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La sangre que se derrama y los cadáveres que se apilan en Nablus
Luego de cinco días de enfrentamientos en la ciudad cisjordana de Nablus, el ejército israelí permitió que médicos palestinos trasladaran a heridos al hospital y retiraran a los muertos de la mezquita que hasta ayer hizo de sala de emergencias y morgue. En la batalla más dura del "Muro defensivo", Israel ya detuvo a 500 personas.
El humo sale de la casbah, el casco viejo de la ciudad más poblada de Cisjordania, Nablus.
Por Suzanne Goldenberg *
Desde Nablus
El olor que emanaba de la sangre y los cuerpos pudriéndose se expandía más allá de la mezquita verde donde yacían los cuerpos, uno junto al otro: hombres jóvenes, quizás combatientes palestinos, y aquellos con el vientre flojo de la mediana edad. Finalmente, después de cinco días de lucha feroz en las callejuelas de piedra de la ciudad vieja, el ejército israelí ayer permitió a médicos palestinos trasladar a 62 heridos al hospital y llevarse a los muertos. Veintiséis cadáveres los esperaban; cinco se habían desangrado en los manchados colchones tirados bajo los candelabros de la mezquita de Jamal Bek, que fue convertida provisoriamente en hospital y morgue. "El primer (hombre) muerto estuvo aquí desde el primer día, el miércoles", dijo el médico Nisar Smadi. "Murió por falta de medicina. Tenía una herida en el abdomen." Israel detuvo a 500 personas.
La rápida evacuación comenzó al anochecer. Los médicos
ingresaron por un gran cráter en la entrada de la vieja ciudad, o casbah,
y los que llevaban las camillas se chocaban entre sí en las callejuelas
en un esfuerzo febril por recoger a los muertos antes que el ejército
israelí reimpusiera su toque de queda. La mayoría de los muertos
y los heridos eran hombres, abatidos cuando el ejército israelí
irrumpió a través del laberinto de calles angostas, golpeando
el pavimento con pesadas ametralladoras. El suelo estaba sucio con restos de
esquirlas de balas. El agua brotaba de las cañerías aplastadas,
un zapato abotinado de niño estaba abandonado. Los cadáveres estaban
apilados en el patio de la mezquita. Algunos rostros estaban negros, aparentemente
por una explosión. La sangre coagulada alrededor de las bocas, o chorreada
de heridas abiertas en el pecho. Uno usaba la bandana verde de Hamas alrededor
de su cuello, el rostro de otro estaba cubierto por el kefia a cuadros blanco
y negro, pero era imposible decir en el caos cuántos de los muertos eran
combatientes palestinos y cuántos civiles.
Ayer fue un punto de inflexión en la batalla del ejército israelí
por Nablus. La ciudad, la más poblada de Cisjordania, tiene una orgullosa
historia de militancia, y los callejones de su casbah eran demasiado angostos
para algunos vehículos blindados israelíes. Los tres campos de
refugiados son considerados el terreno más difícil que encontrará
en su ofensiva el ejército israelí. Cuando el ejército
entró en Nablus el miércoles pasado, y comenzó a moverse
lentamente hacia el viejo casbah, los comentaristas militares israelíes
dijeron: "Ahora comenzó la verdadera guerra". Ayer parecía
que la guerra pudiera estar finalizando cuando los blindados israelíes
rodearon el casbah, y un soldado, leyendo de una hoja impresa en árabe,
ordenó a los combatientes que estaban adentro que se rindieran. "El
ejército de ocupación israelí está rodeando todo
el área", dijo la incorpórea voz. "Si alguien está
ocultando alguna persona armada, debe saber que el brazo de Israel lo puede
alcanzar en cualquier lado."
El domingo, el brazo de Israel había alcanzado a un bebé de cinco
días, Hala Amireh. "Los soldados irrumpieron en la casa familiar
de piedra por la tarde", relató Asma, su madre, acostada en una
camilla en la mezquita. "El ejército israelí vino y nos dijo
que saliéramos de la casa porque la iban a volar", dijo. El ejército
luego disparó cuatro misiles al primer piso de la casa. "Todas las
habitaciones quedaron destruidas." Esa era la amenaza que pendía
sobre los 30 mil residentes del casbah ayer cuando el ejército israelí
trataba de forzar una rendición. A primera vista, parecía que
el ejército se estaba adelantando; después de un ataque de helicópteros
artillados y tanques, la débil resistencia de la vieja ciudad parecía
estar derrumbándose.
"Los combatientes se están refugiando en la ciudad vieja, pero cuando
uno se refiere a tanques y balas que caen a baldazos, el único que los
puede ayudar es Dios", dijo Walid Jardeh, un taxista que vive cerca del
corazón del casbah. A los 60 años, Jardeh es demasiado viejo para
interesarle al ejército israelí; su pedido de rendición
de ayer seaplicaba a hombres de entre 18 y 40 años. Para la mitad de
la tarde, unos 150 hombres habían recorrido penosamente los caminos hacia
los vehículos blindados israelíes. Algunos sacudían pañuelos
blancos por seguridad. Dijeron que salieron por las amenazas del ejército
israelí de volar sus casas. Pero mientras la rendición comienza,
sólo unos pocos palestinos creen que la batalla por la ciudad vieja esté
terminada. "No, no ha terminado. Esta noche dicen que van a destruir toda
el área, y usted sabe que estas casas son muy viejas. Si tocan una sola
casa, toda el área se destruirá", dijo Futnah Masrujeh, un
médico voluntario en la mezquita.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.