|
LE MONDE Diplomatique, Edición Cono Sur.
12/04/2002
Medio Oriente
Contra su objetivo declarado, la ofensiva militar desatada por el general Sharon sobre los territorios palestinos no erradicará el terror, sino que generará más kamikazes. Frente a la posibilidad de una conflagración regional, surge la alternativa de una resolución refundadora de la ONU, cuya implementación sería responsabilidad de Estados Unidos y la Unión Europea.
Por Alain Gresh
Jefe de redacción de Le Monde diplomatique, Francia.
El carácter y amplitud de la actual operación militar israelí en territorios palestinos ocupados muestran que Israel tomó la decisión estratégica de poner fin al proceso de paz de Oslo que había definido el marco de las relaciones palestino-israelíes en el curso de los últimos diez años (1). De Ramallah a Belén, de Naplus a Jenin, las cuatro divisiones del ejército israelí - una más de las que necesitó Israel para conquistar el Sinaí en junio de 1967 (2) - se proponen destruir ante todo a la Autoridad palestina, a su jefe, sus engranajes y sus símbolos. Por más que la Autoridad haya condenado los atentados suicidas contra la población civil israelí, es en principio "culpable", mientras que los responsables de los ataques: el Hamas y la Jihad islámica, apenas son mencionados en los comunicados israelíes. Pero a Ariel Sharon no le basta con pisotear a la Autoridad y deshacerse de la sujeción a los acuerdos de Oslo, "la catástrofe más grande que le haya sucedido nunca a Israel", según él. Su objetivo estratégico es la capitulación de la población palestina, y su renuncia a toda forma de resistencia. Para lo cual hay que golpear, y fuerte; el 5 de marzo de 2002 el general Sharon explicaba: "Tenemos que golpearlos. Tenemos que infligirles pérdidas graves, para que entiendan que no pueden seguir usando el terror y logrando sus objetivos políticos" (3).
En el terreno el ejército israelí aplica esos "principios": destrucción sistemática de las infraestructuras, algunas de ellas financiadas por la Unión Europea, bombardeos indiscriminados de los campos de refugiados, casas destruidas, ataques contra hospitales y trabas a la circulación de las ambulancias y al trabajo de los socorristas, lo cual ha llevado a protestar a la Cruz Roja, hecho excepcional; saqueos, robos, destrucción de todos los marcos de la vida material y social de los palestinos (4). Los periodistas y observadores internacionales suelen ser prohibidos, hostigados, expulsados. El primer ministro Sharon espera así, después de deshacerse de la Autoridad y de YasserArafat, hacer aceptar la "solución a largo plazo" que preconiza desde 1998 (5): algunos guetos palestinos autogestionados, circundados por un collar de colonias judías, cuya red no dejó de extenderse desde la firma de los acuerdos de Oslo en 1993; los palestinos gestionarían sus propios asuntos sin ninguna forma de soberanía.
Esta maniobra está condenada al fracaso. Como subraya el historiador israelí Zeev Sternhell: "Sólo un espíritu enfermo puede esperar que la ocupación de los territorios resulte en el final de la guerrilla y el terror" (6). Desde hace dieciocho meses, la segunda Intifada expresa el rechazo de los palestinos hacia una ocupación ilegítima, que se perpetúa desde hace 35 años a pesar de las múltiples resoluciones de la ONU y al desafío de los acuerdos de Oslo. A pesar de los sufrimientos padecidos, los palestinos no renuncian a lograr el fin inmediato de la ocupación. Tanto la Autoridad palestina como el Fatah y las principales organizaciones palestinas, con la excepción de Hamas, reivindican el derecho a un Estado independiente sobre los territorios ocupados en junio de 1967, con Jerusalén Este como capital, al lado del Estado de Israel.
