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6 de abril de 2002
PALESTINA: LA SOLUCIÓN FINAL Y JOSÉ SARAMAGO
James Petras
Traducido para Rebelión por Jorge Capelán
Las imágenes de la fuerza militar de Israel han sido transmitidas al mundo entero. Soldados disparando en la cabeza a los heridos. Tanques derribando paredes de casas, oficinas, el complejo de Arafat. Cientos de niños y hombres, con las cabezas encapuchadas, siendo llevados a culatazos a los campos de concentración; helicópteros artillados destruyendo mercados; tanques destruyendo olivos, naranjos y limoneros. Las calles de Ramallah devastadas. Mezquitas y escuelas acribilladas a balazos, dibujos de niños hechos pedazos, crucifijos hechos añicos, paredes autografiadas por los merodeadores del ejército. Millones de palestinos rodeados por tanques: con la electricidad cortada, el agua, los teléfonos, sin alimentos. Las tropas de asalto rompen las puertas y los muebles y los utensilios de cocina, lo que sea que haga posible la vida. Es que acaso alguien puede decir hoy en día que no sabía que los israelíes estaban cometiendo un genocidio contra todo un pueblo, apretujado en los sótanos, bajo las ruinas de sus hogares? A los sobrevivientes entre los heridos, a los agonizantes, se les niega deliberadamente la atención médica; las decisiones sistemáticas y metódicas del Alto Mando israelí de bloquear todas las ambulancias, de arrestar y hasta disparar contra los conductores y el personal de emergencias médicas. Tenemos el dudoso privilegio de ver y leer al instante cómo se desarrolla todo este horror por parte de los descendientes del Holocausto, los que con hipocresía y rencor reivindican el monopolio del uso de la palabra que mejor describe el ataque contra todo un pueblo, con la complicidad de la mayoría de los israelíes - excepto unas pocas almas valientes.
El público israelí, sus medios y periodistas, se escandalizaron cuando el portugués ganador del Premio Nobel, el escritor José Saramago, los confrontó con la verdad histórica: "Lo que esta ocurriendo en Palestina es un crimen que podemos comparar con lo que ocurrió en Auschwitz."
El público israelí, en lugar de reflexionar sobre sus actos violentos, se lanzó contra Saramago por haberse atrevido a compararlos con los Nazis. En su ceguera moral, Amos Oz, el escritor israelí y de a ratos pacifista -hasta que Israel entra en guerra- acusó a Saramago de ser un "antisemita" y de una "increíble ceguera moral." La profunda inmoralidad de una guerra contra todo un pueblo es un crimen contra la humanidad. No hay excepciones especiales. Son precisamente esos intelectuales israelíes y de la diáspora que se dicen "progresistas" los que han expuesto su propia ceguera nacional y su cobardía moral, encubriendo sus disculpas para el terror israelí con los harapos de las víctimas del Holocausto de hace 50 años.
Uno sólo necesita leer la prensa israelí para comprender la validez de la analogía histórica de Saramago. Día a día, líderes prominentes y respetables elegidos por el electorado judío 'bestializan' a sus adversarios palestinos, todo con tal de justificar mejor su propia violencia desenfrenada. Según el diario israelí Ma Arriv -citado por Robert Fisk- un oficial israelí aconseja a sus tropas estudiar las tácticas adoptadas por los Nazis en la segunda guerra mundial. "Si nuestro trabajo es tomar campos de refugiados densamente poblados en la Casbah de Nablus, un oficial debe analizar las lecciones de las guerras pasadas, hasta analizar cómo el ejército alemán operó en el ghetto de Varsovia." Cuando la prensa hebrea acusó a Saramago de ser antisemita, estaban dispuestos a extender esa calumnia a los oficiales de su ejército y a sus tropas por utilizar las mismas analogías? Es que los oficiales israelíes también van a alegar meramente que "estaban cumpliendo órdenes" al volar edificios con mujeres, niños y ancianos en su interior?
En los foros mundiales - desde la Unión Europea hasta las Naciones Unidas y a lo largo y ancho del Tercer Mundo - se condena a Israel por actos contra la humanidad. Los defensores de Israel descubrirán que el llamar a los críticos "antisemitas" ya no intimida a la gente. La opinión pública mundial ha visto y leído demasiado. Nos estamos dando cuenta que las víctimas se pueden convertir en ejecutores; que la ocupación militar lleva a la limpieza étnica y a las expulsiones masivas; que los rasguños se pueden convertir en gangrena.
