18 de diciembre del 2002
Entrevista con el ensayista libanés Georges Corm
"El derecho internacional no se aplica a Israel"
Indymedia Palestina
Hace tan sólo unas semanas salió en Francia su último
ensayo: Orient-Occident : La fracture imaginaire. Desde el principio, el autor
no deja lugar a dudas acerca de su posición ante lo que se perfila como
la principal frontera cultural y geoestratégica de nuestro tiempo.
P. ¿Nos enfrentamos cada vez más a la idea de que en el ámbito
internacional existen dos campos y además son irreductibles?
R. Se trata de una vieja tendencia del espíritu humano: contemplar el
mundo de una manera binaria. Ellos y nosotros, creyentes y no creyentes, civilizados
y bárbaros, el bien y el mal. A mí juicio, no es una manera acertada
de conducir la reflexión, entre otras cosas porque cuando se establecen
conceptos tan amplios, tan inabarcables, ¿ qué significado pueden tener?
Hablar de libaneses y españoles, de alemanes etc. es recurrir a una dudosa
totalidad. Imagínese esas categorías más amplias, en las
que se pretende incluir a centenares o a miles de millones de seres humanos.
P. ¿ Es lo que sucede cuando hoy se habla del Islam?
R. Existe un uso enfermizo, abusivo del término del Islam. Yo no lo conozco
como tal: conozco a los musulmanes, que son de una diversidad portentosa. La
cristiandad tampoco la conozco. Un cristiano italiano, un noruego, un cristiano
de Oriente Próximo como yo, podemos tener una creencia religiosa común,
pero vivimos en medios diferentes, con historias tan distintas, que no acabo
de ver qué es lo que nos une. Salvo que escojamos el factor religioso
como clave de explicación de los comportamientos humanos. Fichte, por
ejemplo, escogió el factor nacional, y llegó a establecer unas
totalidades diferentes a las que hoy están de moda. Por lo demás,
igualmente mortíferas.
P. Lo que usted sostiene en su último ensayo es que, más allá
de que se pueda identificar o no su referente, su significado concreto, se trata
de totalidades separadas por una frontera construida y, por así decir,
caprichosa.
R. Son fracturas imaginarias. Pero cuando digo que son imaginarias lo hago para
subrayar que pueden convertirse en una dramática realidad. A principios
del siglo XIX, los lingüistas consideraron que el mundo podía dividirse
en dos grandes áreas, la semita y la indoeuropea. Este mismo esquema
se trasladaría después a las religiones. Pero ¿ cómo explicar
que una religión semita como el Islam prenda en un pueblo indoeuropeo
como el iraní? Y no se suele comprender con facilidad que en los países
musulmanes vivamos desde siempre numerosos cristianos. Y ello porque, en la
visión consagrada por aquella remota división de los lingüistas
del XIX, el cristianismo es la religión de Occidente y, por tanto, indoeuropea.
P. Llama la atención el hecho de que, además de imaginaria, muchas
de las facturas de las que usted habla sean asimétricas. Es corriente
encontrar en el discurso político e intelectual de nuestros días
alusiones al "conflicto entre Occidente y el Islam" o a "la guerra entre árabes
y judíos".
R. Las palabras están siendo empleadas de manera insensata. Árabe
es un concepto étnico o lingüístico; judío, por el
contrario, religioso. Se trata de anomalías conceptuales que pueden observar
incluso en autores tan eminentes como Braudel, que se refiere a la civilización
china, india, europea, siempre desde un punto de vista geográfico. Ya
a continuación habla del Islam. Es inaudito. Se trata de un credo que
se encuentra entre los chinos, entre los indios, entre los europeos.
P. ¿Ése es, precisamente, uno de los sentidos de la diversidad del Islam
a la que usted se refiere?
R. En efecto, el Islam no es uniforme, los musulmanes no son autómata.
Por un momento pensamos que esta imagen de homogeneidad había desaparecido.