La comunidad internacional les reconoce ese derecho, incluido Washington, quien tomó la iniciativa de que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas votara el 13 de marzo de 2002 la resolución 1397, que afirma la adhesión a "la visión de una región donde dos Estados, Israel y Palestina, viven uno al lado del otro, dentro de fronteras seguras y reconocidas". La cumbre árabe de Beirut del 27 y 28 de marzo de 2002 adoptó por unanimidad el plan del príncipe heredero saudita Abdallah Ben Abdelaziz que preconiza "relaciones normales" con Israel a cambio de una retirada total de las tropas israelíes a las líneas del 4 de junio de 1967. Las negociaciones de Taba de enero de 2001 entre el gobierno de Ehud Barak y la Autoridad habían dibujado los contornos de un compromiso aceptable para los dos pueblos (7). El camino hacia esa solución se ve trabado por dos obstáculos principales. Por un lado la administración estadounidense, último apoyo político del gobierno de Sharon, a pesar de las declaraciones de Bush en los últimos días que llaman a una retirada de las tropas israelíes. Por otro, el "campo del rechazo" israelí, conducido por el general Sharon y que logró garantizarle el apoyo de una mayoría de la población, traumatizada por los atentados suicidas. Estos ataques que apuntan a los civiles israelíes no son sólo moralmente condenables, tanto como la política terrorista del ejército israelí. También son políticamente aberrantes, porque socavan a las fuerzas de paz en Israel e impiden la emergencia de una solución de recambio para el gobierno guerrero de Sharon (8).
Los palestinos se niegan a renunciar a su resistencia a la ocupación hasta tanto no se establezca una perspectiva política clara y un calendario preciso de evacuación de los territorios ocupados. ¿Cómo salir de este atolladero, que alimenta todos los extremismos? Circula la idea de un nuevo texto del Consejo de Seguridad, una "resolución refundadora" que establecería de manera precisa el objetivo de la negociación - retirada de Israel de todos los territorios ocupados en junio de 1967, creación de un Estado palestino con Jerusalén Este como capital, solución justa al problema de los refugiados; establecimiento de relaciones normales entre Israel y sus vecinos árabes - y llamaría a un cese de fuego. Estados Unidos y Europa debieran comprometerse a que este texto no se reduzca a letra muerta. Si fracasaran las iniciativas de paz, la región podría padecer una escalada cuyo precio lo pagarían en primer lugar los pueblos palestino e israelí. Porque Sharon parece incapaz de erradicar el terrorismo. Sólo durante el mes de marzo de 2002, resultaron muertos más de 120 israelíes, cifra sin precedentes en la historia del país, si excluimos las guerras con los vecinos árabes. En ocasión de la guerra del Líbano de 1982, el general Sharon ya se fijaba el mismo objetivo; el resultado de su acción les costó la vida a 18.000 libaneses y dio un impulso decisivo al Hezbolá. La represión y la ocupación generan inevitablemente la resistencia, pero también el odio y la locura; alimentan nuevas generaciones de kamikazes. Tanto más en la medida en que la tensión se incrementa en la frontera entre el Líbano e Israel, y las manifestaciones en el mundo árabe marcan un grado de indignación pocas veces alcanzado que puede amenazar los regímenes establecidos, sobre todo en Jordania.
A corto plazo, la prioridad sigue siendo la protección de las poblaciones palestinas sometidas a la guerra del general Sharon, ese "nuevo Líbano" que denuncian las fuerzas de paz israelíes. ¿Cuánto tiempo hará falta para imponer la retirada de las fuerzas israelíes de las ciudades palestinas, exigida por las resoluciones 1402 y 1403 del Consejo de Seguridad, y el despliegue de una fuerza de interposición internacional que consolidaría el valiente trabajo de las misiones civiles internacionales? ¿Durante cuánto tiempo puede seguir la política de "dos pesos dos medidas" de Estados Unidos sin conmocionar el orden regional y las relaciones entre el mundo occidental y el mundo musulmán?
Notas al pie:
1 Ghassan Khatib, Palestine Report, Jerusalem Media Communication Center, Jerusalén, 3-4.
2 Citado por Zeev Sternhell, Haaretz, Tel Aviv, 5-4-2002.
3 Citado por Avi Shlaim, "Sharon's dangerous designs", International Herald Tribune, París, 5-4-2002.
4 Se han denunciado varios casos de ejecuciones sumarias, y la organización israelí de defensa de los derechos personales, B'tselem, informó también sobre casos de tortura de prisioneros.
5 Haaretz, 5-11-1998.
6 Zeev Sternhell, ibidem.
7 Recordemos que estas negociaciones de la última oportunidad tuvieron lugar cuando faltaban pocos días para las elecciones israelíes que llevarían al poder a Ariel Sharon. Fueron suspendidas a pedido de Barak, mientras que los palestinos proponían continuarlas intensivamente.
8 De acuerdo con una encuesta de Yedioth Aharonoth publicada el 5-4-, el 73% de los israelíes sigue siendo favorable a la instauración de un Estado palestino en el marco de un acuerdo global.
La responsabilidad internacional en Palestina