,
el uso más frecuente de la pena de muerte, etc., etc. –el absoluto silencio
del Congreso sobre la saga de los "estudiantes de arte" israelíes, particularmente
después del 11 de septiembre, es sorprendente para los que no se han
familiarizado con la renuencia del Congreso a causar problemas a Israel. Tanto
más sorprendente, considerando que sólo dos años antes
el Congreso causó una barahúnda por la histeria del espía
chino (el hecho de que Wen Ho Lee, el empleado de Los Álamos que fue,
según parece, falsamente acusado, había sido acusado en las columnas
del frenético sionista y confidente de Sharon, Willim Safire, da al asunto
un cariz irónico que casi llega a la calidad de O´Henry.) La historia
completa de cómo cientos de agentes en entrenamiento del Mossad estuvieron
literalmente inundando las instalaciones federales en el año y medio
anterior al 11 de septiembre tal vez no sea jamás revelada, gracias a
que el Departamento de Justicia, el Congreso, y todos los principales medios
le han echado tierra encima.
Con el pasar de los años, la capacidad del lobby de influenciar al Congreso
sobre cualquier tema que sea importante para Israel se hace inexorablemente
mayor. En 1995, por coincidencia el mismo año en el que su marido de
aquel entonces llegó a ser Presidente de la Cámara, Marianne Gingrich
fue contratada por la Compañía de Desarrollo de las Exportaciones
de Israel (IEDC) como su vicepresidente para el desarrollo de negocios. El interés
de la señora Gingrich por Israel comenzó después de un
viaje de ocho días a Israel, que ella y su marido hicieron en agosto
de 1994, a costa de AIPAC.
¿Fue un soborno de una potencia extranjera?
"Si yo fuera a recibir un soborno político, no sería por la cantidad
de dinero que estoy recibiendo," dijo la señora Gingrich, que no tenía
experiencia previa en ese terreno. Su salario era de 2.500 dólares por
mes, "más comisiones," el valor de las cuales, ni ella, ni nadie relacionado
con la empresa, estuvo dispuesto a revelar.
Por una coincidencia aún más extraña, las recetas de política
exterior del flamante Presidente Gingrich se volvieron más y más
estridentes a favor de Israel y belicosamente opuestas a los países que
Israel determinaba que eran sus enemigos. Una de las notables excursiones de
Gingrich al terreno diplomático en esa época fue su llamado público
a que la CIA derrocara el gobierno de Irán. Evidentemente, a alguien
se le olvidó recordar al Presidente [de la Cámara] que la agencia
ya había organizado un golpe en Irán en 1953 –y mírese
lo bien que resultó esa aventurita.
La estrategia israelí de utilizar su influencia en el sistema político
de EE.UU. para convertir el aparato nacional de seguridad de EE.UU. en su propio
perro de presa –o Golem– ha alienado a EE.UU. de gran parte del Tercer Mundo,
ha empeorado las relaciones de EE.UU. con Europa, entre rencorosas insinuaciones
de antisemitismo, y convierte a Estados Unidos en un odiado matón. Y
destruyendo todas las líneas diplomáticas para una retirada –como
lo hizo Sharon cuando hizo aparecer públicamente al Presidente Bush,
el líder del Mundo Libre, como un idiota impotente– Israel paradójicamente
obliga a Estados Unidos a acercarse a Israel, porque no hay una alternativa
imaginable para los políticos estadounidenses, fuera de continuar invirtiendo
capital político en Israel.
Hemos llegado ahora al punto en el que podría no haber forma de volver
atrás mientras el Apocalipsis nuclear amenaza desde el Oriente Próximo.
Escribiendo recientemente en The Washington Post, Chris Patten, el comisionado
europeo para las relaciones exteriores, dice "un importante senador demócrata
[por desgracia, Patten no lo nombra] dijo el otro día a un europeo de
visita: 'Todos nosotros aquí somos ahora miembros del Likud.'"
Así que ahí es donde han llegado las cosas: miembros del cuerpo
deliberativo más grande del mundo, los herederos de Clay, La Follette,
y Taft, se identifican ahora con un movimiento político radical que nació
del terrorismo del judeo-fascista y admirador de Mussolini, Vladimir Jabotinsky;
de Menachin Begin, co-conspirador en el atentado con bombas contra el Hotel
Rey David; y de Ariel Sharon, el carnicero de Sabra y Chatila.
No importa si se identifican con el Israel de Sharon por simples ventajas políticas,
o porque, como los del Senador Inhofe, sus puntos de vista son indistinguibles
de las falsas ilusiones de un lunático probado, nuestro Congreso â
la Vichy nos está llevando por el camino a un choque final, fatal, de
civilizaciones. Todos los estadounidenses, sean conservadores a la antigua que
odian que su país se vea totalmente implicado en las perpetuas querellas
del Viejo Mundo, o liberales en la honorable tradición antiimperialista
y antimilitarista de un William Jennings Bryan, o los apolíticos que
resienten la perspectiva de convertirse en un cadáver irradiado, deben
poner a un lado sus diferencias y comenzar fuerte y persistentemente a identificar
a esos Likudnikis del Congreso como lo que son: Quislings.
(*) George Sunderland es el seudónimo de un miembro del personal del
Congreso. Comentarios para Sunderland pueden ser enviados a counterpunch@counterpunch.org