Fue cuando surgió la noción de Tercer Mundo; una noción
laica, en la que lo religioso no tenía lugar. Yo estudiaba entonces en
Europa y nadie me preguntaba si era musulmán, católico o judío.
A nadie se le pasaba por la cabeza siquiera. La atmósfera ha cambiado.
P. ¿ Y cuál sería la explicación?
R. En primer lugar, la resistencia a admitir la noción de sociedad plural.
Por lo general, se prefiere recurrir a un elemento estructural único
de las identidades. Y en el caso de los países de Oriente Próximo,
ese elemento se ha querido encontrar en la religión musulmana. En segundo
lugar, hay que tener presente que EE.UU. decidió movilizar los sentimientos
religiosos como parte de la estrategia durante la Guerra Fría, no sólo
entre los musulmanes, sino también entre los católicos y los judíos.
En el caso de aquéllos, miles de muchachos fueron enviado a luchar contra
la URSS en Afganistán después de recibir entrenamiento de la CIA,
y se les consideraba combatientes de la libertad. Encuentro escandaloso lo que
tuvimos que escuchar entonces: que no había nada que temer, que todo
iba según las previsiones. La realidad era, por el contrario, que el
wahabismo, una forma extrema de la religión, se fue apoderando casi por
completo del sunnismo, gracias a los medios aportados por Arabia Saudí.
Los árabes que como yo – porque, aunque cristiano, soy árabe –
exigíamos seguir debatiendo en términos políticos, no religiosos,
fuimos condenados al silencio.
P. ¿ Y cómo reaccionó Europa?
R. Se dejó arrastrar al mismo callejón sin salida, renunciando
en buena medida a su propia concepción de la seguridad, en la que existía
un alto componente de minoración, de marginalización de las identidades
religiosas. Algunos dirigentes se propusieron, incluso, organizar un Islam europeo,
y permitieron que países como Marruecos, Argelia, Pakistán y Arabia
Saudí, pudieran entrometerse en sus asuntos. ¡ Y sin tener en cuenta
que buena parte de los que emigraban a Europa lo hacían para acceder
a un sistema laico de convivencia, libre de dictaduras de ningún tipo!
Se han hecho las cosas más estúpidas, y hoya todos pagamos el
precio.
P. Volvamos por un momento a la diversidad del islam. Usted se refiere a ella
en un segundo sentido, es decir, a diversidad como pluralismo y, de algún
modo, como tolerancia.
R. Cuando la URSS se hundió, Arabia Saudí exportó millones
de ejemplares de la obra de autores fundamentalistas. Por el contrario, los
escritores árabes de la Nahda, del renacimiento, esto es, los escritores
que sostienen en centenares de obras magníficas las tesis de que si hubo
decadencia fue porque se produjo una interpretación estrecha del Corán,
ésos han sido marginados. La propaganda sobre el fundamentalismo ha sido
tan intensa, desde Oriente y desde Occidente, que hoy todo el mundo piensa,
incluidos no pocos musulmanes, que el islam no es más que su versión
fanática.
P. ¿Cuál es su opinión acerca de la idea de que el Islam no ha
llevado a cabo una reforma similar a la del cristianismo, y de ahí su
supuesta dificultad para adaptarse a la democracia?.
R. El Islam tiene en principio una ventaja sobre el cristianismo, y es la ausencia
de clérigos. En este sentido, conviene deshacer un equívoco frecuente
en estos tiempos: en los territorios donde el islam es mayoritario, el poder
no ha sido nunca ejercido por los religiosos, puesto que éstos no existen.
La excepción es Jomeini, quien provocó un profunda ruptura con
la tradición shití. Frente a la ausencia de clérigos en
el islam, la Iglesia ocupa un lugar central en el desarrollo del cristianismo,
hasta el punto de que en ocasiones ha llegado a imponer una ortodoxia asfixiante.
La Reforma tiene lugar en una de esas ocasiones, y lo que los protestantes proponen
es, a mi juicio, una revolución religiosa de corte fundamentalista.