De forma predecible, Washington sigue a las poderosas organizaciones judías y a los militaristas de la ultra-derecha: Sólo es el gobierno el que respalda el terrorismo estatal israelí, contra los líderes de la fe cristiana y musulmán, y en contra de los intereses de las mayores compañías petroleras y de sus aliados de Arabia Saudita y Kuwait.
Mientras que pequeños grupos de disidentes israelíes protestan y muchos reservistas se niegan a servir en el ejército de ocupación, el comentario de Saramago sobre la opinión pública israelí se aplica por igual a la mayoría de la diáspora pro-israelí: "Un sentimiento de impunidad caracteriza hoy en día al pueblo israelí y su ejército. Han sido convertidos en rentistas del Holocausto." A la usanza de un estado policial cualquiera, Israel ha retirado todos los libros de Saramago de las librerías y las bibliotecas. Con la misma seriedad con la que se preparó para el genocidio, el estado israelí le ha prohibido la entrada a todos los periodistas a los ghettos palestinos, a excepción de aquellos que resorben los comunicados de prensa del ejército israelí.
Como en la Alemania Nazi, todos los varones palestinos entre 16 y 60 años son apresados, muchos de ellos desnudados, esposados, interrogados, y muchos de ellos torturados. Las familias de los combatientes de la resistencia palestina son hechas rehenes, sin agua, alimento o electricidad. Los soldados israelíes saquean las casas y se roban cualquier objeto de valor, destruyendo los muebles. Como con los Nazis, se deja morir a cientos de palestinos heridos mientras que las tropas israelíes bloquean todas la ambulancias. Cientos de miles enfrentan la deshidratación y la muerte por inanición, dado que se ha cortado todo suministro de agua y alimento. Tropas israelíes, tanques y helicópteros, han destruido todas las ciudades principales y campos de refugiados: Tulkarm, Al Bireh, Al Jader, Beit Jala, Oalquilya, Hebron. El descubrimiento de un solo combatiente de la resistencia resulta en culpa y castigo colectivos: padres, hijos, tíos y vecinos son sacados a la fuerza y llevados a los campos de concentración, campos de fútbol y parques infantiles reconvertidos.
Es evidente que la indignación israelí y judía por la equiparación hecha por Saramago del terrorismo israelí con Auschwitz puso el dedo sobre un recuerdo sensitivo: el desprecio hacia sí mismos de los ejecutores que se dan cuenta que son discípulos de sus persecutores y que, a toda costa, deben negarlo. Hasta hoy, todas la apelaciones hechas por los árabes moderados ante Bush para que intervenga para poner fin a la masacre de los israelíes han sido fútiles. Washington ha reiterado su apoyo a Sharon, a la invasión y a la guerra contra los palestinos. No hay ningún poder en los EEUU que pueda contrarrestar al dinero y la influencia del lobby israelí y sus poderosos aliados judíos. En otros lugares, sin embargo, hay esperanza. La Vía Campesina y los seguidores de Bové han hecho un llamado para llevar adelante un boicot de los bienes y servicios israelíes. Israel depende fuertemente de sus exportaciones a la Unión Europea. Las reducciones en los envíos de petróleo de los países exportadores, particularmente de Arabia Saudita, Kuwait. Irak, Irán y Libia podrían provocar una fuerte alza de los precios del petróleo y una crisis económica de importantes proporciones en los EEUU, Europa y Japón. Esto podría enderezar la espalda de los europeos y despertar la conciencia del público norteamericano.
Lo que está absolutamente claro es que mientras que Tel Aviv cuente con la palanca del lobby israelí en Washington y el apoyo de Bush, no importa qué cantidad de resoluciones de las Naciones Unidas, Convenciones de Ginebra y llamados europeos se hagan, éstos serán ignorados por completo. En la mentalidad de búnker de Sharon y sus paranoicos seguidores israelíes son todos antisemitas, seguidores de los Protocolos de Zion, que intentan desmoralizar a los israelíes para que no lleven a cabo la misión bíblica de una Gran Israel, un pueblo, una nación, un Dios; la expulsión de todos los palestinos de su Tierra Prometida. La opinión pública mundial no puede seguir pasiva y repetir la tragedia del Holocausto judío del siglo XX en el siglo XXI. Todavía hay tiempo. Pero por cuánto tiempo puede resistir un pueblo heroico sin agua y comida? La oferta de Sharon a Arafat - la libertad de irse sin poder regresar jamás-, está dirigida a todo el pueblo palestino.