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Medio Oriente

21 de abril del 2002

Las encuestas muestran que en EE.UU. el público comienza cada vez más a ver los dos lados del conflicto israelí-palestino – a pesar de los intensos esfuerzos de la columnistocracia neoconservativa

¿Está perdiendo control el lobby mediático pro-israelí?
Eric Boehlert
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

El actual caos en el Oriente Próximo ha dejado a los partidarios de ambos lados encolerizados y amargos. Sin embargo, entre los más frustrados, podrían encontrarse los expertos pro-israelíes que han dominado el debate en EE.UU. durante décadas.
La agresiva incursión de Israel en Cisjordania, en la que han arrestado a 5.000 palestinos y matado a cientos, podría señalar un momento decisivo en la visión del conflicto en Estados Unidos. De repente las cantilenas de los medios pro-israelíes: que la lucha de Israel es la lucha de EE.UU., y que los dos países no son simplemente aliados, sino compañeros de armas con inseparables objetivos – están siendo consideradas con un nuevo escepticismo.
Las encuestas muestran que los estadounidenses siguen fuertemente comprometidos con la seguridad de Israel. Pero existe evidencia de que el marco de comentaristas implacablemente pro- israelíes, casi todos neoconservadores, ha perdido silenciosamente su monopolio de la opinión pública estadounidense. En lugar de moldearla, van ahora corriendo tras ella.
Su cruzada mediática a favor del derrocamiento de Sadam Husein de Irak, por ejemplo, parece estar naufragando, como resultado de semanas de caos israelí-palestino. Una mayoría de estadounidenses declaró a encuestadores de NBC/Wall Street Journal que una invasión de Irak debería ser retardada hasta que disminuya la violencia en el Oriente Próximo. Otras importantes encuestas nacionales muestran que los estadounidenses ponen crecientemente en duda las premisas en las que se basa la incursión del Primer Ministro de Israel Ariel Sharon en Cisjordania, la operación más agresiva de Israel en dos décadas, y cómo [esa incursión]podría lograr la paz.
La mayoría de esos mismos conservadores está perdiendo la euforia de la guerra en Afganistán en la que esos agresivos columnistas estrella respaldaron a gritos la acción de EE.UU., hablando en el mismo tono de voz belicoso de la Casa Blanca, ajustándose a la sed de sangre sentida por el público estadounidense. Así que su reciente impotencia ha llevado a cierta amargura desagradable y poco usual hacia el Presidente Bush.
En el Capitolio, donde el lobby político pro-israelí es considerado uno de los apoyos más poderosos e inquebrantables de Israel en el Beltway [de Washington], dicho apoyo sigue siendo la norma. Pero fue extraño escuchar el lunes a la muchedumbre, judía en su mayoría, rechiflando al halcón pro-Israel de toda la vida, Paul Wolfowitz, ahora Secretario de Defensa Adjunto, sólo porque sugirió en una concentración en Washington que los palestinos inocentes heridos en el actual conflicto merecen también algo de compasión. La multitud se opuso claramente a la misión de paz del Secretario de Estado Colin Powell, así como a los intentos del Presidente Bush de lograr que Sharon detuviera su operación militar.
Las rechiflas para Wolfowitz mostraron hasta qué punto se sienten asediados numerosos halcones judíos pro- israelíes, especialmente ante el llamado de Bush de la semana pasada a que Israel se retire "sin demora" de los territorios palestinos (un llamado, hay que señalar, que Sharon ha ignorado impunemente). Es evidente que el lobby mediático de Israel no tiene el éxito que solía tener en la determinación de lo que se hace en Washington y en el mantenimiento del apoyo del público.
La dinámica podría cambiar pronto, particularmente si se desata otra ola de bombazos suicidas. Pero por el momento, una perspectiva palestina que solía estar totalmente ausente de la prensa convencional estadounidense, está siendo escuchada por los estadounidenses.
No hay que hacerse ilusiones, recientes encuestas señalan que los estadounidenses siguen despreciando al Presidente de la OLP, Yasir Arafat, que condenan las tácticas de utilizar atacantes suicidas, y que culpan a los palestinos por la actual ola de violencia. Pero siguen extrañamente imparciales frente a la lucha palestina e incómodos por la invasión de Cisjordania de Israel –especialmente por el continuado desafío de Bush por Sharon, después que llamó a Israel a retirar sus tropas. Las secuencias noticiosas mostrando la devastación del campo de refugiados de Yenín, transmitidas ampliamente el martes por los canales de cable, pueden contribuir a cambiar aún más la opinión pública.