P. Una revolución religiosa de corte fundamentalista que da lugar a dictaduras
como las de Lutero o Calvino, pero a la que, paradójicamente, se le asigna
nada menos que el advenimiento de la tolerancia en Europa.
R. El protestantismo ha conseguido imponer un discurso narcisista. Mire la obra
de Weber: su idealización del protestantismo en relación con el
capitalismo es insostenible, por más que el protestantismo haya hecho
retroceder el absolutismo de la Iglesia, Pero eso no altera su carácter
fundamentalista. Cuando Weber asegura que el monoteísmo ha desencantado
el mundo, que se trata de la religión, está haciendo afirmaciones
que carecen de sentido. Pero Europa tienen monstruos sagrados, y Weber es uno
de ellos, Por otra parte, le confieso que lo que me ha proporcionado el coraje
para escribir sobre la fractura imaginaria ha sido la relectura de Popper, su
valentía del denunciar a Platón como representante de un idealismo
que puede conducir al totalitarismo y a la sociedad cerrada.
P. ¿Su posición sobre Weber es parte dela crítica a lo que usted
considera el falso laicismo de Occidente?
R. Como el protestantismo, Occidente también mantiene un discurso narcisista.
No se trata sólo de que se describa a sí mismo como racionalista,
individualista y democrático, haciendo gala de una extraordinaria autocomplacencia;
además está desarrollando un lenguaje mitológico capaz
de inhibir el espíritu crítico. El 11 de septiembre lo demostró
a las claras: los terroristas habían atentado contra un poder divino
y, por consiguiente, todos teníamos que esperar el castigo de dios. Este
lenguaje narcisista y mitológico es un lenguaje religioso bajo una apariencia
laica. Creo que el monoteísmo ha marcado la forma de pensar de Occidente,
el monoteísmo en el sentido de un solo dios, una sola misión,
un solo pueblo elegido para llevarla a cabo. Se ha laicizado la forma, de manera
que se admite que no sea necesariamente dios quien non confíe la misión.
Podemos ser nosotros, los hombres, quienes lo hagamos, pero la perseguimos con
la misma fuerza, con la misma determinación que si fuese una idea religiosa.
La guerra contra el terrorismo, todos estos conflictos obedecen a ideologías
laicas que se construyen sobre el molde religioso.
P. Hablando del 11-S, usted afirma sentirse sorprendido por el súbito
interés hacia el islam que despertaron los atentados.
R. Cuando actuaban las Brigadas Rojas, el Ejército Rojo japonés
Acción Directa o la banda Baader Meinhof, los intelectuales no se dedicaban
a interpretar los textos débiles y farragosos de estos grupos, ni a establecer
sus relaciones con el marxismo; tampoco a indagar sobre los orígenes
étnicos o religiosos de los terroristas. Ésta era una tarea de
la policía. El debate desde el punto de vista intelectual era el de analizar
por qué una parte de la juventud consideraba aceptable la violencia.
P. La diferencia con aquel terrorismo se ha querido encontrar en el hechos de
que los activistas de hoy se suiciden al ejecutar sus crímenes, lo cual
vincularía sus acciones con una fe en el más allá.
R. Siempre ha habido individuos dispuestos a dar la vida por una causa, lo de
menos es que fuere trascendente o no. Mire el siglo XIX: caballeros capaces
de batirse en duelo por una dama, por cuestiones de honor, por una palabra mal
dicha. Y ya en el siglo XX, los Kamikazes japoneses, la gente que se alistaba
voluntariamente para ir a una guerra lejana, que ni les iba no les venía.
P. Es difícil hablar de atentados suicidas y no mencionar los que ocurre
en Israel.
R. Todos los árabes, no sólo los palestinos, ven con frustración
que las normas de derecho, de justicia, de equidad que Occidente ha elevado
a categorías universales no se apliquen a Israel. De alguna manera, es
como si Israel se hubiese configurado como un espacio sagrado del Occidente
político. Todo lo que los dirigentes de este espacio sagrado dicen se
convierte en una verdad absoluta. Por eso el derecho internacional no se aplica
a Israel; por eso es un Estado por encima de las leyes. Y la gente tiene tendencia
a aceptarlo porque, en último extremo, estamos en el ámbito de
lo religioso, no de lo racional.
