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24 de april del 2002
Diario de Ramallah
"Tantos destrozos en sólo una hora"
Amira Hass
Ha'aretz
Traducido para Rebelión
Hasta hace dos días la carbonizada pila humeante que se encontraba
cerca del edificio con amplios ventanales de cristal seguía emitiendo
calor. Juzgando por la enorme cantidad de latas de comida vacías que
contenía la pila, se podía pensar que se trataba de los restos
de las raciones de campaña que los soldados quemaron esa mañana
temprano antes de abandonar Ramallah. Pero algunos papeles que las llamas no
habían consumido completamente indicaban que lo que allí ardía
no era solo basura . Pedazos de cheques unidos a libros de contabilidad indicaban
que también se habían arrojado al fuego documentos bancarios.
El edificio en cuestión es una estructura de cinco pisos situada en El
Bireth que alberga al Banco Internacional de Palestina. El ejército israelí
lo capturó el viernes 29 de marzo, durante el primer día de su
incursión en Ramallah y en su ciudad gemela, El Bireh.
Durante 23 días, un numero contingente de soldados permaneció
en el edificio y ocupó las tres plantas del banco (más la planta
baja) y las dos plantas en las que estaban establecidas agencias de consultoría
y publicidad (entre ellas, la agencia de publicidad Sky, que tenía el
monopolio de la publicidad en la TV palestina y cuyo director es Tarek Abbas,
el hijo de Abu Mazen).
Durante tres semanas, cuatro o cinco vehículos blindados y uno o dos
tanques permanecieron apostados en las inmediaciones de ese edificio que constituía
un hito en la senda del desarrollo del sector empresarial palestino y que había
sido considerado como uno de los pilares del concepto "construcción de
un proceso de paz a través del sector privado". El edificio y la sucursal
principal del Banco Internacional de Palestina habían sido descritos
como un "hotel de tres estrellas". Tenían corredores de mármol,
mobiliario de diseño y alfombras en consonancia, equipamiento electrónico
de última generación, agradables halls, lo último en ordenadores
y un aparcamiento para los automóviles de los clientes.
Por espacio de tres semanas, montañas de cascotes y vehículos
aplastados arrastrados hasta la mitad de las calles adyacentes garantizaron
que nadie se acercaría al edificio. El 31 de marzo, al tercer día
de la invasión israelí de la ciudad y dos días después
de que el ejército israelí ocupara el edificio, la gente vió
a soldados transportando objetos dentro del edificio y sacando otros de su interior.
Apuntándoles con sus armas, los soldados ordenaron a los periodistas
que abandonaran el lugar, diciéndoles que estaban efectuando registros
en busca de armas y de fugitivos.
Hace dos días, caminando de habitación en habitación y
de piso en piso, pude comprobar lo que realmente ocurrió en ese edificio.
Aparentemente, los esfuerzos del ejército israelí para hacer saltar
las cajas fuertes centrales del banco habían fracasado y las cerraduras
estaban destrozadas. Las cajas de caudales de los empleados del banco habían
sido forzadas y su contenido había desaparecido. Los soldados no pudieron
forzar la caja del cajero automático, pero sí lograron destrozar
la máquina, que cuesta alrededor de 40.000 shekels (1.567.000 pts).
Los soldados destrozaron puertas y ventanas; en algunos pisos derribaron las
paredes, aparentemente en una búsqueda bastante poco exhaustiva de unas
armas que nunca aparecieron (si hubieran aparecido, habrían derribado
todas las paredes), rompieron baldosas de mármol, arrancaron cables telefónicos,
destruyeron aparatos de teléfono (otros elementos del equipamiento desaparecieron),
desguazaron algunos muebles, inundaron el piso con restos de comida y mancharon
las paredes con pintadas escritas en hebreo.
También se llevaron la centralita telefónica de última
tecnología (construída por Telrad) y arrojaron al suelo archivadores
de documentos. Otras carpetas desaparecieron o acaaron apiladas en un rincón
de la habitación.
Pero la tarea principal que tenía asignada aquella tropa era muy precisa:
destruir por completo el sistema informático del banco.
"El saboteador sabía de ordenadores", concluye el director general del
banco, Osama Khader, quien el domingo vagaba aturdido de habitación en
habitación señalando los destrozos. El banco, fundado en 1997,
sirve a 16.000 clientes. La base de datos actualizada de cuentas, transferencias
recientes, transacciones, cheques pagados a y cobrados por los clientes -todo
había sido destruído. Los soldados, indica Khader, dañaron
la sala de control de los ordenadores, arrancaron los cables, se llevaron diskettes
y dañaron los discos duros o se los llevaron como botín. Arrojaron
al suelo todas las terminales informáticas del banco, las destrozaron
y les sustrajeron el disco duro o se lo dejaron inutilizado. Diversas piezas
y componentes informáticos se hallaban esparcidos por todo el patio,
mientras que otras piezas fueron encontradas carbonizadas en la pila de restos
de comida que los soldados habían encendido.
"Por favor, no tire basura" se podía leer en un trozo de papel que apareció
colgando de una pared en la oficina del director. El piso estaba lleno de cáscaras
de pepitas y de manchas de café. Había folletos azules esparcidos
cerca de herramientas de demolición y martillos, y el sello que exhibían
indicaba que eran una donación del Centro de Enseñanza Kabbala
para estudios sobre la paz mundial, el amor y la dignidad humana.
Parecida escena se podía contemplar en las oficinas de Sky. Un tabique
decorativo situado cerca de la entrada había desaparecido. Tarek Abbas,
el director, se pregunta a dónde se habrán podido llevar el tabique,
del que no queda el menor rastro. Los servicios atascados hedían. El
suelo de la habitación estaba cubierto de ordenadores dañados
y disqueteras destrozadas y los discos duros habían desaparecido. Un
cajón que contenía 1000 dólares había desaparecdio.