Ya es evidente que aquí se está abriendo un debate crecientemente abierto sobre el conflicto israelí-palestino. Es un debate que la prensa convencional ha tratado de sofocar desde hace tiempo. Como escribió hace poco Eric Alterman en MSNBC.com, "Por razones de religión, política, historia y genuina convicción, el debate sobre el Oriente Medio está dominado por columnistas-estrella que no pueden imaginarse que se pueda criticar a Israel."
Se sabe quienes son:: William Safire del New York Times; George Will, Charles Krauthammer y Michael Kelly del Washington Post; Lally Weymouth de Newsweek; Martin Peretz de New Republic; Daniel Pipes y Andrea Peyser de New York Post; Peggy Noonan y Robert Bartley de Wall Street Journal; William Kristol de Weekly Standard; Mortimer Zuckerman de U.S. News and World Report; Morton Kondracke, Fred Barnes, Brit Hume y Tony Snow de Fox News; y William Bennett, colaborado pagado de CNN, para nombrar sólo a unos pocos.
Aún no pueden imaginarse que se pueda criticar a Israel. Pero otros sí lo pueden. A los conservadores no les puede haber gustado que el defensor de Israel, Daniel Pipes, haya sido acribillado a preguntas por el supuesto moderado de estilo populachero Bill O'Reilly de Fox News. En lo que hasta hace poco hubiera sido considerado una actitud increíblemente agresiva hacia Israel, O'Reilly, que no ha ocultado sus sospechas de los musulmanes estadounidenses después del 11 de septiembre, menospreció la afirmación de Pipes que la incursión israelí en Cisjordania era análoga a los bombardeos de EE.UU. en Afganistán, discrepó de su sugerencia que un 90 por ciento de los palestinos "quieren la destrucción de Israel," e insistió en que Pipes le dijera qué esperaba que la gente pensara si veía en primera plana las fotos de policías israelíes apaleando a activistas por la paz en Tel Aviv. (Desde luego, Fox News también adoptó la sugerencia del vocero de Bush, Ari Fleischer, que los atacantes suicidas fueran llamados "atacantes homicidas," para aclarar que están matando a otros, no sólo a sí mismos –una forma de hacerle el juego al lado pro-Israel para tratar de contrarrestar la rara independencia de O'Reilly.)
Mientras tanto, Chris Matthews de MSNBC, generalmente un hincha de la sabiduría de la prensa convencional, ridiculizó hace poco la pretensión de que los dirigentes árabes aprobarían en privado una acción de EE.UU. en Irak, como "paparruchas neoconservadoras". Matthews está más y más harto con los defensores ciegos de Israel y con los que favorecen una invasión inmediata de Irak. Tanto O'Reilly como Matthews se enorgullecen de su actitud combativa, con mucho sentido común, hacia la política, así que su cambio de opinión presagia problemas para los acérrimos defensores de Ariel Sharon.
Lo que es todavía más preocupante para el lobby mediático de Israel es que, por lo menos por el momento, ha perdido algo de su influencia en la Casa Blanca. Y lo que es peor, la ha perdido a favor del miembro de gabinete que menos favorecen, el Secretario de Defensa Colin Powell.
Precisamente cuando se estaba desarrollando la actual crisis, Kristol, del Weekly Standard, junto con más de dos docenas de conservadores, envió a Bush una carta abierta aconsejándole la forma de proceder. La carta sugería que EE.UU. tratara a Arafat como terrorista, que diera un apoyo incondicional a Israel, y que procediera rápidamente con sus planes de derrocar a Sadam Husein.
Hasta la fecha no se ha adoptado ninguna de esas recomendaciones, lo que ha llevado a que los columnistas pro-Israel en EE.UU. hayan estado emprendiéndola contra la Casa Blanca, lavándose las manos respecto al viaje de Powell y ridiculizando públicamente a la administración. Aun cuando hay algunas sospechas de que Powell no tenga un apoyo total de la Casa Blanca para su misión de paz, el hecho de que esté allí, reuniéndose con Arafat, irrita a los halcones pro-Israel en los medios.
"El próximo viaje de Colin Powell al Oriente Próximo va a fracasar vergonzosamente," decía una reciente columna de opinión del Wall Street Journal, por Reuel Marc Gerecht. "El viaje de Powell al Oriente Próximo se está convirtiendo en un desastre," agregó Kristol en el Weekly Standard, incluso antes que Powell pisara el suelo israelí. "Bush está continuando la política en bancarrota de tratar a Arafat como un dirigente legítimo y una persona que busca la paz," se quejó George Will en la prensa.
Lo que fue casi igual de malo para los neoconservadores fue que la administración Bush, dirigida por el Departamento de Estado de Powell, haya modificado, aunque sea parcialmente, su política hacia el Oriente Próximo por la caótica intranquilidad en las calles árabes, al estallar la frustración por el problema palestino en las capitales de toda la región.
Eso les resulta odioso a los neoconservadores que adoptaron los puntos de vista de Bernard Lewis de Princeton y de Fouad Ajami de Johns Hopkins y pasaron meses argumentando que lo que pasaba en las calles árabes era irrelevante (un "engaño" como lo puso Ajami) y que debiera ser ignorado por el Casa Blanca.
