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3 de abril del 2002
Vía Campesina: delicada situación en Palestina
Comunidad Web de Movimientos Sociales
Mientras una decena de delegados de Vía Campesina, detenidos este domingo
en la ciudad de Ramallah, estaban a punto de ser deportados por las autoridades
israelíes, el otro grupo de la delegación se mantenía en
el Cuartel General de Arafat. Ahí permanecen voluntariamente intentando
evitar una acción directa de fuerzas de Israel.
Mario Lill, representante del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil, que forma
parte de este segundo grupo, informó vía telefónica que
la situación al interior del Cuartel es de extrema peligrosidad.
Todos los ahí reunidos no han podido dormir por el intenso frío
y los disparos realizados por militares de Israel durante toda la noche.
Se conoce que el agua potable fue suspendido para el edificio, los alimentos
ya escasean y los cobertores no son suficientes. La energía eléctrica
no ha sido cortada, pero al interior del Cuartel General permanecen a obscuras
por temor a ser blanco de francotiradores israelíes.
El edificio del Cuartel está completamente rodeado por fuerzas de Sharon,
quien ha ordenado que nadie ingrese o salga del lugar, ni siquiera de representantes
de consulados de los países de donde son originarios los civiles que
respaldan a Yasser Arafat: Inglaterra, España, Brasil y Estados Unidos,
aunque habría la posibilidad de negociación entre la Embajada
de Francia y el gobierno israelí.
Inclusive las ambulancias de la Cruz Roja son impedidas de ingresar a la zona
para asistir a los heridos. Según Mario Lill, la única salida
al conflicto sería una intervención internacional, que pudiese
crear condiciones para un verdadero proceso de paz en la región.
Mientras el primer ministro israelí, Ariel Sharon, señala que
la única posibilidad de reanudar el diálogo de paz es el exilio
del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat, el líder
palestino ha dicho que no se rendirá y que prefiere morir en la lucha.
Finalmente, Mario Lill caracterizó la situación como de genocidio
contra el pueblo palestino, pues el ejército de Israel está asesinando
a civiles en las calles, en las casas, de manera indiscriminada. Asimismo, denunció
que dichas tropas ingresan a los hospitales y matan a los heridos y detienen
a los médicos, por lo que llamó a la inmediata acción por
parte de los pueblos y gobiernos del mundo.
Carta a los desobedientes de la caravana «Action for Peace in Palestina»
Os escribo desde aquí, a unos pocos miles de kilómetros de distancia,
desde otro planeta, el mismo planeta. Os escribo para deciros que en realidad
ya no existe un lugar en el mundo en el que uno no se sienta involucrado en
la guerra global permanente, así como en vuestra empresa contra ésta.
Os lo dice uno que lleva días y noches relevando a los compañeros
delante de la televisión, en Internet, en constante comunicación
con vosotros vía teléfono: Al Jazeera, captada vía satélite
y traducida al instante por un compañero marroquí, la CNN y la
BBC, los sitios de las agencias de prensa del mundo occidental y del mundo árabe,
los móviles. La infosfera global que quema las distancias habla de vosotros.
Los ojos del mundo apuntan a esas dos habitaciones de Ramallah. Y a esos locos
que se han metido por medio. «Los pacifistas». Los pacifistas sin paz y ya sin
espacio.
Lo habéis escrito en vuesto documento: ya no queda ninguna paz a la que
referirse. Tal vez sólo quedan respiraderos, de unas pocas decenas de
metros, que han de ampliarse, no en nombre de una paz que ya ha desaparecido
del horizonte, sino contra la guerra global. Tenéis razón.
Desde aquí se respira la misma sensación de final y de impotencia
que me comunicáis por teléfono. Es cierto, el margen político
de vuestra misión se ha visto aplastado por los tanques, ha saltado por
los aires con los kamikaze, se ha ahogado en la sangre. Y responder a todo esto
con los propios mártires de la paz no serviría de nada.
Sin embargo, la infosfera y ese destello de sentido común que me queda,
dicen algo más. Algo importante.
La sensación que nos invade a todos es que lo que estáis haciendo
en este momento tiene una enorme eficacia simbólica. Diría incluso
que tiene el sabor de los grandes cambios históricos.
Sharon avanza, Bush avanza, rebosa la sangre ante los ojos de Europa. Sólo
vosotros estáis allí.
Sólo vosotros estáis demostrando al mundo que es posible estar
allí. Vuestra lección de diplomacia internacional «desde abajo»
se ha anticipado a la del Imperio, la ha dejado a la altura del betún,
la ha ridiculizado, henchida de palabras inútiles, de sangre trocada
por sangre.
Vosotros estáis allí, compañeros. Estáis en esas
dos habitaciones. Rodeados por los tanques.
Manteniendo abierto el destello de ese respiradero.
No podéis impedir la masacre. Tampoco el asedio de Arafat y de todo un
pueblo. Pero dar una lección de dignidad al mundo, restituir a la sociedad
civil la idea, la sensación, por más que desesperada, de lo que
es posible, eso sí. Eso lo estáis haciendo, compañeros.
Estáis diciendo que no podemos quedarnos siempre mirando. Estáis
diciendo a un pueblo atropellado que no se ha quedado solo, que esa no es su
guerra, sino la guerra de todos, la guerra contra la humanidad. Nos estáis
diciendo, allí donde estemos, en este otro lugar tan cercano, que no
hay que rendirse a ninguna ineluctabilidad. Que mientras sigamos con vida no
dejaremos de imaginar algo distinto de la masacre generalizada que nos rodea.
En Ramallah, así como en Colombia o en Afghanistan. Nos estáis
diciendo que estar vivos, para nosotros que todavía podemos estarlo,
para nosotros que ni estamos obligados ni queremos inmolarnos destruyendo otras
vidas, que no queremos dar balas por balas, que estar vivos es esto. No es sino
esto. Continuar pensando testarudamente que otro mundo es posible. Y, sobre
todo, demostrárselo al mundo.
Vosotros lo estáis haciendo, junto a los palestinos que resisten, junto
a los desertores israelíes, junto a los pacifistas internacionales, lo
estáis anunciado desde el corazón de la guerra global. Y aunque
la desesperación atenaza mis palabras, mientras veo las imágenes
del final por televisión y temo por cada uno de vosotros, quisiera deciros
que vuestra débil fuerza y su gran conciencia mantienen viva mi esperanza.
Mi amor por algo distinto de todo esto.
Quisiera deciros, compañeros míos, que estoy a vuestro lado, en
ese hospital, en esas dos habitaciones. Estoy con vosotros.
Federico Guglielmi (alias Wu Ming 4), Bolonia, Planeta Tierra, 1 de abril de
2002
Traducción: Universidad Nómada