Un aparato de vídeo también despareció. Juguetes infantiles
que portaban el logotipo de la compañía estaban destrozados. Todas
las tarjetas de los clientes y de los clientes potenciales habían desaparecido.
Escenas de destrucción similares y aún peores se descubrieron
hace dos días en otras oficinas de Ramallah y El Bireh (también
de Nablus y Belén) que habían sido asaltadas por los soldados
israelíes. En el Housing Bank y en todas las oficinas de la Autoridad
Nacional Palestina (excepto en el Ministerio de Planificación dirigido
por Nabil Sha'ath y en el Ministerio de Deportes y Juventud) los soldados destrozaron
los ordenadores utilizando diversos métodos y tiraron al suelo, rompieron
e hicieron desaparecer todo tipo de documentos. Los soldados destruyeron las
oficinas de organizaciones de derechos humanos, de institutos de investigación
independientes y de organizaciones sanitarias no gubernamentales. En el centro
oftalmológico del Comité para la Asistencia Sanitaria todas las
gafas aparecieron rotas y esparcidas por el suelo. Los soldados asaltaron también
el almacén para la asistencia a los discapacitados que tenía esa
misma organización y destrozaron parte del equipo. Las bases de datos
y ordenadores utilizados por los institutos de investigación para monitorizar
los niveles de salud de la población y la calidad de la agricultura,
el medioambiente y el agua fueron destruidos.
Funcionarios de la Autoridad Nacional Palestina para la Educación Superior
creyeron por un momento que se habían escapado de la destrucción.
El pasado viernes, cuando se levantó el toque de queda durante unas pocas
horas, las tres plantas de oficinas y las seis alas del edificio que alberga
a esa institución estaban aún intactas. Los funcionarios se aseguraron
incluso de dejar las puertas abiertas a fin de que los soldados no las echaran
abajo en caso de que quisieran entrar en las oficinas para registrarlas en busca
de armas o de personas.
Sin embargo, el viernes a la noche los soldados irrumpieron en el edifcio. Un
vecino contó hasta once explosiones y relató que los soldados
permanecieron en el edificio durante no más de una hora. El domingo por
la mañana, el doctor Gabi Baramki, consejero para asuntos académico
de la Autoridad Nacional Palestina y antiguo presidente de la universidad de
Bir Zeit, se precipitó corriendo al lugar. "Tantos destrozos en sólo
una hora", acertó a balbucir conmocionado, incapaz de hallar las palabras
para describir los destrozos causados por los israelies.
Los soldados habían apilado en un rincón todos los ordenadores
e impresoras y los habían volado. La explosión abrió un
boquete en el piso de una de las habitaciones. En el Ministerio de Educación,
que había sido tomado dos semanas antes, los soldados destruyeron o hicieron
desaparecer documentos, libros y trabajos de investigación. En las oficinas
de la Autoridad para la Educación Superior al menos algunos de los documentos
manuscritos permanecieron intactos. Sin embargo, como afirma Baramli, el grado
de destrucción alcanzado delata claramente que el objetivo de la operación
fue golpear la infraestructura de la sociedad civil palestina, provocar su regresión,
aniquilar sus logros y paralizar su desarrollo.
El ejército israelí voló asimismo los ordenadores del enorme
supermercado Max del Noroeste de la ciudad. Un puñado de empresarios
palestinos lo había construído en 1998. Algunos de ellos habían
residido durante años en los Estados Unidos. Los soldados judíos
entraron dos veces en el supermercado. En una ocasión, los soldados cogieron
algunos productos alimenticios de las estanterías. Pero eso no es lo
que preocupa a Hisham Abd al-Rasul, uno de los propietarios del establecimiento.
Lo que le preocupa es que los soldados volaron y sustrajeron los ordenadores
del supermercado y dejaron a éste sin sus archivos comerciales y sin
su registro de recibos y pedidos.
La primera vez que los soldados asaltaron el supermercado intentaron infructuosamente
forzar la caja fuerte. Dos semanas más tarde los soldados regresaron
pertrechados con instrumentos más apropiados para reventar cajas fuertes.
Había 60.000 shekels (2.351.000 pts) en la caja fuerte, pero el día
siguiente al levantamiento del toque de queda los administradores del supermercado
descubrieron que el dinero había desaparecido. Vecinos y administradores
hicieron circular esa información por e-mail y la difundieron por todo
el mundo. Al cabo de unos pocos días, oficiales del la Administración
Civil establecieron contacto con funcionarios de enlace palestinos y les comunicaron
que el dinero no había sido el objetivo de la acción. El dinero
fue devuelto.
Docenas de residentes de Ramallah y de otras ciudades no fueron tan afortunados,
aunque muchos de ellos enviaron e-mails reclamando el dinero, las joyas y los
aparatos electrónicos que desaparecieron de sus hogares después
de que los soldados israelíes irrumpieran en sus casas o se establecieran
en ellas. Debajo del chaquetón de un soldado se hallaron los zarcillos
de oro de una niña de ocho años, joyas de oro, dinero en metálico
(800 shekeles [31.352 pts] y 400 dólares [76.000 pts]), aparatos de vídeo
y videocámaras. Cientos de personas han estado muy atareadas estos dos
últimos días tratando de poner un poco de orden en sus apartamentos
y oficinas y haciendo inventario de los destrozos padecidos. Los propietarios
de oficinas y los bancos privados están pensando en presentar una demanda
contra el ejército israelí.
23-04-2002
http://news.haaretz.co.il/hasen/pages/ShArt.jhtml?itemNo=154751&contrassID=2&subContrassID=5&sbSubContrassID=0&listSrc=Y&itemNo=154751