En otros sitios, la demonización de Yasir Arafat por los medios neoconservadores ("Su conducta recuerda cada vez más la de Hitler en 1945," dijo la National Review Online, en uno de sus innumerables vituperios de Arafat), está resultando en un logro político que es sólo parcial. Para ser claros: A los estadounidenses no les gusta Arafat. Según las últimas encuestas, la mayoría duda que el presidente de la OLP quiera lograr la paz, y su minúscula tasa de aprobación en una encuesta de la CBS podría igual ser cero, ya que sus 2 por ciento caen dentro del margen de error.
Pero, al mismo tiempo, la amplia mayoría, según una encuesta de Newswekk, no cree que Arafat controle las acciones de los atacantes suicidas. La noción de que el dirigente palestino pueda detener en un instante los bombazos ha sido durante semanas el argumento primordial del lobby israelí y de la prensa conservadora, pero no ha convencido al público.
En una encuesta tras la otra, los estadounidenses continúan expresando un apoyo sólido y su simpatía por la lucha por la seguridad de Israel. Pero si se va más allá de las generalidades, comienzan a emerger las fisuras, fisuras que la prensa conservadora no ha logrado reparar.
Según las encuestas recientes:
Un 60 por ciento piensa que EE.UU. debiera reducir su ayuda económica a Israel si no retira sus fuerzas militares de las ciudades palestinas. (Time-CNN). A pesar de los aullidos de protesta de los conservadores, la amplia mayoría de los estadounidenses (un 70 por ciento) está a favor del viaje de Powell a la región. (Time-CNN). Tres quintos dicen que Israel debería devolver las tierras de las que se apoderó en la guerra del Oriente Próximo de 1967 si los países árabes normalizan por completo las relaciones. (MSNBC). Una mayoría de los estadounidenses no piensa que el gobierno de Sharon esté dispuesto a hacer concesiones para lograr la paz. (CBS). Más estadounidenses apoyan que se guarde silencio en lugar de criticar a Arafat a los palestinos y a su líder Yasir Arafat. (CBS). Menos de un 50 por ciento piensa que las "acciones de Israel en el conflicto actual" estén "fundamentalmente justificadas." (CNN).
Hay más. Al preguntárseles sobre la política de EE.UU. hacia Israel, más estadounidenses (un 39 por ciento) declararon a CNN que piensan que debiéramos "aplicar intensa presión para que Israel detenga sus acciones militares contra los palestinos" en lugar de "apoyar activamente a Israel en lo que está haciendo" (un 32 por ciento).
En otras palabras, sólo 3 de 10 estadounidenses apoyan la posición de los neoconservadores de apoyar incondicionalmente a Israel.
Lo que es tal vez más sorprendente es que cerca de un 40 por ciento de los estadounidenses consideren que la violencia cometida por Israel contra los palestinos constituye terrorismo, según una encuesta de ABC News. Las celebridades del lobby de Israel han argumentado incansablemente durante semanas que Israel está simplemente combatiendo el terrorismo al lado del Tío Sam. Pero 4 de 10 estadounidenses piensan que Israel está cometiendo terrorismo en Cisjordania.
Inmediatamente después de la reciente incursión militar de Israel, se preguntó al encuestador republicano Frank Luntz sobre la opinión pública en general dividida respecto a quién es el culpable de los disturbios entre israelíes y palestinos. Declaró a Matthews de MSNBC, "Nunca el margen ha sido tan estrecho." Señaló que la opinión estadounidense "debiera haberse vuelto absolutamente" más pro-israelí en este momento, y que el hecho de que no haya sucedido debe "ser alarmante para el interés israelí en este país."
¿La razón? "La pobre reacción de la máquina de la opinión pública israelí," dijo Luntz. "La incapacidad de los israelíes de explicar lo que está sucediendo realmente por allá."
Morton Kondracke de Fox News dice lo mismo, sugiriendo que los palestinos están "presentando mucho mejor su caso que los israelíes."
Pero parece ser una exageración la noción de que voceros palestinos –a menudo hablando inglés con acento entrecortado, que a veces son ininteligibles, y que inevitablemente tienen que explicar o defender repugnantes bombazos suicidas– estén aventajando en las ondas estadounidenses a representantes israelíes bien preparados.
En realidad, hay evidencia que los estadounidenses están viendo más allá de la retórica de las celebridades a ambos lados, y viendo el conflicto israelí-palestino como una batalla prolongada, nacionalista, por tierra, con mucha culpa de ambos lados, en el que los dos lados tendrán que llegar a compromisos para lograr la paz.
Y esa percepción podría ser precisamente lo que más teme el lobby mediático pro-Israel.

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