P. Algunos intelectuales europeos y norteamericanos consideran que la crítica
a Israel es el nuevo rostro del antisemitismo.
R. Creo que hay que abordar esta afirmación desde dos perspectivas diferentes.
La primera es que los Israelíes han desarrollado un minucioso trabajo
para suprimir la diferencia entre antisionista y antisemita. Históricamente,
los judíos creyentes opusieron una fuerte resistencia a la creación
de Israel. Todavía hoy son muchos lo que rechazan los ideales del sionismo
y que, precisamente por ello, están pagando un precio muy alto, tienen
problemas en su vida personal y en sus carreras. Yo pertenezco a la comunidad
maronita, y durante la guerra fui resueltamente hostil a lo que hacía
la dirección de mi comunidad. Cuando Hablaba con otros compatriotas,
inmediatamente se me decía que yo no era representativo. Con los judíos
antisionistas ocurre en buena medida los mismo.
P. ¿Y la segunda perspectiva?
R. Es triste decirlo, pero Oriente Próximo importó el antisemitismo
europeo, la creencia en la veracidad de los Protocolos de los Sabios de Sión.
Este texto llamó la atención porque, justamente, la emergencia
del Estado de Israel podía interpretarse como una encarnación
de lo que se decía en él. Y además, su simple existencia
exculpaba la debilidad de los países árabes, puesto que aparecían
como víctimas de un compló contra el que nada podía hacerse.
Un mecanismo similar al que opera hoy cuando se habla del poder del "lobby"
sionista en EE.UU. Es muy útil para los Gobiernos asumir sus propias
responsabilidades.
P. Ése podría ser también el mecanismo que, queriéndolo
o no, desencadena algunos expertos en el Islam, para los que el germen del terrorismo
se encuentra ya en sus textos sagrados.
R. La mayor parte de la actual literatura sobre el Islam desempeña el
mismo papel que lo hizo la literatura antisemita: crear la inquietud, el miedo,
la distancia, la fractura. Y esa literatura se ha subrogado, además,
en la función del antisemitismo, que era la de identificar una víctima
expiatoria.
P. Por eso mismo no se comprende que ante la actual demonización del
Islam algunos bienintencionados se esfuercen más en explicar el carácter
pacífico del Corán –un problema teológico- que en denunciar
un gravísimo problema político: el deterioro de los derechos civiles
para poner a los musulmanes bajo sospecha.
R. Se está produciendo una perversión del diálogo democrático
al interponerlo como un diálogo entre civilizaciones. En realidad, se
habla de civilizaciones para impedir que se hable de política. Por eso
no estoy de acuerdo con Jatami, el presidente iraní. No es sobre civilizaciones
sobre lo que tenemos que dialogar; es sobre la aplicación universal de
la ley, sobre la extensión de los derechos a todos los individuos. Así,
hay que decir que EE.UU. no puede continuar actuando con un doble rasero, que
las excepciones para los israelíes son inaceptables, que el embargo sobre
Irak resulta inhumano, porque no ha permitido acabar con Sadam Husein, pero
ha provocado la muerte de niños. Y hay que decir, además, que
la ley y los derechos no pueden ser más que laicos. Porque si empezamos
a hacer diferencias en virtud de que éste es cristiano, y éste
judío, y éste musulmán, y aquél libanés,
y aquél otro español y aquél de más allá
corso o vasco, entonces estaremos perdidos.
P. ¿Qué tiene que ocurrir para que volvamos a hablar de política?
R. Da la impresión de que tendremos que enfrentarnos a una catástrofe.
Vivimos en un equilibrio precario. Si mañana EE.UU. pisa sobre el hormiguero,
nadie sabe lo que puede pasar.
Copyright © Mundo Árabe - Madrid 2002